Amor y anarquía (46 page)

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Authors: Martín Caparrós

Tags: #Novela, #Histórico

Probablemente con nadie hablaba tanto como con Silvano, con quien no podía hablar. Y las cartas eran un azar: "En Bene Vaggena, Soledad tenía problemas para mandar las cartas porque el buzón estaba a un kilómetro y ella no podía llevarlas", dirá Silvano Pelissero. "Enrico iba y venía, a veces ella le daba plata para comprar cosas y él se olvidaba. Entonces ella se ponía nerviosa, estaba enojada, a veces deprimida. Otras veces parecía más combativa, aunque sin optimismos. Ella se daba cuenta de que era difícil, que el proceso era algo muy complicado, que el abogado no hacía nada. Y solía escribirme sobre la Argentina: me decía que era un lugar de mierda, de gente que no hace nada, resignada, triste, y me contaba sobre sus amigos, los novios que había tenido, el hecho de que se había peleado con sus padres porque ellos querían convertirla en una estudiante modelo, una chica bien como su hermana Gaby".

El 19 de junio Silvano retomó su huelga de hambre: le habían vuelto a negar el arresto domiciliario y decidió reclamarlo del único modo que podía. Un preso está tan privado de poder y de elecciones que sólo puede actuar contra sí mismo.

A fines de junio Soledad entrevió una salida relativa: su abogado Claudio Novaro le dijo que iniciaría los trámites para que la autorizaran a salir a trabajar y que podía llegar a conseguirlo. La legislación carcelaria italiana contempla varias formas de semidetención; además del arresto domiciliario, muchos presos pueden trabajar durante el día con el compromiso de volver cada noche a su casa.

Novaro volvió a hablar con el cura Luigi Ciotti; si él le conseguía un empleo sería más fácil que la jueza Pironti autorizara las salidas. El 30 de junio Novaro la llamó para decirle que el trámite estaba bien encaminado; en la tarde del 1º de julio, cuando sonó su celular, Soledad pensó que si la llamaba su familia les contaría la novedad.

—¿Solita?

—Sí, mamá, soy yo.

—¡Valentina! ¡Nació Valentina!

Pocas veces se había sentido tan sola. Se imaginó a sus padres reunidos alrededor de su hermana y su sobrina recién nacida; no estar con ellos era un golpe demasiado fuerte. "Después Soledad se calentó conmigo porque tardé como dos días en llamarla", dirá Gabriela Rosas. "Cuando la llamé desde el hospital me reputeó. 'Hija de puta, cómo tardaste tanto tiempo'. Pero estaba contenta, me pareció que estaba contenta".

Era, si acaso, una alegría pasajera, opacada por las tristezas del encierro y la distancia. "Este es un período duro para todos, pero son las duras pruebas de la vida, esta vida que es sólo un lugar de paso en el viaje hacia el lugar realmente libre y bello donde nuestro querídisimo Edo se encuentra ahora, donde nosotros lo volveremos a encontrar el día de nuestro último viaje", les escribió en esos días a los padres de Edoardo. Soledad tenía, a veces, esa capacidad de decirle a cada cual lo que suponía que quería escuchar. Quizás por eso situó a Edoardo en un mundo de maravillas más allá; o, quizás, porque estaba cada vez más convencida de que ese mundo era real.

"Mientras tanto debemos forzosamente estar acá, seguir con la dura batalla. Pero estoy convencida de que la única forma de hacerlo es con amor. Tengo más de un motivo para sentir odio, pero este odio sólo me destruye y destruye todo lo que hay a mi alrededor. Por eso intento y logro convertirlo en amor. Para reforzar mi amor alimento mi espíritu con las cosas mágicas de la naturaleza, con la planta que crece día tras día y finalmente me regala una flor, con el sol que sale todas las mañanas y con la gran nube negra que me refresca cuando hace mucho calor. Necesito estas cosas simples y bellas en este momento en que estoy rodeada de obstáculos tan difíciles. Estoy pensando en la posibilidad de irme de acá. He hablado seriamente con Enrico, ya que no conseguimos ponernos de acuerdo y en los dos o tres últimos días su actitud ha cambiado para bien, con respecto a mí y al lugar. Muchas veces me dijo que no quería estar más acá, y eso lo lleva a tener una relación negativa con el lugar y, por lo tanto, con la gente, yo y Carmen, que vivimos acá. Pero, como les decía, él ahora me dijo que quiere estar acá y seguir adelante con el proyecto de Sottoiponti. Veremos cómo siguen las cosas en los próximos días. Ahora los saludo con mucho amor y les mando un abrazo cósmico y toda mi fuerza.

"Sinceramente, Soledad.

"Con amor, a la mamá y el papá más valientes del mundo".

"La última vez que hablé con ella la noté un poco mal", dirá Josefina Magnasco, su compañera del colegio, que la llamó el sábado 4 de julio. "Sole por un lado era muy débil, muy influenciable: si vos le decías 'vos hiciste esto', y ella te decía que no, y se lo volvías a decir, ya empezaba a dudar de haberlo hecho. Yo era la mala, y le decía 'no, Sole, no lo hiciste, defendete'".

(Ese sábado en Piazza Castello, en el centro de Turín, las casas ocupadas anarquistas habían organizado una fiesta bella vita sin autorizaciones: salsa, cerveza y descontrol. La policía los miraba. En un volante, poco después, los okupas escribirán que "los ciudadanos correctos estaban un poco extrañados pero la fiesta era invitante, los terribles squatters en vivo no son tan temibles sin la mediación de los medios, empeñados desde hace meses en construir a su alrededor un aura de condena y terror". Los bailarines eran varios cientos; muchos más, sin duda, que los que solían ir a marchas y manifestaciones. Y de vez en cuando alguno gritaba Sole y Silvano libres o Asesinos asesinos.)

"Pero Sole era el ave fénix, siempre salía, nunca en mi vida la vi deprimida mucho tiempo", dirá su amiga Josefina. "Ese día me contó lo del trabajo, que estaba por conseguir la autorización para salir. Y entonces me dijo si la podía llamar en cinco minutos porque estaba cambiando las sábanas a una amiga que estaba enferma. Y yo le dije 'no, no puedo, estoy llamando de Argentina, ponete las pilas, decile que espere cinco minutos'. Ella era así, su amiga estaba enferma y, aunque fuera una alegría hablar conmigo, me decía eso. Pero también ese día fue que me dijo aquello de que estaba saliendo un nuevo sol para ella, eso que te dije, que le gustaba un chico".

La prisión preventiva de Silvano Pelissero y María Soledad Rosas debía terminar, según las leyes italianas, el 5 de septiembre de 1998, a los seis meses de su arresto. Si para esa fecha la fiscalía no tenía un caso suficientemente sólido debía liberarlos. Por eso el lunes 6 de julio los acusaron de lo único que quizás podían sostener: el hurto y el incendio del 15 de enero en la Municipalidad de Caprie. De pronto la terrible acusación de pertenencia a banda armada y la historia de los Lobos Grises empezaban a caerse. No era, por el momento, que las abandonaran del todo: sólo que, faltos de pruebas para sostenerlas, las dejaban como amenaza y "proseguían las investigaciones". Desde su cárcel, en plena huelga de hambre, Silvano escribía a sus compañeros pidiéndoles que publicitaran el asunto: "Les escribo con urgencia para comunicarles el grave hecho de nuestro envío a juicio por los delitos de hurto e incendio. ¡No de banda armada o asociación subversiva sino por hurto! Esta es la prueba del montaje. De la ausencia total de pruebas que lleven a una banda armada. Hay que denunciarlo a los medios de prensa. Pero no para decir que yo, Edo y Sole somos buenos muchachos. Hay que evidenciar la podredumbre de un montaje vergonzoso que ha producido un muerto. Edo se mató sobre todo por el peso de las acusaciones. No lo acusaban de hurto e incendio sino de banda armada. (...) No les pido que defiendan sólo mi libertad y la de Sole. Hoy somos nosotros los que estamos acá, mañana serán ustedes. ¡No se olviden!".

"...últimamente lo extraño demasiado, tal vez estoy haciendo cualquier cosa y una imagen suya me viene a la mente, me vienen flashes de cosas que hacíamos juntos o de imágenes nuestras, como juntos en su auto, en la cocina de la casa, en Brosso, en España, su sonrisa, sus ojos. cuando pienso en esto me da la sensación que no puedo resistir más, mamma mia, es tan profundo el dolor de la muerte que parece que no se puede superar nunca más, pero tengo que continuar y hacer un gran esfuerzo para aceptarlo y seguir adelante", escribió Soledad en su última carta a Silvano Pelissero: poniendo por delante el recuerdo de Edoardo. Estaba fechada el 3 de julio y fue la última: al día siguiente Enrico se fue a vender sus juguetes a la playa y Soledad, sola en Bene Vaggena, no podía mandar ni recibir correo porque el buzón estaba a doscientos metros de la casa, en territorio prohibido para ella.

"A veces me pregunto si tiene sentido continuar adelante con mis sueños e ideales pues veo que tantas personas desde hace tantos años van adelante con estas ideas y miro alrededor mío y la represión y el control y la angustia son cada vez mayores. A veces creo que sigo viviendo en esta dura situación solamente por el instinto de supervivencia, este presente no me da tantas cosas buenas y las prospectivas de futuro son escasas al pensar en esta maldita galera".

"La última vez que la vi la noté como ausente, que no seguía lo que le decía", dirá Claudio Novaro, su abogado. "Pensé que tenía que volver pronto y tener una buena charla con ella, pero no pensé que la situación fuera tan dramática".

El encuentro fue a fines de junio. Después Novaro la llamó por teléfono; Silvano le había dicho que estaba preocupado por ella, que la notaba mal.

—Sole, ¿cómo estás...? Dice Silvano que estás muy deprimida.

—No, él siempre agranda las cosas, no te preocupes. Pero necesito que vengas a verme. ¿Por qué no venís más, últimamente?

—No, sí, voy a ir. Lo que pasa es que mi padre está enfermo en Milán, tuve que venir a visitarlo...

"Esto debe haber sido el miércoles 8 de julio. Soledad parecía muy capaz de sobreponerse, pero el dolor estaba adentro, se ve", dirá Novaro. "Yo pensaba que tenía que ir a verla pero estaba muy ocupado y, en ese momento, para mi trabajo de abogado, era mucho más importante hablar con jueces y fiscales que hacer de asistente social".

—Bueno, no te preocupes. Por ahora no hay novedades. El lunes o el martes paso a verte y charlamos más tranquilos.

Ese miércoles Soledad ya llevaba dos días enteros sin ver a nadie: sola en Bene Vaggena.

—¿Y, cómo te sentís?

—Ahora estoy sola acá, me quedé sola. Cada vez tengo más ganas de escaparme. Estos hijos de puta me están provocando para que me escape, me dejan sin custodia, me provocan...

—No, no seas boluda, Solita, no te escapes. ¿Adónde vas a ir si te escapás?

—No sé, a España. Llego hasta España y ahí ya no me pueden joder.

—No, no hagás macanas, nena. Las cosas pasan, vas a ver, esto se soluciona pronto. A vos te van a dar la extradición, te van a dar una patada en el orto y te van a mandar de nuevo para acá. Y si no, yo igual voy a ir a verte pronto.

—Papá.

—¿Qué, Solita?

—Acordate que yo a vos te quiero muchísimo.

"Fue lo último que me dijo y me quedó acá", dirá Luis Rosas, su padre. "Cada vez que me acuerdo me emociono tanto".

"La última conversación, que yo le corté porque lloraba Valentina, Soledad me contó que andaba bien, que estaba todo muy tranquilo, que tenía unas ocas que le habían llevado y que ahora le iban a llevar un par de caballos para cuidar", dirá Gabriela Rosas, su hermana. "Fue el miércoles, y ella me preguntaba a mí. Yo era la que hablaba y le contaba. Al final le dije 'bueno, te llamo mañana porque Valentina está llorando'. 'Bueno, bueno, chau, chau'. Al día siguiente no la llamé. Y después me fui a Pilar. Se me iba pasando. Aparte yo ni pensaba en ella. Era pañal, teta, pañal, teta. Estaba muerta de dolor, se me había infectado la cesárea. La tenía bastante postergada, postergada bien. No la llamé. Pero la última conversación fue 'Chau, hasta luego'. En estos casos nadie avisa, ¿no?".

Si es que sabe, si tiene qué avisar, o si prefiere que alguien se interponga, supongo.

"El miércoles hablamos con ella; en ese momento la llamábamos muy a menudo", dirá Marta Rosas, su madre. "Soledad me preguntó algo que ya recontra sabía, dónde estaban sus cosas, su televisor, su equipo de música —que lo tenía Gaby. Después los casetes, los CD y su ropa y esas cosas que están acá. Me preguntó si papá iba a ir a verla. Le dije que iba a viajar en septiembre, pero que en cuanto Gabriela se recuperara yo iba para allá. A ver si podíamos alquilar o comprar un auto. Me dijo 'de ninguna manera permitas que mis amigos o mis compañeros te paguen el pasaje o te den plata'. Le dije que no había ninguna necesidad porque nuestro departamento ya estaba vendido. Que se quedara tranquila, que yo contaba con esa plata para llegar a Italia, alquilarme una vivienda y comprar el auto y todo lo que necesitara".

—¿Y nada de lo que te dijo ese día te hizo pensar que fuera a...

—No, nada. Nada nada.

La semana anterior Enrico De Simone había decidido que tenía que reconciliarse con Soledad. Sus relaciones no eran buenas; él sabía que le había fallado en más de un punto e intentó recomponer con un regalo: la Agenda Negra 1998 es una especie de librito con espacios en blanco para cada día y una cantidad de textos y dibujos con efemérides y consignas anarquistas. La Agenda Negra es roja: a veces pasa. En la página del 1º de enero Enrico escribió su dedicatoria: "Sole, un regalo para que nuestra amistad no muera nunca". Y en la página de la primera semana de julio, Soledad hizo su primera anotación: "La abrí en este día 7 especialmente y el dibujo es muy bello". El dibujo era una caricatura muy sucinta de un chico y una chica agarrados de la mano bajo el sol; con la otra mano él sostiene una botella, ella un porro.

Soledad hizo otras dos anotaciones: en la semana siguiente, del 8 al 14 de julio, "También el de esta semana será positivo". Y, el viernes 17, "Proceso G. Luca Alineri". Eran, sin duda, formas de organizar futuros. Nadie lo hace si cree que no tiene ya ninguno.

La ilustración del sábado 11 era casi un programa: una brujita volaba en bicicleta sobre un prado hacia una nube que se enroscaba en la A de anarquía.

5. EL FINAL

El viernes 10 de julio el mundo se aburría: el verano del norte aminoraba el ritmo de las informaciones. En Italia el gobierno decidía prolongar la escolaridad obligatoria hasta los quince años, los sindicatos de trenes y aviones anunciaban una huelga para el lunes siguiente y el parlamento debatía el destino de la investigación sobre la corrupción política llamada Tangentópolis; la Asociación de Magistrados proclamaba que la tentativa de los "políticos que intentan sustraerse a las leyes pone en peligro la democracia".

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