Rama Revelada (66 page)

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Authors: Arthur C. Clarke & Gentry Lee

Tags: #Ciencia ficción

Se puso las manos delante de los ojos. La luz era tan tenue que no podía ver detalle alguno, sólo un contorno oscuro que le recorría el borde de todos los dedos. En el receptáculo no había suficiente espacio como para que se sentara, pero se pudo arreglar para llegar hasta la tapa con una mano, si se sostenía alzada con la otra. Apretó los dedos contra la suave espuma. Detrás de ésta había una superficie dura, madera o, posiblemente, hasta metal.

La leve actividad la cansó. Respiraba con rapidez y el ritmo cardíaco se le había acelerado. La mente se le puso más alerta; recordó con claridad los últimos instantes, antes de ponerse a dormir en Rama.
Vino El Águila
, pensó,
justo después que yo encontrara esa bebé en el Dominio Alternativo… Entonces, ¿dónde estoy ahora? ¿Y cuánto tiempo he dormido?

Oyó unos golpes suaves en el receptáculo y se volvió a tender de espaldas en la espuma.
Alguien vino. Mis preguntas tendrán respuesta pronto
. La tapa del receptáculo era levantada despacio. Se protegió los ojos de la luz. Vio la cara de El Águila y oyó su voz.

Los dos estaban sentados en una gran sala. Todo era blanco, las paredes, el techo, la pequeña mesa redonda que tenían delante, hasta los asientos, la taza, el bol y la cuchara eran blancos. Nicole tomó otro sorbo de la sopa caliente, tenía gusto a caldo de pollo. A su izquierda, el receptáculo blanco en el que había permanecido estaba apoyado contra la pared. No había más objetos en la sala.

—… Alrededor de dieciséis años en total, tiempo de viajero, naturalmente —estaba diciendo El Águila.
Tiempo de viajero
, pensó Nicole.
Ese es el mismo término que usó Richard
—… No retrasamos tu envejecimiento tan eficazmente como antes, nuestros preparativos fueron un tanto apresurados.

A pesar de la falta de peso, a Nicole le parecía que cada acción física era un esfuerzo monumental. Sus músculos habían permanecido inactivos durante mucho tiempo. El Águila la ayudó a recorrer, con lentitud y arrastrando los pies, los pocos pasos que separaban el receptáculo y la mesa. Las manos le temblaron un poco mientras bebía el agua y tomaba la sopa.

—¿Así que ahora tengo cerca de ochenta años? —preguntó con voz vacilante, voz a la que apenas si pudo reconocer.

—Más o menos —contestó el alienígena—. Sería imposible darte una edad que tuviera sentido.

Desde el otro lado de la mesa, Nicole miró con fijeza a su compañero. El Águila tenía el mismo aspecto de siempre. Los ojos verdeazulados, a cada lado del sobresaliente pico gris, no habían perdido en absoluto su intensidad mística. Las plumas de la parte de arriba de la cabeza seguían siendo de un blanco puro, contrastando netamente con las gris oscuro de rostro, cuello y espalda. Los cuatro dedos de cada mano, color blanco crema y desprovistos de plumas, eran tan suaves como los de un niño.

Nicole estudió sus propias manos por primera vez. Estaban agostadas y descoloridas por las manchas de la edad. Las volvió y en alguna parte de la memoria oyó una carcajada.

«Consunción», decía Richard. «¿No es una gran palabra? Significa que está más agostado que “agostado”… Me pregunto si alguna vez tendré la oportunidad de usarla…» El recuerdo se desvaneció.
Mis manos padecen consunción
, pensó Nicole.

—¿Nunca envejeces? —le preguntó a El Águila.

—No —contestó él—, no, al menos, en el sentido en que ustedes emplean la palabra… Se me mantiene en forma regular y a los subsistemas que exhiben una degradación del rendimiento se los cambia.

—¿Entonces nunca morirás?

Vaciló un instante.

—Eso no es completamente exacto. Al igual que a todos los miembros de mi grupo, se me creó con un propósito específico. Si ya no hubiera necesidad de que existiera, y no se me pudiera programar con prontitud para cumplir alguna función nueva y necesaria, entonces se me
desenergizaría
.

Nicole empezó a reír, pero se contuvo.

—Discúlpame —dijo—, sé que no es divertido… pero tu elección de las palabras me resultó muy peculiar… “Desenergizado” es una…

—También es la palabra correcta —afirmó El Águila—. Dentro de mí hay varias fuentes diminutas de energía, así como complejos sistemas para distribuirla. Todos los elementos energéticos son, esencialmente, modulares y, en consecuencia, transferibles de uno de nosotros a otro. Si ya no se me necesitara, se podría sacar los elementos y emplear en otro ser.

—Como un trasplante de órganos —comentó Nicole, terminando su agua.

—En cierto sentido. Y eso me lleva a otro asunto… Durante tu prolongado sueño, tu corazón dejó de latir dos veces, la segunda inmediatamente después que llegamos aquí, en el sistema Tau de la Ballena… Hemos conseguido mantenerte viva con medicamentos y estimulación mecánica, pero ahora tu corazón está extremadamente débil… Si deseas llevar una vida activa durante un lapso adicional apreciable, necesitarás considerar la posibilidad de cambiar tu corazón.

—¿Es por eso que me dejaste ahí dentro (Nicole señaló el receptáculo) durante tanto tiempo? —preguntó.

—En parte, sí —dijo El Águila. Ya le había explicado que la mayoría de los demás viajeros de Rama estaba despierta desde mucho antes; algunos, hacía como un año, y estaban viviendo en condiciones de apiñamiento en otra jurisdicción no muy lejana—. Pero también nos preocupaba lo cómoda que pudieras estar en la estrella de mar transformada… Renovamos esa espacionave aprisa, por lo que no hay muchas comodidades… También estábamos preocupados porque tú eres, de lejos, nuestro sobreviviente humano más anciano…

Así es
, se dijo Nicole.
El ataque de las octoarañas barrió a todos los que tenían más de cuarenta años, más o menos… Soy la única persona vieja que queda…

El Águila dejó de hablar durante un instante. Cuando Nicole volvió a mirar al alienígena, los ojos hipnotizantes de él parecían estar expresando una emoción.

—Además, eres especial para nosotros… desempeñaste un papel clave en este esfuerzo…

¿Es posible
, pensó Nicole de repente, contemplando aún los fascinantes ojos de El Águila,
que este ser electrónico realmente tenga sentimientos? ¿Pudo Richard haber tenido razón cuando insistió en que no existen aspectos de nuestra humanidad a los que, con el tiempo, no se pueda duplicar por ingeniería?

—… Esperamos lo más que pudimos para despertarte —estaba diciendo El Águila—, para reducir al mínimo el lapso que tendrías que transcurrir en condiciones menos que ideales… Ahora, empero, nos estamos preparando para ingresar en otra fase de nuestras operaciones… Como podrás ver, a esta sala se la vació, exceptuándote a ti, hace mucho tiempo. Dentro de ocho o diez días empezaremos a desmantelar las paredes. Para ese entonces tendrás que haberte recuperado lo suficiente…

Nicole volvió a preguntar respecto de su familia y amigos.

—Como te dije antes —respondió El Águila—, todos sobrevivieron al largo sueño. Sin embargo, la adaptación a lo que tu amigo Max denomina Grand Hotel no fue fácil para ellos. Todos los que estuvieron contigo en la Ciudad Esmeralda, además de la niña María y del esposo de Ellie, Robert, al principio fueron asignados a dos salas grandes, una al lado de la otra, en una de las secciones de la estrella de mar. A todos se les dijo que las medidas tomadas para vivienda sólo eran temporales y que, con el tiempo, se los transferiría a alojamientos mejores. De todos modos, Robert y Galileo no pudieron adaptarse con éxito a las condiciones fuera de lo común del Grand Hotel.

—¿Qué les ocurrió? —preguntó Nicole, alarmada.

—A los dos se los transfirió, por motivos sociológicos, a otro sector de la espacionave con mucho mayor reglamentación. A Robert se lo mudó primero; cayó en una grave depresión poco después que despertó del sueño prolongado y nunca pudo recuperarse de ella. Por desgracia, murió hace unos cuatro meses… Galileo está bien, desde el punto de vista físico, aunque su conducta antisocial ha continuado…

Nicole sintió profunda pena al oír la noticia de la muerte de Robert.

Pobre Nikki
, pensó en seguida,
nunca tuvo oportunidad de conocer a su padre… y Ellie, tu matrimonio no resultó como esperabas…

Se sentó en silencio, con la mente vagando a través del conjunto de sus recuerdos de Robert Turner.
Fuiste un hombre complicado
, pensó,
talentoso y dedicado a tu trabajo. Y, sin embargo, en el aspecto personal, te revelaste sorprendentemente disfuncional. Quizás una parte crítica de ti murió hace mucho… en ese tribunal de Texas, en un planeta llamado Tierra
.

Meneó la cabeza, abatida.

—Supongo —comentó— que la energía que invertí en salvar a Katie y Robert de los agentes octoarácnidos fue un esfuerzo desperdiciado.

—Realmente no —contestó sencillamente El Águila—. En ese momento fue importante para ti.

Nicole sonrió y miró a su colega alienígena.
Bueno, mi omnisciente amigo
, pensó, sofocando un bostezo,
debo admitir que estoy contenta de volver a estar en tu compañía… Puede que no seas un ser vivo, pero con toda seguridad que eres sabio entre los que sí lo son
.

—Permíteme ayudarte a volver a la cama —dijo El Águila—, ya estuviste de pie suficiente tiempo para ser la primera vez.

Nicole estaba muy satisfecha consigo misma. Finalmente había logrado recorrer completamente el perímetro de la habitación sin tener que detenerse.

—¡Bravo! —la animó El Águila, acercándosele—. Estás haciendo progresos fabulosos. Nunca creímos que caminaras tan bien en un lapso tan breve.

—Sin lugar a dudas, ahora necesito un poco de agua —dijo Nicole, sonriendo—. Este viejo cuerpo está traspirando furiosamente.

El Águila le alcanzó un vaso con agua. Cuando Nicole terminó de beber, se volvió hacia su amigo alienígena.

—¿Ahora vas a mantener tu parte del trato? ¿Tienes un espejo y una muda de ropa en esa valija que hay ahí?

—Sí, los tengo, y hasta traje los cosméticos que solicitaste… Pero primero quiero examinarte, para ver cómo reaccionó tu corazón ante el ejercicio. —Sostuvo un pequeño dispositivo negro delante de Nicole y miró cómo aparecían en la diminuta pantalla algunos trazos—. Eso es bueno —declaró—. No, es excelente… No hay la menor irregularidad. Nada más que una indicación de que tu corazón está trabajando con mucha intensidad, lo que cabría esperarse en un ser humano de tu edad.

—¿Puedo ver eso? —pidió Nicole, señalando el dispositivo de examen. El Águila se lo entregó.

—Supongo —continuó ella— que esta cosa recibe señales provenientes del interior de mi cuerpo… pero, ¿qué son, con exactitud, todos esos garabatos y símbolos extraños que se ven en la pantalla?

—Dentro de tu cuerpo tienes más de mil sondas diminutas, y más de la mitad se encuentra en la región cardíaca. No sólo miden el rendimiento crítico de tu corazón y de otros órganos, sino que, también, regulan parámetros tan importantes como la corriente sanguínea y la asignación de oxígeno. Algunas de las sondas hasta complementan las funciones biológicas normales… Lo que estás viendo en esta pantalla son datos sumarios provenientes del intervalo en el que estuviste practicando ejercicio. El procesador que hay dentro de ti los comprimió y los envió por telemetría.

Nicole frunció el ceño.

—Quizá no debí haber preguntado; de algún modo, la idea de toda esa basura electrónica dentro de mí no es muy reconfortante.

—Las sondas no son electrónicas en realidad —aclaró El Águila—. No, al menos, en el sentido en que ustedes, los seres humanos, emplean el término. Y son por completo necesarias en este momento de tu vida. Si no estuvieran ahí, no sobrevivirías ni siquiera un día…

Nicole contempló a El Águila.

—¿Por qué no me dejaron morir, simplemente? —preguntó—. ¿Todavía tienen algún propósito para mí que justifique todo este esfuerzo? ¿Alguna función que todavía deba realizar?

—Quizá. Pero creímos que quizá te podría gustar ver a tu familia y amigos una vez más.

—Me resulta difícil creer —señaló Nicole— que mis deseos representen un papel de importancia en la jerarquía de valores de ustedes.

El Águila no respondió. Fue hacia la valija, que estaba apoyada en el suelo, al lado de la mesa, y regresó con un espejo, un paño embebido en agua, un sencillo vestido azul y un bolso con cosméticos. Nicole se sacó el camisón blanco que había estado usando, se limpió por todas partes con el paño y se puso el vestido. Hizo una profunda inhalación cuando El Águila le alcanzó el espejo.

—No estoy segura de estar lista para esto —manifestó, con sonrisa triste.

De no haberse aprontado primero, no habría reconocido su cara en el espejo. Le pareció una manta hecha con retazos de bolsas debajo de los ojos y arrugas; todo el cabello, comprendidas cejas y pestañas, ahora estaba blanco o bien gris. Su primer impulso fue el de llorar, pero valerosamente repelió las lágrimas.
Mi Dios
, pensó,
estoy tan vieja… ¿ésta puedo ser realmente yo?

Escudriñó las facciones en el espejo, guiada por la memoria, en busca de vestigios de la encantadora joven que había sido. Aquí y allá podía ver los restos de lo que una vez era considerado un rostro hermoso, pero los ojos tenían que saber dónde mirar. Sintió una punzada en el corazón, cuando recordó, de repente, un simple hecho ocurrido años atrás, cuando era una adolescente que iba por un camino rural con su padre, cerca de su casa en Beauvois. Una anciana que usaba bastón iba hacia ellos, y Nicole le preguntó a su padre si podían cruzar al otro lado del camino para evitarla.

—¿Por qué? —preguntó él.

—Porque no quiero verla de cerca. Es vieja y fea… Me produce un estremecimiento.

—Tú también serás vieja algún día —contestó su padre, rehusándose a cruzar el camino.

Soy vieja y fea
, pensó Nicole.
Hasta me produzco un estremecimiento a mí misma
. Devolvió el espejo a El Águila.

—Me lo advertiste —admitió con nostalgia—. Quizá debí haberte escuchado.

—Claro que estás conmocionada —la tranquilizó El Águila—. No te viste durante dieciséis años. La mayor parte de los seres humanos lo pasa mal con el proceso de envejecimiento, aun si lo observan día tras día. —Le tendió el bolso de cosméticos.

—No, gracias —dijo Nicole, desalentada, rechazando el bolso—. Es una situación sin remedio. Ni siquiera Miguel Ángel podría hacer algo con esta cara.

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