Read Valiente Online

Authors: Jack Campbell

Tags: #Ciencia-Ficción

Valiente (12 page)

—Excelente. ¿Es todo lo que le va a mandar la
Titánica
al
Intrépido
?

—En cuanto sea posible, nos mandarán un tercer transbordador, señor.

La cosa mejoraba. Geary sonrió.

—Ojalá pudiésemos conseguir comida.

Uno de los consultores de ingeniería se acercó y carraspeó para llamar la atención.

—Disculpe, señor. Si me permite... —Sus dedos manipularon los controles a toda velocidad, y Geary vio aparecer una ventana con gráficas de barras que mostraban la capacidad total de los almacenes de las naves auxiliares, el total de los materiales encontrados en las auxiliares de los síndicos, y lo que se había transferido.

—Gracias. ¿Qué es esta columna?

—Comida, señor —respondió el ingeniero satisfecho, como el que responde a una pregunta que su superior todavía no ha pronunciado—. Todas las naves síndicas que hemos abordado tienen reservas de comida. Por lo que he escuchado, la comida de las naves civiles es bastante decente. No es que sea suficiente, pero estamos consiguiendo más.

—¿Están analizando las muestras en busca de contaminación? —preguntó Rione.

El ingeniero se sorprendió.

—Sí, señora copresidenta, seguro, como con el resto de los materiales que estamos sacando de los almacenes. De todos modos, me cercioraré.

—Que sea un análisis completo. Macro, micro, nano, orgánico e inorgánico —añadió Rione.

—Sí, señora copresidenta. Me aseguraré de que, eh... —El ingeniero hizo una pausa, preguntándose claramente si Rione podía darle órdenes a él y a las naves auxiliares.

—Asegúrese de que se lleven a cabo los análisis —dijo Geary.

Al sentirse liberado por recibir las órdenes de quien correspondía, el ingeniero realizó un saludo militar y volvió a toda prisa a su puesto para comunicarlas.

—Perdón por confundir a su ingeniero —dijo Rione—. Debería haberle dicho a usted que se lo ordenase.

—No pasa nada, y me alegro de que lo comentase. Con todo lo que está pasando, alguien podría olvidarse de realizar todos los análisis posibles para asegurarse de que los síndicos no envenenaron la comida antes de abandonar las naves.

—A veces es bueno tener a uno de esos ladinos políticos cerca, ¿no? —Rione comenzó a girarse para volver a su asiento, pero se paró al ver que Geary recibía otro aviso.

La coronel Carabali parecía satisfecha del modo que lo parecían los infantes de marina.

—Creemos haber encontrado todos los compartimentos de prisioneros que había en la Audaz —le informó—. Es una suerte que no hubiese muchos muertos. Estaban bastante abarrotados y en malas condiciones, pero parece que el personal más veterano de cada compartimento rotó a los prisioneros para que ninguno estuviese siempre en la peor situación. Mi equipo de exploración afirma que en un día más, aproximadamente, los prisioneros empezarían a morir por las condiciones. Todos necesitan comer, y la mayoría sufren lesiones tratadas deficientemente y los que las sufrieron de poca importancia no han recibido ninguna atención de los síndicos.

—¿Cuántos son? —preguntó Geary mientras pensaba en el tamaño de las tripulaciones de los navíos de combate de la Alianza que habían perdido en ese sistema.

—Todavía los estamos contando. Aproximadamente unos novecientos del personal de la flota y dieciocho infantes de marina. La capitana Crésida ha insistido en que la mayoría vaya a la
Furiosa
, la
Implacable
y los cruceros ligeros de la formación aunque los acorazados también solicitaron algunos. La capitana Crésida también ha interceptado algunos transbordadores cargados para la
Conquistadora
—dijo Carabali en un tono que dejaba claro que no consideraba que el trabajo de un infante de marina fuese entrar en disputas entre los oficiales de la flota—. Parece ser que se llevaron a otros prisioneros de la Alianza a otras naves de este sistema estelar. Según algunos de los que hemos liberado, lo han hecho en naves mercantes obligadas a prestar servicio como transporte de presos. ¿Hay posibilidades de rescatarlos?

—No demasiadas, y cuanto más tiempo pasa, menos. —La fuerza síndica que los perseguía podía aparecer en cualquier momento, y cuanto más tiempo pasase, más probable sería que llegasen de repente—. Solo hemos capturado dos mercantes síndicos situados en las cercanías, y ambos estaban llenos de suministros. Hay dos docenas más de naves mercantes visibles en el sistema, pero están fuera de nuestro rango de análisis, por lo que no sabemos qué transportan. Además, puesto que no hemos avistado ningún campo de trabajo en este sistema estelar con personal de la Alianza, es posible que se los llevasen en naves que ya han salido del sistema.

—Entiendo, señor. Ahora mismo nos estamos preparando para abandonar la Audaz —dijo Carabali—. ¿Qué hacemos con lo que queda de la nave?

Geary hizo una mueca. Aunque quería de veras salvar la nave, lo que quedaba de la Audaz seguramente sería incapaz de defenderse por sí sola, no podría mantener el ritmo de la flota, no podría ser remolcada sin poner en riesgo a las demás naves, y probablemente ni siquiera podría ser reparada en el mejor astillero espacial imaginable. Aquella valiente nave de combate se enfrentaba a su único destino, el desguace. Y no tenía sentido dejar que los síndicos aprovechasen su metal.

—¿Se puede hacer explotar el núcleo de energía?

—Sí, señor. Todavía es suficientemente potente.

—Entonces prográmelo para que se sobrecargue en seis horas y salgan de ahí.

Seis horas deberían ser suficientes. No se le venía a la cabeza ninguna situación en la que la flota de la Alianza tuviese que permanecer más tiempo cerca de la flotilla Herida.

—¡Espere! —dijo Rione, que se inclinó hacia delante para hablar con Geary—. Espere antes de tomar la decisión de destruir a la Audaz de ese modo.

Geary suspiró y volvió a hablar con la oficial de marines.

—Olvide eso último. No programe la sobrecarga todavía. Espere un momento. —Luego se giró hacia Rione—. ¿Por qué no quiere hacer explotar a la Audaz? ¿Por qué íbamos a dejarles recuperarla?

—No pretendo que se la devolvamos a los síndicos —respondió fríamente—. Hay un montón de naves síndicas persiguiéndonos, y podríamos utilizar cualquier arma a nuestro alcance para equilibrar la balanza. Manipule la nave para que explote, pero no a una hora determinada, si no cuando los síndicos la recuperen.

Geary no pudo evitar sonreír ante aquella idea. Aunque las bombas trampa eran de bastante mal gusto, en casos como ese usarlas como armas era aceptable. Entonces, justo al pensar eso, se le ocurrió otra idea.

—A lo mejor podríamos manipular todas las naves para que los núcleos de energía exploten cuando los síndicos las ocupen.

Desjani, que estaba escuchando, hizo una mueca de fastidio.

—Es una pena que no podamos hacerles daño hasta que el combate en este sistema se haya terminado.

—Sí, ya —dijo Geary—. Es que no...

Su voz se apagó y miró a Desjani con los ojos como platos.

Ella hizo lo mismo.

—Hay un montón de naves con los núcleos de energía funcionales. Si pudiésemos manipularlos para que explotasen cuando...

—¿Como si fueran minas?

—¡Exacto, como minas! ¡Minas gigantes programadas como explosivos de proximidad! Solo tenemos que hacer que la fuerza que nos persigue pique el anzuelo y se acerque a la flotilla Herida.

—Sería un campo de minas infernal. ¿Es posible hacerlo? —le preguntó a Desjani.

Giró la cabeza hacia el consultor de ingeniería.

—Teniente Nicodeom, dígame si es posible manipular los navíos de combate síndicos abandonados para que actúen como minas, y que exploten por una sobrecarga en los núcleos de energía cuando un objetivo entre en un área delimitada.

El teniente de ingeniería pareció sorprenderse, luego adoptó una expresión pensativa.

—El modo más fácil seguramente sería usar espoletas conectadas a los sistemas de control del núcleo de energía. Daría algo de trabajo, capitana, ya que habría que ajustar la programación de las espoletas inteligentes según la estimación del radio en que sería efectiva la explosión del núcleo, además de tener en cuenta el tiempo que tardaría en hacer que los núcleos de todas las naves se sobrecargasen, extender cables de control y sincronizar las interfaces con los sistemas de control del núcleo de los síndicos.

—¿Y dónde tenemos lo necesario para hacer eso? —preguntó Desjani.

—Los mejores ingenieros armamentísticos de la flota están en la auxiliares, capitana, que además es el mismo lugar en el que están las espoletas. Tiene que llevar a las auxiliares hasta las naves síndicas en las que quiera instalarlos y mandar transbordadores para transportar al personal y el material necesario desde las auxiliares a las naves síndicas.

La sonrisa dibujada en la cara de Desjani aumentó de tamaño tanto que casi parecía que la iba a partir la cara en dos.

—¿Ha escuchado eso, señor?

Geary asintió, a sabiendas de que también estaba sonriendo. Las cuatro naves auxiliares estaban con las naves de guerra de la flotilla Herida, justo donde debían estar.

—Creo que es hora de llamar a la capitana Tyrosian. Espero que no necesite muchos detalles para poder hacerlo a toda prisa.

El teniente Nicodeom volvió a tomar la palabra.

—Capitán Geary, señor, eso es todo un reto. Si realmente van a añadir espoletas a cada nave síndica y sincronizarlas en tan poco tiempo, es el tipo de reto al que un buen ingeniero se enfrentaría por amor al arte. No hay nada mejor que montar una explosión tan grande de ese modo.

—Gracias, teniente. —Geary golpeó los controles para llamar a la capitana Tyrosian, y le explicó lo que querían hacer—. ¿Pueden hacerlo, capitana Tyrosian? —preguntó al final—. Sé que es todo un reto de ingeniería en muy poco tiempo, y me han dicho que es el tipo de cosas que solo los mejores ingenieros armamentísticos podrían hacer.

Era difícil decirlo con más descaro, pero tampoco era momento de andarse con delicadezas. Además, estaba hablando con una ingeniera, así que tampoco importaba demasiado.

Los ojos de la capitana Tyrosian, que a veces parecían apagarse cuando se le hablaba de operaciones, se iluminaron con el entusiasmo.

—¿Convertir en armas a las naves síndicas, y usar espoletas de proximidad? ¿Quiere que las conectemos y configuremos los tiempos para que produzcan una explosión en masa?

—Sí, esa es la idea.

—Está hecho, señor —respondió Tyrosian con confianza—. ¿Para cuándo?

—Unas dos horas.

La ingeniera sacudió ostensiblemente la cabeza al escuchar aquello, pero luego asintió.

—Estará a tiempo, señor.

En cuanto la imagen de Tyrosian desapareció, Geary se giró para mirar a Rione.

—Gracias por la idea.

Rione arqueó las cejas.

—Parece que sus ideas han superado con mucho a mi modesta sugerencia.

—No se nos habría ocurrido sin ella —dijo Geary.

Desjani miró a Rione e inclinó ligeramente y en silencio la cabeza, agradecida. Rione, a su vez, respondió sonriendo fríamente.

Geary, haciendo como que no se había dado cuenta de la escena, analizó el visor que contenía el sistema estelar, mientras se frotaba el mentón con una mano.

—El problema va a ser hacer que los síndicos entren en el área de la explosión. Tenemos que engañarlos para que no se den cuenta de que los estamos llevando ahí deliberadamente, y no va a ser fácil.

—Estoy segura de que podrá hacerlo —dijo Rione.

—Ya tenemos reclamos para que se dirijan a la flotilla Herida —comentó Desjani.

Geary frunció el ceño al mirar la pantalla de su visor. Se refería a las naves auxiliares. Sin ellas, la flota de la Alianza estaría perdida, con la certeza de que acabarían agotando las células de combustible además de la munición mucho antes de volver al espacio de la Alianza. Eso hacía que protegerlas fuese más que importante, y a la vez las convertía en posibles señuelos para atraer al enemigo.

—Ya lo hicimos en Sancere, ¿volverán a caer?

—Solo tenemos que hacerlo de otra forma —respondió Desjani.

—¿Alguna sugerencia? —preguntó Geary.

En cuanto lo dijo, salieron algunas. No es que lo volviesen loco, pero bastaban para, entre los dos, ir entretejiendo el plan. De vez en cuando miraba a Rione por si quería añadir o comentar algo, pero esta permanecía mirando su visor, imperturbable.

—Capitana Tyrosian, coja al personal y a los transbordadores que no esté usando para saquear las naves de reparación o montando la explosión de las naves averiadas y póngalos a sacar de forma más que visible el material que haya en las naves síndicas de la flotilla Herida.

La ingeniera, que sin lugar a dudas estaba preparada para informarle, orgullosa de los avances del saqueo, se quedó callada y confusa.

—¿Perdone, señor?

—Quiero que los síndicos nos vean coger desesperadamente todo lo que podamos —le dijo Geary—. Comida y lo que sea. Necesitamos que crean que vamos a permanecer ahí tanto como sea posible para coger todo lo que podamos. Tiene que parecer que estamos locos por conseguir suministros, capitana Tyrosian.

—Pero... sí estamos locos por conseguir suministros —afirmó Tyrosian.

Desjani evitó reírse por muy poco, y en su lugar hizo un ruido, atragantándose, hacia uno de los lados de Geary, que este ignoró.

—Capitana Tyrosian —comenzó a explicarle con paciencia—, vamos a hacer que sus auxiliares permanezcan en la flotilla Herida más tiempo del prudencial cuando la flotilla Persecutoria aparezca. Van a centrarse en ustedes ya que las auxiliares son una parte crucial de la flota. Los síndicos necesitan una razón legítima para que tus naves se queden mientras ellos se aproximan a ellas, y esa razón será que necesitamos coger todo lo que podamos de esos restos.

Tyrosian tardó un momento en responder.

—¿Vamos a volver a ser el cebo?

—Así es, capitana, van a volver a ser el cebo.

La ingeniera pareció entristecerse, pero asintió.

—Está bien, señor.

Geary se vio obligado a añadir algo más.

—Supongo que no tengo que decirle que haremos todo lo que sea posible para que no los destruyan realmente.

—Gracias señor, se lo agradezco.

—Les mandaré instrucciones detalladas de las maniobras que deben realizar en cuanto la fuerza síndica que nos persigue aparezca y sepamos cuáles son sus vectores de movimiento. Gracias, capitana Tyrosian.

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