Tríada (78 page)

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Authors: Laura Gallego García

«Cierto. Y estoy de acuerdo con el híbrido en que ésa es la noche en que debéis enfrentaros a él. La noche en la que la profecía se cumplirá, si es que ha de cumplirse.»

Jack se irguió.

—Pero faltan apenas dos días y medio para el Triple Plenilunio. No sé si Christian estará en condiciones.

«Dejadlo atrás, entonces —sugirió ella—. Si está débil no será más que una carga.»

—No podemos hacer eso; le necesitamos para derrotar a Ashran. En contra de lo que opinan la Madre y el Archimago, yo creo que todavía no se ha cumplido la parte de la profecía que hablaba de él.

Sheziss se irguió con brusquedad, interesada.

«¿La profecía hablaba de él? No me lo habías contado.»

—Pensé que lo sabías. Por lo visto, «sólo un dragón y un unicornio podrán derrotar a Ashran; y un shek les abrirá la puerta».

«No conocía esa última parte.»

—Porque los sacerdotes la mantuvieron en secreto. Tampoco nosotros lo supimos hasta el último momento. Claro que —añadió de pronto— ese shek no tiene por qué ser Christian. Podrías ser tú, Sheziss. Me condujiste hasta la Puerta de regreso a Idhún cuando...

«Silencio, niño —cortó ella—. No me dejas pensar.»

Jack enmudeció, un poco molesto. Pero se le fue el enfado cuando vio que Sheziss balanceaba suavemente la cabeza, con los ojos cerrados, sumida en profundas reflexiones. Se dio cuenta de que era algo grave.

Tuvo que esperar aún un buen rato antes de volver a oír la voz de ella en su mente.

«Las profecías son las órdenes de los dioses. Ante la amenaza de Ashran, los Seis ordenaron a los dragones y los unicornios que lucharan contra él. Por eso Ashran los mató a todos. Pero no mató a los sheks.»

—Claro que no. Son sus aliados. Además, Ashran no conocía esa parte de la profecía.

Sheziss clavó en él sus ojos irisados.

«¿Estás seguro?»

Jack enmudeció, perplejo.

«Nunca subestimes a tu enemigo, Jack —prosiguió ella—. ¿Acaso crees que los Seis tienen autoridad para darle órdenes a un shek?»

—Para eso son dioses, ¿no?

«Jack, Jack, recuerda todo lo que te he enseñado. En una guerra cada contrincante puede mover sus propias piezas. No las del adversario.»

Cuando Jack entendió lo que quería decir le fallaron las piernas, y tuvo que apoyarse en la pared para no caerse.

—No es posible —musitó.

«Los Oráculos son la voz de los dioses. De todos los dioses, Jack. De los Siete.»

Jack tragó saliva y cerró los ojos.

—¿Insinúas que tu dios, el Séptimo, también ha pronunciado su propia profecía? ¿Que la intervención de Christian es obra suya? Pero... ¡eso no tiene sentido! ¿Por qué decir «un shek les abrirá la Puerta»? ¿Por qué no decir «un shek los destruirá»?

«Porque los Seis ya habían pronunciado la primera profecía, y sus palabras no podían deshacerse.»

—¿Quieres decir que fue una contra—profecía? ¿O que la profecía nos fue revelada en dos partes?

«Ambas cosas. ¿Por qué crees que los sacerdotes de los sangrecaliente les ocultaron la última parte de la profecía?»

—Porque llegó después —comprendió Jack—. De hecho, si la profecía original hubiese hablado de un dragón, un unicornio y un shek, los propios sacerdotes habrían dudado de su autenticidad. Habrían desconfiado. Y no habrían tenido tanta prisa por salvarnos, a Lunnaris y a mí. ¿Es eso lo que intentas decirme?

«Los planes de los dioses son enrevesados, pero tienen un sentido, aunque nos cueste entenderlo. Sólo puedo tratar de adivinar lo que sucedió... »

—Habla, por favor —suplicó Jack, comido por la impaciencia.

«Ashran fue elegido por el Séptimo para ser el general de su nueva batalla, para ser su nuevo sacerdote en Idhún. Pero los Seis vieron el peligro, y ordenaron a sus dragones que atacaran. También los unicornios fueron convocados, unos y otros, a través de la profecía.»

Jack se imaginó a cientos de dragones atacando la Torre de Drackwen, cientos de unicornios cercándola.

«No se puede revocar una orden de los dioses. Si dragones y unicornios fueron enviados a la batalla, ni siquiera el Séptimo podía ordenarles que se detuvieran. Sólo tenía una opción: destruirlos. Por eso Ashran movió los astros para acabar con ellos antes de que comenzara la lucha. Y también nos trajo a los sheks de vuelta.»

—Dos jugadas en una sola —murmuró Jack.

«Pero Ashran subestimó a los sangrecaliente, porque ellos os salvaron, a ti y a Lunnaris. Comprendió entonces que la profecía se cumpliría de todas formas, que os enfrentaríais a él. No podía acabar con la profecía, pero sí podía tratar de modificarla. Así que rogó a su dios, y sus plegarias fueron escuchadas. El Séptimo formuló su propia profecía. Fue entonces cuando vuestros sacerdotes escucharon un cambio en la voz de los Oráculos, un cambio que no supieron cómo interpretar. Y por eso lo ocultaron.»

—La profecía seguía siendo en esencia la misma —entendió Jack—. El Séptimo no podía cambiarla. Pero sí pudo añadir algo más. Pero ¿por qué razón tu dios enviaría a Christian a abrirnos la Puerta? Ashran lo envió para matarnos.

«No te lo tomes en sentido literal. Abrir la Puerta, mostrar el camino... ese híbrido de shek estaba destinado a ser vuestro guía, Jack. Y lo ha sido durante mucho tiempo. Lo sigue siendo.»

—Su verdadera misión consiste en conducirnos hasta Ashran —comprendió Jack, con un escalofrío—. ¿Para qué? ¿Para qué lo derrotemos?

«¿De verdad crees que es tan sencillo derrotarle? No, niño, la jugada era perfecta. Os habíais escapado de él, de manera que envió a un shek tras vosotros. Le ordenó que os matara... pero la voz del Séptimo, que sabía que no podría luchar contra la profecía, susurraba en realidad: “Tráelos de vuelta”. Ambos esperaban que el instinto fuera más poderoso que la profecía. Sabían que tú y Kirtash os enfrentaríais de forma inevitable. Él estaba más preparado que tú. Contaban con que, a pesar de la profecía, Kirtash te mataría. .. »

—Estuvo a punto de hacerlo —dijo Jack a media voz, pero Sheziss no había terminado de hablar.

«..., mientras que sería incapaz de acabar con la vida del último unicornio del mundo.»

Jack se quedó helado.

—¿Quieres decir que Ashran ya sabía que Christian no mataría a Victoria? No tiene sentido. ¡Si lo torturó cuando se enteró de que lo había traicionado!

«¿De veras hizo eso? Bien, ¿estás seguro de que lo castigó por amar al unicornio, y no por perdonarte la vida a ti?»

Jack reflexionó sobre ello.

—¿Cómo sabías que tuvo ocasión de matarme y no lo hizo?

«Es obvio. No estabas preparado para enfrentarte a él entonces. Tuvo que perdonarte la vida en alguna ocasión. De lo contrario, ahora mismo estarías muerto.»

Jack giró la cabeza, molesto. Pero recordaba perfectamente la vez que Christian había tenido la oportunidad de matarlos a ambos, en el jardín de Allegra, y no lo había hecho.

«Ashran le había ordenado que os matara a los dos. La profecía le decía que os condujera ante él. Y Kirtash no había hecho ni lo uno ni lo otro. Si te hubiera matado, habría cumplido su misión. Si os hubiera entregado a Ashran, también. Pero sus sentimientos por el unicornio le impidieron obedecer. Dime, ¿surtió efecto el castigo?»

—Supongo que sí. Christian nos traicionó y entregó a Victoria a su padre. Victoria dice que Ashran fortaleció su parte shek entonces. Que estuvo a punto de matarlo en el intento.

«No me sorprende. Los sentimientos humanos de Kirtash lo hacen demasiado débil. Por ellos te perdonó la vida, Jack. Si Kirtash no volvía a ser un shek, habría dejado de serle útil. Así que imagino que lo habría matado, sí.»

—Pero es su hijo —susurró Jack.

«¿Crees de veras que un ser capaz de asesinar a todos los unicornios del mundo tendría escrúpulos en matar a un medio shek, por muy hijo suyo que fuera?»

Jack suspiró.

—Supongo que no —murmuró.

No dejó de notar, sin embargo, que Sheziss no contaba la extinción de los dragones en la lista de crímenes cometidos por Ashran. «Odio. Instinto», pensó, apenado.

«Piensa, Jack, cuál es el cometido de Kirtash en la profecía. Piensa en lo que le ordenó su padre. Y piensa en lo que le pidió el Séptimo a través del Oráculo.»

Jack reflexionó.

«Mata al dragón y al unicornio.»

«Tráelos de vuelta.»

Lo entendió.

—Tenía que matarme a mí y llevarse a Victoria consigo. Entregarla a Ashran.

«Correcto. Piénsalo, Jack. Esa joven es el último unicornio del mundo. Atesora un increíble poder. Ashran la quiere para él.»

—Pero envió a Gerde a matarla.

«¿Gerde? Veo su imagen en tus recuerdos. Un hada. Ni siquiera Ashran es tan estúpido como para pensar que un hada podría derrotaros a vosotros dos, un dragón y un unicornio. Seguramente la envió con otro propósito.»

Jack pensó en todo lo que había supuesto para la Resistencia la intervención de Gerde. Victoria le había contado que Gerde le había revelado a Ashran que ella era el unicornio, algo que ni la propia Victoria sabía entonces, algo que Christian había ocultado a su padre. Después, Gerde y sus trasgos habían atacado la mansión de Allegra... mientras Christian era salvajemente torturado por Ashran. Recordó que Victoria tenía un anillo, el anillo de Christian, a través del cual era dolorosamente consciente del sufrimiento del shek en la Torre de Drackwen, un millar de mundos más allá de la Tierra. Recordó que Victoria se había quitado el anillo para poder luchar junto a la Resistencia y defender la mansión. Y que ella siempre había pensado que, al quitarse el anillo, había perdido a Christian, que había vuelto a transformarse en Kirtash.

—Si es verdad que estaban unidos por el anillo —reflexionó Jack—, Ashran recuperó a Kirtash cuando Victoria se lo quitó. Es decir, que envió a Gerde para distraernos. Para obligar a Victoria a luchar, y a abandonar a Christian a su suerte.

«Y si no lo hubiera hecho —añadió el muchacho para sí—, probablemente Christian habría resistido hasta el final. Y entonces Ashran lo habría matado.»

Se estremeció.

—Allegra dijo que secuestrar a Victoria había sido idea de Kirtash —murmuró—. Que Ashran habría preferido matarla.

«Tal vez, tal vez. Pero lo ideal para él, Jack, habría sido que murieses tú. Ashran se resistirá hasta el último momento a matar a Victoria.»

—¿Por qué?

«Ah, es el sueño de cualquier mago. Nadie ha logrado atrapar jamás a un unicornio. Pero un unicornio oculto en el frágil cuerpo de una jovencita... es mucho más fácil de capturar.»

Jack sintió que temblaba de rabia.

—La tuvo en sus manos y le hizo algo... algo terrible, porque no quiere hablar de ello. Nunca me ha contado qué sucedió en verdad cuando estuvo prisionera de Ashran.

Sheziss comprendió al instante.

«La obligó a entregar su magia. Así fue como revivió la Torre de Drackwen. Gracias a la magia robada de Lunnaris. Forzar a un unicornio a entregar su magia... ah, eso debe de ser lo más espantoso y humillante que podrían hacerle a una de esas criaturas. Imagino que le habrá dejado en el alma una cicatriz de por vida.»

—Y además, por poco la mata —masculló Jack, apretando los puños con rabia.

Sheziss lo miró con interés.

«¿De veras? Bueno, eso explica por qué la dejó escapar.»

—¿Que la dejó escapar? La rescataron Christian y Shail.

«Piénsalo, Jack. Un unicornio muerto no sirve para nada. Si el hecho de arrebatarle la magia por la fuerza por poco la mata, está claro que pensó que debía tratar de conseguirla de otra forma.»

—¿Cómo?

«Haciendo exactamente lo que hizo. Dejando marchar a Kirtash para que se uniese a la Resistencia. Sabría que tarde o temprano te mataría, y entonces Lunnaris sería suya. O de su hijo, más bien, lo cual significa que sería suya de todas formas. Sólo Kirtash podía matarte, y si lo hacía, tal vez el unicornio no lo perdonaría. Pero si el amor de Lunnaris por Kirtash lograba derrotar al odio, entonces ella acabaría en brazos de ese medio shek, y no tardaría en unirse a él y a su padre. También podrían haberse matado el uno al otro, es cierto. Pero de todas maneras habría dado igual, porque la profecía no se cumpliría. Al fin y al cabo, tú estabas muerto.»

Jack se sentó, tratando de asimilar sus palabras. —¿Y ahora qué? —musitó.

«Ahora la profecía va a cumplirse. Kirtash os conducirá hasta Ashran. Diría que tú vas a morir, si no fuera porque te aferras tan insistentemente a la vida. Lo que sí sé... es que Ashran está aguardando a Lunnaris con los brazos abiertos. Puede que a estas alturas ya haya encontrado la forma de utilizarla sin matarla. De lo contrario, habría acabado con ella cuando tuvo ocasión.»

Jack temblaba violentamente.

—¿Cómo puedes estar tan segura?

«Porque es la única explicación que tiene sentido, Jack. Va a atacar Nurgon con todo lo que tiene. En la noche del Triple Plenilunio. Sabe que aprovecharéis para acudir a él, os está esperando. Sabe que Kirtash le entregará a Victoria. Porque ya lo hizo una vez. También sabe que tú morirás. Porque ya lo hiciste una vez. La profecía de los Seis dice que os enfrentaréis a Ashran. La profecía del Séptimo decía que un shek os entrega? a él. Aunque Kirtash no es consciente de ello, en ningún momento dejó de ser un peón. Incluso su amor por Victoria esta? ha previsto.»

—No puede ser —musitó Jack.

«Pero es —dijo ella—. Y lo sabes.»

Sí, Jack lo sabía. Todas las piezas encajaban.

Cerró los ojos, mareado. Inspiró hondo. Y tomó una decisión.

—No voy a llevar a Victoria ante Ashran —decidió—. Si hemos de luchar, lo haremos tú y yo, y Christian, pero no ella. No voy a permitirlo.

Sheziss replegó las alas.

«Tú y Kirtash —corrigió—. Yo no voy a acompañaros.»

Jack se volvió como si lo hubieran pinchado.

—¿Qué? ¿Qué quieres decir con eso?

«Que no voy a acompañaros.»

Jack tardó un poco en asimilar esas palabras. Cuando lo hizo, se sintió traicionado, decepcionado, engañado y furioso, todo a la vez. «Espero que tú tengas claro en quién debes confiar», le había dicho Christian. ¿Por qué aquel condenado shek siempre tenía razón en todo?

El frágil control que ejercía sobre su odio hacia Sheziss se rompió en mil pedazos. Con un rugido de ira, se abalanzó hacia la shek a la vez que dejaba aflorar el espíritu de Yandrak.

Pero no tuvo tiempo de transformarse. Sheziss dejó caer su pesada cola sobre él y, de un poderoso latigazo, lo tumbó en el suelo.

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