—Para no gustarte el alimento, lo estás devorando como si fuera la última vez.
—Quiero decir, me gusta —explicó Parker, tomando otra cucharada.
—¿En serio? —preguntó Kane sin dejar de comer, pero echó a Parker una mirada de desconfianza, cual si pensara que el ingeniero no estaba bien de la cabeza.
Parker trató de que sus palabras no parecieran defensivas.
—Pues sí, me gusta. Como que crece dentro de uno.
—Debiera crecer —replicó Kane—. ¿Tú sabes de qué están hechas?
—Sí, sé de qué están hechas —replicó Parker—. ¿Y qué con eso? Ahora es alimento. No te correspondería quejarte a ti por la forma en que estás devorando.
—Yo tengo una excusa —dijo Kane poniéndose una enorme cucharada en la boca—. Estoy muerto de hambre.
Luego echó una mirada alrededor de la mesa.
—¿Sabe alguien si la amnesia afecta el apetito?
—¡Vaya! —dijo Dallas recogiendo los restos de su servicio—. No tuviste nada en el cuerpo más que líquido todo el tiempo que estuviste en el automédico. Sucrosa, dextrosa y cosas parecidas, para mantenerte vivo, pero no precisamente muy apetitosas. No es de sorprender que estés muerto de hambre.
—Sí —repuso Kane, dando grandes bocados. Es casi como si yo... como si yo...
Se interrumpió, sonrió forzadamente y luego pareció confuso y un tanto intimidado.
Ripley se inclinó hacia él:
—¿Qué te p... te pasa? ¿Había algo en el alimento?
—No... creo que no, el sabor era el de siempre. No creo...
Volvió a detenerse a media frase. Su expresión era tensa, y empezó a gemir.
—Entonces, ¿qué ocurre? —preguntó Lambert, preocupada.
—No lo sé.
Kane volvió a contraer el rostro, como un boxeador que acaba de recibir un sólido golpe en el pecho.
—Tengo calambres. Están empeorando.
Unos rostros nerviosos vieron al ejecutivo contraerse de dolor y confusión. De pronto dejó escapar un sonido profundo, y se aferró al borde de la mesa con ambas manos. Sus nudillos palidecieron y los tendones resaltaron en sus brazos. Todo su cuerpo temblaba inconteniblemente, como de frío, aun cuando hacía un calor agradable en la habitación.
—Respira profundamente, esfuérzate —recomendó Ash, cuando nadie más hizo alguna sugestión.
Kane se esforzó. Pero su aspiración profunda se convirtió en un grito.
—¡Dios mío! ¡Duele! ¡Duele!
Permaneció en pie, temblando, aferrando la mesa con ambas manos, como si temiera soltarse. De pronto:
—¡Ohhh!
—¿Qué pasa? —preguntó Brett, impotente—. ¿Qué te duele? ¿Algo en...?
La expresión de dolor que se extendió por el rostro de Kane en aquel momento interrumpió a Brett, más efectivamente que ningún grito. El ejecutivo trató de apoyarse en la mesa, pero cayó de espaldas. Ya no podía dominar su cuerpo. Los ojos se le salían de las órbitas y dejó escapar un grito agudo y prolongado que hizo estremecer a todos. El grito resonó por la habitación.
—Su camisa... murmuró Ripley, tan paralizada como el propio Kane aunque por diferente motivo. Señalaba con un dedo al pecho del oficial.
Una mancha roja había aparecido en la túnica de Kane. Se extendió rápidamente y se volvió un manchón extenso, irregular, sobre la parte baja del tórax. Siguió un ruido de tejidos que se desgarran, estremecedor e íntimo en la habitación atestada. Su camisa se rompió como la cáscara de un melón, y se abrió hacia ambos lados cuando una pequeña cabeza del tamaño del puño de un hombre, se abrió paso hacia el exterior. Se debatía y contraía como una serpiente. La pequeña cabeza era casi toda dientes, agudos y manchados de rojo. Su piel era de un blanco pálido y enfermizo, manchado de color carmesí. No mostraba ningún órgano externo, ni siquiera ojos. Un olor nauseabundo, intenso, llegó a las narices de todos ellos.
Otros gritos llegaron a unirse a los de Kane, alaridos de pánico y terror cuando toda la tripulación retrocedió instintivamente. En su retirada, a todos los precedió Jones, con la cola hinchada y los pelos de punta escupió ferozmente, pasó por encima de la mesa, y abandonó la habitación de dos saltos bien calculados.
Convulsivamente, el cráneo con dientes se lanzó hacia adelante. De pronto pareció salirse del torso de Kane. La cabeza y el cuello estaban unidos a un cuerpo grueso y compacto, cubierto con la misma piel blanca. Brazos y patas con garras surgieron hacia adelante con asombrosa velocidad. Cayó entre los platos y alimentos de la tabla, llevando consigo restos de las entrañas de Kane, y dejando un rastro de fluidos y sangre. Dallas recordó a un pavo al que le brotaran unos dientes de su cuello cortado.
Antes de que nadie hubiese recuperado la capacidad de actuar, el ser extraño había saltado de la mesa, con la velocidad de un lagarto, y se lanzó por el corredor.
Muchas respiraciones entrecortadas pero muy pocos movimientos hubo en el salón. Kane permaneció desplomado en su silla, con la cabeza hacia atrás y la boca abierta. Dallas sintió un alivio al ver que no tendrían que ver los ojos abiertos de Kane.
En el pecho del ejecutivo había un enorme agujero desgarrado. Aún a cierta distancia, Dallas pudo ver cómo los órganos internos habían sido apartados sin daño, formando una cavidad bastante grande para la criatura. Sobre el suelo y la mesa yacían platos dispersos. Gran parte de las sobras de alimentos estaban cubiertos con una espesa capa de sangre.
—¡No, no, no...! —repetía Lambert, una y otra vez, mirando con ojos fijos a la mesa.
—¿Qué fue eso? —murmuró Brett contemplando fijamente el cadáver de Kane—. ¿Qué fue eso?
Parker se sintió enfermo; ni siquiera pensó en molestar a Ripley cuando ella se apartó de todos para vomitar.
—Estuvo creciendo dentro de él todo el tiempo, sin que él lo supiera.
—Se valió de Kane como incubadora —teorizó Ash en voz baja—. Como ciertas avispas lo hacen con las arañas allá en la Tierra. Primero paralizan la araña y luego ponen huevos dentro de su cuerpo. Cuando se incuban los huevecillos, empiezan a alimentarse de...
—¡Por Dios! —aulló Lambert, saliendo de su trance—. ¡Cállate! ¡Quieres!
Ash pareció ofendido.
—Sólo estaba...
Entonces vio la mirada de Dallas, asintió con la cabeza casi imperceptiblemente y cambió de tema.
—Lo que ocurrió es evidente.
—Esa mancha oscura en los monitores médicos —dijo Dallas sin sentirse bien. Se preguntó si estaría tan asombrado como sus compañeros—. Después no volvió a aparecer en la lente. Estaba dentro de él. ¿Por qué no revelarían eso los rastreadores?
—No había razón, ninguna razón para pensar algo así —se apresuró a explicar Ash—. Cuando lo revisamos internamente, la mancha era demasiado pequeña para tomarla en serio. Parecía un defecto de la lente. En realidad, bien podría haber sido una mancha de la lente.
—No te entiendo.
—Es posible que la criatura en esa etapa genere un campo natural capaz de interceptar y de bloquear la radiación. A diferencia de la primera forma, la que tenía apariencia de mano, que fácilmente pudimos ver. Se ha sabido de otras criaturas que producen campos similares. Eso sugiere ciertos requerimientos biológicos que no podemos siquiera empezar a entender, o bien una defensa producida deliberadamente, para enfrentarse a requerimientos tan avanzados que prefiero no pensar en eso.
—Todo lo cual se reduce —intervino Ripley, limpiándose la boca con una servilleta— a que ahora tenemos otro ser extraño. Probablemente no menos hostil y doblemente peligroso.
Miró provocativamente a Ash, pero esta vez el científico no pudo disputar con ella.
—Sí... y está suelto en la nave —dijo Dallas, avanzando de mala gana hacia el cuerpo de Kane.
Los demás se le unieron lentamente. La inspección era necesaria, por desagradable que pudiera ser. Miradas elocuentes pasaron de Parker a Lambert, de Lambert a Ash y alrededor del pequeño círculo. Afuera el universo, vasto y amenazador, parecía oprimir al
Nostromo
mientras el olor denso y maduro de la muerte llenaba los corredores que conducían al comedor atestado.
Parker y Brett descendieron por la escalera que conducía al puente de servicio, y se unieron al grupo, cansado y desalentado, que trataría de cazar al ser extraño.
—¿Alguna señal? —preguntó Dallas a los demás—. Cualquier olor extraño o sangre —luego vaciló momentáneamente y terminó— o restos de Kane...
—Nada —le dijo Lambert.
—Nada —repitió Ash, con obvia decepción.
Parker se limpió polvo de los brazos.
—No vi absolutamente nada. Sabe esconderse.
—Yo tampoco vi nada —confirmó Brett—. No puedo imaginar dónde se metió. Aunque hay partes de la nave en que pudo meterse donde yo no puedo. No creo que nada puede sobrevivir en alguno de esos ductos calentados.
—No olvides la clase de medio que su... —Dallas miró a Ash—, ¿cómo llamarías a su primera etapa?
—Prelarval. Sólo por darle un nombre. No puedo imaginarme sus etapas de desarrollo.
—Exacto. Bueno, no olvidemos dónde vivió cuando su primera encarnación. Sin embargo, sabemos que es resistente y terriblemente adaptable. No me sorprendería descubrir que ha hecho su nido sobre las cámaras de reacción.
—Si ahí es donde se ha metido, no podemos acercárnosle —observó Parker.
—Entonces, esperamos que haya ido en otra dirección. Hacia donde podamos encontrarlo.
—Antes tenemos que encontrarlo —dijo Ripley, con expresión que reflejaba la preocupación universal.
—¿Por qué no volvemos al hipersueño? —sugirió Brett—. Volvemos a bombear el aire a los tanques y lo sofocamos...
—En primer lugar, no sabemos cuánto tiempo puede esta cosa vivir sin aire —dijo Ripley, acaloradamente—. Quizás no necesite siquiera aire. Sólo vimos una boca, no narices.
—Nada puede existir sin algún tipo de atmósfera —dijo Brett, tratando de sonar muy convencido.
Ripley inclinó la cabeza para mirarlo:
—¿Quieres apostar a eso tu vida?
Brett no respondió.
—Además, sólo tiene que vivir sin aire durante un tiempo. Quizás pueda tomar de su alimento los gases que necesite. Nosotros estaríamos dormidos en los congeladores. ¿Recuerdas lo fácilmente que la primera cosa pasó a través del casco de Kane? ¿Quién puede asegurar que éste no podrá hacer lo mismo en nuestros congeladores?
Ripley sacudió la cabeza, resignada.
—Nadie me hará bajar hasta que hayamos encontrado esa cosa y la hayamos matado.
—¡Pero no podemos matarla! —dijo Lambert dando una patada contra el puente, en su ira—. Por lo que hace a su composición interna, probablemente es idéntico a la primera versión. Si lo es y tratamos de echarle el rayo láser, probablemente derramará fluidos acídicos por toda la nave. Es mucho más grande que aquella mano. Si emite la misma sustancia, puede hacer un agujero más grande de lo que podamos reparar. Todos ustedes saben lo crítica que es la integridad del casco en un viaje más rápido que la luz, para no hablar siquiera de los circuitos que corren por el casco.
—¡Maldito! —dijo entre dientes Brett—. Si no podemos matarlo, ¿qué haremos cuando lo encontremos?
—De algún modo hemos de seguirle la pista. Capturarlo y echarlo de la nave —dijo Ripley, y luego miró a Dallas en busca de confirmación.
Dallas pensó durante un momento.
—No veo qué otra cosa podemos hacer; hay que intentarlo.
—Bueno, si seguimos hablando sin hacer nada, no importará a qué decisión se llegue —dijo Ash—. Nuestros abastos están calculados para que pasemos una cantidad limitada de tiempo fuera del hipersueño. Estrictamente limitada. Sugiero que organicemos inmediatamente la búsqueda.
—De acuerdo —se apresuró a convenir Ripley—. Lo primero que debemos hacer es encontrarlo.
—No —dijo Dallas con voz extraña; todos lo miraron—. Antes hay otra cosa que hacer.
Echó una mirada al corredor, hacia el lugar en que el cuerpo de Kane permanecía aún visible en medio del desorden.
Varios materiales combinados produjeron apenas material suficiente para hacer un burdo sudario, que Parker selló con rayos láser a falta de hilos. Era una labor improvisada, y la informalidad de ello, cuando todos salieron del puente principal, irritó a varios. Pero tuvieron el consuelo de saber que habían hecho todo lo posible.
Habrían podido congelar el cadáver para un entierro más decente allá en la Tierra, pero el compartimiento transparente del congelador habría dejado el perforado cuerpo de Kane expuesto a las miradas de todos, en cuanto despertaran. Mejor sería deshacerse de él limpia y rápidamente, donde pudieran olvidarlo en cuanto fuese posible.
Allá en el puente, volvieron a sus puestos; la depresión general hacía que la atmósfera pareciera densa como vaselina.
Dallas leyó los instrumentos y dijo de mal humor:
—Escotilla interior cerrada.
Ripley confirmó con un movimiento de cabeza.
—¿El cerrojo todavía está presurizado?
Otro movimiento de cabeza. Dallas vaciló, y miró de un rostro a otro. Nadie le devolvió la mirada.
—¿Desea alguien decir algo?
Naturalmente no había nada qué decir. Kane había muerto. Había vivido, ahora había muerto. Ninguno de la tripulación era particularmente elocuente.
Sólo Lambert habló.
—Acaben con eso.
Dallas pensó que aquel no era un gran epitafio, pero no podía pensar en nada más, salvo que estaban perdiendo tiempo. Hizo una señal a Ripley, que esperaba.
Tocó un control. La cubierta exterior de la cerradura saltó. El aire que quedaba dentro lanzó a Kane al sueño de la nada.
Tal fue un entierro misericordiosamente breve (Dallas no pudo dejar de pensar "nos libramos de él"). La partida de Kane fue más limpia que su muerte. Su último grito de dolor aún dolía en el cerebro de Dallas, como una piedrecilla en un zapato.
Volvieron a reunirse en el comedor. Era más fácil discutir las cosas cuando cada uno podía ver a todos los demás sin esfuerzo. También les daba una excusa para hacer que todos los demás ayudaran a limpiar la horrible confusión.
—He revisado nuestros abastos —dijo Ripley—. Con estimulantes, podremos resistir cerca de una semana, quizás un día más, pero eso es todo.
—Y luego ¿qué? —dijo Brett, tomándose la barbilla.
—Luego nos quedaremos sin alimento y sin oxígeno. Podemos prescindir del alimento, pero no del oxígeno. Este último factor plantea la interesante cuestión de si, llegado el momento, podemos o no vivir de sustancias artificiales recicladas.