Enderezándose, pensó dónde buscar en seguida. Al hacerlo, rozó un mamparo. Algo sólido aterrizó sobre su hombro. La cabeza de Ripley giró y se encontró mirando, a unos cuantos milímetros, unos largos dedos esqueléticos, y un ojo gris como un cabujón.
De alguna manera, logró emitir un solo grito. Sus músculos se relajaron, y ella se contrajo terriblemente. Al hacerlo, la criatura cayó pesadamente sobre el suelo. Allí permaneció, inmóvil.
Dallas y Ash habían acudido a toda prisa al oír su grito. Ahora, los tres contemplaban aquella forma inerte, a sus pies. Los dedos se habían contraído, y parecían, de manera horrible, la mano de un muerto. Tan sólo los dedos extras, la cola y el ojo muerto, sin párpados, rompían aquella ilusión.
La mano derecha de Ripley yacía sobre su hombro, donde aquella cosa se había depositado. Estaba inhalando aire; la adrenalina brotaba de todo su sistema. Aún podía sentir sobre su cuerpo el peso del ser extraño.
Estiró entonces su pierna con la bota, y tocó al ser extraño, que no se movió ni opuso resistencia.
Además de la parte del brillo del ojo, la piel, como de cuero, parecía encogida y seca. Ripley volvió a empujarla con el pie y le dio vuelta. El tubo se destacaba en medio de la palma, casi completamente encogido.
—Creo que está muerto —dijo Dallas, estudiando aquel cadáver no previsto un momento antes. Luego levantó la mirada hacia Ripley—. ¿Estás bien?
La lengua y la laringe de Ripley volvieron a la vida.
—Sí. No me hizo nada. Creo que ya estaba muerto cuando cayó sobre mí.
Ripley avanzó hacia un gabinete abierto y escogió un largo fórceps de metal. Un toque a los dedos encogidos no provocó ninguna reacción, tampoco un piquete en el ojo. Dallas mantuvo en alto la bandeja. Con el fórceps, colocó en ella al extraño ser petrificado y rápidamente cerró la tapa brillante.
Se dirigieron a una mesa cercana. El ser extraño fue cuidadosamente tomado de la bandeja y colocado en la superficie lisa. Ash enfocó sobre él una luz brillante. La iluminación intensificó la palidez repugnante de la cosa. Ash escogió una pequeña sonda y con ella empujó y picó a la cosa, que no opuso resistencia.
—Miren esas ventosas.
Con la sonda indicó la serie de pequeños y profundos agujeros alineados en el interior de la palma de la criatura. Se extendieron completamente a su alrededor.
—No me sorprende que no pudiésemos quitársela a Kane; entre esto, los dedos y esa cola que tenía alrededor del cuello...
—¿Dónde está la boca? —dijo Dallas, que tuvo que apartar su mirada del ojo único. Aun en la muerte, la órbita poseía una especie de atracción hipnótica.
—Debe ser ese órgano como un tubo, allí arriba. Eso es lo que le había metido por la garganta. Pero nunca dio ninguna señal de alimentar.
Con la sonda, Ash volteó al ser extraño sobre su dorso. Con el fórceps tomó el tubo, y por la fuerza lo arrancó parcialmente de la palma. Al sacarlo, una mayor parte del tubo cambió de color, para ponerse uniforme con el resto del cuerpo.
—Se endurece en cuanto entra en contacto con el aire —dijo Ash, que luego movió la minúscula forma sobre un cristal, la colocó bajo la lente y ajustó los controles. En unas pequeñas pantallas aparecieron unos números y palabras, cuando Ash oprimió cierto botón.
—Eso es todo —informó a los demás—. Se acabó, está muerto. Ninguna señal de vida. Quizás no sepamos mucho acerca de él, pero no es tan extraño que no podamos determinar si está vivo o muerto.
El hombro de Ripley le produjo un cosquilleo.
—Muy bien, librémonos de él —dijo.
Ash levantó la mirada y la contempló, incrédulo.
—Estás bromeando, desde luego; muy chistoso.
Ella sacudió la cabeza.
—¡Claro que no!
—Pero... tenemos que llevar esto —dijo Ash, con voz excitada—. Es nuestro primer contacto con una criatura como ésta. No hay nada semejante en nuestros catálogos, ni siquiera los hipotéticos. Se debe hacer con él toda clase de pruebas.
—Muy bien —dijo Ripley—. Entonces haz tus pruebas y luego nos desharemos de él.
—Requiere todas las instalaciones de un laboratorio biológico completamente equipado. Yo sólo puedo registrar los detalles más someros de su construcción y composición. Ni aún puedo empezar a hacer suposiciones sobre cosas tan críticas como su historia evolutiva. No podemos arrojar uno de los más grandes descubrimientos xenológicos de la última década como si fuera un pedazo de basura. Yo, personalmente y en mi capacidad de oficial en ciencia, protesto. Y Kane haría lo mismo.
—Esa cosa emitió ácido y casi perforó un agujero a través de la nave —dijo Ripley, señalándola con un movimiento de la cabeza—. ¡Dios sabe lo que podrá hacer ahora que ha muerto!
—No ha hecho nada —replicó Ash—. El fluido acídico probablemente ha sido absorbido por las células muertas y ha perdido toda fuerza. No ha hecho nada.
—Aún no.
Ash dirigió una mirada implorante a Dallas:
—No se ha movido, ni resistió cuando lo picamos por todas partes, aun en el ojo. Nuestros instrumentos dicen que está muerto, y en mi opinión bien se puede suponer que no es un zombie. Dallas, tenemos que conservar este espécimen.
Cuando Dallas no respondió, Ash siguió hablando.
—Por una parte, si no podemos sacar del coma a Kane, el equipo médico que va a tratarlo necesitará la criatura que le indujo ese estado. Si la arrojamos, también estaremos arrojando el secreto para reanimar a Kane.
Finalmente, Dallas habló:
—Tú eres el científico. Es tu departamento, y la decisión depende de ti.
—Entonces, está tomada —dijo Ash, echando una mirada de codicia a su adquisición—. La sellaré en un tubo de estasis. Esto anulará toda posibilidad de revivir. Podemos encargarnos de él.
—Eso fue probablemente lo que pensó Kane —murmuró Ripley.
Dallas le dirigió una mirada, y ella apartó la vista.
—Supongo que aquí hemos dado cuenta del monstruo —dijo ella indicando la plataforma—. ¿Y qué me dicen de Kane?
Ash volvió su rostro para contemplar la camilla. Tras un breve examen del ejecutivo y un estudio de su rostro marcado por las ventosas, el científico activó varios instrumentos en el tablero médico. El automédico hizo varios ruidos, y empezaron a aparecer datos.
—Tiene fiebre.
—¿Muy alta?
—No, nada que su sistema no pueda absorber. La máquina le reducirá la temperatura. Aún está inconsciente.
—Eso podemos verlo.
Ash levantó la mirada hacia Ripley.
—No necesariamente; podría estar dormido, lo que es distinto.
Ripley iba a contestar, pero fue interrumpida por una airada respuesta de Dallas:
—Ustedes dos, basta ya de peleas.
Como si no tuviera bastantes problemas, ahora debía enfrentarse a una tensión entre miembros de la tripulación. Considerando la tensión mental que todos habían padecido recientemente, podían esperarse tales conflictos, pero Dallas sólo toleraría el mínimo necesario. Un antagonismo abierto era algo que debía evitar a toda costa. No tenía tiempo de enfrentarse con camarillas que "congelaran" a alguno.
Para que Ash dejara de pensar en Ripley y viceversa, volvió la conversación hacia Kane.
—Inconsciente y con fiebre ligera. ¿Algo más?
Ash estudió sus datos:
—Nada que aparezca aquí; sus signos vitales siguen siendo fuertes.
—¿Tu pronóstico a largo plazo?
El científico vaciló.
—Yo no soy médico; el
Nostromo
no es lo bastante grande para llevar uno.
—O lo bastante importante. Eso ya lo sé. Pero tú eres lo más parecido a un médico que tenemos. Simplemente, deseo tu opinión. No pasará a la bitácora y, ciertamente, no te haré responsable.
Su mirada se volvió hacia Kane, compañero de tripulación y amigo.
—No quiero parecer demasiado optimista —dijo Ash lentamente—, pero basado en su estado actual y en lo que me dicen los monitores, me atrevo a decir que saldrá adelante.
Dallas sonrió, y luego asintió con la cabeza lentamente:
—Ya es bastante. No habría podido pedir más.
—Espero que tengas razón —añadió Ripley—. A veces estamos en desacuerdo, pero esta vez espero que tengas razón.
Ash se encogió de hombros.
—Quisiera hacer más por él; pero, como lo he dicho no estoy preparado para esto. Queda en manos del automédico. Precisamente ahora estaba recibiendo algunos datos extraños, pero no hay ningún precedente para que la máquina pueda atacar. Todo lo que podemos hacer es esperar hasta que descifre lo que le hizo la criatura extraña. Entonces podrá prescribir y comenzar un tratamiento.
Súbitamente pareció desanimado.
—Desearía estar calificado en el aspecto médico. No me agrada esperar a las máquinas.
Ripley pareció sorprendida.
—Es la primera vez que te oigo decir algo contra la máquina, Ash.
—Ninguna máquina es perfecta; debieran ser más flexibles. Necesitamos aquí un hospital completo, no simplemente este pequeño automédico. No ha sido designado para enfrentarse a algo como... bueno, como este ser extraño. El problema puede estar por encima de su capacidad. Como cualquier máquina, simplemente es tan eficaz como la información programada en ella. Quisiera saber más de medicina.
—Esta también es la primera vez que te he oído expresar sentimientos de inadecuación —le contestó Ripley.
—Si no se sabe todo, siempre se siente uno incompetente. No veo cómo podría uno sentirse de otro modo —dijo Ash, contemplando de nuevo a Kane.
—Ese sentimiento se amplifica cuando el universo le pone a uno frente a algo que está totalmente fuera de la propia experiencia. Si no tengo conocimientos para enfrentarlo del modo adecuado, entonces me siento impotente.
Maniobrando cuidadosamente con el fórceps, levantó al ser extraño con dos dedos y lo transfirió a un largo tubo transparente. Oprimió entonces un control colocado en el interruptor del tubo, y lo selló. Un resplandor amarillo llenó el tubo.
Ripley había observado con mirada intensa todo el procedimiento. Casi esperaba que la criatura de pronto se disolviera para escapar del tubo de estasis y los amenazara a todos. Finalmente convencida de que ya no la amenazaría más que en sus pesadillas, dio vuelta y se encaminó a la salida de la enfermería.
—No sé qué opinen todos ustedes —dijo por encima de un hombro—. Pero a mí me vendría bien un poco de café.
—Buena idea —dijo Dallas, y luego miró a Ash.
—¿Te quedarás aquí solo?
—¿Quieres decir solo con esto? —repuso Ash, señalando con un pulgar en dirección del recipiente sellado, y respondió—: Soy un hombre de ciencia. Cosas como ésta aceleran mi curiosidad, no mi pulso. Me quedaré bien, gracias. Si algo ocurre o si el estado de Kane muestra señales de cambio, les avisaré inmediatamente.
—Hecho.
Dallas miró a Ripley, que esperaba.
—Busquemos ese café.
La puerta de la enfermería se deslizó silenciosamente tras ellos y echaron a andar hacia el puente, dejando que el automédico se encargara de Kane, y que Ash trabajara con el automédico.
El café aplacó sus estómagos, si no sus cerebros. Alrededor de ellos el
Nostromo
funcionaba, sin interesarse en aquel extraño ser muerto en la enfermería. Zumbidos y olores familiares llenaban el puente.
Dallas reconoció algunos de los olores: procedían de varios miembros de la tripulación. No se molestó por ello, tan sólo olfateó varias veces para reconocerlos. Artículos refinados, como el desodorante, no se echaban de menos en una nave del tamaño del
Nostromo.
Aprisionada en una botella de metal, a años-luz de mundos cálidos y atmósferas sanitarizadas, la tripulación no se ocupaba de asuntos tan poco importantes como los efluvios de algún vecino.
Ripley aún parecía preocupada.
—¿Qué mal te corroe? ¿Todavía resentida por la decisión de Ash de dejarnos volver?
La voz de Ripley reveló su frustración:
—¿Cómo pudiste dejarle a él ese tipo de decisión?
—Ya te lo dije —explicó él, pacientemente—. Mi decisión fue permitir entrar a Kane, no... ¡Ah! ¿Quieres decir acerca de conservar ese cadáver?
Ella asintió con la cabeza:
—Sí; es demasiado tarde para discutir acerca del regreso. Quizá me equivoqué. Pero conservar eso a bordo, muerto o no, después de lo que le hizo a Kane...
El trató de aplacarla:
—No estamos seguros de que haya hecho algo a Kane, aparte de desmayarlo; según los datos, no tiene nada malo. En cuanto a conservarlo a bordo, yo simplemente dirijo esta nave. Sólo soy un piloto.
—Tú eres el capitán.
—Un grado de último recurso, que no significa nada en situaciones específicas. Parker pasa por encima de mí en cuestiones de ingeniería. En todo lo que tenga que ver con la división de ciencias, Ash tiene la última palabra.
—¿Y cómo ocurre esto?
Ahora la voz de Ripley fue más de curiosidad que de amargura.
—Del modo en que ocurren todas las cosas: por órdenes de la Compañía.
—¿Has leído su propio directorio?
—¿Desde cuándo es ése el procedimiento normal?
Dallas empezaba a exasperarse:
—¡Vamos, Ripley! Esta no es una nave militar. Sabes tan bien como yo que el procedimiento normal es lo que te indica qué hacer. Ese principio incluye la independencia de los distintos departamentos, como el de ciencia. Si yo creyera lo contrario, no estoy seguro de que habría aceptado venir aquí.
—¿Qué te pasa? ¿Las visiones de bonos descubiertos están desapareciendo ante el espectro de un hombre muerto?
—Tú sabes bien que no es así —replicó Dallas, tajante—. No hay ninguna bonificación bastante grande para que pueda cambiarse por ella la salud de Kane. Ahora es demasiado tarde para eso. Ya estamos aquí, y ya ha ocurrido. Mira, no te metas conmigo ¿quieres? Yo me limito a llevar carga por un sueldo. Si yo deseara ser un gran explorador y estuviese matándome por obtener bonos por entregas, me habría inscrito en el cuerpo de la frontera. Y ya habrían podido arrancarme la cabeza una docena de veces. La gloria... ¡No, gracias! No es para mí. Me conformo con que me devuelvan a mi oficial ejecutivo.
Ripley no contestó esta vez; se quedó silenciosa durante varios minutos. Cuando volvió a hablar, su amargura se había disipado.
—¿Han estado tú y Kane en muchos vuelos?
—Los suficientes para conocernos —dijo Dallas, con voz hueca mirando fijamente a su tablero.