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Authors: Frédéric Beigbeder

13,99 euros (17 page)

—Me parece que estás borracho pero OK, ahí vamos.

Y hacia allí nos vamos, Tamara, Charlie y el menda, por las calles de Miami Vice, a la búsqueda de un representante del accionariado globalizado.

—¡Ding! ¡Dong! ¡Dong-Ding-Dong-Ding-Dong-Ding!

En Miami, incluso los timbres intentan llamar la atención: éste interpreta la
Pequeña serenata nocturna
en lugar de hacer «ring», como hacen todos. Llevamos una hora deambulando por el barrio residencial de Coral Cables a la búsqueda de fondopensionistas a los que sermonear. Finalmente, Charlie acabó llamando a la puerta de una espléndida mansión de estilo marroquí.

—¿Yes?

—Good evening, Madame, do yo speak french?

—Sí, sí, claro, en fin, una poquito, pero ¿por qué llaman tan tarde?

—Bueno, ésta es Tamara, aquí presente —Tamara sonríe a la cámara de seguridad—, que dice que es su nieta, Mrs Ward. BZZZ.

La puerta se abre sobre una momia. En fin, algo que debió de ser una mujer hace mucho tiempo, en una galaxia muy muy lejana. Nariz, boca, ojos, frente, pómulos totalmente rellenos de colágeno. El resto del cuerpo parece una patata arrugada -analogía producida sin duda por la bata en la que va envuelta.

—Sólo su piel está estirada —declara Charlie con cierta pesadez.

—¿Qué dice? ¿Qué nieta? Yo…

Demasiado tarde. Antes de que la vieja tenga tiempo de protestar, Tamara ya la ha tumbado en el suelo (es cinturón negro de judo). Entramos en una casa de oro macizo. Todo lo que no es dorado es de mármol blanco. Uau. Tamara y Charlie transportan a Mrs Ward sobre un sofá con motivos psico- délicos, que debió de estar de moda cuando su propietaria también lo estaba. Sin duda en algún momento del siglo XX.

—Ya que entiende el francés, Madame Wardloquesea, va a hacernos el favor de escucharnos con atención. ¿Vive usted sola?

—Sí, I mean, NO, para nada, la Pólice no tardar en llegar SOCORRO-HEEEELP!

—Amordazárnosla. Tamara, ¿tu pañuelo?

—Toma.

Le hunde su pañuelo en la garganta, y Charlie se sienta encima de la vieja, y puedo aseguraros que resulta tan pesado como sus bromas. Finalmente, la jubilada va a poder escuchar lo que tenga que decirle sin moverse.

—Mire usted, Madame, le ha tocado a usted pero podría haberle tocado a cualquier otro responsable de la infelicidad contemporánea. Debe saber que a partir de hoy este tipo de visitas se van a convertir en moneda corriente. Ha llegado la hora de que los accionistas de fondos de pensiones americanos sepan que no pueden destruir impunemente la vida de millones de inocentes sin, un día u otro, tener que rendir cuentas, ¿me he expresado con claridad?

Charlie está lanzado. Siempre ocurre lo mismo con los taciturnos: cuando empiezan a rajar, nadie puede detenerlos.

—¿Ha oído hablar usted de Viaje al fondo de la noche, de

Louis-Ferdinand Céline?

—Mpffghpffhmmghphh.

—No, Céline no es una marca de zapatos. Es un escritor francés. El protagonista de su novela más conocida se llama Bardamu y recorre el mundo a la búsqueda de un culpable.

Atraviesa la guerra, la miseria, la enfermedad, viaja a Africa, a América, y nunca encuentra al responsable de nuestra desolación. El libro se publicó en 1932 y, cinco años más tarde, Céline tropezó con un chivo expiatorio: los judíos.

Tamara visita la choza, abre la nevera, se sirve una cerveza y nos trae una para cada uno. Yo anoto el discurso de Charlie, que continúa con su perorata a lomos de la momia sobre su repelente sofá.

—Sabemos hasta qué punto se equivocó Céline al convertirse en un despreciable antisemita, y perdón por este pleonasmo. Sin embargo, al igual que Bardamu, nosotros también buscamos un culpable. La joven aquí presente se llama Tamara y se pregunta por qué se ve obligada a vender su culo para poder mandarle dinero a su hija. El cretino que está a mi lado se llama Octave, y él también se hace preguntas constantemente, como podrá observar en su rostro de gárgola tuberculosa. ¿Quién contribuye a la putrefacción del mundo? ¿Quiénes son los malos? ¿Los serbios? ¿La mafia rusa? ¿Los integristas islámicos? ¿Los cárteles colombianos? ¡Cabezas de turco! ¡Igual que el «complot judeomasónico» de los años treinta! ¿Ve adonde quiero llegar, Lady Mengana? Nuestro chivo expiatorio es usted. En esta tierra, es importante que cada uno de nosotros sea consciente de las consecuencias de sus actos. Por ejemplo, si compro productos Monsanto, estoy contribuyendo a sostener los organismos genéticamente modificados y la privatización de las semillas agrícolas. Usted ha confiado sus ahorros a un grupo financiero que le reporta los beneficios suficientes para poder pagar esta horrible mansión en la zona residencial de Miami. Probablemente no haya reflexionado acerca de las consecuencias de esa decisión anodina para usted y determinante para nosotros, ¿me comprende? Ya que esta decisión la convierte a usted en la DUEÑA DEL MUNDO.

Charlie le da unas palmaditas en la mejilla para que abra los ojos llenos de lágrimas. El vejestorio emite pequeños chillidos lastimeros, ahogados por el pañuelo.

—Sabe usted —prosigue—, cuando yo era pequeño me encantaban las películas de James Bond, y siempre había un malo que aspiraba a convertirse en el Dueño del Mundo, y entonces arrastraba su arma secreta, escondida en una fortaleza subterránea, y amenazaba siempre con hacer volar por los aires el planeta con misiles nucleares robados en Uzbequistán. ¿Se acuerda usted de esas películas, Madame Blandiblú? Pues bien, hace poco descubrí que James Bond, al igual que Louis-Ferdinand Céline, se equivocó de medio a medio. El Dueño del Mundo no es así en absoluto, resulta divertido, ¿verdad? El Dueño del Mundo lleva una bata lamentable, tiene una casa horrorosa, lleva una peluca azul, un pañuelo en la garganta, ¡y ni siquiera sabe que es Dueño del Mundo! ¡Es usted, Madame Wardpollas! ¿Y sabe usted quiénes somos nosotros? ¡007! ¡Ta ta tan ta tatata tan tan tan!

Charlie tararea la música de John Barry. Afina pero eso no impide que la Dueña del Mundo lloriquee de un modo patético, con la cabeza hundida en su almohada de chillones colores de estilo Versace (que no ha muerto, ya que su obra permanece viva).

—No intente enternecerme, Madame Warddeloscojones. ¿Acaso se enterneció cuando regiones enteras fueron saqueadas por crisis intensivas, programas sociales abusivos decididos sólo para sus ojos? Así que, por favor, no me lloriquee. Un poco de dignidad y todo saldrá bien. My name is Bond, James Bond. Sólo hemos venido para pedirle que le diga a su fondo de pensiones Templeton, que administra 1,3 billones de francos, que, de ahora en adelante, no podrá exigir el mismo rendimiento a sus empresas, porque si no, cada vez más gente como nosotros vendrán a hacerles una visita a gente como usted, ¿está claro?

Fue entonces cuando Tamara intervino:

—Un momento, Charlie, creo que intenta enseñarte algo.

Efectivamente, el vejestorio señalaba con sus amorcillados dedos una fotografía enmarcada sobre una mesita. En ella aparecía un apuesto soldado de la US Army sonriendo, en blanco y negro, con su casco sobre la cabeza.

—¡¡¡Mmfhghmfphhgg!!! —chillaba señalando el retrato.

Le quité el pañuelo de la boca para que pudiéramos escuchar un poco mejor lo que quería decir con aquel Mmfhghmfphhgg. Se puso a chillar desaforadamente.

-WE SAVED YOUR ASS IN '44! MY HUSBAND DIED IN NORFUCKINGMANDY¡¡Mirad, GILIPOLLAS, la foto de MI MARIDO fallecido en VUESTRO PAÍS durante el D DAY!!

Personalmente, pensé que se anotaba un tanto. Pero aquello hizo que a Charlie se le fuera la olla. Yo no estaba al corriente de sus antecedentes familiares. Primera noticia, os lo aseguro.

—Escucha, Miss. No vamos a pasarnos la noche echándonos los muertos en cara. Aquella guerra la hicistéis sólo para poder exportar Coca-Cola. IT'S COCA-COLA WHO KILLED YOUR HUSBAND! Mi padre, en cambio, se suicidó porque lo habían echado de su empresa para aumentar los beneficios. Lo encontré colgado, ¿entiendes eso, hija de puta? YOU KILLED MY FATHER!

Quizás la estaba abofeteando demasiado. La vieja sangraba por la nariz. Os juro que intenté contenerle pero el alcohol multiplicaba sus fuerzas.

—¡TE CARGASTE A MI PADRE, VIEJA CERDA, Y AHORA VAS A PAGAR POR ELLO!

La molía a golpes, apuntaba a sus ojos con los puños, la rompió una botella de cerveza en la nariz, le hizo saltar la dentadura y se la introdujo en el coño, en fin, también podríamos considerar que decidió abreviar una existencia llena de sufrimientos y que, de todos modos, estaba a punto de terminar, pero me parece que también podríamos llamarlo un simple cruce de cables. En resumen, que al cabo de cinco minutos (algo muy largo —un asalto de boxeo, por ejemplo, dura menos—), Mrs Ward había dejado de respirar y un olor a mierda invadió la habitación. La tapicería Versace estaba lista para la lavandería.

Acostumbrada, al parecer, a los cruces de cable, Tamara no rechistó. Tras tomarle el pulso, es decir tras constatar su fallecimiento, empezó metódicamente a reparar los destrozos con la mayor celeridad posible. Nos ordenó que dejásemos el cadáver de la jubilada al pie de la escalera grecorromana. Y luego salimos de puntillas de aquella sórdida mansión, no sin antes destruir la cámara de seguridad con las piedras del jardín.

—¿Cree que el vídeo nos está grabando?

—No, sólo es un interfono.

—De todos modos, incluso si hubiera huellas, aquí nadie nos conoce.

Esta última frase hizo reír de lo lindo a los vigilantes de guardia que pasaban revista a los diferentes monitores de seguridad (uno de ellos, un haitiano, hablaba francés con soltura); ya no les pareció tan divertido cuando se dieron cuenta de que Mrs Ward había sucumbido a la agresión y que se verían obligados a redactar un informe para el Miami Pólice Department.

A partir de aquel momento, dejé de pensar. El barrio estaba desierto. Charlie había vuelto en sí. Estaba de acuerdo con Tamara:

—Vaya mierda de sofá.

Acabamos la noche en el Club Madonna, un local de striptease en el que las bailarinas en tanga perfectamente reconstruidas (podríamos inventar un neologismo con retruécano para este tipo de cíbermujeres: «perfectas»), se te acercan con la boca abierta para recoger los billetes que su jetas en tu bragueta. Aclamamos los pechos increíbles pero falsos.

—Con las mujeres siempre ocurre lo mismo —dijo Charlie—, o nos frustran o nos repugnan.

Herida en su orgullo profesional, Tamara nos gratificó a continuación con un magnífico show, de pie sobre la barra, chupando el cuello de su botella de Corona, endureciéndose los pezones con los cubitos de hielo de mi vodka, hasta que nos pusieron de patitas en la calle por competencia desleal. Luego, los tres nos quedamos dormidos delante de la TV «pay-per-view» del hotel, que emitía porno del bueno, entre otras cosas, con una doble introducción anal de puño, algo que yo ignoraba que fuera técnicamente posible, y tengo que confesar que los chillidos de la actriz hicieron que me corriera en los pantalones.

A la mañana siguiente, como tomábamos de nuevo el avión para regresar a París (siempre en clase Business, a 35.000 francos la plaza, con «nido de pasta de alforfón con una guarnición de caviar osciétre aderezado con un cordón de zumo de tomate natural» de menú), Charlie me dijo que aceptaba el nombramiento de DC. Recé para que el avión se estrellara, pero, como de costumbre, no ocurrió nada. Y así fue como, en un solo día, me convertí en, a la vez, jefe de agencia y cómplice de asesinato.

7

De regreso en París, encontramos en nuestro ordenador la siguiente circular emailada a todos los empleados de Rosserys & Witchcraft Monde (probablemente redactada por un programa de traducción automática):

Queridos amigos del grupo Rosserys & Witchcraft:

Una de mis principales obligaciones para con nuestros clientes, nuestros accionistas y cada uno de vosotros consiste en señalar el futuro de Rosserys & Witchcraf. En estos últimos años, todos hemos tenido la suerte de beneficiarnos de una calidad directiva excepcional. Un grupo de individuos de talento que nos ha permitido alcanzar nuestros objetivos como especialistas en marketing global e integrado y, a la vez, convertir nuestro grupo en líder comunicacional de primera línea. Hoy quiero manifestar mi reconocimiento hacia la importancia del papel que han desempeñado en nuestro éxito y preparo el terreno para la vitalidad de Rosserys & Witchcraft para el próximo milenio.

Con gran orgullo y satisfacción os comunico el nombramiento de Jean-François Parcot como Presidente Director General de Rosserys París. Philippe Envejin asciende al cargo de Président Europa con el título de Chairman Emeritus. Estos nombramientos serán efectivos de inmediato. En su calidad de Chairman Emeritus, Philippe podrá dedicar más tiempo a lo que le gusta: trabajar activamente para aportar al mercado una mayor calidad de comunicación integrada a los resultados globales.

El nuevo cargo de Jean-François le permitirá concentrarse en lo que mejor hace: trabajar junto a nosotros con el objetivo de elevar la calidad y la renovación estratégica que aportamos con nuestra preocupación de crecimiento internacional. Jean-François ha sabido rentabilizar el presupuesto Madone desde 1992 con su sentido del dinamismo y su potencial de trabajo.

Quisiera aprovechar la ocasión para manifestar mi agradecimiento personal a Philippe por sus éxitos absolutos al frente de nuestra filial francesa. Ninguna duda respecto a que sabrá aprovechar la red europea de su conocimiento del terreno y de nuestra cartera de clientes.

Jean-François ha insistido en renovar la dirección del departamento creativo francés nombrando a Octave Parango y Charlie Nagoud en el puesto de Marc Marronier, cuya trágica desaparición conmocionó a todos sus amigos y colegas. Él os informará del resto de cambios en el organigrama. Asimismo, quisiera decirle a la familia de Marc lo mucho que su excepcional sentido de la intuición conceptual y de las oportunidades creativas contribuyó a enriquecer la historia de la agencia así como la evolución de la comunicación global.

Por supuesto, ayudaré a Jean-François, Octave y Charlie con todos los medios a nuestro alcance y sé que vosotros haréis lo mismo.

Cuando miro hacia el porvenir de Rosserys & Witchcraft lo hago con orgullo y una enorme confianza. El leadership de R & W en el siglo XXI se mantendrá simplemente en nivel máximo del business. Con mis más cordiales saludos, Edward S. Farringer Jr.

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