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Authors: Bruno Nievas

Tags: #Ciencia ficción, Fantástico

Realidad aumentada (44 page)

—Y qué mejor forma de evitar otra gran guerra —ironizó Alex— que apropiándose de la información. Es vuestro problema —le recriminó—, la doble moral. Os erigís como árbitros de lo que ocurre en el mundo, pero se os olvida que sois un país más. Poderoso y orgulloso como pocos, aunque también equívoco, errático e impulsivo, como es evidente.

—Alex… —contestó Smith agachando la cabeza—, estamos francamente avergonzados por lo que esa sección ha hecho durante los sesenta años de su existencia. Beckenson ya está en una prisión de máxima seguridad. Probablemente no volverá a ver la luz del día, y el resto de sus componentes serán interrogados. Además, te aseguro que, si los genios que tuvieron aquella idea estuvieran vivos ahora mismo, algo que he constatado que no es así —puntualizó con gesto de frustración—, personalmente me encargaría de todos ellos. Y no me refiero a ponerlos en manos de la justicia, no sé si me entiendes… —dijo, con el rostro pétreo—. Han muerto compañeros y amigos míos, además de muchos ciudadanos inocentes.

—Creo que sí te entiendo… —asintió Alex, ligeramente avergonzado.

—Por eso asesinaron a Skinner, por una orden absurda de hace sesenta años, y por la que Lia y tú también os convertisteis en objetivos, ya que al hablar con Milas se dio por sentado que sabíais demasiado. En Madrid os salvasteis gracias a la insistencia de Baldur, que personalmente pidió a la Agencia que Jones os cubriese las espaldas. Eso ayudó mucho en su declaración. Es un cretino, pero nunca ha albergado intenciones de hacer daño a nadie, que sepamos. De hecho, ha sido uno de los más perjudicados en esta historia: ha invertido una fortuna y creía tener todo bajo control, cuando realmente casi ninguno de los hombres que controlaba trabajaba realmente para él.

—Entonces —preguntó Alex—, si nosotros también debíamos ser… —carraspeó— eliminados, ¿por qué Jules nos hizo aquella oferta en la cueva, la de trabajar con los chips a las órdenes de Baldur? Era mentira, ¿no?

—Su única misión era encontrar los chips, la aeronave y acabar con todo el que supiera de su existencia —contestó el agente, sin pestañear—. Beckenson le asignó unos hombres, que fueron los que asesinaron a Jones, pero que no sabían nada de la historia. Eso encaja con el hecho de que bajara él solo a la cueva y allí te disparara. Creo que deseaba encargarse personalmente de tu muerte y que lo único que quiso fue hacerte sufrir, haciéndote ver cómo apartaba a Lia de tu lado. Por lo que sabemos de él, siempre te ha envidiado. Eso sí, estoy seguro de que también hubiera acabado con ella, así que no puedes reprocharte nada…

Alex no pudo estar más en desacuerdo con esa última afirmación. Era él quien había implicado a Lia contra su voluntad, y ella lo había pagado con su vida. Había perdido la posibilidad de volver a verla. Angustiado, tragó saliva antes de hacer la siguiente y dura pregunta:

—¿Fue Jules quien mató a mi amigo Owl?

Smith abrió mucho los ojos. Su respuesta dejó al médico sin palabras:

—Owl… —dijo, enarcando las cejas—, ¿muerto? ¿Quién te ha dicho eso?

El timbre del teléfono le sobresaltó. La conversación con Smith se hizo jirones en su cerebro. Aún aturdido por los recuerdos, descolgó sin ni siquiera mirar la pantalla del terminal:

—Portago.

—Buenos días —reconoció la voz de Jane, una de las administrativas de su sección que le habían presentado esa misma mañana—. ¿Ha revisado ya su correo?

Alex miró la muda pantalla de su ordenador. Ensimismado en sus recuerdos aún no lo había encendido.

—Lo siento, aún no. Estaba… colocando mis cosas —dijo, observando su portátil sobre la mesa, el único objeto que se había llevado.

—No se preocupe, es su primer día —dijo ella con un tono de voz agradable—. Se acostumbrará enseguida a todo esto. Le llamaba para recordarle que el señor Smith le espera en diez minutos en la sala de juntas, para su primera reunión con el equipo.

—Muchas gracias, allí estaré —respondió él, intentando corresponder al cordial tono de la chica sin demasiado éxito.

Colgó y posó sus ojos en el monitor. Pensó en presionar el botón de encendido del terminal, sin embargo, dejó que su vista se perdiera en la negrura de la pantalla. Le dio la sensación de que los recuerdos de su conversación con Smith se reflejaban en el monitor:

—Owl…, ¿muerto? ¿Quién te ha dicho eso? —le había dicho Smith, con gesto de sorpresa.

—¿¡Qué!? —había exclamado él, intentando no dejarse llevar por la emoción y pensando que había interpretado sus palabras de forma equívoca—. ¿Acaso no está muerto?

—¡En absoluto! —le había respondido Smith, negando con la cabeza—. Tu amigo recibió un disparo en el cráneo y la bala se le incrustó en el hueso temporal, pero sin llegar a atravesarlo. Perdió el conocimiento y sangró abundantemente, lo que hizo pensar a su ejecutor, otro de los hombres de la sección de Beckenson, que había fallecido. Su madre lo encontró instantes después, al volver de hacer la compra. A pesar de sufrir un ataque de histeria que casi se la lleva al otro barrio, consiguió apañárselas para avisar a los servicios de emergencias. Owl, como le llamáis todos, fue operado de forma urgente, y a las cuarenta y ocho horas ya estaba pidiendo que le llevaran una pizza y su portátil —dijo, sonriente.

Sin poder asimilar lo que estaba escuchando, Alex había comenzado a llorar. Fue una mezcla de desesperación por la pérdida de Lia, pero también de emoción por saber que su amigo estaba vivo. Minutos después consiguió hablar con él. Owl no solo no le guardaba ningún rencor, sino que le preguntó cuándo iban a retomar sus investigaciones. En algún momento de la conversación le pareció oír a su madre, regañándole y preguntándole si no había tenido ya suficiente.

Smith le dejó descansar por ese día, algo que Alex agradeció. No estaba acostumbrado a estar tan falto de energías. Constituyó una auténtica sorpresa para él comprobar lo débil que estaba: nada más hablar con Owl cayó en un profundo sueño de más de doce horas.

Un par de días después el agente volvió a aparecer, pero en esa ocasión iba acompañado por otro hombre con el pelo grisáceo. Por su aspecto le pareció que era de un rango bastante mayor que el de Smith. Este inició la conversación, explicándole cómo los hombres de Beckenson les habían seguido gracias al módem que les había proporcionado el mexicano Juárez. El aparato enviaba todo lo que ellos transmitían a Baldur y Jones, que los seguía para protegerlos, pero también al despacho de Beckenson, y, por supuesto, a Jules y a los hombres que le acompañaban, que fueron los que ejecutaron a Jones.

—¿Así que Baldur no sabía que nos estaban siguiendo otras personas además de Jones? —preguntó él, ligeramente cohibido por la presencia del otro hombre.

—Él creía tener todo bajo control —dijo Smith—, pero nada más lejos de la realidad. Curiosamente eso le salvó la vida: si en algún momento hubiera llegado a saber de la existencia de la aeronave, Beckenson habría dado la orden de eliminarlo, y hubiera sido un objetivo bastante fácil.

—Aún hay algo que no entiendo —insistió Alex—, ¿cómo pudo Jules engañar a Baldur con tanta facilidad?

—No fue tan sencillo, Jules demostró ser bastante hábil: Baldur había dado orden de que vuestro módem enviara una copia de todo lo que transmitiese a sus servidores, y así él podía seguir toda la operación. Jones y sus hombres tenían un módem idéntico al vuestro, pero Baldur no podía vigilarlo, dado que ellos eran miembros de la Agencia y hubiera cometido un delito. Jules tuvo la ocurrente idea de hablar con Alfonso Juárez antes de que entregara los dispositivos, y le ordenó que modificara ambos para que le enviaran a él su posición. Baldur había otorgado plenos poderes a Jules, así que Alfonso obedeció sus órdenes sin preguntar. Él no sabía ni quiénes eran los tipos a los que estaba equipando, se limitó a cumplir órdenes. No hacer preguntas es un común denominador en la gente que trabaja para Baldur.

—Así que el único que controlaba absolutamente todo era Jules —había dicho Alex, pensativo.

—Exacto. Supo jugar tan bien sus piezas que ni siquiera el mismísimo Beckenson tenía toda la información, recibía solo lo que Jules le iba enviando. El doble juego de este le permitió controlar casi todo: vosotros solo sabíais lo que averiguabais. Jones os seguía a vosotros y los hombres de Jules controlaban a todos los grupos. Manipuló a todo el mundo en su propio beneficio, incluidos tú y Lia.

—Salvo a los que acabaron con él… —musitó Alex con frialdad—, a «ellos» no pudo manipularlos.

Smith y su silencioso acompañante asintieron, y Alex creyó percibir una fina sonrisa en el tipo del pelo gris. Tras unos minutos de explicaciones adicionales a las que apenas prestó atención, el médico por fin se atrevió a preguntar algo que le rondaba por la cabeza desde que había despertado en la habitación del hospital:

—Smith…

—Dime —le había contestado el agente en tono serio, como si supiera lo que le iba a preguntar.

—Dices que rastreasteis la zona… —el agente asintió, y Alex, a duras penas, continuó—. ¿Encontrasteis… algo? —preguntó con la voz quebrada—. Quiero decir, ¿sabéis algo de…?

El agente le ahorró el sufrimiento de tener que pronunciar su nombre:

—Lo siento —le contestó—. Absolutamente nada, no sabemos qué fue de ella. Suponemos que se encontraría en el interior de la nave que vaporizaron.

Alex no había podido soportar la contundente respuesta, a pesar de que ya la conocía, y tuvo que pedir a Smith y a su acompañante, que no se había identificado en ningún momento, que le permitieran estar a solas. Más tarde se enteraría de que había invitado a abandonar la habitación al director general de la CIA, algo que, por otro lado, tampoco le importó demasiado.

Semanas más tarde se enteró por noticias de la televisión que Baldur había salido absuelto de las acusaciones de evasión de impuestos. En una de sus visitas, Smith le comentó que los proyectos del millonario, incluido el de Tabernas, habían sido paralizados y que todos sus integrantes estaban bajo estricta observación médica. Afortunadamente, salvo leves crisis de ansiedad, episodios de insomnio o la aparición de unos cuantos tics nerviosos, no parecía haber más procesos neurológicos. En cuanto a Boggs, se enteró de que había demandado a Baldur alegando problemas de patentes.

Alex no pudo evitar sonreír ligeramente al oír eso, y pensar que en el fondo ambos millonarios eran como niños que se hubieran negado a crecer.

Por último, el agente también le había explicado que los chips estaban por fin en manos de su país, de momento desactivados para evitar que emitieran ningún tipo de señal. Días antes, cuando Alex acudió a las instalaciones para ser presentado al personal, se los había mostrado. Descansaban, protegidos, a escasos metros de donde se encontraba él sentado en ese momento.

Pensar en los chips le recordó la reunión. Consultó su reloj y constató que aún disponía de unos minutos. Reflexionó acerca de cómo se había inmerso en aquel nuevo cometido. En un principio, se negó en redondo a las peticiones de Smith de integrarse en su equipo. El agente, incapaz de aceptar una negativa, medió para que el mismísimo presidente de Estados Unidos se dirigiera a sus padres por videoconferencia: en menos de cinco minutos les explicó que su hijo era una de las personas más capacitadas del planeta para afrontar una amenaza que se cernía sobre la especie humana. Y les expresó su deseo personal de que ayudara al Gobierno de Estados Unidos a afrontarla.

La llamada de sus padres no se hizo esperar. Alex sabía que no les había mentido: él era el único ser humano que había logrado no solo comunicarse con esos seres, sino atisbar en el interior de sus mentes y descubrir la potencial amenaza que suponían. Hubiera resultado inmoral retirarse y olvidarse del mundo. El problema consistía en que eso era lo que él realmente deseaba hacer.

Finalmente sus padres lo habían convencido. Desconocían de qué iba todo aquello, pero la imagen del presidente de Estados Unidos dirigiéndose a ellos para que mediaran con su hijo bastó para convencerles. A pesar del dolor que les suponía que él se alejara de nuevo de ellos, le imploraron que lo hiciera. Una petición así no podía deberse a un asunto sin importancia, le dijeron. Y le pidieron que estuviera a la altura y que lo hiciera por los demás. Que lo hiciera por ellos. Y él se vio obligado a aceptar.

Sin embargo eso no le hizo salir de la depresión en la que estaba inmerso. Tras ser dado de alta del hospital militar con sus heridas físicas curadas, el resto de su vida se había convertido en una especie de limbo: era incapaz de sentir. No se arrepentía de sus actos, ya que estaba seguro de que con sus decisiones había evitado —o, al menos, retrasado— una considerable catástrofe. Más tarde se enteraría, gracias a Smith, que llevaba razón en eso: al parecer varios gobiernos sospechaban de la presencia extraterrestre en la Tierra, pero ninguno tenía pruebas salvo el norteamericano. Eso se lo «debían» a la «eficaz» labor de la sección de Beckenson.

Sin embargo, el Suceso de Palenque desbarató aquello y el gobierno norteamericano se vio obligado a tomar la iniciativa: bajo el nombre de Iniciativa Pacal
,
se inició un proyecto con el fin de prepararse ante una supuesta ofensiva de esos seres. Lo acontecido en Palenque preocupó a muchos dirigentes, que no vieron nada de amistoso en los sucesos ni en las visiones y sueños de Alex. Sueños que, a raíz de la información que corrió por Internet, luego se supo que estaban teniendo miles de personas por todo el planeta.

Smith, recién nombrado director de la iniciativa, explicó a Alex que los seres con los que había topado debían de formar parte de algún tipo de misión en la que debían limpiar cualquier rastro posible de su presencia en la Tierra. Era lo más probable, admitió Alex, dada la rapidez con la que habían erradicado las pruebas del accidente de su aeronave, una vez que él les delató.

Sin embargo, todos los actos y pensamientos del médico estaban presididos por una única idea: Lia. Su pérdida había constituido un precio imposible de asumir para él. Con su sacrificio había ayudado a salvar al mundo, pero este carecía de sentido para Alex si la chica ya no formaba parte de él.

Pronto aparecieron nuevos y terribles sueños con ella como protagonista: al comienzo estaban juntos y se besaban, abrazaban y acariciaban, con la pasión de dos enamorados que acabaran de iniciar una relación. Pero enseguida ella se veía arrastrada hacia un agujero oscuro, voraz, frío y sobre todo nauseabundo, donde esperaban «ellos». Mientras se alejaba, Lia gritaba, desesperada, extendiendo los brazos hacia él y pidiéndole ayuda. En otra variante de las pesadillas ella se alejaba de él, despechada y orgullosa, y se acercaba a Jules, al que se cogía de la mano para enseguida descubrir que era un extraterrestre, algo que parecía no importarle demasiado con tal de hacerle daño a Alex.

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