Becker quería terminar aquí. Pero el doctor, que seguía sin convencerse, volvió a la carga.
—Es muy generoso de su parte —dijo—. Pero antes de darle las estrellas, ¿por qué no prueba de darles un poco de comida, o un ambiente sano?
Becker miró a su alrededor. Era tarde, y la mayoría de la audiencia se había ido a casa.
Es hora de terminarla
—pensó—.
Mañana otra maldita conferencia
.
—Podría responder a eso —dijo—. Pero no lo haré. No voy a convencerle, doctor. Y usted tampoco me va a convencer, me temo. Así es que dejémoslo aquí. ¿En paz?
Sonrió y le ofreció la mano. El doctor la estrechó. Luego Becker se dirigió a la presidenta y a las pocas matronas que quedaban, y les dirigió un buenas noches, y se fue.
Afuera, en el nivel superior, hacía frío, y soplaba un gélido viento nocturno entre las cimas de las torres. Becker se detuvo un breve momento en su camino hacia los ascensores interniveles y miró hacia arriba. El smog era muy denso, y no pudo ver las estrellas.
Tal vez fuera mejor así.
FIN