23 de julio
Ahora tengo pesadillas. Dios mío, ayúdame.
Sueño de nuevo en la Tierra. Y en Karen. No puedo evitarlo. Todas los noches igual.
Resulta gracioso llamar «pesadilla» a Karen. Hasta ahora, siempre había sido un bello sueño. Un sueño hermoso, con su cabello largo y suave, y su risa, y aquella maravillosa forma de sonreír. Pero aquellos sueños eran sólo vanos deseos. En ellos, Karen me necesitaba y me amaba.
Las pesadillas me muestran la verdad. Todas son iguales. Son una repetición de la última noche que Karen y yo pasamos juntos.
De acuerdo con mi escala de valores, aquélla fue una buena noche. Comimos en uno de mis restaurantes preferidos y fuimos a ver un espectáculo. Conversamos con fluidez sobre muchas cosas. Y también nos reímos mucho juntos.
Sólo más tarde, de regreso en su casa, modifiqué la situación.
Ocurrió cuando traté de decirle cuánto significaba ella para mí. Recuerdo lo incómodo y estúpido que me sentí, cómo luché para que las palabras salieran de mi boca, cómo tartamudeé. Casi todo me salió mal. Recuerdo la mirada de Karen en aquel momento. Era una mirada extraña. El modo como trató de desilusionarme. Amablemente. Karen siempre se comportaba con amabilidad. La miré a los ojos y escuché su voz. No encontré amor, ni necesidad. Sólo… sólo piedad, me parece. Piedad hacia un impulso incapaz de expresarse que había pasado junto a su vida sin siquiera rozarla. Y no porque yo no quisiera. Sino porque tenía temor y no sabía qué es lo que debía hacer. Karen había captado aquel impulso y, a su manera, lo amaba… claro, Karen amaba a todo el mundo.
Trató de ayudarme, de contagiarme algo de su seguridad, algo de su coraje y de la impetuosidad con que enfrentaba la vida. Los tenía sobrados.
Sin embargo, no bastó. El impulso fantaseaba con el día en que dejaría de estar solo para siempre. Y cuando Karen trató de ayudarme, pensé que aquel impulso, aquel sueño se hacía realidad. O me obligué a pensarlo así. Por supuesto, sospechaba la verdad; pero prefería engañarse al respecto.
Y cuando llegó el día en que no pude mentirme más, era aún lo suficientemente vulnerable como para sentirme herido. No pertenecía al tipo cuyas heridas cicatrizan rápidamente. Carecía del valor para intentarlo de nuevo. Por eso huí.
Espero que las pesadillas se acaben. No puedo soportarlas, noche tras noche. No soporto revivir aquella hora en el piso de Karen.
He permanecido aquí durante cuatro años. Me he analizado en profundidad. He cambiado en aquello que no me gustaba; o, al menos, hice el intento. He tratado de cultivar mi capacidad de cicatrizar, de ganar confianza en mí mismo para enfrentar los nuevos rechazos que sufriré antes de que alguien me acepte. Sin embargo, sé que estoy condenado, y que sólo he obtenido éxitos parciales. Siempre existirán cosas que me lastimen, situaciones que nunca estaré capacitado para enfrentar como me gustaría.
El recuerdo de esa última hora con Karen es una de ellas. Dios mío, espero que las pesadillas terminen.
26 de julio
Más pesadillas. Por favor, Karen. Te he amado mucho. Déjame solo. Por favor.
29 de julio
Gracias a Dios, ayer pasó una nave estelar. Necesitaba una. Me ayudó a olvidar por un momento a la Tierra, a Karen. Por primera vez en una semana, no tuve pesadillas por la noche. En cambio, soñé con el vórtice del no-espacio. La rugiente tormenta silenciosa.
1 de agosto
Las pesadillas han vuelto. No siempre es Karen la protagonista. Viejos recuerdos, también. Infinitamente menos importantes, pero igualmente dolorosos. Todas las tonterías que he dicho, todas las muchachas que conocí, todo lo que nunca he hecho.
Malo. Malo. No debo olvidarlo. Ya no soy más aquél. Soy un ser nuevo, un ser que yo mismo he construido aquí, millones de kilómetros más allá de Plutón. Hecho de acero y de estrellas y de no-espacio; duro, confiado y autosuficiente. Alguien que no teme vivir.
El pasado ha quedado atrás. Sin embargo, todavía duele.
2 de agosto
Una nave, hoy. Las pesadillas continúan. ¡Maldición!
3 de agosto
Anoche no tuve pesadillas. La segunda vez que ocurre. He descansado bien después de abrir un agujero para una nave anular durante el día. ¿Día?, ¿noche? Palabras sin sentido. Sin embargo, aún escribo como si aquí tuvieran algún significado. Cuatro años no han hecho mella sobre el concepto que tengo de la Tierra. Sin embargo, antes no sentía la necesidad de ahuyentar los pensamientos acerca de Karen. Además, no debería necesitar de apoyos.
10 de agosto
Hace pocas noches llegó otra nave. No tuve sueños después. ¡Una fórmula!
Lucho contra los recuerdos. Pienso acerca de otras cosas que me sucedieron en la Tierra. Cosas buenas. Realmente, hubo muchas; y habrá más cuando regrese. Tengo que asegurarme de que eso ocurra.
Esas pesadillas son estúpidas. No permitiré que continúen. Existían otras cosas aparte de lo que compartí con Karen, otras cosas que me gustaría recordar. ¿Por qué me resulta imposible?
18 de agosto
Falta un mes para que llegue
La Charon
. Me pregunto quién será mi relevo. Me pregunto qué lo traerá hasta aquí.
Los sueños con la Tierra persisten. No. Debo llamarlos «los sueños con Karen».
¿Acaso me asusta escribir su nombre?
20 de agosto
Una nave, hoy. Después de marcharse, me quedé afuera mirando las estrellas.
Durante varias horas, creo. En aquel momento no me daba cuenta del paso del tiempo.
Estar en el exterior es hermoso. Solitario, sí. Pero, ¡qué soledad! Uno está solo con el universo; las estrellas como una alfombra a mis pies y titilan sobre mi cabeza.
Cada una es un sol. Sin embargo, parecen frías. Me pongo a temblar, perdido en la inmensidad, preguntándome cómo llegaron hasta allí y qué significan.
Espero que mi relevo, sea quien sea, apreciará todo esto como se merece. Hay tantos que no pueden o no quieren. Hombres que caminan en la noche y no miran hacia el cielo.
Espero que mi relevo no sea uno de ellos.
24 de agosto
Cuando regresé a la Tierra, buscaré a Karen. Debo hacerlo. ¿Cómo puedo esperar que las cosas resulten diferentes esta vez sí soy incapaz de levantar mis ánimos para enfrentarme con una situación semejante? Y las cosas tienen que resultar diferentes. Por tanto, debo enfrentar a Karen, y probarme que he cambiado.
Realmente cambiado.
25 de agosto
Las tonterías de ayer. ¿Cómo podría enfrentarme a Karen? ¿Qué le diría? De nuevo he tratado de engañarme a mí mismo, de volver a lo que era. No. No debo ver a Karen.
Demonios, no logro controlar mis sueños.
30 de agosto
He estado visitando el cuarto de control y he permanecido afuera largas horas. No había naves anulares. No obstante, he descubierto que si salgo, los recuerdos de la Tierra se desvanecen.
Cuanto más lo conozco, más seguro estoy de que echaré de menos Cerbero. De aquí a un año, estaré de vuelta a la Tierra, mirando el cielo nocturno y recordando cómo el anillo emitía destellos de plata a la luz de las estrellas. Sé que lo haré.
Y el vórtice. Recordaré el vórtice y la manera en que los colores caracoleaban y se entremezclaban. Cada vez de un modo diferente.
Es una pena que nunca fuera un gran comerciante. Podría hacer una fortuna de regreso en la Tierra con una filmación del vórtice en el momento en que gira. La danza del vacío. Me sorprende que nadie haya pensado en ello.
Tal vez se lo sugiera a mi relevo. Algo para llenar las horas, si es que le interesa.
Espero que sí. El saber de la Tierra se enriquecería si alguien le lleva un film. Lo haría yo mismo, pero mi equipo no funciona bien y no tengo tiempo para repararlo.
4 de septiembre
La semana pasada he salido cada día. No tengo pesadillas. Sólo sueños de la oscuridad, interrumpida por los colores del no-espacio.
9 de septiembre
Sigo saliendo y absorbiendo lo que veo. Pronto, muy pronto ahora, perderé todo esto.
Para siempre. Siento que debo aprovechar cada segundo. Debo memorizar todo lo que sucede aquí en Cerbero para conservar el asombro, la maravilla y la fresca belleza dentro de mí cuando haya vuelto a la Tierra.
10 de septiembre
No han llegado naves durante un largo período de tiempo. ¿Habrán terminado entonces? ¿Habré visto ya la última?
12 de septiembre
Hoy no hubo naves. Sin embargo, salí y encendí las máquinas y dejé que el vórtice rugiera.
¿Por qué siempre hablo de rugidos y de los gritos del vórtice? No existen los sonidos en el espacio. No oigo nada. Pero observo. Y ruge.
Lo hace.
Los sonidos del silencio. Pero no en el sentido en que lo dicen los poetas.
13 de septiembre
Aunque no hubo naves, hoy miré el vórtice otra vez.
Nunca antes había hecho cosa semejante. Ahora, ya lo he hecho dos veces. Está prohibido. El precio, en términos de energía, es enorme y Cerbero se nutre de energía.
Entonces, ¿por qué? Es como si me resistiera a abandonar el vórtice. Pero debo hacerlo.
Pronto.
14 de septiembre
¡Idiota, idiota, idiota! ¿Qué he estado haciendo?
La Charon
está a menos de una semana de distancia y me he quedado observando las estrellas como si nunca las hubiera visto. Ni siquiera he comenzado a empacar mis cosas. No he preparado las grabaciones para el relevo ni he dejado la estación en orden.
¡Idiota! ¿Por qué pierdo el tiempo escribiendo este maldito diario?
15 de septiembre
Casi he terminado de empacar. También han salido a la luz algunas cosas extrañas.
Cosas que he estado tratando de esconder durante los primeros tiempos. Mi novela, por ejemplo. Durante los primeros seis meses escribí una; pensaba que era muy buena. Casi no podía esperar el regreso a la Tierra para publicarla y convertirme en un Autor. Ah, sí.
La leí de nuevo el año pasado. Basura.
También encontré una fotografía de Karen.
16 de septiembre
Hoy llevé una botella de whisky escocés y un vaso al cuarto de control, me senté frente a la consola y me até. Bebí en honor de la oscuridad, de las estrellas y del vórtice. Los extrañaré.
17 de septiembre
Un día, según mis cálculos. Un día. Y estaré de viaje a casa, a una estrella fresca, a una nueva vida. Si tengo el valor de vivirla.
18 de septiembre
Casi es medianoche. No hay señales de
La Charon
. ¿Qué habrá fallado?
Probablemente nada. Estos programas nunca son precisos. A veces se dilatan durante una semana. Entonces, ¿por qué me preocupo? Diablos, yo mismo llegué tarde cuando vine. Me pregunto qué pensaría entonces el pobre tipo al que reemplacé.
20 de septiembre
La Charon
tampoco llegó ayer. Después de que me harté de esperar, cogí la botella de whisky y regresé al cuarto de control. Y afuera. A beber otro trago de estrellas. Y de vórtice. Desperté al vórtice y lo bebí a tragos.
Un montón de tragos. Terminé la botella. Hoy he tenido una resaca que pensé que jamás regresaría a la Tierra.
Me he comportado como un imbécil. La tripulación de
La Charon
puede haber visto los colores del vórtice. Si me denuncian, tendré que pagar una fortuna que saldrá del dinero que me espera en la Tierra.
21 de septiembre
¿Dónde está
La Charon
? ¿Le ha ocurrido algo? ¿Vendrá?
22 de septiembre
Salí de nuevo.
Dios mío, qué hermoso, qué solitario, qué vasto. Inolvidable, ésa es la palabra. La belleza que hay allí afuera es inolvidable. A veces pienso que soy un tonto por regresar.
Cambio la eternidad por una pizza, una circunstancia, una palabra amable.
¡NO! ¿Qué estoy escribiendo? No. Voy a regresar. Por supuesto que voy a hacerlo.
Necesito la Tierra, la extraño, la quiero. Esta vez será diferente. Encontraré a otra Karen, y esta vez no cometeré errores.
23 de septiembre
Estoy enfermo. Dios, estoy enfermo. Las cosas que he pensado. Creía haber cambiado pero sé que no lo he hecho. Se me ha dado por quedarme aquí, por firmar contrato por otro período. No quiero. No. Sin embargo, pienso que sigo temiéndole a la vida, a la Tierra, a todo.
Date prisa, Charon. Date prisa, antes de que cambie de idea.
24 de septiembre
¿Karen o el vórtice? ¿La Tierra o la eternidad? ¡Maldito sea, cómo puedo pensar así!
¡Karen! ¡La Tierra! Debo tener valor, debo enfrentar el dolor, debo disfrutar de la vida. No soy una piedra. Ni una isla. Ni una estrella.
25 de septiembre
Ni señales de
La Charon
. Lleva una semana completa de retraso. A veces ocurre. Pero no con demasiada frecuencia. Llegará pronto. Lo sé.
30 de septiembre
Nada. Todos los días observo, y espero. Controlo los radares y salgo a mirar y recorro el anillo. Pero nada. Nunca se han demorado tanto. ¿Qué es lo que ha fallado?
3 de octubre
Una nave, hoy. No era
La Charon
. Lo pensé al principio, cuando los radares la detectaron. Grité, lo suficientemente alto como para despertar al vórtice. Pero eché una mirada y se me partió el alma. Era demasiado grande y venía en línea recta, sin frenar.
Salí y la dejé pasar. Y me quedé afuera mucho tiempo.
4 de octubre
Quiero ir a casa. ¿Dónde están? No lo entiendo. No lo entiendo. No pueden abandonarme aquí. No pueden. No lo harán.
6 de octubre
Una nave, hoy. Otra vez se trataba de una nave anular. Antes las observaba. Ahora las odio porque no son
La Charon
. Sin embargo, la dejé pasar.
7 de octubre
He desempacado. Es absurdo tener todo guardado en las maletas si no sé cuándo vendrá
La Charon
. Si es que viene.
A pesar de todo, aún la espero. Está en camino. Lo sé. Sólo que se ha demorado en alguna parte. Una avería en el cinturón, tal vez.
Existen muchas explicaciones.
Mientras tanto, realizo tareas extrañas alrededor del anillo. Nunca me dediqué a ponerlo en forma para mi relevo. Estuve demasiado ocupado contemplando las estrellas, y me olvidé de mis deberes.