Rama Revelada (65 page)

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Authors: Arthur C. Clarke & Gentry Lee

Tags: #Ciencia ficción

La niña gateó rápidamente fuera del costal y se metió en el polvo de la Llanura Central. Nicole la levantó y volvió a ponerla en medio del costal. Una vez más, la niña se arrastró hacia el polvo.

—Bueno, niñita —rió Nicole levantándola por segunda vez.

Le resultaba difícil juntar las pertenencias de ambas mientras sostenía a la niña en los brazos. Por fin lo logró y empezó a caminar lentamente hacia la civilización. Estaban a unos trescientos metros de los edificios más cercanos del Dominio Alternativo. Durante la caminata decidió que primero iría al hospital, para buscar a Doctora Azul. Suponiendo que era correcta su conclusión de que la guerra había terminado o, por lo menos, de que se la había detenido temporalmente, planeaba pasar la mañana averiguando todo lo que pudiera sobre la niña.
¿Quiénes eran los padres
, formaba las preguntas en su mente,
y hacía cuánto se los había secuestrado de Nuevo Edén?
Estaba enojada con las octoarañas.
¿Por qué no me dijeron que había otros seres humanos en la Ciudad Esmeralda?
pensaba preguntarle a la Optimizadora Principal.
¿Y cómo pueden justificar el modo en que trataron a esta niña y a su madre?

La bebé, que estaba completamente despierta, no se le mantenía quieta en los brazos. Nicole se sentía incómoda, decidió detenerse para descansar. Mientras la niña jugaba en el polvo, ella contemplaba la destrucción que tenía delante, tanto en el Dominio Alternativo como, a lo lejos, en la parte de la Ciudad Esmeralda que podía ver. Súbitamente se sintió muy triste.
¿Para qué es todo esto?
, se preguntó. Una imagen de Katie se coló en su mente, pero la expulsó, prefiriendo, en cambio, sentarse en el polvo y entretener a la niña. Cinco minutos después oyeron el silbido.

El sonido provenía del cielo, de Rama misma. Nicole se paró de un salto, el pulso se le aceleró locamente de inmediato. Sintió un leve dolor en el pecho, pero nada podía disminuir su excitación.

—¡Mira! —le gritó a la bebé—, ¡mira hacia allí, en el sur!

En la lejana cuenca austral, rayos de luz de colores jugueteaban alrededor de la punta del Gran Cuerno, la inmensa aguja que se lanzaba hacia arriba siguiendo el eje de rotación de la espacionave cilíndrica. Los rayos se reunieron y formaron un anillo rojo cerca de la punta de la aguja. Instantes después, ese enorme anillo rojo flotó lentamente a lo largo del eje de Rama. Alrededor del Gran Cuerno, más colores danzaron, hasta que formaron un segundo anillo, anaranjado, que, finalmente, siguió al rojo, también hacia el norte, en el cielo de Rama.

El silbido continuó. No era áspero ni penetrante. Para Nicole, era casi musical.

—¡Algo va a pasar —le dijo, exultante, a la niña—, algo bueno!

La niñita no tenía la menor idea de lo que estaba ocurriendo, pero rió con entusiasmo cuando la mujer la levantó y la alzó hacia el cielo. Y, para ella, los anillos eran atrayentes sin lugar a dudas. Ahora, uno amarillo y otro verde estaban atravesando el negro cielo de Rama, y el rojo que iba al frente de la procesión acababa de llegar al Mar Cilíndrico.

Una vez más, Nicole lanzó a la niña a cerca de medio metro de altura. En esta ocasión, el collar escapó de debajo de la ropita y casi se le sale volando por la cabeza. Nicole recibió a la bebé y le dio un fuerte abrazo.

—Casi había olvidado lo de tu collar —dijo—. Ahora que tenemos adecuada iluminación, ¿puedo echarle un vistazo?

La nena soltó una risita cuando Nicole le sacó el collar de cuerda pasándoselo por encima de la cabeza. En la parte de abajo del collar, tallado sobre un trozo redondo de madera de unos cuatro centímetros de diámetro, estaba el contorno de un hombre con los brazos en alto y rodeado por todos lados por lo que parecía ser llamas. Muchos años atrás, Nicole había visto una talla similar en madera, en el escritorio que Michael O'Toole tenía en su camarote dentro de la
Newton
.

—San Miguel de Siena —dijo para sí, haciendo girar la talla entre los dedos.

En el reverso, la palabra “María” estaba cuidadosamente impresa en minúscula.

—Ese debe de ser tu nombre —le dijo a la nena—. María… María. —No hubo señal alguna de reconocimiento. La bebé empezó a fruncir el ceño, justo antes de que Nicole riera y la lanzara al aire una vez más.

Pocos minutos después, Nicole volvió a dejar a la inquieta niñita en el suelo. De inmediato, María se arrastró hacia el polvo. Nicole mantenía un ojo sobre la niña y otro sobre los anillos de colores que aparecían en el cielo. Ahora se podían ver los ocho anillos, azul, marrón, rosado y púrpura sobre el hemicilindro austral, y los primeros cuatro en la línea que aparecía en el cielo por encima del norte. Cuando el anillo rojo se desvaneció en la cuenca boreal, otro anillo rojo se formó en la punta del Gran Cuerno.

Exactamente igual que lo que pasó todos estos años
, pensó Nicole. Pero, en realidad, su mente todavía no estaba concentrada en los anillos. Estaba escarbando en la memoria, tratando de recordar cada informe sobre personas desaparecidas que se hubiera registrado en Nuevo Edén. Había ocurrido un puñado de accidentes de navegación en el lago Shakespeare, recordó, y, de vez en cuando, desaparecía uno de los pacientes del hospital psiquiátrico de Avalon…
Pero, ¿cómo podía desvanecerse así como así una pareja? ¿Y quién era el padre de María?
Había muchas preguntas que Nicole quería hacer a las octoarañas.

Los deslumbrantes anillos siguieron flotando sobre su cabeza. Nicole recordó ese especial día, hacía mucho ya, cuando Katie, entonces de diez u once años, se sintió tan emocionada que gritó de alegría.
Siempre fue la más desinhibida de mis hijos
, pensó, incapaz de contenerse.
Su risa era tan completa, tan auténtica… Katie albergaba tanto potencial
.

Las lágrimas le llenaron los ojos. Las enjugó y, con gran esfuerzo, se obligó a concentrarse en María. La niña estaba sentada, comiendo alegremente el polvo de la Llanura Central.

—No, María —le dijo, tocándole las manos con suavidad—. Eso está sucio.

La niñita contrajo su bella carita y empezó a llorar.
Como Katie
, pensó Nicole en seguida,
no podía soportar que le dijera “No”
. Los recuerdos de Katie empezaron ahora a inundar su mente. Vio a su hija, primero como bebé, después como niña precoz entraba en la adolescencia, en El Nodo; finalmente, como joven mujer en Nuevo Edén. La profunda congoja que acompañaba las imágenes de su hija perdida asoló por completo a Nicole. Las lágrimas rodaron por sus mejillas y el cuerpo se le empezó a sacudir con los sollozos.

—¡Oh, Katie! —gritó
—, ¿por qué?, ¿por qué?, ¿por qué?

Hundió la cara en las manos. María había dejado de llorar y la miraba con extrañeza.

—Está bien, Nicole —dijo una voz detrás de ella—. Todo va a terminar pronto.

Nicole creyó que la mente le estaba jugando una mala pasada. Se dio la vuelta con lentitud. El Águila se estaba acercando, con los brazos extendidos.

El tercer anillo rojo había llegado a la cuenca boreal y no había más luces de colores en tomo del Gran Cuerno.

—¿Así que todas las luces se van a encender cuando hayan terminado los anillos? —preguntó Nicole a El Águila.

—¡Qué buena memoria! —elogió él—. Podrías tener razón.

Otra vez Nicole sostenía a María en los brazos. La besó suavemente en la mejilla y María sonrió.

—Gracias por la niña —dijo Nicole—. Es maravillosa… y entiendo lo que me estás diciendo.

El Águila miró a Nicole de frente.

—¿De qué estás hablando? —preguntó—. Nosotros nada tenemos que ver con la niña.

Nicole escudriñó los místicos ojos verdeazulados del alienígena. Nunca había visto un par de ojos que tuviera una gama tan amplia de expresiones, pero no había tenido práctica reciente en la lectura de lo que El Águila estaba diciendo con sus ojos. ¿Estaba bromeando respecto de María? ¿O hablaba en serio? Con seguridad que no había sido por azar, únicamente, que hubiera descubierto a la niña tan poco tiempo después de que se matara Katie…

Estás siendo demasiado rígida en tu modo de pensar
, recordó que Richard le había dicho en El Nodo.
Que El Águila no sea biológico como tú y yo, no significa que no esté vivo. Es un robot, de acuerdo, pero es mucho más inteligente que nosotros… y mucho más sutil…

—¿Así que estuviste oculto en Rama todo este tiempo? —preguntó varios segundos después.

—No —contestó El Águila y no se explayó.

Nicole sonrió.

—Ya me dijiste que no hemos llegado a El Nodo ni a un lugar equivalente, y estoy segura de que no apareciste por aquí para hacer una visita social… ¿Me vas a decir por qué
estás
aquí?

—Esta es una intercesión de nivel dos —dijo El Águila—. Hemos decidido interrumpir el proceso de observación.

—Muy bien —aceptó Nicole, volviendo a poner a María en el suelo—, entiendo el concepto… pero, ¿qué es, con exactitud, lo que va a ocurrir ahora?

—Todos van a quedar dormidos —informó El Águila.

—¿Y cuando despierten?…

—Todo lo que puedo decirte es que todos van a quedar dormidos.

Nicole dio unos pasos en dirección de la Ciudad Esmeralda y alzó los brazos hacia el cielo. Sólo tres anillos de colores quedaban ahora, y estaban muy lejos, bien por encima del hemicilindro boreal.

—Tan sólo por curiosidad, no me estoy quejando, como comprenderás… —dijo Nicole con un dejo de sarcasmo. Dejó de hablar y se volvió para mirar de frente a El Águila—. ¿Por qué no intercedieron hace mucho tiempo? ¿
Antes
de que todo esto —con el brazo hizo un ademán en dirección de la Ciudad Esmeralda— ocurriera? ¿
Antes
de que hubiera tantas muertes…?

El Águila no contestó de inmediato.

—No se puede estar a la vez en la procesión y tocando las campanas —declaró por fin—. No puedes tener, al mismo tiempo, libre albedrío por un lado y un poder superior benévolo que te proteja de ti misma, por el otro.

—Discúlpame —dijo Nicole, con expresión de perplejidad en el rostro—, ¿es que equivocadamente hice una pregunta de índole religiosa?

—En realidad, no —contestó El Águila—. Lo que tienes que entender es que nuestro objetivo es elaborar un catálogo completo de todos los viajeros espaciales de esta región de la galaxia. No juzgamos su comportamiento. Somos científicos. No nos importa si la predilección natural de ustedes es la de destruirse a sí mismos. Sí nos importa, empero, que el probable rédito futuro de nuestro proyecto ya no justifique los importantes recursos que le hemos asignado.

—¿Uh? —observó Nicole—. ¿Me estás diciendo que no estás intercediendo para detener el derramamiento de sangre sino por algún otro motivo?

—Sí —asintió El Águila—. No obstante, voy a cambiar de tema porque nuestro tiempo es limitado en extremo. Las luces se van a encender dentro de dos minutos. Ustedes estarán dormidos un minuto después de eso… Si tienes algo que desees comunicarle a la niña humana…

—¿Vamos a
morir
? —preguntó Nicole, súbitamente asustada.

—No de inmediato, pero no puedo garantizar que todos vayan a permanecer vivos durante el período de sueño.

Nicole se dejó caer al suelo junto a la niña. María tenía otro terrón de tierra en la boca y un reborde de polvo mojado alrededor de los labios. Nicole le limpió la cara con mucha delicadeza y le ofreció un sorbo de agua de una taza. Para su sorpresa, María bebió el agua, dejándola chorrear por el mentón.

Nicole sonrió y María lanzó una risita. Nicole le puso un dedo debajo del mentón y le hizo cosquillas. La risita de María estalló en risa franca, la risa pura, mágica, sin inhibiciones, del niño pequeño. El sonido era tan bello y conmovió a Nicole tan profundamente, que los ojos se le llenaron de lágrimas.
Si éste es el último sonido que tengo oportunidad de oír
, pensó,
también está bien…

De repente, toda Rama se inundó de luz. Era un espectáculo que inspiraba temor reverencial. El Gran Cuerno y sus seis acólitos, unidos a él por inmensos contrafuertes, dominaban el cielo que tenían por encima.

—¿Cuarenta y cinco segundos? —Nicole le preguntó a El Águila.

El hombre pájaro alienígena asintió con leve inclinación de cabeza. Nicole extendió los brazos y levantó a la niña.

—Sé que nada de lo que te ha sucedido recientemente tiene lógica alguna, María —dijo, sosteniéndola en el regazo—, pero quiero que sepas que ya has tenido tremenda importancia en mi vida y que te quiero mucho.

Hubo una mirada de asombrada sabiduría en los ojos de la niñita. Se inclinó hacia adelante y puso la cabeza sobre el hombro de Nicole. Durante unos segundos, ésta no supo qué hacer. Después, empezó a palmear suavemente a María en la espalda, y a cantar en voz baja.

—Arrorró, mi niña… arrorró, mi sol… duérmete, pedazo de mi corazón…

Regreso a El Nodo
1

Los sueños llegaron antes que la luz. Eran sueños desconectados, imágenes al azar que, en ocasiones, se expandían, produciendo conjuntos cortos y unificados sin propósito o dirección aparentes. Colores y patrones geométricos fueron los primeros que recordó. Nicole no podía hacer memoria de cuándo habían comenzado. En un momento dado pensó, por primera vez,
Soy Nicole. Todavía debo de estar viva
, pero eso había sido hacía mucho tiempo. Desde ese entonces vio, con los ojos de la mente, escenas completas, comprendidos los rostros de otra gente. Reconoció algunos.
Ése es Omeh
, se dijo.
Ése es mi padre
. Sentía tristeza a medida que despertaba. Richard aparecía en sus últimos sueños. Y Katie.
Ambos están muertos
, recordó.
Murieron antes que me fuera a dormir
.

Cuando abrió los ojos, aún no podía ver nada. La oscuridad era completa. Lentamente adquirió más conciencia de lo que la rodeaba. Dejó caer las manos a los lados, y con los dedos sintió la suave textura de la espuma. Se puso de costado con muy poco esfuerzo.
Debo de carecer de peso
, pensó, mientras su mente empezaba a funcionar después de años de haber estado aletargada.
Pero, ¿dónde estoy?
, se preguntó, antes de volver a quedarse dormida.

La siguiente vez que despertó, pudo ver una solitaria fuente de luz en el otro extremo del receptáculo cerrado en que se hallaba acostada. Sacudió los pies para liberarlos de la espuma blanca y los mantuvo en alto, delante de la luz. Estaban cubiertos con chinelas de color claro. Extendió las piernas para ver si podía tocar la fuente de luz con los dedos, pero la tenía demasiado lejos.

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