Rama Revelada (26 page)

Read Rama Revelada Online

Authors: Arthur C. Clarke & Gentry Lee

Tags: #Ciencia ficción

—No tengo la más remota idea —contestó Richard.

El bosque terminó bruscamente, justo cuando empezaban a sentirse insoportablemente hambrientos. Salieron a una llanura vacía. Delante de ellos, a unos dos kilómetros quizá, una gran cúpula verde ocupaba todo el campo visual.

—Ahora qué es…

—Es la Ciudad Esmeralda, querida —dijo Richard—. Naturalmente, la reconoces de la antigua película… Y dentro de ella está el Mago de Oz, listo para concedemos todos los deseos.

Nicole sonrió y besó a su marido.

—El mago era falso, ya sabes. En realidad, no tenía poder alguno.

—Eso se presta a un debate —adujo Richard con amplia sonrisa.

Mientras hablaban, las dos luces que los guiaban volaron rápidamente hacía la cúpula verde, dejándolos en una semioscuridad, de modo que extrajeron las linternas de las mochilas.

—Algo me dice que estamos cerca del final de nuestra caminata —dijo Richard, avanzando a zancadas hacia la Ciudad Esmeralda.

Desde una distancia de más de un kilómetro pudieron ver los portones mediante los prismáticos y empezaron a sentirse animados.

—¿Crees que ésa es la ciudad de origen de las octoarañas? —preguntó Nicole.

—Por cierto que sí. Debe de ser un sitio digno de verse. La parte más alta de esa cúpula verde está por lo menos a trescientos metros sobre el suelo. Yo diría que la superficie que hay por debajo supera los diez kilómetros cuadrados…

—Richard —se inquietó Nicole, cuando estaban a nada más que unos seiscientos metros de distancia—, ¿cuál es tu plan? ¿Simplemente vamos a acercamos y llamar a la puerta?

—¿Por qué no? —respondió Richard, acelerando el paso.

Al llegar a unos doscientos metros de la ciudad, el portón se abrió y surgieron tres figuras. Richard y Nicole oyeron un grito cuando una de las figuras empezó a caminar velozmente hacia ellos. Richard se detuvo y volvió a usar los prismáticos.

—¡Es Ellie! —gritó—. Y Eponine… ¡Están con una octoaraña!

Nicole ya había dejado caer la mochila y empezado a cruzar la llanura rápidamente. Apretó entre los brazos a su amada hija y la levantó del suelo con la fuerza del abrazo.

—Oh, Ellie, Ellie —dijo, y las lágrimas se derramaron como un río por sus mejillas.

5

—Éste es nuestro amigo Archie… Fue una gran ayuda para nosotros durante el tiempo que permanecimos aquí… Archie, te presento a mi madre y mi padre.

La octoaraña respondió con una secuencia que empezaba con un carmesí brillante, al que siguieron un verde, un lavanda, dos amarillos diferentes (uno, azafrán y el otro, limón, que tendía al verde pálido), y un púrpura final. La banda de colores recorrió por completo la esférica cabeza de la octoaraña y, después, desapareció en el lado izquierdo de la ranura formada por las dos largas depresiones paralelas que tenía en mitad de la cara.

—Archie dice que es un placer conocerlos, especialmente después de haber oído tanto sobre ustedes —tradujo Ellie.

—¿Puedes leer sus colores? —preguntó Nicole, completamente conmocionada.

—Ellie es grandiosa —comentó Eponine—. Entendió el lenguaje de ellas con mucha rapidez.

—¿Pero cómo hacen ustedes para hablarles? —preguntó Nicole.

—Su vista es increíblemente aguda —explicó Ellie— y son extraordinariamente inteligentes… Archie y una docena de sus congéneres ya aprendieron a leer los labios… Pero podemos hablar sobre todo eso más tarde, mamá. Primero háblame sobre Nikki y Robert, ¿están bien?

—Tu hija se pone más adorable cada día, y te extraña horrores… pero temo que Robert nunca se recuperó por completo, todavía se culpa por no haberte protegido mejor…

La octoaraña Archie, cortésmente, siguió la personal conversación durante varios minutos antes de tocar a Ellie suavemente en el hombro y recordarle que era probable que sus padres estuvieran cansados y con frío.

—Gracias, Archie —dijo Ellie—. Muy bien, este es el plan, ustedes dos vendrán al interior de la ciudad y se quedarán esta noche y mañana, por lo menos. Prepararon para nosotros cuatro una especie de departamento de hotel dentro del portal y pasado mañana, o cuando sea que ustedes estén adecuadamente descansados, todos volveremos con los demás. Archie vendrá con nosotros.

—¿Por qué ustedes tres no vinieron simplemente de entrada adonde estábamos nosotros? —preguntó Richard después de un breve silencio.

—Hice la misma pregunta, papá… y jamás recibí lo que pudiera considerar como respuesta satisfactoria…

Las bandas de color de la cabeza de Archie interrumpieron lo que Ellie estaba diciendo.

—Muy bien —dijo ésta a la octoaraña, antes de volverse otra vez hacia sus padres—. Archie dice que las
octos
tenían especial interés en que ustedes dos tuvieran una idea clara de qué se trata todo esto… De todos modos, podemos discutir todo esto después que nos acomodemos en nuestro departamento.

Los grandes portones de la Ciudad Esmeralda se abrieron de par en par cuando los cuatro seres humanos y su compañero octoaraña estaban a unos diez metros de ellos. Directamente al frente había una amplia avenida, con estructuras bajas de cada lado, que llevaba hasta un edificio piramidal rosa y azul que se divisaba a varios cientos de metros. Richard y Nicole no estaban preparados para la abrumadora variedad de extraños puntos de interés que dieron la bienvenida a sus ojos y cayeron virtualmente en trance. Estaban rodeados por un caleidoscopio de color. Cada elemento de la ciudad, incluyendo las calles, los edificios, las inexplicables decoraciones de la avenida, las plantas de los jardines, si lo eran en realidad, la gran cantidad de animales que parecían correr en todas direcciones lucían brillantes colores. Un grupo de cuatro grandes gusanos o víboras, que parecían bastones de caramelo serpenteantes, con la diferencia de que estaban más profusamente coloreados, estaban en el piso, enrollados precisamente en el interior del portal, a la izquierda de Richard y Nicole. Tenían la cabeza muy alzada, aparentemente esforzándose por alcanzar a ver los visitantes de otro planeta. Animales en amarillo y rojo brillante, con ocho extremidades y pinzas similares a las de las langostas de mar, transportaban gruesas varillas verdes a través de una intersección que estaba cincuenta metros al frente.

Naturalmente, había muchísimas, quizá centenares, de octoarañas, todas las cuales acudían a la zona del portal para echar un vistazo a los dos seres humanos. Permanecían sentadas en grupos delante de los edificios, paradas al lado de la avenida, hasta caminando por las azoteas. Y todas conversaban en forma simultánea en su idioma de brillantes bandas de colores, acentuando las decoraciones estáticas que se veían en la calle, con dinámicas explosiones de diversas tonalidades.

Nicole miró en derredor deteniendo la vista nada más que un instante en cada uno de los extravagantes seres que la contemplaban. Después, inclinó la cabeza hacia atrás y miró con fijeza la cúpula verde que estaba muy en lo alto. En sitios aislados se podía ver una especie de entramado delgado y flexible, pero, en su mayor parte, la cúpula estaba cubierta por un espeso dosel verde.

—Todo el techo está formado por enredaderas que crecen, y otras plantas, así como por los animales parecidos a insectos que recogen las flores y los frutos útiles —oyó que Ellie decía junto a ella—. Es un ecosistema viviente completo, que tiene la ventaja adicional de ser una excelente cubierta para la ciudad, al aislarla herméticamente del frío y de la atmósfera ramanas. Después que se cierren los portones, verán lo confortables que son normalmente las temperaturas dentro de la ciudad.

Esparcidas alrededor de la cúpula vieron alrededor de veinte fuentes muy brillantes de luz, considerablemente más grandes que las luciérnagas individuales que los habían guiado a través del dominio de las octoarañas. Nicole trató de estudiar una de las luces, pero pronto se rindió, porque eran demasiado brillantes para sus ojos.

A menos que me equivoque
, pensó,
toda esta iluminación es provista por enjambres de esas luciérnagas que nos guiaron hasta aquí
.

¿Fue la fatiga, la emoción o una combinación de ambas, lo que hizo que Nicole perdiera el equilibrio? Cualquiera que hubiese sido el motivo, mientras contemplaba la cúpula verde que tenía muy por encima de ella, empezó a sentirse como si hubiera estado girando sobre sí misma. Trastabilló y extendió el brazo para asirse de Richard. El aflujo de adrenalina que acompañó su mareo y el miedo súbito hicieron que su ritmo cardíaco aumentara violentamente.

—¿Qué pasa, mamá? —se alarmó Ellie, inquieta ante la palidez de su madre.

—Nada —aseguró Nicole, respirando lenta y prudentemente—. Nada… Simplemente me mareé un instante.

Fijó la mirada en el piso, para recuperar la estabilidad. La calle estaba pavimentada con cuadrados de brillante colorido, que parecían de cerámica. Sentados en la calle, a no más de cincuenta centímetros delante de ella, había tres de los seres más extraños que hubiera visto jamás. Eran de tamaño aproximado al de pelotas de básquetbol; su hemisferio superior era de un material azul, ondulante, que, en cierto sentido, se asemejaba tanto a cerebros humanos como a la parte de una medusa que flota sobre la superficie del agua. En el centro de esa masa, que estaba constantemente en movimiento, había un agujero oscuro, redondo, del que salían dos antenas delgadas, de veinte centímetros de largo quizá, con ganglios o nudos separados entre sí dos o tres centímetros, más o menos. Cuando Nicole retrocedió en forma involuntaria, yéndose hacia atrás porque instintivamente se sintió amenazada por esos estrambóticos animales, las antenas de ellos describieron un giro y los tres salieron escapando velozmente hacia el costado de la avenida.

Nicole echó un rápido vistazo en derredor. Bandas de color recorrían la cabeza de todas las octoarañas que alcanzaba a ver.
Sabía
que estaban analizando esa última reacción suya. De pronto se sintió desnuda, perdida y completamente abrumada. Desde lo profundo de su ser le llegó una antigua y poderosa señal de angustia. Tuvo miedo de estar a punto de gritar.

—Ellie —dijo con tono calmo—, creo que tuve suficiente por hoy… ¿Podemos ir adentro pronto?

Ellie tomó del brazo a su madre y la guió hacia una entrada que había en la segunda estructura, a la derecha de la avenida.

—Las
octos
estuvieron trabajando día y noche para transformar estos aposentos… Espero que estén satisfactorios.

Nicole siguió mirando con fijeza la escena que se desarrollaba en la calle de las octoarañas, pero lo que estaba viendo ya no penetraba con profundidad en su mente cognitiva.

Esto es un sueño
, pensó, mientras un grupo de delgados seres verdes, que parecían bolas de bowling sobre zancos, pasaba por su campo visual.
Realmente no puede haber un sitio como éste en alguna parte
.

—Yo también me estaba sintiendo un poco sobreexcitado —decía Richard—. Tuvimos un susto en el bosque. Y hemos caminado un largo trecho en tres días, en especial para vejetes… No es de sorprender que tu madre quedara desorientada, ese panorama de afuera era fantasmagórico.

—Antes de irse —explicó Ellie—, Archie se disculpó en tres formas diferentes. Trató de aclarar que habían permitido el acceso libre a la zona del portal, en la creencia de que tú y mamá estarían fascinados… Archie no había pensado en el hecho de que podría ser un poco demasiado…

Nicole se sentó lentamente en su cama.

—No te preocupes, Ellie —dijo—, en realidad no me volví tan frágil… Imagino que simplemente no estaba preparada, en especial después de tantos ejercicios y emociones.

—¿Así que preferirías descansar más, mamá, o querrías comer algo?

—Estoy bien, en serio —reiteró Nicole—. Prosigamos con lo que sea que hayas planeado… A propósito, Eponine —dijo, volviéndose hacia la francesa, que había dicho muy poco, después de los saludos iniciales fuera de la ciudad—, debo disculparme por nuestra descortesía. Richard y yo estuvimos tan ocupados hablando con Ellie y viéndolo todo… Olvidé decirte que Max te envía su amor. Me hizo prometerle que, si te veía, te dijera que te extraña tremendamente.

Nicole —contestó Eponine—. He pensado en Max y en el resto de ustedes todos los días, desde que las octoarañas nos trajeron acá.

—¿Estuviste también aprendiendo su lenguaje, como Ellie? —preguntó Nicole.

—No —respondió lentamente Eponine—, estuve haciendo algo por completo diferente… —Echó un vistazo en derredor, en busca de Ellie, que había salido por unos instantes, presumiblemente para disponer la cena—. En realidad, apenas si la vi durante dos semanas, hasta que empezamos a elaborar los planes para la llegada de ustedes.

Se produjo un extraño silencio que duró varios segundos.

—¿Entonces tú y Ellie han sido prisioneras aquí? —preguntó Richard en voz baja—. ¿Y descubrieron por qué las secuestraron?

—No, no con exactitud —contestó Eponine.

Se puso de pie en la pequeña habitación.

—Ellie —gritó—, ¿estás ahí? Tu padre está haciendo preguntas…

—Ya voy —oyeron gritar a Ellie. Instantes después regresó a la habitación con la octoaraña Archie detrás de ella. Ellie leyó el gesto en el rostro de su padre—. Conviene que esté Archie —señaló—, y acordamos que cuando les contáramos todo, él podría estar aquí… para explicar y aclarar y, quizá, responder preguntas que nosotras no podemos responder…

La octoaraña se sentó entre los seres humanos y se produjo otro silencio temporal.

—¿Por qué tengo la sensación de que toda esta escena fue ensayada? —preguntó Richard al fin.

Una preocupada Nicole se inclinó hacia adelante y tomó la mano de su hija.

—No hay malas noticias, ¿no, Ellie? Nos dijiste que volverían con nosotros…

—No, mamá. Hay algunas cositas que Eponine y yo queremos decirles… Ep, ¿por qué no empiezas tú?

Bandas de color recorrieron la cabeza de Archie, cuando la octoaraña, que, evidentemente, había estado siguiendo la conversación de cerca, cambió de posición para estar enfrentada de modo más directo con Eponine. Ellie observó las bandas con sumo cuidado.

—¿Qué está diciendo él… o
eso
? —preguntó Nicole. Todavía estaba aturdida por la destreza de su hija con el lenguaje de los alienígenas.

—“Eso” sería estrictamente adecuado, supongo —dijo Ellie con una breve carcajada—, por lo menos eso es lo que Archie me dijo, cuando le expliqué los pronombres… pero Ep y yo usamos “él” y “a él” cuando nos referimos tanto a Archie como al Doctor Azul… Como sea, Archie desea que les informe que se nos atendió muy bien, que no hemos sufrido en modo alguno y que únicamente fuimos secuestradas por las octoarañas porque no habían podido idear la manera de establecer con nosotros una interacción sin hostilidades y que permitiera la comunicación…

Other books

Vera by Stacy Schiff
La sangre de Dios by Nicholas Wilcox
Married in Seattle by Debbie Macomber
Sicilian Carousel by Lawrence Durrell
Captive by Brenda Joyce
7 Billion by National Geographic
Three Weeks to Wed by Ella Quinn
Lydia Trent by Abigail Blanchart