Dallas inspeccionó el pequeño instrumento, se lo colocó en la mano hasta que sintió que lo empuñaba perfectamente. Entonces, lo conectó. Apareció una versión en miniatura del rayo que el gran cortador había generado, brillando en el extremo del instrumento quirúrgico.
Dallas avanzó para quedar frente a la cabeza de Kane. Trabajando con toda la precisión que pudo lograr, movió la barra de luz hacia la criatura. Tenía que estar preparado para retirarse rápidamente y con cuidado, si reaccionaba. Un mal movimiento podía separar la cabeza de Kane de sus hombros, tan fácilmente como un informe equivocado podía acabar con la pensión de un hombre.
La criatura no se movió. Dallas tocó aquella piel grisácea con el rayo, y lo movió un milímetro o dos hacia abajo, hasta estar seguro de que realmente estaba cortando carne. El rayo atravesó sin esfuerzo el dorso de la criatura.
Pero el sujeto de aquella biopsia preliminar no se movía ni mostraba ninguna señal de dolor por aquel corte continuo. En la parte superior de la herida empezó a gotear un líquido amarillento, empapando el lado terso.
—Empieza a sangrar —observó Ash, profesionalmente.
El líquido mojó el lecho en que yacía la cabeza de Kane. Una nubécula de lo que Dallas pensó primero que sería vapor surgió de la paleta. Aquel gas negro no era familiar. Pero sí lo fue el sonido silbante que empezó a salir del lecho.
Dallas se detuvo, levantó la hoja y contempló el sitio en que zumbaba. El zumbido aumentó en intensidad y se hizo más profundo. Dallas miró hacia abajo.
El líquido ya había consumido las sábanas y la plataforma médica de metal. Estaba formando un charco, zumbante como un infierno en miniatura, cerca de sus pies, donde había empezado ya a corroer el metal del puente. El metal se levantaba en burbujas. Un gas iniciado como subproducto empezó a llenar la enfermería. Bloqueó la garganta de Dallas, recordándole el gas de control de la policía, que apenas era doloroso, pero imposible de pasar. Sintió pánico a la idea de lo que aquello podía estar haciendo a sus propios pulmones.
Mientras sus ojos se llenaban de lágrimas ardientes y de su nariz caía un fluido, Dallas intentó frenéticamente cerrar la herida, uniendo con sus manos los dos labios. Al hacerlo, parte del líquido que aún goteaba cayó sobre sus guantes, que empezaron a humear.
Al retroceder vacilante por el corredor, Dallas luchó por quitárselos antes de que el resistente material fuera totalmente consumido y el líquido llegara a su piel. Los arrojó sobre el puente. Las gotas, aún activas, cayeron de los guantes y comenzaron a hacer otros agujeros en el metal.
Brett miraba, atónito y no poco asustado:
—¡Maldición! ¡Va a atravesar el puente y a corroer el casco!
Se dio vuelta y corrió hacia la escalera más cercana. Dalias arrancó una lámpara de emergencia de sus soportes y siguió al técnico, mientras los demás los seguían de cerca.
El corredor del puente B, abajo, estaba alineado con instrumentos y conductos. Brett ya estaba observando el techo debajo de la enfermería. El líquido aún tenía que penetrar varios niveles intermedios.
Dallas encendió la luz del techo, buscó y luego mantuvo fija la lámpara:
—¡Allí!
Encima de ellos empezó a salir humo.
Apareció una mancha amarilla, mientras el metal burbujeaba a su alrededor. Comenzó a escurrir, formó una gota y cayó. Inmediatamente comenzó a burbujear en el puente. Dallas y Brett contemplaban, impotentes, aumentar de tamaño el pequeño charco y abrirse paso a través del mamparo.
—¿Qué hay debajo?
—El corredor C —respondió Parker—. No hay instrumentos.
El y Ripley se precipitaron por la siguiente escalera hacia abajo, mientras los demás permanecían mirando el agujero que se ensanchaba en el puente.
—¿Qué podemos poner debajo? —dijo Ash, que estaba ya considerando el problema con su habitual objetividad, aunque plenamente consciente de que en unos cuantos minutos el casco del
Nostromo
podía quedar perforado. Ello significaría tener que sellar todos los compartimientos hasta que se pudiera reparar lo destruido y podía ocurrir algo aún peor. Grandes cantidades de circuitos de hiperimpulso corrían a través del casco. Si el líquido los arruinaba, era muy posible que el daño resultante estuviese por encima de la capacidad de repararlo de los ingenieros de la nave. Muchos de aquellos circuitos eran parte integral de la construcción de la nave, no designados para su reparación fuera de un dique.
Nadie hacía ninguna sugestión sobre lo que se pudiese hacer para contener el goteo.
Abajo, Parker y Ripley avanzaron cautelosamente a lo largo de los confines estrechos y oscuros del corredor C. Su atención seguía fija en el techo.
—No te pongas abajo —advirtió a Parker—. Si puede corroer así la superficie del metal, no quiero pensar qué podría hacer en tu cara.
—No te preocupes. Yo cuidaré de mi cara, cuida tú de la tuya.
—Parece estar perdiendo actividad —dijo Dallas, observando el agujero en el suelo, casi sin atreverse a esperar ya nada.
Brett y Ash se detuvieron enfrente, y se inclinaron sobre; la oscura depresión que había en el puente. Ash tomó una estilográfica de uno de los bolsillos de su túnica y con ella tocó el agujero. El metal exterior de la misma burbujeó débilmente, con apariencia de azogue carbonado. El burbujeo se detuvo y desapareció después de haber dañado muy escasamente el metal. El científico continuó picando el agujero. En lugar de atravesar, la estilográfica encontró resistencia.
—No ha pasado más de unos tres centímetros. El líquido ha dejado de penetrar.
Abajo, Parker echó una mirada a Ripley, a la luz mortecina.
—¿Ves algo?
Continuaba contemplando el techo. Bajo sus pies corría una pequeña escalera de servicio, y bajo ella el casco del
Nostromo.
Después, sólo habría la atmósfera de un planeta desconocido.
—Nada —replicó finalmente Ripley—. Sigue revisando; iré a ver qué ocurre arriba.
Se volvió y echó a correr por el corredor hacia las escaleras.
Lo primero que vio fue a todos los demás en cuclillas sobre el agujero que había en el puente.
—¿Qué pasa? No ha atravesado todavía.
—Creo que ha perdido fuerza —dijo Ash, de rodillas sobre el metal corroído—. O bien las reacciones continuas con aleaciones han disminuido su poder, o sencillamente pierde su potencial cáustico después de un período de tiempo. Sea como sea, ya no parece estar activo.
Ripley se desplazó para ver por sí misma el agujero aún humeante que había en el puente.
—¿Podría la aleación ser más fuerte dentro del puente que allá arriba? Quizás esa materia está corroyendo el puente horizontalmente, en busca de otro lugar débil donde pueda atravesarlo.
Ash negó con la cabeza:
—No lo creo. Por lo poco que recuerdo de construcción de naves, los principales puentes y el casco del
Nostromo
están compuestos del mismo material. No, creo razonablemente suponer que el fluido ya no es peligroso.
Ash empezó a colocarse la estilográfica de vuelta en su bolsillo, aun sosteniéndola por el extremo no dañado. En el último momento lo pensó mejor y continuó sosteniéndola, balanceándola de su mano.
Ripley notó su vacilación y le dedicó una sonrisa:
—Si ya no es peligroso, ¿por qué no vuelves a ponerla en tu camisa?
—No hay necesidad de actuar impulsivamente. Nos sobra tiempo para hacer pruebas y asegurarnos de que la sustancia ya no está activa. Que ya no pueda corroer la aleación del puente no significa que no pueda darme una tremenda quemada.
—¿Qué clase de materia crees que es? —dijo Dallas, cuya mirada se paseó del minúsculo cráter que había en el puente hasta el agujero del techo, sobre su cabeza—. Nunca vi nada que pudiera cortar así una aleación. Al menos, no con esa velocidad.
—Yo nunca he visto nada parecido —reconoció el científico—. Ciertas variedades muy refinadas de ácido molecular son enormemente peligrosas, pero generalmente sólo actúan sobre cierto material específico. Sus aplicaciones generales son ilimitadas. Por otra parte, este material parece ser un corrosivo universal. Ya le hemos visto demostrar su capacidad de corroer varias sustancias distintas con la misma facilidad. O quizás sea indiferencia, si tú quieres. Aleación del casco de la nave, guantes quirúrgicos, instrumento médico, las mantas de la enfermería... Lo atravesó todo con igual facilidad.
—Y es la sangre de esa maldita cosa, de ese maldito pequeño monstruo —dijo Brett, hablando con respeto del extraño ser en forma de mano, pese a su hostilidad.
—No podemos estar seguros de que sea su sangre —dijo Ash cuya mente estaba trabajando a toda velocidad, bajo la presión del momento—. Puede ser un componente de un sistema circulatorio separado, para lubricar el interior de la criatura. O puede comprender una parte de una capa interna protectora, una especie de líquido, endotelio defensivo. O puede no ser más que el equivalente de nuestro fluido linfático.
—Sin embargo, ¡qué mecanismo de defensa! —observó Dallas—. Nadie se atrevería a matarlo.
—Por lo menos, no a bordo de una nave sellada —dijo Ripley, quedamente.
—Así es —respondió Ash—. Podemos sacar a Kane donde los fluidos de la criatura no puedan dañar al
Nostromo,
y tratar de cortarla, pero estamos casi seguros de que es lo único que lo mantiene con vida.
—Cuando se la hayamos quitado sacándole ese tubo de la garganta, podremos darle oxígeno —dijo Ripley—. Una cubierta térmica lo mantendría caliente; para el caso, podríamos levantar una tienda de aire, con un sello. Y dejar que el líquido gotee en el terreno, debajo.
—No es mala idea —dijo Ash—, pero hay dos obstáculos.
Ripley aguardó, impaciente.
—Primero, como ya hemos dicho, quitar la criatura por la fuerza podría causar una interrupción fatal de la acción que sostiene la vida. El simple
shock
podría matar a Kane. Y segundo, no hay ninguna garantía de que, al ser gravemente herida, la criatura no reaccione derramando ese líquido sobre sí misma y sobre todo lo que tenga a la vista. Ésa sería una reacción defensiva muy en armonía con las cualidades destructivas y protectoras del fluido.
Hizo una pausa, para que la imagen que había conjurado se asentara en todas las mentes.
—Aun si el que estuviese haciendo el corte pudiese librarse de una herida grave, del líquido al salir, no me gustaría ser responsable de lo que quedara del rostro de Kane o de su cabeza.
—Tienes razón —dijo Ripley, y en su voz había un poco de resentimiento—. Quizás no fue una idea muy brillante. En cambio, ¿tú que sugieres?
Y con el pulgar señaló hacia la enfermería:
—¿Tratar de llevarle de vuelta hasta la base con ese monstruo sobre su cabeza?
—No veo peligro en eso —dijo Ash, sin dejarse impresionar por su sarcasmo—. Mientras sus signos vitales sigan estables, considero esa alternativa como viable. Si empiezan a flaquear, naturalmente tendremos que probar otra cosa; pero por el momento debo decir que, en mi opinión, quitarle esa criatura por la fuerza representa mayor peligro para Kane que dejarla allí.
Un nuevo rostro apareció en la parte superior de la escalera cercana.
—Ni señales de esa materia. ¿Ha dejado de sangrar? —dijo Parker, paseando su mirada de la sombría Ripley a Dallas.
—Sí. Después de correr dos niveles —respondió Dallas, aún asombrado por la potencia del fluido extraño.
Ripley pareció volver a la vida y miró a su alrededor.
—Estamos todos aquí abajo. ¿Y quién está con Kane? Creo que nadie está observándolo, ni al ser extraño.
Hubo una carrera precipitada hacia las escaleras.
Dallas fue el primero en entrar en la enfermería. Una rápida mirada le mostró que nada había cambiado. Kane aún yacía como lo habían dejado, inmóvil sobre la plataforma, con el ser extraño sobre su rostro.
Dallas sintió rabia contra sí mismo. Había actuado como un chiquillo. El líquido había demostrado, desde luego, propiedades inesperadas y peligrosas, pero no justificaban el total pánico que los había invadido. Dallas debió delegar a uno o dos miembros de la tripulación para quedarse atrás y mantener bajo vigilancia a la criatura.
Por fortuna, nada había cambiado durante su ausencia. La cosa no se había movido ni, al parecer, Kane. En adelante, fuesen cuales fuesen los problemas que surgieran en cualquier parte, alguien estaría asignado a la enfermería en todo momento. La situación ya era bastante grave sin ofrecer al ser extraño la oportunidad de hacer cosas inadvertidas.
—¿Le tocó algo del ácido? —preguntó Parker, encorvándose para ver a Kane.
Dallas avanzó hasta colocarse junto a la plataforma. Inspeccionó cuidadosamente la cabeza del ejecutivo.
—No lo creo, parece estar bien. El fluido corrió por debajo de la criatura, sin hacer contacto con su piel.
Brett apareció por el pasillo.
—¿Sigue goteando eso? Allá en los abastos de ingeniería tenemos ciertos materiales de cerámica para tapar los agujeros. No conozco esta materia, pero podemos probar.
—No te molestes —le contestó Dallas—. Ha dejado de escurrir.
Ash estaba examinando la sección cortada por el cuchillo láser.
—Ha cicatrizado. Ni señal de la herida. ¡Asombrosa capacidad regenerativa! Se diría que nunca lo han tocado.
—Debe haber alguna manera de quitarlo —dijo Lambert con un escalofrío—. Me enferma verlo allí como si nada, con ese tubo o lo que sea dentro de su garganta.
—Estarías bastante más enferma si lo tuvieras tú encima —dijo Ripley.
Lambert se mantuvo a distancia.
—Eso no tiene gracia.
—Vuelvo a decirte que no me parece buena idea quitarle de encima esa criatura —dijo Ash, sin mirarlo—. El último intento no resultó bien.
Dallas echó una rápida mirada a su oficial en ciencias, y luego se relajó. Como siempre, Ash sólo estaba siendo objetivo. No estaba en su carácter mostrarse sarcástico.
—Entonces, ¿qué hacemos? —quiso saber Lambert.
—No hacemos nada —dijo Dallas, finalmente—. No podemos hacer nada. Ya intentamos algo y, como notó Ash, casi nos costó la perforación de la nave. Así pues... volvamos a meterlo al automédico, y esperemos que se nos ocurra una idea mejor.
Tocó un botón de control; hubo un suave zumbido, mientras la plataforma con Kane se deslizaba dentro de la máquina. Dallas maniobró con otros interruptores adicionales, recibió nuevas vistas internas del ejecutivo en coma, además de diagramas y esquemas relacionados. No le ofrecieron ninguna información nueva, ninguna solución.