Cadáveres bien parecidos (Crónica negra del rock) (19 page)

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Authors: Jordi Sierra i Fabra

Tags: #Ensayo, Historia

Un mes después, el 9 de septiembre de ese 78, Keith Moon, el batería de aquellos Who y uno de los personajes más locos y vitales de la historia del rock, se convertía en la última leyenda muerta de los años 70.

Keith Moon llegó a los Who cuando aún se llamaban High Numbers, en 1964. Había nacido el 23 de agosto de 1946 en Wembley, Londres, y contaba únicamente diecisiete años por entonces.

Cuando en 1965 los Who se convirtieron en estrellas, por detrás de Beatles y Rolling Stones, su poder destructivo y el liderazgo de los elegantes Mods eran la clave de un éxito que inmediatamente se vio avalado por una ingente carga de buenas canciones, modélicas en el
pop
de los 60. Una de ellas,
My generation
, se sitúa cerca de
Satisfaction
en la auténtica definición de lo que la música representó en este tiempo. En directo los Who desarrollaron la mayor violencia visual y escénica jamás imaginada, siendo auténticos precursores del espectáculo total. De hecho todo comenzó muy casualmente: una noche Pete Townshend, guitarra, líder, compositor y poeta iniciático del
pop
, estrelló su guitarra contra el techo del local en que actuaban. Fue debido a que ese techo estaba muy bajo y él no se dio cuenta, pero la respuesta del público fue apoteósica y masiva. Corrió la voz: «Ahí hay un tipo que rompe su guitarra cada noche». Así que Towshend empezó a romper guitarras, aunque apenas si tenían dinero para comer. Muy pronto, además de la guitarra, se pasó a destruir parcialmente la batería, porque Keith Moon la emprendía a patadas y puñetazos con ella.

Los Who pasaron por varias etapas de refinamiento y maduración. La opera rock
Tommy
les situó en la cúspide y años después su segunda obra-total,
Quadrophenia
, demostró que su puesto en la historia, completando la terna Beatles-Rolling, era justo. De los cuatro miembros, sin embargo, Keith Moon seguía siendo el loco irreductible y tan contagioso como amenazador. Su fama de «arrasador de hoteles» hizo que a mitad de los 70 se publicase un chiste en un periódico inglés en el que, a la entrada de un hotel de lujo, se veía un cristal y detrás un hacha. Al pie un letrero que rezaba: «Rómpase en caso de que aparezca Keith Moon». Muy gráfico y expresivo. Y es que además de sus demenciales orgías (Kim, su esposa, le abandonó en octubre de 1973 cansada de la pasión de su marido por todas las chicas que no fuesen ella), sus borracheras y sus tumultuosas noches, Moon era capaz de protagonizar una esperpéntica miscelánea de incidentes a cual más divertido o más espectacular, en la medida con que fuese recibido por su entorno. Por ejemplo, en una rueda de prensa de presentación de su único álbum en solitario,
Two sides of the moon
(mayo de 1975), se bajó los pantalones y mostró su trasero como definición de su estilo y de lo que hacía.

A la venerable prensa no le sentó nada bien, pero a su público sí. Los descarriamientos del salvaje Keith podrían llenar algunas páginas pintorescas del insólito mundo de los famosos más que de la crónica negra del rock, pero el colofón final forma parte de ella. En verano de 1978 el batería anunció su inminente boda con Annette Walter-Lux, una preciosidad que tenía la sana intención de hacerle sentar la cabeza… o perderla ella siguiendo a su «lunático Moon». Todo parecía a punto cuando el 9 de septiembre Paul McCartney ofreció una fiesta para celebrar el estreno de la película
The Buddy Holly Story
(Paul era el primer fan de Buddy, y tenía ya comprados los derechos de todas sus canciones, así que la película era, además, un negocio para él). Poco después de la fiesta, en el Peppermint Park Club de Londres, un Keith Moon completamente borracho aterrizó en su habitación dispuesto a dormir. En ayuda de su deseo se tomó medio frasco de somníferos que entraron rápidamente en combate con el alcohol de su sangre. Las consecuencias fueron fulminantes. Con él desaparecía una buena parte de la historia de la Década de Oro.

Los años 80 se abrieron con otras dos víctimas de segundo orden en el escalafón de la fama y dentro del apartado de las sobredosis varias. El 14 de julio de 1980 Malcolm Owen, cantante de The Ruts, expiraba sumergido en la bañera de su casa a causa de su última inyección de heroína. Fue la que le mató, pero mil dosis anteriores habían ya minado lo suficiente su cuerpo como para situarlo en la cuerda floja desde hacía meses. Las crónicas de muertes anunciadas no han dejado de faltar en las vidas de muchos candidatos a cadáveres bien parecidos. Tim Hardin también caía el 29 de diciembre de 1980 por una indigesta unión de heroína y morfina en su sangre. Mientras los Ruts no pasaron de ser un minoritario y oculto grupo
post-punk
, Hardin era un buen autor que siempre quiso y no pudo ser un buen cantante. Nacido en Oregon en 1940 y descendiente del famoso forajido John Wesley Harding, en el cual se inspiró Bob Dylan para componer el LP con el cual reapareció tras su accidente de moto, tuvo una vida aventurera, que incluyó su pase por la Marina americana, hasta darse a conocer en clubs del área de Boston, siempre como artista
folk
. En 1966 publicó su primer LP y ya no dejó de grabar hasta su muerte, pero ninguno de sus álbumes tuvo la menor resonancia, en cambio sus canciones, interpretadas por otros artistas, fueron fácilmente
hits
de indudable repercusión, caso de
Reason to believe
en voz de Rod Stewart o
If I were a carpenter
que versionaron decenas de cantantes. Con cuarenta años cumplidos, Tim ya prometía visitar la frialdad de cualquier tumba desde hacía tiempo, víctima de la constante frustración que le producía la incapacidad de triunfar por sí mismo, aunque sus canciones lo hicieran al margen.

Mike Bloomfield cayó el 15 de febrero de 1981 en San Francisco, a los treinta y ocho años de edad. Nacido en Chicago en 1942 estuvo considerado durante muchos años como el mejor guitarra del
blues
blanco de Estados Unidos, y su influencia es más decisiva en la obra de otros que en la de sí mismo, pues salvo en contadas ocasiones, siempre prefirió acompañar a un gran número de artistas que promocionarse él o grabar en solitario. Durante la primera mitad de los años 60 hay que destacar su vital aportación en la electrificación de Bob Dylan, culminada en 1964 y 1965. Luego Mike se unió a la Paul Butterfield Blues Band y en 1967 formó una banda insuperable pero de corta vida, la Electric Flag. En sus años más erráticos grabó con Stephen Stills y Al Kooper el magnificente
Supersession
(1968) y con Kooper de nuevo el tridimensional y aperturista
The Uve adventures of Mike Bloomfield & Al Kooper
(1969). Cuando decidió grabar en solitario, a raíz del éxito de estos dos discos, hizo dos álbumes desprovistos de fuerza y volvió a las
jam-sessions
hasta que en 1973 formó con John Paul Hammond y Dr. John el grupo Triunvirate, también de corta vida.

Reformó Electric Flag, volvió a deshacer la banda, pasó dos años trabajando comercialmente en TV, creó otra explosiva agrupación, KGB, y a pesar del calificativo de supergrupo tampoco consiguió mantenerlo a flote el tiempo necesario para recoger alguna recompensa por el esfuerzo. En la segunda mitad de los años 70 lograría cierta estabilidad con varios LP's muy versátiles, pero su leyenda de gran guitarra, en contraste con su perenne falta de un éxito que le equiparase a otros músicos menos importantes pero más triunfales, le acabó arrastrando hacia la soledad compartida con los estimulantes. El 15 de febrero de 1981 fue encontrado en su coche, muerto, con un frasco de Valium vacío a su lado. Su muerte apenas si tuvo el eco que su calidad merecía.

John Belushi era un todo-terreno del mundo del espectáculo en Estados Unidos, y como actor muy posiblemente hubiese alcanzado cotas aún más importantes de las logradas antes de su muerte, puesto que con su especial forma de actuar y la línea cómica que creó, marcó un hito que la nueva generación de jóvenes estrellas del desmadre han seguido y copiado fielmente. En la segunda mitad de los años 70 Belushi cantaba rock y
blues
en Chicago, aunque su aspecto, regordete, bajo y fornido, no era precisamente el de una futura
rock-star
. Su paso por el programa de televisión
Saturday night live
representó para él la gran oportunidad, aunque para entonces ya no sólo cantaba, sino que actuaba en divertidas parodias con un amigo llamado Dan Aykroyd. La película
Desmadre a la americana
fue su rampa de lanzamiento, pero musicalmente constituyeron todo un «boom» cuando, vestidos de negro y como Jake y Elwood, formaron los Blues Brothers, un grupo sensacional en el que se incluían ex miembros de Blood, Sweat & Tears y
session-mens
como Lou Marini, Steve Cropper, Tom Scott y Donald Dunn entre otros. Su primer LP,
Briefcase full of blues
, fue número 1 en Estados Unidos a fines de 1978, un caso insólito para el álbum-debut de una pareja de actores cómicos, aunque ciertamente se tratase de un formidable ejercicio de rock. El éxito de los Blues Brothers pasó al cine con la película de su mismo nombre, con James Brown, Ray Charles y Aretha Franklin entre los invitados. En 1980 el LP
Made in America
continuó la buena racha, imparable asimismo en el cine, hasta que el 5 de marzo de 1982 John Belushi fue encontrado muerto víctima de una sobredosis de drogas. El caso nunca fue demasiado claro y entre sus muchas perspectivas (las investigaciones acabaron diluyendo el tema central a lo largo de muchos meses) se habló de asesinato. Bob Woodward, el hombre que junto a Carl Bernstein desencadenó el Watergate y motivó la caída del presidente Nixon, escribió más tarde un vitriólico libro titulado
La trepidante y breve vida de John Belusthi
, que despertó un tremendo escándalo y levantó ampollas en Hollywood. Lo que ocurrió la noche del 5 de marzo de 1982 en la habitación de John en el hotel Hollywood Hills, sigue siendo un misterio, una complicada trama que parece demostrar que existió una presumible conspiración (palabra abierta a todo tipo de valoración, sugerencias y razonamientos). Tras la muerte de Belushi, su socio Dan Aykroyd se haría famoso como guionista y actor en películas del tipo de
Ghostbusters
y
Spies like us
.

Con diez meses de diferencia, y víctimas fatales de sendas sobredosis, murieron dos de los cuatro miembros de los Pretenders, la banda de la inquietante Chrissie Hynde. El grupo había nacido a fines de los 70 y cuando triunfaron lo formaban Chrissie a la voz solista, Pete Farndon al bajo y voz, James Honeyman Scott a la guitarra, teclados y voz, y Martin Chambers a la batería. Chrissie Hynde había sido periodista del «New Musical Express», militante
punk
y voz de coro en diversas grabaciones a ambos lados del Atlántico, aunque era natural de Estados Unidos. Con sólo dos LP's los Pretenders lograron convertirse en objeto de culto de una gran masa de rockeros que veían en su temple, sencillez y claridad de ideas y sonidos, una recuperación de los primitivos valores del rock, y en manos de una mujer que despertaba una morbosa admiración por su fuerza interior y cierto alucine intuitivo tras su forma rápida de vivir (maridos Kleenex, usados y tirados, la botella como aliado, etc). Todo esto quedó frenado el 16 de junio de 1982 cuando Honeyman Scott fue encontrado muerto a causa de las drogas, pero con un veredicto final bastante diferente al de la mayoría: intolerancia fue la palabra clave. Los Pretenders ni siquiera tuvieron tiempo de recuperarse porque a los diez meses, el 15 de abril de 1983, Peter Farndon seguía los pasos de su amigo, pasándose en la dosis y muriendo (uno más) en la bañera de su casa. La morbosidad de las bañeras o los cuartos de baño algún día será debidamente estudiada en la Zona Oculta de la Crónica Negra. Chrissie Hynde tardó más de dos años en reformar a los Pretenders y volver a presentarse en otoño de 1986.

Wells Kelly ni siquiera llegó al baño. Ex miembro del grupo Orleans entre 1975 y 1980, fue batería de alquiler para muchos artistas, entre ellos Ian Hunter, Bonnie Raitt, Todd Rundgren, Al Kooper y un largo etc. En 1984 acompañaba al gordo Atila del rock, Meat Loaf, cuando en Londres celebró su última fiesta. Era el día 29 de octubre y contaba treinta y cinco años de edad. Un taxi le dejó en la puerta de la casa donde vivían durante la gira y al subir las escaleras su corazón no resistió el esfuerzo, aunque el corazón no tuviese la culpa de nada, sino lo que llevaba en el cuerpo.

Su propio vómito le ahogó.

15
SUICIDIOS PRIVADOS

La sobredosis suele ser motivo de indecisión a la hora de que la justicia dictamine sobre la causa de un deceso. Generalmente suele darse un veredicto de «muerte accidental», y por supuesto es difícil determinar si en algún caso la heroína o la cocaína fueron los medios escogidos por la propia voluntad del candidato a cadáver. La incógnita se mantiene sobre no pocos artistas. En cambio las muertes directas, el suicidio, admiten menos dudas, a pesar de lo cual se han archivado casos tan espinosos como el de Larry Williams, visto en el capítulo 6. Hoy, la duda más generalizada estriba en determinar si en algunas historias cerradas con un suicidio, alguien pudo poner la pistola en la mano del muerto y… apretar el gatillo. En cualquier sentido, el suicidio sigue estando a caballo del fin por sobredosis y el asesinato por un lado y la muerte en la carretera por otro. Dentro del síndrome de la autodestrucción, sin embargo, continúa siendo el método más rápido y directo.

Y el menos utilizado.

Los primeros suicidios vinculados con la música marcaron el proceso por el cual los candidatos posteriores tuvieron que pasar. Es como si la palabra «fracaso» presidiera la voluntad final de acabar con todo. El 3 de febrero de 1967 un productor inglés llamado Joe Meek se disparó en la cabeza después de haber sido durante varios años uno de los mejores hacedores de éxitos del
pop
.

Además de líder y fundador de The Tornados, número 1 en Inglaterra en 1962 con
Telstar
. Las causas no admitieron dudas: con el progreso, el avance tecnológico y la mejora instrumental, Joe se había quedado atrás, anclado en las fórmulas de la primera mitad de los 60. Incapaz de mejorar y adecuarse a los nuevos tiempos, la pérdida de fuerza, popularidad e ideas le condujo a un callejón sin salida del que sólo consiguió escapar dando el paso decisivo. El mismo miedo al fracaso empujó a Luigi Tenco a matarse en la trastienda del famoso festival de San Remo en aquel año 67. Desde 1951 en que, para promocionar la villa italiana, se decidió poner en marcha un certamen anual de canciones, San Remo era paso obligado para todo italiano que aspirase a un lugar en el cielo, a pretender un poco de gloria. Año a año el festival saludaba a un vencedor (aunque la canción más vendida por lo general fuese otra) y lanzaba al estrellato a autores y artistas. Toda Italia se paralizaba los tres días del evento para seguir primero por radio y luego por televisión, sus alternativas. San Remo era la pasión, la auténtica lucha, el cara o cruz del éxito o la nada.

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