—Acaba de entrar alguien de mucho bolsillo...
Dolors me sopló discretamente esta advertencia, mientras se hallaba a mi lado manteniendo una conversación con el matrimonio Foster. Habíamos ido con ellos a la inauguración de una exposición en la Tate Gallery. Allí se exhibía el «todo London» para apreciar el desvarío de un
bricoleur
vanguardista de cuyo nombre no quiero acordarme. Dolors estaba de espaldas a la puerta y por lo tanto no podía ver quién entraba, pero el motivo del perspicaz comentario era un imperceptible gesto que acababa de percibir en el rostro de Norman Foster. Como es natural, a pesar del aviso, yo no llegué a detectar ni una mínima señal en el arquitecto y seguí charlando tranquilamente con ellos; pero al instante apareció una pareja que saludó con amabilidad a nuestros amigos y, acto seguido, estos nos hicieron las presentaciones:
—El señor y la señora Rothschild.
Intentando reprimir a duras penas la carcajada, miré a mi mujer con infinita admiración.
A mediados de los noventa, merced a nuestras nuevas armas escénicas, desplegamos en Catalunya la ofensiva más belicosa hasta el momento. Una doble versión del
Ubú
:
Ubú President
, más
Ubú o los últimos días de Pompeya
, junto a la apología de dos personajes vilipendiados por el nacionalismo en
La increíble historia del Doctor Floit & Mister Pla
y
Daaalí
. El éxito fue notable no solo en Catalunya, sino en toda España, Francia, Alemania, Italia, Reino Unido, Polonia, Portugal, México, Venezuela, Argentina, Perú y Colombia.
No era difícil intuir que pagaríamos cara esta insolente libertad, porque, además de dicha batalla pública, en el ámbito interior de la compañía veníamos desplegando otra clase de acciones militares que no por más modestas eran menos mortíferas. Cada uno de los ataques que sufríamos era replicado automáticamente por una descarga en forma de cartucho literario. Decenas y decenas de cartas constituyeron un armamento ligero disparado con mira telescópica directamente al autor de la agresión.
Ya no era el fax mofador, sino una carta protocolaria entrada siempre por registro oficial. Expongo aquí solo unos pocos ejemplos que testimonian los ingredientes con los que construíamos los numerosos proyectiles lanzados al adversario.
Empiezo por un día del año 1997 en que recibimos una sorprendente carta cuyo contenido consideré la certificación del cinismo con que obraba la Administración regional. Se trataba de una invitación del director de TV3 para participar en un evento anual llamado
La Marató de TV3
.
Televisió de Catalunya
Querido Sr. Boadella:
Una vez más, Televisió de Catalunya pone en marcha
La Marató de TV3
con la finalidad de recaudar fondos para la investigación biomédica en Cataluña.
Los recursos obtenidos en la presente edición irán destinados a la investigación fundamental dentro del ámbito de las enfermedades genéticas hereditarias, concretamente las distrofias musculares y la fibrosis quística. Estas enfermedades tienen en común que son de origen genético y se transmiten de padres a hijos. Son enfermedades crónicas y progresivas que afectan normalmente a niños y a jóvenes, son invalidantes y no se curan.
Como ya es habitual, durante más de doce horas en directo que dura
La Marató
, los espectadores harán sus promesas de donación a través del teléfono. En el curso del programa se alternarán las entrevistas a enfermos y a médicos, los mensajes de adhesión a
La Marató
, las fiestas en pueblos de Cataluña y las actuaciones en directo de artistas que se solidarizan.
La Marató
, en la que será su sexta edición, tendrá lugar el domingo de diciembre y nos complacería mucho poder contar con su apoyo.
Esperando que acepte nuestra invitación, reciba mis más cordiales saludos.
Lluís Oliva
Director
Televisió de Catalunya
Entre atónito y mosqueado, pues no sabía si se trataba de una chanza o de un error en el
mailing
, le lancé esta respuesta:
Estimado Sr. Oliva:
Acabo de recibir su peripuesta carta pidiendo mi colaboración en
La Marató
, destinada, según me informa, a obtener recursos para enfermedades genéticas y hereditarias. Me permitirá que mi apoyo para tan tristes condiciones de vida lo haga llegar directamente, sin colaborar en esta velada de exaltación de la filantropía nacional. No obstante, tampoco me resisto a comunicarle mi perplejidad ante su petición. Sin duda, debe tratarse de un error porque precisamente el Sr. Vilajoana, Director General de la Corporación, y sus antecesores, llevan años sin dignarse responder a nuestras cartas y la televisión que usted dirige ha desestimado siempre toda propuesta de grabar nuestras obras o cualquier otra colaboración.
Si no es un error, entonces es una desvergüenza, pues por lo que parece, en el momento de organizar actos de exaltación humanística a fin de mostrar al mundo lo buenos y solidarios que somos los catalanes, se cuenta con todos (hasta los disidentes tienen su corazoncito), ahora bien, en el día a día continuará funcionando la lista de los adscritos a la causa, o sea, los suyos.
Aprovechando que usted me describe con detallada precisión el contenido de las enfermedades hereditarias que motivan el acto, me permito sugerirle que la próxima
Marató
tenga el objetivo de compensar las numerosas enfermedades también progresivas y hereditarias, pero de origen psíquico, que TV3 viene provocando a través de una versión sectaria de este país, tele-dirigida desde la Generalitat. Le puedo asegurar, pues, que para semejante labor de saneamiento mental tendrá todo mi entusiasmo y colaboración.
Esperando que acepte esta generosa sugerencia de colaboración, reciba un cordial saludo.
Albert Boadella
Don Lluís Oliva tuvo todavía la desfachatez de pasar al contraataque con una carta donde, entre otras frases, disparaba sobre mi comportamiento ético sin ningún recato:
... probablemente el error es mío al haber pensado que usted era capaz de dejar de lado cualquier cuestión de cariz personal y profesional delante de una ocasión de interés superior.
No era cuestión de replegarse ante semejante tupé; una breve descarga por nuestra parte zanjó la escaramuza:
... Me complace manifestarle la emoción que ha supuesto para toda la compañía el que TV3, después de tantos años, se digne finalmente a establecer comunicación con nosotros. Sería una torpeza no pasar por alto el ánimo vejatorio de los contenidos de su carta si lo comparamos con la profunda trascendencia histórica del hecho. Me refiero naturalmente al acto concreto de cruzar, por fin, misivas entre las dos partes.
Como dicen en
Casablanca
, esto puede convertirse en el principio de una gran amistad...
Suyo afectísimo, attmt, v.a.t.p.c.
Para descifrar las abreviaciones finales no sé si necesitaron un filólogo nacionalista, pero seguro que si lo hubieran consultado al bedel de la institución, este lo habría adivinado en un santiamén.
Unos años después aparecieron diversas noticias sobre investigaciones en la distribución de los fondos recaudados por las distintas
Marató de TV3
. Enseguida me vino a la cabeza nuestro prudente criterio de repartir las ayudas directamente a los afectados. ¿Por qué la vejez nos aporta tan pocas sorpresas?
Dentro de esta misma fase armamentística también tuvimos que fabricar una munición parecida contra el Ayuntamiento de Calafell, que pretendía finiquitar el título de personas
non gratas
concedido unos años antes debido a una aparición nuestra en TVE. Apunten... ¡Fuego!
Señor Alcalde y demás miembros del Consistorio de Calafell:
A través de algunos medios de comunicación nos hemos enterado de que tienen ustedes la intención de retirarnos el título de «Personas Non Gratas» que tan solemnemente nos concedieron en 1988. Parece ser que pretenden tomar esta injustificada decisión debido a que recientemente se trató el tema en TV, concretamente en la entrevista de Manuel Fuentes a Javier Gurruchaga.
¿De verdad creen ustedes que se pueden poner y quitar títulos según los programas de televisión?
Son ustedes la vergüenza de los usuarios de la denominación «Personas Non Gratas». Se comportan como estos ayuntamientos que después de nombrar hijo predilecto a Franco, ahora, cuando mandan otros, rectifican y lo convierten en hijo de puta. Ustedes siempre con los ganadores. ¡Un poco de dignidad, señores! Y, ante todo, un respeto por las «Personas Non Gratas» nombradas con la mayoría del Consistorio convergente y la aquiescencia de la oposición socialista.
Piensen que nosotros, al no poder lucir la
Creu de Sant Jordi
, hemos llevado con orgullo su título
non grato
por todo el mundo. Como es natural, teníamos que explicar el caso y situar Calafell en el mapa; pero creemos que este detalle ha contribuido sustancialmente a la expansión turística de su localidad.
Durante estos años hemos respetado escrupulosamente los límites municipales. Cuando vamos de gira, los camiones de la compañía pasan siempre por la AP7 en lugar de la AP9, que como saben es demasiado cercana al municipio. Ningún miembro de Els Joglars, y no sin pesar, ha pisado la villa. ¿Podrán comprender algún día lo que significa para un buen catalán no poder pasear por Calafell?
Hemos cumplido con rigor. No nos hemos movido de nuestros principios, estamos en el mismo sitio, incluso un poco más convencidos. ¿Y ahora solo por un programa de TV3 ustedes cambian de camisa...? Hagan el favor de aguantar el cirio dignamente. Por lo menos, nosotros, con su permiso o sin él, seguiremos llevando de por vida la denominación «Personas Non Gratas» de Calafell.
Visca la Catalunya Non Grata!
El resultado fue positivo. Se replegaron y no se atrevieron a despojarnos de título tan honorable para nosotros que aún seguimos ostentando.
Otra de las estrategias bélicas del nacionalismo es ganar extranjeros para la causa. Esto supone una labor publicitaria de insistencia sobre la mística de «etnia perseguida», pero ante todo significa un presupuesto disponible para obtener adeptos foráneos que publiciten el invento. Escuchar por la radio o la televisión a un japonés, un alemán o un británico hablando catalán con acento extranjero es un disparo sentimental de primera magnitud hacia el auditorio. Si además el forastero se deshace en panegíricos del país y su síndrome de converso lo convierte en militante de la causa, el
guiri
habrá encontrado la panacea para vivir como un rey en Catalunya. Ese es el caso de un tal Matthew Tree, un joven inglés que muy pronto descubrió el filón y gracias a ello tiene hoy programas en TV3 y en las radios de la tribu, además de espacios para escribir artículos en los periódicos afectos al movimiento. Hace unos años, este ladinillo publicó un libro titulado CAT en el que hacía una descripción, siempre laudatoria, del territorio y la sociedad catalanes. En ese concentrado de pelotilla literaria se permitía afirmar que Josep Borrell, Alejo Vidal-Quadras y un servidor estábamos amargados o resentidos porque no nos gustaba cómo era Catalunya. Consideré el colmo que los mercenarios extranjeros se sumaran a la cruzada para darnos lecciones de catalanidad a los sufridos aborígenes disidentes y me vi en la obligación de responder con una ráfaga sobre su fábrica de jabón, que si bien no le causó ningún estropicio material (vista su carrera posterior), por lo menos a mí me dejó relajado y satisfecho.
Mister Matthew Tree:
Por puro azar cayó en mis manos un ejemplar de su libro CAT y al hojearlo pude constatar sus opiniones en relación a mi certificado de catalanidad que usted se permite juzgar como si del fiscal general se tratara.
Mire, joven, todos hemos cometido muchos actos de ignorancia hasta bien superada la adolescencia. No obstante, compruebo que usted hace bastantes años que ha pasado esta etapa de crecimiento y sigue con la nostalgia de preservar una insensata simpleza, que observada con detenimiento resulta más interesada de lo que parece a primera vista. Su propio currículo es ya una prueba tangible de adulación a los que manejan el cotarro hoy en Catalunya. Le recuerdo que a esos ejemplares de la coba interesada, en la maligna Castilla de sus pesadillas se les llama «mamones».
Me parece comprensible que el síndrome de converso le lleve a enjabonar el territorio de acogida, pero usted no pierde el tiempo y descubrió muy pronto la fórmula mágica para vivir del cuento. Ha pillado enseguida que enalteciendo los rasgos diferenciales, en este minúsculo territorio con complejo de persecución, puede aportar una sustanciosa rentabilidad.
Sin embargo, parece que viniendo de otro país debería practicar una prudencia natural, evitando los juicios de valor sobre el grado de vocación patriótica de algunos ciudadanos de este rincón del Mediterráneo.
La prudencia, pues, no forma parte de sus mínimos y, al igual que los antiguos imperialistas de su puritana nación, se dedica sin ningún pudor a la antropología de los indígenas, como es el caso de un servidor u otros aborígenes.
Si no tuviera un encéfalo en tinieblas podría imaginarse que a lo largo de los años he sido blanco de toda clase de exabruptos desde los sectores más diversos, pero también le puedo asegurar que un caso de insensatez como el suyo aún tiene la capacidad de sorprenderme.
Mientras Matthew corría en dodotis por London, yo había fundado una compañía de teatro en un momento en que sus padrinos catalanistas se dedicaban a llenarse los bolsillos y miraban a otra parte cuando la dictadura atropellaba los derechos esenciales de los ciudadanos, porque, en el fondo, Franco les iba muy bien como justificación. Esta compañía, que es hoy la más antigua de Europa en el ámbito privado, es también la que ha construido más obras genuinamente catalanas, aunque un mentecato de su talla me clasifique ahora en la lista de traidores a la causa.
Cuando usted aterrizó desde la pérfida galaxia Albión en esta tierra, como un marciano más de los que desembarcan en Lloret de Mar en busca de sangría y cogorza diaria, nosotros hacía bastantes años que llevábamos nuestras obras en catalán por el resto de España. Lo hacíamos con todo el arte del que éramos capaces, y también con la buena disposición de mostrar la existencia de otra lengua viva en el Estado. Esto ocurría mientras sus ídolos de la
ceba
realizaban catarsis catalaneras en Montserrat bajo el amparo del abad Escarré, un franquista al que le subía la libido cuando llevaba bajo palio al Generalísimo.
Me parece muy legítimo que se masturbe con el retrato del
President
Maciá o se desgañite berreando
Els segadors
en la ducha. Ahora bien, también me parece un escarnio que, encima de tener que soportar pacientemente el enjambre de rufianes y mangantes camuflados de patriotas, nos toque ahora aguantar además las piruetas de un inglés actuando de sabueso al servicio del
establishment
de la tribu. Solo nos faltaba un
guiri
reciclado al pan con tomate entre la banda de comisarios y talibanes que, con cargo al dinero público, velan por la ortodoxia nacional.
Usted escribe que yo soy infeliz como catalán. ¡Manda huevos! Despierte de una vez y abandone por un momento su condición de ficus británico. Míreme bien. ¿De veras me nota infeliz? Pues siento decirle que me divierto como un sátrapa, gano dinero, vivo en el lugar más bello de este país con una espléndida casa rodeada de un parque de cuatro hectáreas, tengo un éxito colosal y la gente se interesa incluso por una micción mía. Pero todavía le diré más: pongo a parir a mis conciudadanos cuando lo creo conveniente y aún me ríen las gracias pasando por taquilla.
Por todo ello, quiero despedirme de usted rememorando el grito de sus admirados almogávares, pero con un toque personal para el caso:
Desperta, burro, desperta!
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