Blonde (62 page)

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Authors: Joyce Carol Oates

Tags: #Biografía, Drama

—A veces era la única persona con la que hablaba en todo el día.

Y por lo visto en aquella época Norma Jeane tenía la regla todo el tiempo. ¡Pobre Bucky Glazer! Él merecía una esposa mejor. Norma Jeane deseaba que hubiera vuelto a casarse, que hubiera encontrado a una mujer que no pareciera sufrir un aborto cada vez que le venía la menstruación.

¿Por qué digo estas cosas tan horribles?

Cualquier cosa con tal de hacer reír a los hombres
.

Cass los condujo al balcón. ¿Cuándo se había ocultado el sol? Era una noche húmeda, pero ¿qué noche? La ciudad de Los Ángeles se extendía a sus pies. Hacia el norte estaban las colinas, menos iluminadas. Una parte del cielo estaba salpicada de nubes y la otra, totalmente despejada, como una grieta enorme a través de la cual podías mirar eternamente. Norma Jeane había leído que el universo tenía una antigüedad de miles de millones de años y que lo único que los astrofísicos sabían era que su edad se reajustaba continuamente, perdida en el abismo del tiempo. Sin embargo, todo había empezado con una explosión de nanosegundos de… ¿qué? Una partícula demasiado pequeña para que la viera el ojo humano. No obstante, al mirar el cielo, uno «veía» belleza en las estrellas. Uno «veía» constelaciones que formaban figuras humanas o animales, como si las estrellas, esparcidas en el tiempo y el espacio, estuvieran sobre una única superficie plana, como las viñetas de un tebeo.

—Allí está Géminis, ¿la veis? Norma Jeane y yo somos géminis. Los Dióscuros.

—¿Dónde?

Cass señaló. Norma Jeane no sabía bien qué veía ni qué debía ver. El cielo era un enorme puzle y le faltaban demasiadas piezas.

—Yo no veo nada —dijo Eddy G. con impaciencia—. ¿Dónde está?

—Dónde
están
. Los Dióscuros son dos. Son gemelos.

—¿Qué Dióscuros? Esto es muy raro.

Unos meses antes, Eddy G. les había dicho a Norma Jeane y a Cass que él también era del signo de Géminis, pues había nacido en junio. Estaba ansioso por ser idéntico a ellos. Ahora parecía haberlo olvidado. Cass volvió a señalar la escurridiza constelación y esta vez Norma Jeane y Eddy G. la vieron, o creyeron verla.

—¡Estrellas! —exclamó Eddy G.—. Les dan demasiada importancia. Están tan lejos que resulta difícil tomarlas en serio. Y su luz ya se ha extinguido cuando llega a la Tierra.

—Su luz no —corrigió Cass—. Las propias estrellas.

—Las estrellas son luz. Nada más.

—No es verdad. Al principio, las estrellas tienen sustancia. La luz no puede generarse de la nada.

Se creó cierta tirantez entre ambos. Era obvio que a Eddy G. no le gustaba que lo corrigieran.

—Con las «estrellas» humanas pasa lo mismo —observó Norma Jeane—. Tienen que ser algo. No pueden ser nada. Han de tener sustancia.

¡La pobre y torpe Norma Jeane! Aquélla era una alusión clara, aunque indirecta y bienintencionada, a los monstruosos padres de sus amantes.

—Lo cierto es que las estrellas se consumen —señaló Cass con perversa satisfacción—. Tanto las celestiales como las humanas.

—Brindo por eso —dijo Eddy G. riendo.

Eddy G. había sacado la botella de champán al balcón y la había apoyado imprudentemente en la estrecha barandilla. Volvió a llenar las copas. El joven parecía haber revivido gracias al aire fresco, un fenómeno típico en él en aquellos tiempos.

—¿Qué coño son los Dióscuros, Cass? ¿Has dicho que son gemelos?

—Sí y no. El principio de los Dióscuros es que, en esencia, no son dos. Son gemelos idénticos que tienen una extraña relación con la muerte —hizo una pausa. Igual que un actor, sabía cuándo debía detenerse.

Cass Chaplin era de lejos el más educado de los dos. Su trastornada madre lo había enviado a un internado jesuita, donde había estudiado teología medieval, latín y griego. Había abandonado los estudios antes de graduarse, nadie sabía si de manera voluntaria o porque lo habían expulsado o había sufrido una de sus innumerables crisis nerviosas. En la época de su primera relación con él, Norma Jeane había examinado furtivamente las posesiones de Cass, y en una de sus andrajosas bolsas de lona encontró un voluminoso diario titulado L
OS
D
IÓSCUROS
:
MI VIDA EN
(
P
)
ARTE
. Estaba lleno de composiciones musicales, poemas y dibujos de rostros y cuerpos humanos asombrosamente realistas. Había desnudos eróticos femeninos y masculinos, personas masturbándose con la cara crispada en gestos de angustia o vergüenza.
¡Pero ésta soy yo!
, había pensado Norma Jeane. Ahora tenía la impresión de que después de que el Comité de Actividades Antiamericanas interrogara a Charlie Chaplin Sr., la prensa lo calificara de «comunista traidor» y él se exiliara a Suiza, Cass había empezado a dilapidar sus energías: o bien estaba demasiado eufórico, o pasaba días enteros deprimido; padecía insomnio, igual que ella, y necesitaba Nembutal para dormir, y bebía cada vez más. (Por lo menos, a diferencia de Eddy G., no había sucumbido a la última moda de Hollywood: fumar hachís.) Hacía meses que no se presentaba a una audición. Escribía música, pero después rompía las partituras. Aunque en teoría Norma Jeane no sabía nada, varios conocidos malintencionados, incluido su agente, se habían tomado la molestia de informarla de que la policía de Westwood había arrestado y retenido durante una noche a Cass Chaplin por alteración del orden público mientras se hallaba en estado de embriaguez. A veces, cuando hacían el amor, no se le levantaba; en esos momentos, Cass decía que Eddy G. tendría que satisfacerlos a los dos.

Cosa que Eddy G., que era o parecía incansable y continuamente los maravillaba con su polla, no tenía inconveniente en hacer.

—Los Dióscuros eran unos gemelos guerreros llamados Cástor y Pólux. A uno de ellos, Cástor, lo mataron. Pólux echaba tanto de menos a su hermano que ofreció a Zeus, el rey de los dioses, su propia vida a cambio de la de su hermano. Zeus se compadeció (a veces, si uno se humillaba lo suficiente y los pillaba de buen humor, los cabrones de los dioses se ablandaban) y les permitió vivir a los dos, pero no al mismo tiempo. Cástor vivía un día en el cielo, mientras Pólux estaba en el Hades, el infierno; después Pólux vivía un día en el cielo, mientras Cástor estaba en el infierno; alternaban entre la vida y la muerte, pero no se veían.

—¡Joder, qué tontería! Además de disparatado, es vulgar. Eso pasa constantemente.

Cass prosiguió, dirigiéndose a Norma Jeane:

—Entonces Zeus volvió a compadecerse de ellos. Premió su amor recíproco reuniéndolos para siempre en una constelación. En Géminis. ¿La ves?

Norma Jeane aún no había distinguido el dibujo formado por las estrellas. Pero alzó la vista al cielo y sonrió. Bastaba con saber que los Dióscuros estaban allí, ¿no? ¿O tenía que verlos?

—De modo que los Dióscuros son unos gemelos que están en el cielo y son inmortales. Siempre me preguntaba…

—¿Y eso qué tiene que ver con la muerte? —interrumpió Eddy G.—. O con nosotros. Yo me siento condenadamente humano y mortal. No como si fuera una puñetera estrella en el cielo.

La botella de champán cayó al suelo del balcón y se rompió. No se hizo añicos, como la de vino, y además le quedaba poco líquido.

—¡Joder! ¡Otra vez no!

Pero tanto Cass como Eddy G. reían. En un santiamén se habían convertido en Abbott y Costello. Eddy G. levantó algunos cristales rotos y con cara de ebria beatitud exclamó:

—¡Una promesa de sangre! ¡Hagamos una promesa de sangre! Somos los Dióscuros. Somos gemelos, aunque seamos tres.

—Eso es…, cómo se llama…, sí, un triángulo —dijo Cass con entusiasmo, arrastrando las palabras. Un triángulo no puede dividirse entre dos, a diferencia del número dos.

—No nos olvidaremos nunca, ¿de acuerdo? Los tres nos querremos siempre tanto como ahora.

—Y si es necesario, moriremos por los otros —añadió Cass jadeando.

Antes de que Norma Jeane pudiera detenerlo, Eddy G. se hizo un corte en el interior del antebrazo. La sangre brotó de inmediato. Cass le quitó el trozo de cristal e hizo lo mismo en su antebrazo, del que manó aún más sangre. Norma Jeane, profundamente conmovida, no vaciló en coger el cristal de manos de Cass y con dedos temblorosos pasó el filo por su propio antebrazo. Sintió un dolor instantáneo, agudo y lacerante.

—¡Siempre nos querremos!

—¡Siempre, como los Dióscuros!

—En la salud y en la enfermedad…

—En la riqueza y en la pobreza…

—Hasta que la muerte nos separe.

Como niños ebrios, unieron los antebrazos y apretaron. Rieron hasta quedarse sin aliento. ¡Era el mayor acto de amor en la vida de Norma Jeane!

—¿Sólo hasta que la muerte nos separe? —preguntó Eddy G. con voz gutural, imitando a un gánster—. ¡Demonios, más allá de la muerte! ¡Hasta después de que la muerte nos separe!

Se besaron, tambaleándose. Comenzaron a quitarse los unos a los otros la ropa arrugada y manchada de sangre. Estaban de rodillas y habrían hecho el amor allí mismo, en el balcón, de no ser porque Cass se clavó un fragmento de cristal en el muslo.

—¡Joder!

Abrazados, dando tropiezos, volvieron a entrar en el apartamento y se arrojaron todos juntos, como cachorrillos necesitados de afecto, sobre la cama sin hacer de Norma Jeane, donde en un delirio de pasión harían el amor intermitentemente durante toda la noche.

Esa noche pensé que concebiría un niño. Pero no fue así
.

El sobreviviente
. ¡El estreno de
Niágara
! Para algunos, una noche histórica. Todo el mundo lo sabía, incluso antes de que las luces se apagaran. Cass y yo no pudimos sentarnos junto a Norma, que estaba en las primeras filas con los directivos de La Productora. Se odiaban mutuamente, pero así eran las cosas en Hollywood en aquellos tiempos. La tenían contratada por mil dólares a la semana. Ella había aceptado esa suma cuando estaba desesperada y luego pelearía para que se la subieran durante años. Finalmente, los jefes ganaron. La noche del estreno de
Niágara
, el cabrón de Z está sentado junto a Norma Jeane, pero se levanta para saludar a la gente y estrechar algunas manos; parpadea como si no entendiera lo que le dicen, como si quisiera entender pero no pudiera hacerlo. El tipo está convencido de que es un olmo al que la gente le pide peras. No entiende. Durante toda la trayectoria de Marilyn Monroe, que ganará millones de dólares para La Productora y una ínfima parte para sí misma, esos tipos se comportarán como si no entendieran lo que pasa. Esa noche, Marilyn lucía un vestido rojo, cubierto de lentejuelas, que dejaba al descubierto sus hombros y gran parte de los pechos; un atuendo que habían cosido con ella dentro y que la obligó a entrar en la sala dando pequeños pasos de niña, mientras todos la observaban boquiabiertos, como si fuera un bicho raro. Cinco horas era el tiempo mínimo que le dedicaba el equipo de maquillaje en ocasiones semejantes. Norma decía que era como si prepararan un cadáver. Veo que mira alrededor, buscándonos a Cass y a mí (que estamos en el gallinero), y no nos encuentra. Es una niña perdida disfrazada de puta, pero de todos modos bellísima.

—Nuestra Norma —dije dándole un codazo a Cass. Habríamos querido gritar de alegría.

Las luces se apagan y
Niágara
comienza con una escena en las cataratas. Un hombre de aspecto insignificante e indefenso junto a las poderosas y rugientes aguas. Luego vemos a Norma, o más bien a Rose. Está en la cama, ¿dónde si no? Desnuda bajo una sábana. Está despierta, pero finge dormir. Durante toda la película, Rose Loomis hace una cosa mientras simula hacer otra; el público lo sabe, pero el imbécil de su marido no se entera. El tipo es un ex combatiente trastornado, un caso patético, pero al espectador le importa un bledo su situación. Todo el mundo espera que Rose vuelva a aparecer en la pantalla. Ella es una mujer voluptuosa y mala hasta el tuétano. Supera con creces a Lana Turner. Después de ver
Niágara
, uno recuerda al menos un desnudo integral. ¿En 1953? Es imposible apartar los ojos de Rose. Cass y yo veremos la película una docena de veces… Porque Rose es
nosotros
. Nuestra alma. Es cruel a nuestra manera. No tiene moral, igual que un niño. Está constantemente mirándose al espejo, como haríamos nosotros si tuviéramos su aspecto. Se acaricia, está enamorada de sí misma. ¡Como todos nosotros! Pero, en teoría, eso es
malo
. Uno se pregunta cómo es posible que las escenas de cama pasaran el filtro de la censura. Ella abre las piernas y uno juraría que ve su rubio coño a través de la sábana. Te quedas hipnotizado mirándola. Y su cara también es una especie de coño. La roja boca húmeda, la lengua. Cuando Rose muere, la película muere. Pero su muerte es tan hermosa que yo casi me corrí en los pantalones. Todo por una chica, Norma, que de hecho no tiene la menor idea de cómo follar, que te obliga a hacer el noventa y cinco por ciento del trabajo, que en la vida real repite «Ah, ah, ah» como si estuviera en una clase de interpretación y hubiera memorizado la frase. Pero en las películas, Marilyn era una experta. Daba la impresión de que la cámara era la única que sabía hacerle el amor tal como ella deseaba. Nosotros éramos simples mirones, hipnotizados en su contemplación.

Aproximadamente en la mitad de la película, cuando Rose se burla de su marido porque a éste no se le levanta, Cassie me dice:

—Ésta no es Norma. No es nuestro Pescadito.

Desde luego que no lo era. Rose era una desconocida, una mujer a la que jamás habíamos visto. La gente pensaba que Marilyn Monroe se limitaba a interpretarse a sí misma. Encontraban la manera de desacreditar todas sus películas, por muy diferente que fuera su papel en cada una de ellas.

—Esa puta no sabe actuar. Hace de sí misma.

Pero era una actriz nata. Un genio, si uno cree en la existencia de los genios. Porque Norma no tenía idea de quién era y necesitaba llenar el vacío que sentía en su interior. Cada vez que salía, tenía que inventar su alma. También nosotros, el resto de la gente, estamos vacíos; de hecho, es posible que el alma de todos los seres humanos esté vacía, pero Norma era la única que lo sabía.

Así era Norma Jeane Baker cuando la conocimos. Cuando éramos los «Dióscuros». Antes de que nos traicionara, o de que nosotros la traicionáramos a ella. Hace mucho tiempo, cuando éramos jóvenes.

¡La felicidad!
No fue la mañana inmediatamente posterior al estreno de
Niágara
, sino varias mañanas después. Norma Jeane, que sufría insomnio desde hacía meses, despertó tras una noche de sueño profundo y reparador. Una noche sin las píldoras mágicas de Cass. Había tenido sueños sorprendentes, en los que Rose estaba muerta, pero Norma Jeane, viva.

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