DOCUMENTO ANEXO: 30/4/59.
Nota personal: Kemper Boyd a Ward J. Littell.
Ward:
Te recomiendo encarecidamente que te mantengas alejado de la sastrería Celano's y de las inmediaciones del puesto de escucha y que evites ser visto en compañía de Court Meade. Creo que he disipado algunas ligeras sospechas que podría tener el señor Hoover, pero todas las precauciones que tomemos son pocas. Te aconsejo de todo corazón que pongas fin a tu acuerdo con Meade. Destruye esta carta inmediatamente. K.B.
DOCUMENTO ANEXO: 4/5/59.
Informe resumen: Kemper Boyd a John Stanton.
Marcado CONFIDENCIAL. ENTREGA EN MANO.
John:
Aquí tienes las últimas novedades, según pedías en tu anterior comunicación. Disculpa el retraso pero, como tú mismo señalabas, estoy «pluriempleado».
1) Sí, el mandato del comité McClellan para investigar la infiltración de la delincuencia organizada en el mundo sindical ha prescrito. Y no, los Kennedy no me han ofrecido un empleo permanente todavía, aunque creo que lo harán pronto. Hay muchas posibilidades, ya que soy abogado y policía. Y sí, he hablado de Cuba con Jack. Todavía no tiene una opinión sobre la viabilidad del asunto corno tema para la campaña de 1960. Pese a su fama de liberal, Kennedy es un firme anticomunista. Soy optimista
2) He terminado mis «entrevistas» en el motel Boynton Beach. Hoy termina el periodo de noventa días de reclusión decretado por el director ayudante Bissell y, mañana, el grueso de nuestros hombres será enviado a Luisiana. Guy Banister tiene una red de emigrados cubanos legales dispuestos a acogerlos. Les proporcionarán alojamiento, empleo y referencias para que puedan obtener un visado y Guy encauzará a los hombres hacia su programa de adoctrinamiento e instrucción.
He seleccionado a cuatro hombres para formar el núcleo de nuestro cuadro de mandos en Blessington. Considero que son los mejores de los cincuenta y tres que llegaron a bordo del «Barco de las Bananas», el 4/2/59. Debido a mi «pluriempleo», no estuve presente durante la mayor parte del tiempo de reclusión, pero agentes de probada capacidad han llevado a cabo el adoctrinamiento y las pruebas psicológicas según las líneas maestras que yo había definido.
Estas pautas eran sumamente rigurosas. Yo mismo supervisé las pruebas del polígrafo para determinar la presencia de informadores infiltrados por Castro. Los cincuenta y tres hombres pasaron el test (creo que el hombre que mataron en la barcaza era el soplón). Se les efectuaron pruebas con administración de pentotal sódico. De nuevo, todos las superaron.
Después procedimos a los interrogatorios. Como sospechaba, los cincuenta y tres individuos tenían amplios antecedentes delictivos en Cuba. Entre sus delitos se cuentan atracos a mano armada, robos con escalo, incendios provocados, violaciones, tráfico de heroína, asesinatos y diversos «delitos políticos». Uno de los hombres resultó ser un desviado que había abusado y decapitado a seis niños en La Habana. Otro era un alcahuete homosexual despreciado por los demás exiliados. He considerado que ambos individuos eran peligrosamente inestables y los he eliminado según las normas para el adoctrinamiento establecidas por el Director Adjunto.
Todos los refugiados han sido sometidos a severos interrogatorios, casi hasta la tortura. La mayoría resistió con gran valor. Todos han sido sometidos a instrucción física y a malos tratos verbales al estilo del campo de instrucción del cuerpo de Marines. La Mayoría respondió con la mezcla perfecta de cólera y sumisión. Los Cuatro hombres que he seleccionado son inteligentes, violentos pero controlados, con buenas aptitudes físicas, locuaces (serán buenos reclutadores en Miami), disciplinados ante la autoridad y resueltamente pronorteamericanos, anticomunistas y anticastristas. Esos hombres son:
A) TEÓFILO PÁEZ. Nacido el 6/8/21. Ex jefe de seguridad de la United Fruit. Experto en armamento y en técnicas de interrogatorio. Ex hombre rana de la Marina cubana. Experto en reclutamiento político.
B) TOMÁS OBREGÓN. Nacido el 17/1/30. Ex guerrillero de Castro. Ex correo de drogas y ladrón de bancos en La Habana. Experto en jiujitsu y en preparación de explosivos.
C) WILFREDO OLMOS DELSOL. Nacido el 9/4/27. Primo de Obregón. Antiguo agitador izquierdista convertido en fanático derechista cuando sus cuentas bancarias fueron «nacionalizadas». Ex instructor del Ejército cubano. Experto en armas ligeras.
D) RAMÓN GUTIÉRREZ. Nacido el 24/10/19. Piloto. Experto redactor de panfletos de propaganda. Antiguo torturador de la policía secreta de Batista. Experto en técnicas contrainsurgencia.
3) He recorrido la zona circundante a las tierras adquiridas por la Agencia para establecer el campamento de Blessington. Es una región empobrecida y habitada por blancos depauperados poco recomendables, buen número de ellos miembros del Ku Klux Klan. Creo que necesitamos como director del campamento a un blanco de buena planta, un hombre capaz de atemorizar a cualquier palurdo lugareño al que moleste la idea de tener un puñado de emigrantes cubanos instalado en su vecindario. Recomiendo a Pete Bondurant. He estudiado su expediente del cuerpo de Marines durante la Segunda Guerra Mundial y he quedado impresionado: sobrevivió a catorce cargas cuerpo a cuerpo en Saipán, ganó la Cruz de la Marina y ascendió de soldado raso a capitán por méritos en combate. Te recomiendo calurosamente que consigas a Bondurant como agente contratado por la Agencia.
Eso es todo por ahora. Si me necesitas, estaré en el St. Regis, en Nueva York.
Tuyo,
K.B.
P.D.: Tenías razón respecto al viaje de Castro a Estados Unidos. Se negó a alojarse en un hotel que no admitía negros y luego estuvo en Harlem y empezó a hacer declaraciones contra Estados Unidos. Su comportamiento en las Naciones Unidas fue deplorable. Admiro tu perspicacia: ese hombre quería «forzar un rechazo».
DOCUMENTO ANEXO: 12/5/59.
Memorándum de John Stanton a Kemper Boyd.
Kemper:
El director ayudante ha aprobado la contratación de Pete Bondurant. Yo tengo algunos reparos menores a tal decisión y quiero enviártelo en una especie de ensayo antes de que abordemos a su hombre. Hazlo como consideres más conveniente.
J.S.
(Chicago, 18/5/59)
Helen untó de mantequilla una tostada.
–Esa rabia contenida de Susan me está poniendo nerviosa. Creo que no hemos hablado más de tres o cuatro veces desde que se enteró de lo nuestro.
Littell estaba pendiente de una llamada de Sal el Loco. No tenía el menor apetito y apartó de delante la bandeja del desayuno.
–Yo he hablado con ella dos veces exactamente. En ocasiones pienso que es un puro intercambio: he ganado una novia y he perdido una hija.
–No parece que te preocupe mucho esa pérdida.
–Susan se alimenta de rencor. En eso, es como su madre.
–Claire me dijo que Kemper tiene un lío con una mujer rica de Nueva York, pero no quiso contarme más detalles.
Laura Hughes era medio Kennedy. La infiltración de Kemper en la familia era ahora una campaña con dos frentes.
–Ward, esta mañana te noto muy distante.
–Es el trabajo. Me preocupa.
–No estoy tan segura.
Eran casi las nueve; las siete, hora de Gardena. Sal era un inveterado jugador de primeras horas.
Helen agitó una servilleta delante de él.
–¡Eh, Ward! ¿Has oído lo que…?
–¿Qué acabas de decir?¿Qué significa, «No estoy tan segura»?-Digo que tu trabajo en la brigada Antirrojos te aburre y te fastidia. Siempre hablas de él con desprecio, pero desde hace meses te tiene absorbido.
–¿Y?
–Y tienes pesadillas y murmuras en latín mientras duermes.
–¿Y?
–Y empiezas a rehuirme cuando estamos en la misma habitación. Actúas como si tuvieras cuarenta y seis años y yo veintiuno, como si hubiera cosas que no pudieras contarme porque no las entendería.
Littell la cogió de las manos. Helen se desasió y barrió un servilletero de encima de la mesa.
–Kemper se lo cuenta todo a Claire. Yo pensaba que intentarías parecerte a él en eso.
–Kemper es el padre de Claire. Yo no soy tu padre.
Helen se puso en pie y cogió el bolso.
–Pensaré en eso camino de casa.
–¿Qué hay de tu clase de las nueve y media?
–Es sábado, Ward. Estás tan «preocupado» que no sabes en qué día vives.
Sal llamó a las 9.35. Su voz delataba nerviosismo.
Littell se mostró amistoso para tranquilizarlo. A Sal le gustaban los halagos.
–¿Qué tal la gira?
–Un viaje organizado es como es. Gardena va bien porque está cerca de Los Ángeles, pero ese jodido Lenny el Judío no hace más que desaparecer para hurgar basura para
Hush-Hush
y siempre se presenta tarde para las actuaciones. ¿Crees que debería rebanarle el cuello como hice con ese tipo que…?
–No hagas confesiones por teléfono, Sal.
–Perdóneme, Padre, porque he pecado.
–Basta. Ya sabes lo que me interesa; si tienes algo, dímelo.
–Está bien, está bien. Estaba en Las Vegas y oí lo que decía Heshie Ryskind. Hesh dijo que los muchachos están preocupados con el asunto cubano. Dijo que la Organización pagó al Barbas un montón de pasta a cambio de su palabra de que los jodidos casinos podrían seguir funcionando si tomaba el poder del jodido país. Pero ahora se ha vuelto comunista y ha nacionalizado los casinos. Hesh dijo que el jodido Barbas tiene encarcelado en La Habana a Santo T. A los muchachos no les cae nada bien el Barbas, últimamente. Hesh dijo de él que era el mamón más mal nacido del jodido planeta. Tarde o temprano, lo van a joder en serio; eso, seguro.
–¿Y?-insistió Littell.
–Y antes de dejar Chicago hablé por teléfono con Jack Ruby.
Jack andaba corto de fondos, así que le presté un fajo para deshacerse de ese club de
striptease
y comprarse otro, el Carousel o algo así. Jack siempre es buen pagador porque trabaja por su cuenta como prestamista, allá en Dallas, y…
–Sal, tú tienes algo en la cabeza. Dime de qué se trata.
–Bueno, bueno, bueno… Pensaba que a los policías os gustaban todos esos datos confirmatorios.
–Sal…
–Está bien; escucha. Jack confirmó lo que decía Heshie. Dijo que había hablado con Carlos Marcello y Johnny Rosselli, y que los dos comentaban que el Barbas le está costando a la Organización setenta y cinco mil al día en intereses bancarios, además de sus jodidos beneficios diarios en las mesas de juego. Piensa en ello, Padre. Piensa en lo que podría hacer la Iglesia con setenta y cinco de los grandes al día.
–Cuba no me interesa -resopló Littell-. ¿Ruby te dijo algo relacionado con el fondo de pensiones?
–Bueeeno… -empezó a responder Sal el Loco.
–¡Maldita sea, Sal…!
–Eso está muy feo, Padre. Y ahora, rece diez Avemarías y escuche esto. Jack me dijo que había llevado a un tejano, un tipo del petróleo, directamente a Sam G. para un préstamo del fondo. Eso fue hace un año, más o menos. Bueno, ésta es una información de primerísima clase, y merezco una recompensa por ella. Y necesito un poco de pasta para cubrir apuestas, porque los corredores y prestamistas sin efectivo acaban mal y ya no pueden hacer de soplones para federales mamones como tú.
El perfil de Ruby en el Programa contra la Delincuencia Organizada encajaba: corredor de apuestas y prestamista a ratos libres.
–Padre, Padre, Padre. Perdóneme porque he apostado. Perdóneme porque…
–Intentaré conseguirte un poco de dinero, Sal. Lo haré si puedo encontrar un solicitante de préstamos para que tú lo presentes a Giancana. Hablo de una gestión directa por tu parte ante Sam.
–Padre… ¡Señor!
–Sal…
–Padre, me estás jodiendo tanto que me duele.
–Te salvé la vida, Sal. Y es la única manera de que consigas otro Centavo de mí.
–Está bien, está bien, está bien. Perdóneme, Padre, porque he tomado el camino que me dijo este federal ex seminarista que… Littell colgó.
En la sala de la unidad reinaba una calma propia de fin de semana. El agente que se ocupaba de la centralita telefónica no le prestó atención.
Littell pidió utilizar la máquina de teletipos y llamó a la oficina de Dallas. La respuesta tardaría diez minutos por lo menos. Llamó a Midway para informarse de los vuelos y tuvo suerte. Un avión de la Pan-Am salía hacia Dallas a mediodía. Un vuelo de regreso lo devolvería a casa poco después de medianoche.
El teletipo trajo la respuesta.
Jacob Rubenstein, alias Jack Ruby, nacido el 25/3/11.
El tipo tenía tres detenciones por extorsión, sin condenas, en el 47, el 49 y el 53.
El tipo era sospechoso de proxenetismo, e informador de la policía de Dallas.
El tipo había sido objeto de una investigación de la Asociación para la Prevención de la Crueldad con los Animales en 1956, por fundadas sospechas de abusar sexualmente de perros. También se sabía de él que, esporádicamente, hacía préstamos usureros a comerciantes y buscadores de petróleo desesperados.
Littell rasgó el papel del teletipo. El viaje para ver a Jack Ruby merecía la pena.
El ronroneo del avión y los tres whiskies lo amodorraron. Las confesiones de Sal el Loco se fundieron como un encadenado de la lista de discos más vendidos.
Sal hace suplicar al chico negro. Sal llena de Drano al que intenta timarlo en las apuestas. Sal decapita a dos chicos que se burlan de una monja con silbidos procaces.
Littell había comprobado aquellas muertes. Las cuatro constaban como «no resueltas». Las cuatro víctimas presentaban violación rectal postmortem.
Despertó sudoroso. La azafata le ofreció otra copa sin haberla pedido.
El club Carousel era un local con espectáculo de
striptease
. En el rótulo de la entrada aparecían chicas curvilíneas en biquini. Otro rótulo decía: abierto 18.00 h.
Littell aparcó detrás del edificio y esperó. El coche de alquiler apestaba a sexo reciente y a gomina.
Pasaron algunos policías. Uno de los hombres le saludó con la mano. Littell comprendió: pensaban que era otro colega con una mano en el bolsillo de Jack.
Ruby llegó a las cinco y cuarto, solo.
Era un jodeperros y un chulo. Aquello tendría que resultar desagradable, a la fuerza.
Ruby se apeó del coche y abrió la puerta de atrás. Littell corrió a interceptarlo.