Panteón (87 page)

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Authors: Laura Gallego García

—Es una forma de verlo —gruñó Jack—. Pero a mí no me basta. Si Christian quiere que confíe en él, tendrá que explicarme cuáles son esos motivos de peso. No puedo confiar en él si él no confía en mí, y lo que es aún más importante:
no
puedo confiar en él si él no confía en ti.

Victoria no dijo nada. Jack detectó tal gesto de desconsuelo en su rostro que la abrazó para calmarla.

—No llores, por favor —le pidió—. Lo siento mucho.

—No es por ti, Jack, ya te lo he dicho —susurró ella—. Y tampoco es por Christian. Esta vez se trata de mí.

Jack calló, tratando de encontrar un sentido a sus palabras. Al final creyó entenderlo:

—Yo también he pasado mucho miedo —le dijo en voz baja—. Y es verdad, no sirve de nada que vuelque mi ira sobre Christian, o que trate de hacerme el valiente. He pasado mucho miedo.

Victoria enterró el rostro en su hombro, pero no añadió nada más.

Cuando llegaron a Vanissar, un par de días después, estaban agotados y sin ganas de hablar con nadie. Alsan salió a recibirlos, entre inquieto y enfadado.

—¿Dónde os habíais metido?

—Hemos tenido un encuentro con Gerde —murmuró Jack, con un suspiro de cansancio—. Mejor no preguntes.

—Claro que preguntaré —protestó Alsan—. ¿Crees que puedes abandonar el grupo y desaparecer durante días...?

—Alsan, por favor —cortó Jack—. Me duele la cabeza, estoy hecho polvo y a la vez tengo los nervios a flor de piel. Preferiría que hablásemos mañana, ¿te importa? Yo me voy a dormir.

Alsan dirigió una breve mirada a Victoria, que estaba de pie, junto a Jack, y apenas había hablado.

—Antes de eso, hay algo que quiero comentarte —dijo—. Es importante..., y es privado —añadió, volviendo a mirar a Victoria significativamente.

—Estaré en la habitación —dijo ella.

Oprimió la mano de Jack con suavidad antes de marcharse. Alsan esperó hasta que desapareció escaleras arriba, y entonces condujo a Jack hasta un pequeño balcón, para hablar con más intimidad.

—¿Qué tenías que decirme? —preguntó el joven, algo más bruscamente de lo necesario. Todavía no se había repuesto de su encuentro con Gerde, y seguía de mal humor—, ¿Habéis encontrado más serpientes en otra parte?

—Puede que más cerca de lo que pensábamos —replicó Alsan, cortante—. Si no sabes de qué estoy hablando, tal vez Victoria pueda darte más detalles.

—¿Otra vez Kirtash? —Jack empezaba a impacientarse.

—Jack, estoy hablando en serio —cortó Alsan, con severidad—. Victoria está actuando de forma muy extraña últimamente. Se ha encerrado en sí misma y nos oculta cosas. ¿A dónde fue la otra noche? —¿La otra noche? —repitió Jack; recordó entonces que, antes de ir a la batalla contra Eissesh, se había despertado de madrugada, y ella no estaba.

—Desapareció sin dar ninguna explicación, y lo mismo hizo al día siguiente, mientras estuvimos fuera. Nadie ha sido capaz de averiguar a dónde fue. ¿Lo sabes tú, acaso?

Jack negó con la cabeza, un poco desconcertado.

—Pensaba que vosotros dos no teníais secretos —dijo Alsan, con ironía—. Puede que tú no le concedas importancia, pero el hecho de que se reúna subrepticiamente con Kirtash me parece de todo menos inocente. Victoria ha pasado mucho tiempo con esa serpiente y puede habernos traicionado. ¿Eres consciente de eso?

—Victoria no nos traicionaría —protestó Jack—. Su relación con Kirtash...

—¡...Su relación con Kirtash es en sí misma una traición! —gritó Alsan.

—¿Desde cuándo? —replicó el joven en el mismo tono—. ¡Estamos hablando del mismo Kirtash que luchó junto a la Resistencia, que se enfrentó a Ashran a nuestro lado!

—Todo fue una maniobra para arrebatarnos a Victoria, ¿no lo habías pensado? Entonces yo estaba confuso y fui fácilmente manipulable; lo acepté entre los nuestros, pero eso no volverá a pasar. Jack, ¿no te das cuenta? Kirtash nos ha traicionado, y lo ha hecho ahora porque sabe que la voluntad de Victoria le pertenece. Ese era su plan desde el principio.

Jack sacudió la cabeza, estupefacto.

—Eso es absurdo.

—¿Lo es? Dime, ¿dónde está Kirtash ahora? ¿Qué te oculta Victoria?

Jack retrocedió un paso, confuso. No pudo evitar recordar que Gerde había jugado con él, y que Christian no había movido un solo dedo para evitarlo. Que el shek había demostrado ya en varias ocasiones que estaba de parte de Gerde... en cuyo interior habitaba el Séptimo, aquella Sombra Sin Nombre que había nacido de todo lo malo que había en el mundo.

Y que Victoria aprobaba su actitud o, al menos, la disculpaba.

—Estuvieron juntos en la Tierra, solos —le recordó Alsan—. ¿Por qué Kirtash no regresó con ella... con nosotros?

—Mira, yo confío en Victoria —concluyó Jack, ceñudo—. Hablaré con ella si eso va a hacer que te sientas más tranquilo, pero no creo que nos oculte nada. Si apenas te dirige la palabra es porque te lo has ganado a pulso: he visto cómo la has tratado desde que volvió de la Tierra. Seguro que, si fueras más amable con ella...

—¿Amable? Jack, nuestro mundo está al borde del colapso y tengo responsabilidades en mi reino; no puedo permitirme el lujo de ser amable.

El semblante de Jack se endureció.

—Pues tal vez deberías intentarlo —replicó, con sequedad—. Buenas noches.

Abandonó el balcón, y Alsan no lo retuvo. Sumido en ominosos pensamientos, Jack regresó a su habitación.

Se encontró con que Victoria estaba profundamente dormida. Seguramente había tenido intención de esperarlo, porque no se había cambiado de ropa. Por lo visto, debía de haberse echado en la cama, solo para descansar un momento, y el sueño la había vencido por sorpresa.

Jack no quiso despertarla. La cubrió con una manta, se desvistió y se echó a su lado, con un suspiro de cansancio.

Las palabras de Alsan seguían martilleando en su cabeza, pero trató de no prestarles atención.

Se despertó horas más tarde, sacudido por una pesadilla. En los últimos tiempos, las tenía muy a menudo. La de aquella noche tenía que ver con Gerde.

Lo inquietó comprobar, al despejarse, que Victoria se había marchado otra vez. Se recostó en la cama y se preguntó a dónde habría ido, y si solía hacer aquello a menudo. Ella nunca había mencionado aquellas escapadas nocturnas, por lo que parecía claro que no consideraba necesario comentarlo con él... ¿tal vez porque se trataba de un asunto privado? Jack dio media vuelta sobre la cama, buscando una posición más cómoda. Su relación con Christian
era
un asunto privado, pero, en cierto modo, Alsan tenía razón. Si el shek los había traicionado, si luchaba de verdad contra ellos, la relación de Victoria con él había dejado de ser un asunto privado. Para Victoria, podía suponer la diferencia entre ser una aliada y ser una enemiga. Y, por mucho que los unicornios fuesen neutrales, el simple hecho de mantener aquella relación, con uno y con otro, ya la hacía implicarse, para bien o para mal.

Jack tardó mucho en volver a dormirse, pero, cuando lo hizo, Victoria aún no había regresado. Y cuando despertó, a la mañana siguiente, ya se había levantado.

Lo supo porque había arreglado su lado de la cama, colocando la manta correctamente. Jack se incorporó, se vistió y fue a buscarla.

Encontró a Covan en la sala donde solían desayunar y, para
no
transmitirle su preocupación, le preguntó por todo el mundo, en general. Covan le contó que Alsan estaba en una reunión con unos embajadores de Nanetten; que Shail había partido dos días atrás en direccción al norte, para acudir al encuentro de los gigantes que habían invadido Vanissar; que Gaedalu había ido al templo de la ciudad, a visitar a los sacerdotes que lo mantenían, y que los Nuevos Dragones habían regresado a Thalis el día anterior. Y en cuanto a Victoria...

—Estaba terminando de desayunar cuando he llegado yo —le dijo—. Parecía que no se encontraba bien, como si estuviese enferma o hubiese dormido poco. También la he visto triste y preocupada. ¿Qué habéis encontrado en vuestro viaje, muchacho?

Jack inclinó la cabeza con un suspiro.

—Prefiero no hablar de ello.

—Como quieras —dijo Covan, y siguió dando cuenta de su desayuno.

—Alsan cree que Victoria es una traidora —dijo entonces Jack, sin poderse contener.

Covan lo miró.

—¿De veras? Bien, es el deber de Alsan velar por los intereses de su gente. Es normal que desconfíe de alguien que actúa de forma extraña o le oculta cosas. ¿Tú qué opinas?

—Yo creo que Victoria no está de acuerdo con Alsan en muchos aspectos —repuso Jack—, pero dudo que hiciera nada que pudiera perjudicarnos. Al menos, voluntariamente.

Covan sonrió.

—Estoy de acuerdo contigo, chico. No conozco muy bien a esa muchacha, pero sí sé que el otro día, cuando Alsan dijo que te habían dejado atrás, no dudó un momento en ir a buscarte. Alsan actuó como un buen líder, se preocupó de su gente y la llevó de vuelta a casa. Sé que Victoria comprendía su actitud en el fondo. Pero eso no impidió que fuera a buscarte. ¿Entiendes?

—Creo que sí —asintió Jack—. Voy a buscarla —añadió, levantándose.

Se despidió de Covan, salió de la habitación y reemprendió la búsqueda de Victoria.

La encontró en las almenas, contemplando el paisaje, pensativa. Se había cubierto los hombros con una especie de chal, y estaba blanca y con ojeras, como si no hubiese dormido. Detectó la presencia de Jack y le sonrió.

—Buenos días —dijo; su voz sonaba tranquila, pero cansada.

—Hola, Victoria —respondió Jack, situándose junto a ella.

No la besó, ni la abrazó, sino que mantuvo las distancias. Victoria lo notó, pero no hizo ningún comentario.

—Pareces cansada —dijo entonces Jack.

—Un poco.

—Eso te pasa por no dormir lo suficiente —dejó caer Jack.

Victoria se volvió para mirarle, con un brillo de advertencia latiendo en sus ojos oscuros. Pero él siguió hablando:

—Saliste anoche, ¿verdad? —dijo, de forma casual—. ¿A dónde fuiste?

Victoria desvió la mirada.

—A dar un paseo.

—¿De verdad? ¿Te encontraste con alguien?

—No tenía ninguna cita con nadie, si es lo que estás preguntando.

La voz de ella había sonado un tanto seca, y Jack lo notó. Comprendió que no había empezado con buen pie.

—Victoria, hay quien dice que eres una traidora —dijo, sin rodeos—. Si sigues actuando con tanto misterio, te vas a meter en líos, ¿sabes?

—No me asusta Alsan, Jack. Haré lo que tenga que hacer, con su aprobación, o sin ella.

Hubo un largo silencio. Por fin, Jack dijo, un tanto dolido:

—¿Tanto te cuesta confiar en mí? ¿Qué me estás ocultando?

Victoria se volvió hacia él, con los ojos muy abiertos.

—¡Jack! No creerás en serio que os estoy traicionando, ¿verdad?

El sacudió la cabeza.

—No, pero... es verdad que tienes un secreto. ¿Tan personal es que no puedes contármelo? ¡Incluso Gerde lo sabía! ¡Te dijo que conocía tu secreto! ¿Por qué ella puede saberlo, y yo no?

Victoria le dirigió una larga mirada, y Jack detectó que estaba asustada.

—No... no quería gritarte. Perdona.

Ella negó con la cabeza.

—No es por eso. Es que... no se lo he contado a nadie, Jack. A nadie. Gerde no debería saberlo, y es eso lo que me da miedo. Cuando me dijo aquello... —apartó la cabeza bruscamente, pero Jack vio las lágrimas brillando en sus ojos—. ¿Qué voy a hacer ahora?

—¿Contar conmigo, tal vez? —sonrió Jack, atrayéndola hacia sí para abrazarla.

—Sí..., supongo que es lo justo, porque también te incumbe a ti... aunque no sé hasta qué punto.

Jack se separó de ella un momento y la miró a los ojos.

—¿Qué te pasa, Victoria?

Ella se secó las lágrimas y sonrió. Cuando lo miró de nuevo había un nuevo brillo en su mirada, una chispa de alegría contenida. Y su sonrisa era cálida y serena.

—Que estoy embarazada, Jack. Voy a tener un bebé. Aquellas palabras sonaron en la mente de Jack como martillazos sobre un yunque. Se quedó inmóvil, sin ser capaz de reaccionar, y por un momento creyó que hasta su corazón había dejado de latir. Pero enseguida, un aluvión de confusos sentimientos inundaron su pecho.

—Pero, cómo... ¿estás segura, Victoria?

Ella asintió, sin una palabra.

—Pero... ¿no somos muy jóvenes? —pudo decir Jack.

—Haberlo pensado antes —replicó ella, con una sonrisa burlona.

—Esto... esto es... —farfulló Jack, todavía aturdido—. ¿Vas a ser madre?

La sonrisa de ella se hizo más amplia.

—Si todo sale bien, sí.

—Vaya... —sonrió Jack, tratando de asimilar la noticia—. No me extraña que estuvieras asustada. Yo estoy... no sé cómo estoy —confesó.

—No es eso lo que me asusta —dijo Victoria—. Hace tiempo que sabía que esto podía suceder, y estoy preocupada, claro que sí, pero a la vez estoy contenta. Quiero tener este bebé. Quiero que crezca dentro de mí, quiero darlo a luz y cuidarlo. Sé que soy joven, pero también era joven para luchar en una guerra, y, sin embargo, lo hice. Ahora tengo la oportunidad de traer vida al mundo, en lugar de muerte.

Jack la abrazó y la besó, impulsivamente.

—Tardaré un poco en hacerme a la idea —dijo—, pero quiero que sepas que no vas a estar sola. Te lo prometo.

Victoria se separó un poco de él, con un suspiro.

—Hay otra cosa que debes saber. Algo que no cambia las cosas para mí, pero que puede que sí altere... tu punto de vista en todo este asunto.

Jack la miró un momento... y comprendió. Fue como si una garra helada le oprimiese las entrañas, y trató de liberarse de aquella sensación.

—¿Quieres decir... que tu bebé no es hijo mío?

—No lo sé, Jack. Puede que sea tuyo, o puede que no. Pero si tú no eres el padre, solo hay otra posibilidad.

—Christian —murmuró Jack.

Victoria asintió.


Ya
te he dicho que para mí no cambia nada. En cualquier caso será el hijo de alguien a quien quiero con locura, y voy a recibir a este bebé con la misma ilusión y el mismo cariño. Pero..., bueno si resulta que Christian es el padre... no tendrías por qué hacerte cargo de él. Y no voy a pedírtelo.

Jack la contempló en silencio, tratando de ordenar sus ideas.

—¿Lo sabe él?

Victoria negó con la cabeza.

—Todavía no se lo he dicho, pero ahora que te lo he contado, hablaré con él en cuanto se me presente la oportunidad.

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