Read Conjuro de dragones Online

Authors: Jean Rabe

Tags: #Fantástico

Conjuro de dragones (32 page)

—No quiero condenaros sino salvaros y salvar a todo Krynn —replicó Feril. Había urgencia en la voz de la kalanesti—. La corona es antigua, una reliquia de la Era de los Sueños. Palin Majere cree...

—¿Majere? ¿Palin, el sobrino de Raistlin? —La elfa marina ladeó la cabeza—. Ése es un nombre que no he oído pronunciar durante décadas. ¿Palin Majere está vivo?

—Sí; nos envió aquí, a recuperar la corona. Cree que con la corona, y con otros objetos, puede impedir que Takhisis regrese y puede enfrentarse a los señores supremos.

—Tú deseas ayudar a tu gente contra los dragones de la superficie. Quieres que te entregue algo sagrado, para salvar a los habitantes de la superficie.

—No lo negaré —repuso ella—. Pero también quiero ayudaros. Por favor, creedme. No tenemos demasiado tiempo. Takhisis va a regresar. Y, si la Reina de la Oscuridad regresa a Krynn, tu gente tendrá cosas peores que un dragón marino de las que preocuparse.

Los otros elfos presentes en la estancia se pusieron a hablar entre ellos. Algunos discutían, otros conversaban acaloradamente con Nuqala en el idioma del que Feril sólo podía comprender algunos retazos. La elfa marina parecía absorber todas sus conversaciones.

—La corona es uno de nuestros tesoros más venerados —dijo por fin Nuqala, volviéndose otra vez hacia Feril—. Pertenece a los dimernestis. Es parte de nuestro patrimonio, está ligada a nuestras vidas.

—No habrá dimernestis si los dragones se salen con la suya y Takhisis regresa —afirmó la kalanesti.

—Meditaré sobre tus palabras, igual que meditaré sobre las de mi gente. Permanecerás como nuestra invitada durante este día. Por la mañana tendrás mi respuesta.

17

Aguas turbulentas

—Esto no me gusta nada. —Rig apretó el catalejo contra el ojo, vigilando las encrespadas aguas teñidas de rosa por el sol que se alzaba—. Ya debería estar de regreso. Han pasado tres días.

Dhamon estaba recostado en la barandilla a su lado, la mirada fija en una elevación lejana.

—Hemos de esperarla.

—No pienso levar el ancla, no todavía —replicó el marinero—. De modo que no tienes que preocuparte de que vaya a dejarla abandonada... si es que sigue viva. Es amiga mía, y yo no soy de los que abandonan a los amigos. Pero esperar tampoco es mi estilo. Si Palin se vuelve a poner en contacto con Usha esta noche, averiguaré cuánto tiempo más podemos permitirnos seguir aquí. —Le pasó el catalejo a Dhamon—. Voy a despertar a Fiona, y entre los dos prepararemos algo para desayunar. Algo comestible. Algo mejor que lo que nos ofreció Ampolla anoche.

El marinero se deslizó por la cubierta, silencioso como un gato. Dhamon se llevó el catalejo a un ojo y contempló las aguas.

—¿Todavía contemplas ese cetro? —Ampolla se dirigía a Usha, sentada sobre un grueso rollo de cuerda—. Admito que es bonito. Y terriblemente valioso con todas esas joyas que lleva encima. Pero yo me cansaría de mirar la misma cosa todo el tiempo. Claro que no hay gran cosa más que mirar, supongo. Hay agua. Una barbaridad de agua. Podrías contar los cuarterones de madera del camarote del capitán. Yo ya lo hice, de todos modos. Así que tal vez podríamos...

—¡Buenos días, Ampolla!

—Buenos días a ti, Jaspe. —La kender volvió su atención hacia el enano—. Usha vuelve a contemplar el cetro.

—Ya lo veo.

—Sigue intentando recordar algo.

—Creo que he dado con un modo de ayudarla a hacerlo.

—¿Es cierto? —Los ojos de la kender se abrieron desmesuradamente—. ¿Qué? ¿Cómo?

—Mmmmm. Desayuno. —El enano olfateó el aire—. Rig y Fiona están en la cocina, preparando algo sabroso.

La kender se escabulló hacia la escalera.

—¡Le dije a Rig que yo cocinaría el desayuno! ¡Quería utilizar esa jarra de harina azul que encontré anoche!

—¿Qué es lo que se te ha ocurrido? —preguntó Usha al enano.

—Algo que debería haber pensado hace mucho tiempo, si es que no voy errado. ¿Recuerdas cuando estábamos en Ak-Khurman, y yo, eh..., hice que aquel espía fuera un poco más cooperativo? El hechizo también podría funcionar contigo.

Los ojos de la mujer centellearon mientras depositaba el cetro a sus pies.

—Por favor, Jaspe. Cualquier cosa que me ayude a recordar.

El enano se replegó sobre sí mismo, fue en busca de la chispa, y la hizo crecer. Cuanto antes finalizara con esto, se decía, antes podría regresar bajo cubierta, donde no tenía que contemplar cómo las aguas se encrespaban y alborotaban y donde su estómago no parecía revolverse con tanta violencia. Extendió una mano gordezuela en dirección a Usha, la posó sobre su pierna y fijó la mirada en sus dorados ojos.

—Amiga —empezó el enano.

—Amigo —se escuchó responder Usha. Cerró los ojos, y el azul del océano Courrain Meridional desapareció. Su mundo se llenó de tonos verdes, en lugar de azules.

Usha contempló cómo Palin partía, cómo el bosque qualinesti lo engullía a él junto con Feril y Jaspe; la vegetación llenó su campo visual y la hizo sentir repentinamente vacía y aislada, atemorizada en cierto modo. Durante unos instantes todo lo que escuchó fue su propia respiración inquieta. Sintió en los oídos el tamborilear del corazón, y escuchó el suave rumor de las hojas agitadas por la brisa.

Entonces los pájaros de los altos sauces reanudaron sus cantos, indicándole que Palin se alejaba cada vez más y ya no les causaba preocupación. El murmullo de ardillas listadas y ardillas corrientes llegó hasta ella; se recostó contra el grueso tronco de un nogal y se dejó invadir por los innumerables sonidos del bosque tropical, mientras intentaba relajarse. Si las circunstancias hubieran sido diferentes, o si su esposo hubiera estado con ella, podría haber disfrutado de lo que la rodeaba o como mínimo lo habría apreciado y aceptado. Pero, tal y como estaban las cosas, no podía evitar sentirse incómoda, una intrusa desconfiada en los bosques elfos.

Una vez más, tal y como ya había sucedido antes, la elfa apareció ante sus ojos; y una vez más escuchó pronunciar su nombre como si fuera una maldición. Los detalles resultaban tan vivos como si estuviera de vuelta en el bosque qualinesti.

—Se llama el Puño de E'li —decía la qualinesti—, y es un objeto antiguo que empuñó el mismísimo Silvanos. Según dicen, decorado, enjoyado y vibrante de energía. Tal vez si tuviéramos el Puño, podríamos hacer algo contra los secuaces del dragón.

—¡Si Palin lo consigue, no se lo podéis arrebatar! —Usha alzó la voz por primera vez contra sus anfitriones—. Necesitamos...

—No lo cogeré, si es que lo encuentra... aunque dudo que lo consiga. Me daré por satisfecha si el arma queda lejos del alcance de los ocupantes de la torre. Pero aceptaré una promesa por tu parte, siempre y cuando tu esposo regrese aquí con él. —Los ojos de la elfa relucieron—. Si lo que sea que ha planeado tu esposo hacer con él no consume el cetro, harás todo lo que esté en tu poder, Usha Majere, para mantenerlo a salvo y devolvérnoslo. Arriesgarás la vida por este cetro, por el Puño de E'li, si es necesario. ¿Entendido?

—Arriesgaré mi vida —musitó ella—. Lo mantendré a salvo; lo prometo. Pero debes contarme qué es lo que hace el Puño. Me lo debes por haberme robado los recuerdos.

—Te lo diré, Usha, pero sólo porque no creo que Palin Majere regrese jamás de la torre. Las leyendas afirman que Silvanos usaba el Puño de E'li, el Puño de Paladine, para acaudillar a los elfos, para incitarlos, inspirarlos, instarlos a defender sus causas. Algunos cuentan que el Puño de E'li es un instrumento para controlar la mente. Sin embargo, yo prefiero creer a aquellos estudiosos elfos que insisten en que el Puño no hace más que reforzar las cosas en que las gentes ya creen. Sencillamente les concede el valor necesario para defender sus convicciones. Según estos estudiosos, el Puño da a las personas los arrestos necesarios para llevar a cabo las acciones que abrigan en sus mentes. Yo también lo creo así. El Puño es incapaz de corromper a nadie.

—Comprendo —respondió Usha en voz baja—. El Puño no puede cambiar la forma de pensar de la gente o controlar sus pensamientos. Pero sí puede darle confianza en sí misma.

—Sí. Y no puede obligarlos a hacer algo que vaya en contra de su forma de ser —continuó la elfa—. Eli no lo habría permitido. No hubiera querido ejércitos forzados, seguidores que no fueran más que marionetas controladas por su mente.

La elfa extendió la mano hacia arriba y arrolló un mechón de cabellos de Usha alrededor de un delgado dedo.

—Algunos sabios dicen que el Puño posee otras propiedades, Usha Majere; que otorga más confianza en sí mismo a quien lo empuña, y que puede mejorar el aspecto de quien lo maneja y hacer que resulte más agradable a la vista o mejor aceptado por la gente. También es posible que no sea más que la belleza de las joyas lo que hace que quien lo sostiene parezca más atractivo o majestuoso.

—Majestuoso —repitió ella, y frunció el entrecejo—. Pero, si el Puño de E'li no cambia la mente de las personas ni consigue nada drástico, ¿qué lo convierte en tan poderoso y valioso para mi esposo?

—Sospecho que Palin Majere no sabe nada sobre lo que el cetro puede hacer en realidad. —Los ojos de la elfa centellearon—. Sencillamente cree que es un objeto antiguo que lo ayudará a llevar a cabo su misión. Lo cierto es que posee poderes arcanos, Usha; el Puño también es un arma y puede matar si se le ordena, siempre y cuando quien lo empuña se concentre en su adversario y sepa cómo invocar su fuerza asesina. De un golpe puede reducir a cenizas al enemigo.

—¿Podría matar a un dragón?

—¿Un dragón? —La elfa retrocedió, mirando a Usha—. Tal vez, o tal vez no. Dudo que pudiera hacer algo más que herir a una señora suprema como Beryl. E'li no debe de haber tenido a esa clase de adversario en mente cuando creó el cetro. Además, un señor o señora supremos como la Muerte Verde percibiría la magia del cetro y soltaría su horrible aliento, y éste destruiría a quien lo empuñara y al Puño antes de que se pudiera utilizar el arma contra ella.

—Debemos contar a Palin los poderes del cetro. Quizá podría encontrar un modo de...

—No. Los poderes del Puño son como tu isla de los irdas: un secreto precioso que las dos hemos compartido. El secreto me pertenece a mí y a mis seguidores escogidos, y a los estudiosos elfos. No dudo que Palin pudiera empuñar el cetro con la competencia para la que éste fue concebido. Pero, si fracasa y se lo roban, también le robarían los conocimientos sobre sus poderes, y se podría convertir al Puño en una fuerza del mal. Ésa será su prueba. Lo mejor es mantener el secreto, en mi opinión.

—Mantener el secreto —repitió Usha—. Yo entiendo de secretos.

—Tú no sabes nada sobre los secretos del Puño de E'li —dijo la elfa, la voz monótona, hechizadora—. No recordarás nada de nuestra conversación, Usha Majere. Tan sólo recordarás nuestro bosque y tu juramento con respecto al Puño.

Tras una pausa, la elfa dijo con suavidad:

—Me hablabas sobre vuestro viaje hasta este bosque.

La esposa de Palin se pasó los dedos por las sienes, para hacer desaparecer un ligero dolor de cabeza.

—Sí —respondió vacilante—. Un barco nos trajo aquí.

—¿Cómo lo llamabais, a ese barco?


Yunque de Flint.
Jaspe lo bautizó, lo compró con una joya que su tío Flint le dio.

—Y ese tío era...

—Flint Fireforge, uno de los Héroes de la Lanza.

—El enano legendario. —La elfa irguió la cabeza—. ¿Sucede algo, Usha?

—Lo recuerdo.

Usha parpadeó y sujetó la mano de Jaspe.

* * *

—He tomado una decisión, elfa de la superficie. —Nuqala flotaba frente a Feril en una pequeña habitación desprovista de mobiliario. El edificio, según la kalanesti había averiguado, se llamaba la Torre del Mar—. La corona es un tesoro —siguió Nuqala—. Es parte de nuestro patrimonio, crucial para nuestra defensa. Ha sido muy útil para desanimar a Piélago.

Las esperanzas de Feril se vinieron abajo.

—También me doy cuenta de que a lo mejor podría ser de mayor utilidad ayudando a acabar con todos los señores supremos dragones, no tan sólo deteniendo al que nos atormenta. La Corona de las Mareas es tuya a cambio de una promesa solemne. Si impedís que Takhisis regrese a Krynn, y luego emprendéis una estrategia contra los señores supremos, tienes que prometer que al primero que intentaréis eliminar será a Brynseldimer.

«No puedo hacer tal promesa —pensó Feril—. ¿Cómo puedo garantizar que mis amigos estarán de acuerdo?» No obstante, se dijo, sí podía garantizar sus propias acciones, de modo que asintió mirando a la mujer.

—Lo prometo.

—Envié a buscar la corona anoche —continuó la elfa marina—. La guardamos en otro lugar de esta torre. —Introdujo la mano entre los pliegues de la túnica, que ondulaban como frondas marinas alrededor de su delgado cuerpo, y sacó una corona alta de coral azul tachonado de perlas. Era asombrosamente hermosa, y la kalanesti percibió las vibraciones de su poder.

Nuqala la tendió a Feril, y los dedos de ésta se extendieron indecisos, hasta tocar la corona.

—La Corona de las Mareas —musitó la elfa marina—. Con ella, las aguas te obedecerán. —Nuqala se hizo a un lado, señalando en dirección al abierto portal oval situado a su espalda—. Elfa de la superficie, informa a Palin Majere de la promesa que me has hecho. Y asegúrate de que la cumplís.

* * *

Las montañas de Dimernesti se hicieron más pequeñas detrás de ella a medida que Feril nadaba veloz en dirección al cementerio de barcos, el primer mojón que la conduciría de regreso al
Narwhal.
Conservaba el aspecto de elfa cubierta de escamas, y la Corona de las Mareas descansaba bien sujeta sobre su cabeza.

Se mantenía pegada a la arena, nadando entre los oscuros cascos, ya que no deseaba llamar la atención de los pequeños tiburones ni de ninguno de los tiburones de mayor tamaño de los arrecifes que pudieran rondar por la vecindad. No hacía mucho que había amanecido, por lo que pudo apreciar, y una luz tenue se filtraba desde lo alto, pintando a los barcos de un verde lóbrego.
Dama Impetuosa,
se dijo pensativa al pasar junto a la nave. Tendría que contar a Rig cuál había sido el final del navio; recordaba que él le había contado que años atrás había navegado en él.

Con el cementerio a su espalda, se puso a nadar más deprisa en dirección al barranco y al arrecife situado al otro lado. En lugar de centrar su atención en la exuberancia de vida marina que la rodeaba, se obligó a concentrarse en la corona; percibía la magia del coral azul, y cómo le daba nuevas energías y ánimos.

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