Yo soy Dios (21 page)

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Authors: Giorgio Faletti

Tags: #Intriga, Policíaco

Le dejó un tiempo para que asimilara sus palabras.

—Pero te prometo una cosa: no tendré paz hasta que haya logrado que ese hombre no le haga más daño a nadie. Nunca más.

Sundance sólo respondió con un gesto de asentimiento. En ese momento no se necesitaba nada más entre ellas. Vivien encendió el motor y enfiló el coche hacia Joy, un lugar que seguiría siendo por un tiempo el hogar de su sobrina. Estaba ansiosa por contarle al reverendo McKean los progresos habidos, pero mientras se adentraba en el tráfico no pudo evitar otro pensamiento que la rondaba. Fuera quien fuese ese fantasmal Ziggy Stardust, su vida se transformaría en un infierno.

17

Vivien traspuso las puertas de vidrio y entró en la comisaría.

Fuera de la entrada había dejado una espléndida y azul mañana de sol que no tenía ganas de acompañarla al interior. Se reencontró en la gran sala incolora con azulejos otrora blancos. Normalmente ése era para ella un lugar familiar, un sitio de frontera en medio de la civilización donde, no obstante, lograba encontrar un sentido de hogar que en otros lugares ya no veía.

Hoy era diferente. Hoy había algo anómalo en el aire y dentro de ella, una sensación de inquietud y eléctrica espera que no lograba definir. Alguna vez había leído que en tiempos de paz el guerrero se combate a sí mismo. Se preguntó qué tipo de guerra tendrían que librar en adelante. Y cuánto espacio le quedaría a cada uno para el propio conflicto interior, fuera grande o pequeño.

En una comisaría la paz no era una expectativa. Era un sueño.

Con la mano saludó a los agentes del mostrador y se dirigió a la puerta que llevaba a la planta superior. Subió las escaleras y dejó atrás la sala de reuniones donde la noche anterior el capitán Bellew había definido la situación ante los inspectores y agentes que en ese momento no estaban de servicio. Apoyado en el escritorio, los había puesto al día de lo que les esperaba.


Como ya habrán entendido, es un asunto muy feo. Ya está confirmado que la explosión del edificio de la calle Diez ha sido consecuencia de un atentado. Los expertos han encontrado restos de explosivo de la peor clase. Es decir, trotil (o sea, trinitrotolueno) combinado con napalm. Es el único detalle que la prensa todavía no conoce, pero, como siempre sucede, no tardará en saberlo. Quien ha hecho esto quería un grado máximo de destrucción, combinando el efecto incendiario con una potencia demoledora. El edificio fue minado con precisión de relojero. Cómo los culpables lograron distribuir de modo tan preciso las cargas sin ser vistos, es un misterio. Sobra que les diga que están trabajando todos: FBI, NSA y muchos otros. Y, obviamente, nosotros
.

Bellew hizo una pausa
.


Esta mañana, durante la reunión en la oficina del jefe, también estaban el alcalde y un par de peces gordos procedentes de Washington en representación del presidente. El nivel de Defcon ha subido a escala nacional, lo que significa que todas las bases y los aeropuertos militares están en alerta máxima. La CIA está trabajando para comprender qué está sucediendo. Les cuento estopara transmitirles cuál es el pulso del país en estos días
.

Vincent Narrow, un detective alto y corpulento sentado en la primera fila, levantó la mano. El capitán le concedió la palabra
.


¿Ha habido alguna reivindicación?

Todos se estaban preguntando lo mismo. No obstante el tiempo transcurrido desde el 11 de Septiembre, sus fantasmas estaban lejos de haberse esfumado
.

Bellew sacudió la cabeza
.


Nada en absoluto. Hasta el momento, todo lo que se sabe es lo que ha dicho la televisión. Al Qaeda se ha desvinculado mediante un comunicado en Internet. Dicen que ellos no han sido. Los expertos en informática están verificando la autenticidad del mensaje. Siempre está latente la posibilidad de otros grupos de fanáticos de diferentes tipos. Pero por lo general se apresuran a reclamar los méritos de sus acciones
.

Otra pregunta llegó desde el fondo de la sala
.


¿Alguna pista?


Ni siquiera una sombra. Aparte del acoplamiento inusual de los dos explosivos
.

Por fin, Vivien formuló la pregunta de la que todos temían su respuesta
.


¿Cuántas víctimas?

Antes de responder, el capitán suspiró
.


Hasta el momento, más de noventa. Por suerte el número de muertos se limita por el hecho de que siendo sábado muchos estaban fuera, o cenando o de fin de semana. Pero me temo que aumentarán. Hay personas horriblemente quemadas. Muchos heridos no sobrevivirán
.

El capitán hizo silencio para que los presentes asimilaran las cifras. Y para que en la mente las unieran a las imágenes que se estaban difundiendo en todo el mundo
.


No es como la masacre del 11 de Septiembre, pero es posible que sólo estemos al principio, dada la habilidad y experiencia que han demostrado los culpables. Os exhorto a estar con los ojos y los oídos muy abiertos. Sigan con sus respectivas investigaciones, pero mientras tanto no descuiden nada, ni el más mínimo detalle. Pasen la voz a los informadores. Si fuera necesario, estamos autorizados a prometer recompensas de todo tipo, inclusive el indulto por ciertos delitos a quien esté en condiciones de suministrar informaciones útiles
.

Cogió unas fotos del escritorio y se las mostró a los agentes
.


Son fotos hechas en los alrededores del lugar del atentado. Serán expuestas en la vitrina de ahí fuera. A veces a los maníacos les gusta ver las consecuencias de sus canalladas. Tal vez no sirva de nada. En cualquier caso echadles una ojeada. Nunca se sabe de dónde puede llegar una pista. Por el momento es todo
.

La reunión se disolvió y los presentes salieron comentando los hechos. Algunos volvieron a casa, otros se esparcieron por la dudad para vivir ese fragmento de domingo. Todos con una nueva arruga en la cara
.

Vivien, que había bajado del Bronx directamente a comisaría, estaba otra vez en su coche y se había acoplado al tráfico perezoso rumbo a su casa. Al día siguiente la dudad despertaría e iniciaría su carrera furibunda no se sabía hacia qué, guiada por lo acostumbrado y quizá por algún «porque». Pero por el momento había calma y tiempo para pensar. Y era lo que Vivien necesitaba. Apenas llegada a casa se duchó y se metió en la cama, tratando inútilmente de leer un libro. En lo que quedaba de la noche durmió poco y mal. Las palabras del capitán, unidas a lo que habían visto ella y Sundance, la habían inquietado. Además, la había desorientado el comportamiento del padre McKean cuando se encontraron en Joy. Había hablado con él sobre los progresos en la relación con su sobrina, sobre la apertura hacia ella, sobre el nuevo rumbo de la relación. La respuesta que tuvo no había sido la que esperaba. El sacerdote había recibido la noticia con una sonrisa tibia y con palabras que más parecían de circunstancia que de contento por el resultado que ella y Sundance había obtenido. No parecía la persona que Vivien había aprendido a conocer y admirar desde que la conoció. Varias veces había desviado la conversación hacia el tema del atentado, informándose sobre la modalidad, el número de víctimas, la investigación. Vivien había captado un malestar extraño, ambiguo, algo que sin duda el padre McKean llevaba dentro de sí y no había transmitido
.

Vivien llegó a la sala donde estaban los escritorios de los detectives. Sólo unos pocos de sus colegas estaban en sus sitios. El Plaza estaba vacío.

Hizo un saludo dirigido a todos y a nadie. En ese momento, la acostumbrada camaradería había desaparecido. Todos estaban en silencio y cada uno parecía concentrado en un pensamiento personal.

Se sentó en su mesa, encendió el ordenador y clicó el ratón. Cuando el monitor le dio vía libre, entró en el
link
de la Police Database, introdujo su identificador y contraseña y apenas entró en el programa tecleó el nombre de Ziggy Stardust. Al instante apareció la foto de un hombre con el número de la ficha policial. La sorprendió encontrarse con una cara anónima, de apariencia inofensiva, una persona de las que ves y te olvidas. Un perfecto producto de la nada.

—Aquí estás, maldito hijo de puta.

Rápidamente leyó todas las andanzas que Zbigniew Malone, alias Ziggy Stardust, había protagonizado. Vivien conocía personas con ese perfil. Un pequeño delincuente, uno de esos que durante toda la vida oscilan en los bordes de la legalidad, sin tener la valentía o capacidad de ir más allá. Un tipo que ni entre la gente de su clase disfrutaba de estima alguna. Había sido arrestado muchas veces por diferentes fechorías. Hurto, venta de drogas, explotación de prostitutas y otros hechos. También había estado un tiempo en la cárcel, pero menos de lo que Vivien habría esperado, dado el curriculum.

Leyó la dirección del sujeto y comprobó que estaba en Brooklyn. Conocía a un detective que trabajaba en el Distrito 67, un tipo discreto y disponible con el cual había colaborado en una investigación en el pasado. Cogió el teléfono y pidió comunicación con el 67 de Brooklyn. Se dio a conocer al telefonista y preguntó por el detective Star. Poco después oyó la voz de su colega.

—Star.

—Hola, Robert. Soy Vivien Light, del Trece.

—Hola, encanto de la humanidad. ¿A qué debo el honor?

—Honrada por tus palabras. Aunque creo que la humanidad piensa otra cosa. A lo mejor tú no formas parte...

Oyó la risotada de Star.

—Veo que no has cambiado. ¿Qué necesitas?

—Información.

—Dispara.

—¿Qué me dices de un tipo que se hace llamar Ziggy Stardust?

—Mira, podría decirte muchas cosas, pero la primera que se me ocurre es que ha muerto.

—¿Muerto?

—Exacto. Asesinado. Para más datos, acuchillado. Lo encontraron ayer en su apartamento, tirado en el suelo en medio de un charco de sangre. La autopsia revela que la muerte se produjo el sábado. Era un don nadie, pero alguien ha decidido que no merecía vivir. A veces lo usábamos como informador.

Vivien añadió la calificación de soplón a las otras de Stardust que ya tenía a disposición en la ficha. Eso explicaba la ligereza de la policía para con él. Cuando las informaciones tenían alguna consistencia, cerraban un ojo a las actividades ilícitas de poca monta.

—¿Habéis cogido al asesino? —Quiso agregar que, en tal caso, ella iría con mucho gusto a la cárcel para colgarle una medalla, pero se contuvo.

—Con las amistades que frecuentaba ese rufián, no creo que sea fácil. Y mira, te seré franco: no hay nadie que lamente su ausencia. Nos estamos ocupando, pero con lo que está sucediendo la caza de su verdugo no es una prioridad, ¿no crees?

—Sí, claro. Tenme informada. Si fuera necesario te explicaré el motivo, ¿vale?

—Bien, bien. Adiós.

Vivien colgó y se quedó unos segundos digiriendo la noticia. Después mandó imprimir la ficha que tenía en el monitor. Se levantó y cogió la hoja cuando salía de la impresora y la llevó a su escritorio. Tenía la intención de que Sundance viera la foto para confirmar si ése era el hombre. No lograba avergonzarse de la pequeña y mezquina euforia que sentía. El feo final de Ziggy Stardust era la demostración de que la venganza y la justicia algunas veces coincidían. La promesa hecha a su sobrina se había cumplido antes de lo previsto. El único remordimiento de Vivien consistía en no haber tenido méritos en ello.

Su colega Brett Tyler salió en ese momento por la puerta de los servicios que había junto al Plaza. Era un tipo oscuro y de buena planta, con un carácter más obstinado que brillante. Tenía maneras más bien rudas cuando su interlocutor no merecía otros modales.

Vivien lo había visto en acción y debía reconocer que, cuando quería, sabía ser muy eficaz.

Tyler se acercó a su mesa.

—Hola, Vivien, ¿todo bien?

—Más o menos, ¿y tú?

El detective separó los brazos en gesto de resignación.

—Estoy en la trepidante espera de Russell Wade para su testimonio sobre la red de timbas ilegales. Una mañana de auténtica emoción.

Vivien recordó la figura derrengada de Wade cuando salía de comisaría en compañía de su abogado. Recordó el comentario del capitán cuando los dos hombres pasaban ante ellos. Bellew había dicho que la vida desordenada del tipo era un verdadero intento de autodestrucción.

—¿Fuiste tú el que le partió el labio?

—Sí, sí. Y para serte sincero, lo hice con cierto gusto, ¿sabes? Ese tipo no me gusta nada.

Vivien no tuvo tiempo de contestar porque en ese momento el tipo en cuestión apareció por la puerta, acompañado por un agente uniformado. Vivien vio que se había restaurado el estropicio, pero en el labio todavía era evidente el tratamiento de Brett Tyler.


Lupus in fabula
—dijo en voz baja Tyler—. Es como el lobo de la fábula.

Wade se dirigió hacia ellos mientras el uniformado desaparecía. Se quedó de pie frente a Tyler, que no hizo nada por mostrarse cordial. Le dirigió un saludo tan formal que podía interpretarse como burlón.

—Buenos días, señor Wade.

—¿Hay motivos para que lo sea?

—No, efectivamente. Para ninguno de los dos.

El hombre se volvió hacia Vivien, sentada a un lado de los dos. No dijo nada, sólo se quedó mirándola un instante. Después sus ojos se posaron en la foto que había en la escribanía. De inmediato volvieron a los de Tyler y dijo:

—Entonces... ¿resolveremos rápido este asunto?

El tono de la pregunta fue vagamente provocador. Tyler aceptó el desafío.

—No se ha traído al abogado...

—¿Por qué habría de hacerlo? ¿Tiene intenciones de darme otro puñetazo?

Vivien creyó ver una luz divertida en la mirada de Russell Wade. Tal vez también la viera Tyler, porque de golpe se ensombreció. Se apartó e indicó un lugar a su derecha.

—Por aquí, por favor.

Cuando se dirigían a la mesa de Tyler, por un instante se dibujó en la boca de Vivien la insinuación de una sonrisa, provocada por la escaramuza verbal entre los dos. Luego dedicó su atención al expediente relativo al cadáver emparedado de la calle Veintitrés, trabajo pendiente. Lo abrió y encontró el informe de la autopsia y una copia de las fotos que había en el portadocumentos a los pies del cuerpo. No obstante los deseos del capitán de ocuparse de los delitos cometidos en el territorio asignado a su Distrito, era una certeza razonable suponer que la investigación la pasarían a la Cold Case, por lo cual Vivien repasó sin mucho interés el informe del forense. Con términos técnicos confirmaba las causas ya anticipadas por el juez de instrucción en el lugar de los hechos, y lo hacía con palabras más asequibles. La fecha de la muerte se remontaba a unos quince años atrás, no con demasiada precisión debido a las condiciones tanto del cadáver como del lugar donde se hallaba. El resultado del análisis de los restos de ropa todavía no había llegado, y el de la dentadura lo estaban realizando. El cadáver no tenía ninguna señal especial, aparte de unas líneas de fracturas soldadas en el húmero y la tibia derecha, y de un tatuaje en el hombro, aún visible no obstante el tiempo transcurrido. Había una reproducción fotográfica específica: una Jolly Roger, la bandera de los piratas, la de la calavera y las tibias cruzadas. Abajo había una leyenda.

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