Entretanto, el segundo tiempo estaba a punto de comenzar. Hill se sentía aún más aprensivo. El Kosg-Anjhem había salido al campo unos minutos antes, pero Remjhard no había reaparecido. Se encontraba aún en el vestuario alienígena.
Además, había algo sutilmente diferente en los Brish'diri por la manera que se colocaron para recibir el puntapié de salida. Nada drástico. Nada evidente. Pero de alguna manera la atmósfera había cambiado. Los alienígenas se mostraban más cuidadosos, más relajados. Casi como si hubieran dejado de considerar seriamente a sus oponentes.
Hill podía sentir la diferencia. Había visto a otros equipos en el mismo tipo de actitud anteriormente, en una docena de contiendas. Era la actitud propia de un equipo que ya sabía de antemano cómo iba a desarrollarse el encuentro. La actitud de un equipo que está totalmente seguro de su triunfo… o de su derrota.
El puntapié de salida fue pobre y débil. Un rechoncho Brish'dir la recogió cerca de las treinta y se encaminó hacia delante. Dos placadores del Blastoff le cerraron el camino en las treinta y cinco.
El alienígena rodó por tierra.
La multitud rugió. Por un segundo el balón quedó rodando sobre el césped. Una docena de manos buscó recogerlo, empujándolo para uno y otro lado. Finalmente, un fornido lineman del Blastoff se hizo con él.
Y de repente el partido cambió de signo.
—No puedo creerlo —dijo Hill—. Eso es lo que necesitábamos. La ruptura que necesitábamos. Después que aquel avance fuera interceptado, nuestro equipo se descorazonó. Pero ahora, después de esto, mírelos. Estamos otra vez en el juego.
La delantera del Blastoff corrió por el campo, rompió su confusión con un grito de entusiasmo, y se alineó. Estaban a la ofensiva en las veintiocho yardas de los Brish'diri.
El primer pase fue desviado por un Brish'diri. El segundo, sin embargo, fue bueno para un gol.
El tanteo estaba igualado.
El Kosg-Anjhem dio esta vez la patada de salida. Pusieron el balón cerca de las veinticinco.
Marhdaln abrió la serie de jugadas con un pase. Nadie, ni humano ni extranjero, se encontraba a diez yardas de donde cayó el balón. La jugada siguiente fue una escapada.
Pero el halfback del Kosg-Anjhem dudó torpemente antes de pasar la pelota con la mano.
Los humanos tuvieron tiempo para reaccionar, y cuatro de ellos se zambulleron encima del Brish'dir en la línea de melée. Marhdaln intentó nuevamente su pase por elevación.
Pero otra vez fue incompleto.
Los Brish'diri se vieron forzados a desprenderse del balón con una patada.
Arriba en las gradas, Tomkins se reía salvajemente. Comenzó a palmear a Hill en la espalda otra vez.
—¡Mire esto! Ni siquiera un derribo. Ya los tenemos. ¡Y usted decía que nos iban a echar del Estadio!
Una extraña media sonrisa danzó sobre la cara del director.
—Hummm —dijo—. Eso dije. —La sonrisa se escondió.
Fue una buena, sólida patada, pero el humano más en profundidad la recuperó soberbiamente y corrió de vuelta hasta las quince. Desde allí, sólo le tomó siete jugadas al quarterback de los humanos, que de repente se mostraban cálidos y confiados de nuevo, llevar la pelota hasta la zona final.
Los saltadores Brish'diri habían dejado evidentemente de perturbarlo. Simplemente arrojaba el balón escogiendo los sitios donde no estaban saltando.
Esta vez los humanos desperdiciaron la oportunidad del tanto extra. Pero a nadie le importó. El resultado estaba 37-31. Blastoff Inn volvía a ganar.
Y estaban luchando para mantener la victoria. Una vez que el Kosg-Anjhem tuvo otra vez el balón, Marhdaln tiró una interceptación. Era la primera interceptación que había provocado en toda la temporada. Naturalmente, ello significó una escapada para un gol.
Después de esto, los Brish'diri parecieron reanimarse un poco. Avanzaron las tres cuartas partes del terreno, pero luego se obstaculizaron en el instante en que se encontraron bajo la sombra de los palos. Cerca del gol el corredor Brish'dir más adelantado resbaló y cayó delante de la línea de melée.
Blastoff recogió el balón. Y anotaron un nuevo tanto.
De ahí en adelante, se fue repitiendo lo mismo. El resultado final fue 56-31. El equipo alienígena y no los humanos había sido borrado del Estadio.
Tomkins, desde luego, estaba en estado de éxtasis.
—Lo logramos. Sabía que podíamos hacerlo. Esto es perfecto, sencillamente perfecto.
Los hemos humillado. La facción militar estará ahora totalmente desacreditada. No serán capaces de recuperarse del ridículo. —Sonrió y encajó una nueva palmada sonora en la espalda de Hill.
Hill hizo una mueca de dolor por el golpe, y echó un vistazo al hombre del E.T. atentamente.
—Hay algo extraño en todo esto. Si los Brish'dir hubieran jugado como en el segundo tiempo durante toda la temporada, no hubieran llegado nunca tan lejos. Algo ocurrió en aquel vestuario durante el descanso.
Nada podía quitarle a Tomkins su sonrisa, sin embargo.
—No, no —dijo—. Fue un milagro. Ello lo hizo posible. Se desmoralizaron y cayeron.
Se paralizaron, eso es todo. Pasa a menudo.
—No pasa con equipos tan buenos —replicó Hill. Pero Tomkins ya no estaba allí para oírle. El agente de E.T. se había vuelto abruptamente y se encaminaba a través de la multitud gritando algo acerca de que volvería en seguida.
Hill frunció el ceño y volvió su atención al campo de juego. El estadio se estaba vaciando rápidamente. El Director de Recreaciones se quedó allí por un segundo, mirando aún desconcertado. Luego, repentinamente saltó la valla baja que circundaba el campo, y cruzó el césped.
Caminó rápidamente a través del campo y entró en el vestuario visitante. Los Brish'diri estaban vistiéndose en silencio, y los que ya estaban listos enfilaban lentamente hacia el aerobús que los transportaría de regreso a la misión comercial.
Remjhard estaba sentado en un ángulo de la estancia.
El Brish'dir lo felicitó con un saludo apenas perceptible.
—Director Hill: ¿Le gustó el partido? Fue una pena que nuestros semihombres fracasaran en su última prueba. Pero de todas formas han hecho un buen papel, ¿no lo cree?
Hill ignoró la pregunta.
—No quiera dorarme la píldora con esto del fracaso, Remjhard. No soy tan estúpido como aparento. Es muy probable que nadie en el estadio se diera cuenta de lo que allí sucedía esta tarde, pero yo sí. Ustedes no perdieron este partido. Se entregaron.
Deliberadamente. Y quiero saber por qué.
Remjhard se quedó mirando fijamente a Hill durante un minuto largo. Luego, muy despacio, se levantó del banco en que estaba sentado. Su rostro estaba vacío y no mostraba expresión alguna, pero sus ojos centelleaban bajo la pálida luz.
Hill se dio cuenta de repente que se encontraban solos en el vestuario. Recordó entonces la impresionante fuerza del Brish'dir y dio unos cuantos pasos atrás alejándose del alienígena.
—Se dará cuenta —empezó diciendo con tono grave Remjhard—, que es un grave insulto acusar a un Brish'dir de conducta tan deshonrosa. —El emisario miró otra vez atentamente alrededor del vestuario para asegurarse que estaban solos. Luego dio un paso en dirección a Hill—. Pero, desde luego, no existe ninguna cuestión de deshonor aquí —continuó diciendo el alienígena—. El honor es algo muy importante para un semihombre. Y, para estar seguros, en los reglamentos que usted nos proporcionara, no había nada que requiriera a los participantes que… —hizo una pausa—, que jugaran lo mejor que supieran, ¿no es así?
Hill, intentando alejarse del vestuario, farfullo:
—Pero existen reglas que no están escritas, tradiciones. Lo que ustedes han hecho es antideportivo.
Remjhard seguía sonriendo.
—Para los Brish'diri nada tiene menos sentido que una regla no escrita. Es una contradicción de términos, como usted diría.
—Pero, ¿por qué? —dijo Hill—. Eso es lo que no alcanzo a comprender. Todo el mundo insiste en que su cultura es viril, competitiva, orgullosa. ¿Por qué regalaron el partido? ¿Por qué tuvieron que mostrarse como pésimos jugadores? ¿Por qué?
Remjhard hizo un extraño ruido gutural. Si hubiera sido un humano Hill hubiera pensado que se estaba asfixiando. En cambio se dio cuenta que se estaba riendo.
—Los humanos me divierten —dijo el Brish'dir finalmente—. Ustedes le aplican unas cuantas frases a toda una cultura, y ya piensan que la entienden. Y, si algo desentona con el cuadro que se han hecho, reciben una fuerte conmoción. Lo lamento, Director Hill. Las culturas no son tan simples. Existen mecanismos sumamente complejos. Una palabra como ser orgullosos no describe en absoluto todo lo referente a los Brish'diri. Oh, somos orgullosos. De acuerdo. Y competitivos. De acuerdo. Pero somos también inteligentes. Y nuestros valores son lo suficientemente flexibles para poderse adaptar a toda situación particular.
Remjhard hizo una nueva pausa, y miró a Hill detenidamente. Luego se decidió a continuar.
—Este fútbol de ustedes es un buen juego, Director Hill. Se lo dije ya en otra ocasión.
Insisto. Es muy agradable, un buen ejercicio para la mente y el cuerpo. Pero se trata solamente de un juego. El competir en juegos es importante, desde luego. Pero existen numerosas competiciones. Más importantes. Y soy lo suficientemente inteligente para saber cuál ha de ser para nosotros prioritaria. Recibí una notificación esta tarde desde Brishun comunicándome acerca del empleo que le estaba dando a las victorias del Kosg-Anjhem. Su amigo de Relaciones Extraterrestres debe de haberle contado ya que soy un miembro importante del Partido Brish'diri por la Paz. No estaría aquí en la Tierra si no fuera por ello. Ninguno de nuestros oponentes desea trabajar con los humanos, a quienes consideran animales. Evidentemente, me vine rápidamente al Estadio e informé a nuestros semihombres de la situación, instándolos a perder. Y ellos, desde luego, cumplieron. Ellos también se percataron que ciertas competiciones son más importantes que otras. Al haber perdido, hemos ganado. Nuestros oponentes en Brishun no sobrevivirán a esta humillación. En las próximas elecciones generales muchos se volverán contra ellos. Y yo, y otros en la misión, sacaremos provecho de ello. Y el pueblo Brish'diri se beneficiará. Sí, Director Hill —concluyó Remjhard, siempre sonriendo—. Somos una raza competitiva. Pero la competencia por el control del mundo tiene su precedente en un partido de fútbol.
Hill también sonreía ahora. Luego comenzó a reírse.
—Desde luego —dijo—. Y cuando pienso en las mil maneras en que recargamos nuestras cabezas pensando en las estrategias para vencerles. Cuando todo lo que teníamos que hacer era ponerle al tanto de los que estaba sucediendo. —Se rió nuevamente.
Remjhard estaba a punto de agregar algo, cuando de repente la puerta del vestuario se abrió y entró Tomkins. El agente del E.T. seguía excitado.
—Pensé que le encontraría aquí, Hill —comenzó diciendo—. Aún tratando de investigar su teoría de la conspiración, ¿eh?
—No realmente —replicó Hill—. Era una teoría sin sentido.
—Desde luego, —dijo Tomkins—. Me alegro mucho de escucharle decir esto. De todas formas, tengo buenas noticias para usted.
—¿Oh? ¿De qué se trata? ¿El mundo se ha salvado? Bien. Pero yo estoy sin empleo a partir de esta noche.
—No del todo —contestó Tomkins—. A esto precisamente se refería mi llamada.
Tenemos un trabajo, para usted. Queremos que se incorpore a las Relaciones E.T.
Hill lo miró incrédulo.
—Oh, vamos —dijo—. ¿Yo? ¿Un agente del E.T.? No entiendo nada al respecto. Soy un insignificante burócrata local y oficial de deportes. ¿Cómo se supone que voy a cuadrar dentro de Relaciones E.T.?
—Como director de deportes —replicó Tomkins—. Desde que comenzó toda esta cuestión con los Brish'diri, hemos estado recibiendo docenas de solicitudes de otras misiones alienígenas y estaciones diplomáticas en la Tierra. Todos quieren participar.
Entonces, para promover buen entendimiento y todo aquello, vamos a desarrollar todo un programa. Y queremos que usted lo dirija. Ganará el doble de su salario actual, por supuesto.
Hill pensó acerca de las dificultades de dirigir un programa de deportes para una docena de tipos diferentes de extraterrestres. Luego pensó acerca del dinero que ganaría haciéndolo.
Luego pensó en el Concejo Municipal de Starport.
—Suena como una buena idea —dijo—. Pero, dígame. Aquella red de gravedad que iban ustedes a entregar a Starport… ¿también es negociable?
—Desde luego —dijo Tomkins.
—Entonces, acepto. —Echó una mirada sobre Remjhard—. A pesar que pueda llegar a arrepentirme cuando vea lo que los Brish'diri pueden hacer en una pista de baloncesto.
Lo primero que atrajo mi atención fue la autopista. Hasta esa noche, el viaje había sido perfectamente normal. Eran mis vacaciones, y conducía hacia Los Ángeles a través del Sudoeste, tomándome el tiempo necesario para ir a mi aire. Esto no era nuevo para mí, ya lo había hecho varias veces anteriormente.
Conducir es mi hobby. O los coches en general, para ser precisos. No es mucha la gente que se toma la molestia de conducir, ahora. Para la mayoría, es demasiado lento.
El automóvil se convirtió en algo bastante obsoleto desde que se inició la producción en masa de helicópteros baratos, en el 93. Y lo que hubiera quedado vivo de él fue barrido por la invención del gravpak personal.
Cuando era chico era distinto. Entonces, todos y cada uno tenían un coche, y uno era considerado una especie de marginado si no obtenía el carnet de conducir tan pronto tenía edad como para hacerlo. Me interesaron los coches al final de la adolescencia, y el interés me ha durado desde entonces.
De todas maneras, cuando mis vacaciones estuvieron cerca, pensé que era una buena oportunidad probar mi último hallazgo. Era un coche grande, un modelo deportivo inglés de fines de los setenta. Un Jaguar XKL. No era uno de los clásicos, es cierto, pero era un lindo coche de todas maneras, y rodaba de maravilla.
Yo iba haciendo la mayor parte del trayecto de noche, como era habitual. Hay algo especial en conducir de noche a la luz de las estrellas. Las viejas y abandonadas autopistas tienen una atmósfera particular y uno casi puede verlas como eran entonces: vitales y sobrecargadas, llenas de vida, con los parachoques de los coches tocándose uno con otro hasta que la vista se perdía.