Saga Vanir - El libro de Jade (32 page)

Entonces entendió que no sabía nada de ella. No la había cortejado ni la había seducido. Su relación había empezado por lo último y encima había sido traumático. ¿Se podía coser algo que se había roto?

Deseaba con todas sus fuerzas que así fuera.

—Entonces me voy —dijo él dando media vuelta.

Aileen se relajó. Por fin, una pequeña victoria.

—Nos veremos de aquí a un rato. Hay muchas cosas de las que hablar, cosas que no quería
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hablar contigo mientras tuviésemos este tiempo a solas —le comunicó él sin darse la vuelta. —

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Pero antes quiero darte algo.

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Aileen apretó el diario contra su pecho, deseando que calmara las punzadas que empezaba a
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sentir en su corazón cuando vio que él se alejaba.

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Caleb dio un silbido corto y sonoro.

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Aileen frunció el ceño. ¿Qué estaba haciendo?

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Impensadamente salió de entre los matorrales un cachorro de huskie siberiano. Si le pinchaban,
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no le salía sangre.

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—Oh, Dios mío... —Aileen se arrodilló en el suelo y esperó a que su perro Brave se tirara sobre

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ella. El perro lo hizo y ambos juguetearon por la tierra enredándose.
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Caleb se paró para ver la estampa de esa preciosa chica con su mascota. Era adorable. Y ella
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sonreía abiertamente. Sus dientes blancos y perfectos relumbraban. ¿Él la haría sonreír así algún
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día? Incómodo, se llevó la mano a la bragueta y colocó su hinchada verga de otro modo para que no le molestara tanto. Era irremediable tener esa excitación cuando estaba cerca de ella. Se relajó e intentó ignorar las palpitaciones de su miembro y, al final, esperó a que Aileen se incorporara con su perrito en brazos.

Brave no dejaba de lamerle la cara, pero ella estaba ensimismada mirando a Caleb como una obligación.

—¿Cómo...? ¿Cuándo...? —dijo ella sin poder entender. ¿Por qué había hecho eso por ella?

—Te quité muchas cosas —contestó él dirigiéndole una mirada llena de dulzura. —Déjame devolvértelas.

¿Esperaba él que ella dijera algo? Ella no sabía qué decir.

—Como ves he leído el diario y sí, tenías razón. Quiero retractarme. Me humillaré a ciegas si es necesario. Pero no me apartaré de ti, no te dejaré en paz.

—¿Qué? —dijo ella temerosa de su respuesta. —¿Por... por qué no?

—Porque te quiero para mí y quiero que estemos juntos.

Caleb inclinó la cabeza a modo de despedida y, de repente, desapareció. Aileen se quedó sola en el bosque. Inmóvil, de pie y con una extraña sensación de vacío por todo el cuerpo. Abrazó con fuerza a Brave y le dio besos por todos lados. Eso sí que había sido una gran sorpresa inesperada. Corrió hacia la casa de su abuelo con Brave alegre y feliz pisándole los talones.

No pensaría en Caleb. No lo haría. Ni tampoco recordaría que le había dicho que la quería para él. Ni hablar.

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CAPÍTULO 11

LOS AMPLIOS jardines de la mansión de As estaban iluminados por las antorchas de suelo. El fuego de éstas centelleaba creando una atmósfera de sombras y secretos, de revelaciones y pactos. Había una zona con varias banquetas de piedra dispuestas en un radio circular. En el centro de ese círculo, clavado en el suelo, se hallaba el bastón del concilio. En el interior, Noah, Adam, As y Aileen hablaban sobre los temas que se iban a tratar en la reunión.

Aileen estaba sentada con Brave en brazos. Mientras lo acariciaba y le hacía masajes, el perro la miraba con adoración respirando por la boca y con la lengua larga y rosada fuera. Pensaba en las palabras de Caleb. «Te he quitado muchas cosas.» Realmente parecía estar arrepentido por lo que había pasado entre ellos. Como si él no fuera así. Le dio una galleta Chips Ahoy a Brave mientras pensaba en él. Siempre le había costado negarle nada a su perrito. Caleb.

No sabía nada de él ni siquiera si tenía apellidos. Tampoco sabía nada de sí misma. ¿Qué

deseaba? ¿Qué instintos tenía? ¿Había cambiado algo la disculpa y la sorpresa de Caleb?

Los berserkers, especialmente Noah y su abuelo, se habían quedado estupefactos al escuchar de boca de Aileen lo que había pasado.

¿Un vanirio que pedía perdón? ¿Un vanirio que llevaba un cachorro de lobo siberiano?

Ahora los cuatro esperaban en silencio la llegada de los vanirios. As le ofreció el brazo a Aileen y ella se levantó y lo tomó con gusto. Su abuelo era todo un caballero.

Se dirigieron al exterior. Ella ya percibía ese afrutado olor tan tropical que la volvía loca. Caleb ya estaba muy cerca, de hecho, se quedó tiesa cuando lo vio apoyado de brazos cruzados en el bastón del concilio. Tras él, los seis encapuchados del consejo, su hermana Daanna, Menw y Cahal y unos cuantos vanirios más que nunca pasarían desapercibidos. ¿Por qué razón todos, fuesen hombres o mujeres, parecían salidos de una revista de moda?

Brave se apartó de los pies de Aileen y avanzó hasta llegar a Caleb. Lo olisqueó, se sentó

enfrente de él y empezó a ladrarle y a mover la cola.

Aileen se sintió un poco celosa al ver lo bien que se llevaba Brave con Caleb. Pero luego se sintió violenta al ver que no sabía de quién de los dos tenía celos, si era porque Brave se llevaba bien con él o si era porque Caleb se llevaba mejor con su perro que con ella.

Caleb se agachó y le sonrió abiertamente. A Aileen casi se le para el corazón. La sonrisa más
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espléndida del mundo, la más cautivadora que jamás había visto, era la de ese hombre.
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Se pararon justo delante de él. Caleb se levantó del suelo con Brave en brazos. Le acariciaba el
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cogote con dulzura a pesar de sus enormes manazas. Y el perro se rendía a él.
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Aileen pensó que Brave era un traidor. Pero luego desechó el pensamiento al ver la imagen tan
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tierna que ambos plasmaban.

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Caleb alzó la vista del cogote de Brave, miró a As y luego a Aileen.
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—Hola de nuevo —dijo él alzando una ceja.

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—Hola a todos —contestó As mirando a los vanirios.

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Aileen miró hacia atrás y vio que no sólo estaban Noah y Adam, sino que veinte berserkers más
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se alineaban tras ellos. ¿Cuándo habían llegado?

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Miró al frente y vio que los seis encapuchados se liberaban de sus capuchones. Beatha inclinó la
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cabeza hacia Aileen y el resto de vanirios hicieron lo mismo. Menos Caleb, que dejaba a Brave en
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el suelo para luego, mientras se incorporaba, repasarla de arriba abajo, hasta cernir la mirada a esos ojazos rasgados de color lila, de pestañas tupidas y curvadas. La mirada del embrujo. Los ojos de su cáraid, Aileen.

Le había prometido que no entraría en su mente, que no hablaría con ella telepáticamente. Pero quería decirle muchas cosas sin que nadie los oyera. Sin embargo, no rompería su palabra. Ella debía confiar en él.

Beatha y Gwyn se adelantaron y se colocaron al lado de Caleb, frente a Aileen. Beatha la miró

con los ojos llenos de pesar y de vergüenza.

—No sé si nos merecemos tu perdón, pero necesitamos expresarte lo arrepentidos que estamos por lo sucedido. Aileen, te rogamos misericordia.

Luego todos hicieron algo que no estaba preparada para ver. Se arrodillaron ante ella y agacharon la cabeza. Beatha siguió volvió a hablar.

—A veces, muy extrañamente se juntan un cúmulo de malos entendidos, hasta hacer una bola de enredos y mentiras que nadie puede desmentir. Eso es lo que ha pasado contigo, Aileen. No nos excusamos por el trato que infligimos, lo habríamos hecho con cualquier persona que se dedicara a destruirnos, pero tú eres inocente. Estábamos equivocados. Aileen sintió que se le atenazaban los músculos del estómago.

—Nos equivocamos contigo, Aileen —de repente Beatha levantó la cabeza para mirarla desde el suelo.

—Te pedimos perdón frente a tu familia —prosiguió Gwyn, —frente a As, el jefe del clan berserker. Ante ti también nos disculpamos, As. Sentimos lo que pasó con tu nieta —Gwyn alzó la cabeza hacia As. —Nuestras más sinceras excusas. Rogamos que esto no sea un motivo más de enemistad entre los clanes.

As miró a Aileen y ella hizo lo mismo con él.

—¿Les disculpas, Aileen? Si tú lo haces, yo también lo haré.

Nunca se hubiese imaginado que los vanirios reconocieran su error de ese modo tan humilde. Estaban arrodillados ante ella pidiéndole perdón.

¿Debía perdonarles?

—Por favor, levantaos —dijo incómoda por la situación. Ya no le dolía nada, ahora tenía dones increíbles y respecto a lo de Caleb... Eso era algo entre ellos dos. —Las disculpas no sirven de mucho una vez se ha hecho el daño. Será algo que lleve conmigo durante toda mi vida. Pero quiero entender vuestros motivos. Sólo espero que la próxima vez, os aseguréis de que la persona

a la que castigáis sea realmente quién creéis.

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Todos la miraban expectantes. Querían saber la respuesta.

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—Sí, acepto vuestras disculpas —se apresuró a contestar. —Pero no lo olvidaré. Mi caso tiene
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que servir de lección de ahora en adelante.

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Beatha y Gwyn asintieron y se levantaron sin perder en ningún momento la elegancia. Ambos
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rubios, altos y esbeltos.

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—¿Por qué él no se ha arrodillado? —preguntó Noah mirando a Caleb.
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—Caleb ha escogido su propio modo para recibir la exculpación de Aileen.
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—contestó Beatha sonriendo de un modo afable a Aileen. —Cuando acabemos la reunión,
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procederá.

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Peanás follaiseach: en celta gaélico significa 'castigo público'.
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Aileen miró a Caleb. Estaba completamente inexpresivo, apoyado de nuevo sobre el bastón del concilio. ¿De qué estaban hablando? ¿Qué quería decir eso?

Miró a su hermana Daanna que agachaba la cabeza con el rostro apenado y la mandíbula apretada como si fuese a echarse a llorar. Y sus amigos, lo miraban, orgullosos pero a la vez temerosos de lo que iba a pasar.

—¿De qué habla Beatha, Caleb?
—preguntó muy nerviosa, olvidando que ella misma había vetado ese tipo de comunicación entre ellos dos. Había sido una acción involuntaria como si fuese lo más natural del mundo.

El levantó la barbilla hacia ella.

—Te di mi palabra —contestó mirándola fijamente. —No hablaré contigo de ese modo hasta que tú me des permiso para ello.

Aileen tragó saliva y se asustó por el matiz que tomaba la noche y esa espeluznante reunión entre clanes. Pero al mismo tiempo, sintió un extraño calor en las entrañas cuando Caleb respetó

su promesa.

—Bien, entonces —dijo As cortando la tensión, —iniciemos nuestra conversación. Todos tomaron asiento sobre las banquetas de piedra, algunos se quedaron de pie. Un clan a un lado y otro clan al otro. Caleb, Aileen y As permanecieron de pie.

—Durante años —dijo Caleb alzando la voz para que todos lo oyeran, —hemos creído que un grupo de cazadores humanos, nos daba caza tanto a vanirios como a berserkers, porque creían que éramos vampiros y lobeznos. Creímos que nos aniquilaban, porque estaban confusos respecto a nuestra verdadera naturaleza. Hoy sabemos que no es así. Saben perfectamente lo que somos y ahora lo sabemos gracias al libro de Jade. Tu madre, Aileen —la miró y medio sonrió. Aileen se sintió como una quinceañera, tonta, estúpida y torpe.

—También creímos que berserkers y vanirios eran incompatibles físicamente. Que nuestras diferencias empezaban por ahí. Dos razas, destinadas a no entenderse, a vigilarse por encima de los hombros. Dos razas distintas y separadas precisamente por una serie de diferencias irreconciliables. Hoy sabemos que podemos relacionarnos físicamente los unos con los otros y crear a través de nuestra unión, magníficas criaturas como ella —la señaló y sus mejillas se riñeron de rojo.

Tanto vanirios como berserkers la miraban fascinados y asentían con la cabeza sin dejar de observarla.

—Han sido muchas bajas las sucedidas en tantos años de enemistad y de guerras. Hemos perdido el contacto con los dioses debido a nuestros errores y a nuestras actitudes. Somos
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creaciones de quiénes somos y eso no lo podemos negar —miró al cielo y abrió los brazos con las
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palmas hacia arriba. —Ellos también tienen sus diferencias allí arriba, pero somos nosotros
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quienes debemos enderezar la situación aquí abajo. Nos une un objetivo común al menos:
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proteger a los humanos.

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Aileen miró al cielo y se abrazó a sí misma. ¿Realmente estaban hablando de los dioses de
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verdad? ¿De los del cielo? ¿Dónde estaban las cámaras de Cuarto Milenio cuando se las
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necesitaba?

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—¿Qué propones, Caleb? —preguntó Noah.

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—Tenemos que unirnos —contestó con determinación.

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Los dos clanes empezaron a murmurar, la mayoría desaprobando esa opción. Otros
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reaccionando con sorpresa.

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—¿Tú también? —replicó el berserker resoplando. —Son muchos años de diferencias para querer solucionarlas ahora. Muchos años de tradiciones completamente distintas las unas de las otras. ¿Cómo vamos a luchar juntos contra esas sociedades si no nos llevamos bien?

—Hay que hacer un esfuerzo —replicó Caleb perdiendo la paciencia.

—No nos queda otra opción —sugirió As con voz de tenor. —Tenemos que llegar al fondo de este asunto y para ello debemos trabajar en común unión. No sabemos nada acerca de estas personas. ¿Desde cuándo están los humanos trabajando codo con codo con los nosferátums y los lobeznos? Eso era impensable... ¿Exactamente para quién trabajan estas organizaciones? ¿Qué

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