Cruising (30 page)

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Authors: Frank García

Me senté junto a él.

—Llevo un buen rato corriendo e incluso… No te he visto en ningún momento.

—Estás razonando, cuando en los sueños no existe la razón.

—¿Conoces este lugar?

—Sí —me contestó mientras terminaba de comerse el melocotón y pasaba su lengua por los labios—. Vengo de vez en cuando. Es un sueño que se repite con frecuencia y la verdad que me siento a gusto. Incluso, al conocer el sueño, puedo crear fantasías dentro de él para que no sea siempre igual.

Miré alrededor.

—Reconozco que es un lugar impresionante.

—Aún no has visto nada. Pero antes de mostrarte el resto —me miró la polla—, me gustaría disfrutar de tu rabo. Se ve muy jugoso —sonrió y se agachó a mamármela.

Me tumbé y dejé que siguiera con su juego. En dos lametadas había conseguido ponerla dura como una piedra y cuando se la introdujo completamente, sentí el calor de su lengua y boca.

—¡Joder, como mamas!

No dijo nada y giró su cuerpo ofreciéndome su rabo que también estaba duro y húmedo por la lubricación. Lo tomé entre las manos y me lo llevé a la boca. No era muy grueso y su vena inferior central estaba muy hinchada. Pasé toda la lengua por aquella vena y al volver de nuevo a su capullo, lo degusté haciendo pequeños círculos muy lentamente. Me apretó la polla. Le estaba gustando y entonces introduje la punta de la lengua en el orificio por donde aquel líquido seguía brotando. Lubricaba mucho, pero el sabor era agradable y tan dulce como el melocotón que comiéramos momentos antes. Volvió a apretar mi rabo y sentí un gran placer. Estaba a punto de eyacular. Le detuve. Él me miró y sonrió.

—Tienes poco aguante.

—Es que la mamas muy bien cabrón.

—Está bien, juguemos de otra manera.

Se volvió a girar, me tumbó y acomodándose encima se inclinó sobre mí. Extendió mis brazos en cruz y juntó sus manos a las mías. Me miró a los ojos y sonriendo atacó mi boca. Sus labios carnosos se pegaron a los míos. Su lengua jugó con la mía y ambas fueron internándose aleatoriamente en la boca del uno o del otro. Las salivas cálidas, aún con el sabor a melocotón, pasaban de una boca a la otra y sentí que mi cuerpo estallaba de placer. Se separó sentándose sobre mi vientre y acarició mi torso continuando con aquella hermosa sonrisa. Yo también acaricié el suyo y volviéndose a tumbar besó toda mi cara. Decidí ser yo el que mandara por un momento y le giré. Besé de nuevo su boca y fui bajando por su cuerpo con suma lentitud. Él se quedó muy quieto. Separé sus brazos y dejé que mi lengua se internase en sus sobacos húmedos pero con un agradable olor y sabor. Acaricié sus pezones sonrosados y los mordisqueé. Al sentir aquellos pequeños mordiscos gimió y dobló su cabeza hacía atrás. Mi lengua fue recorriendo poco a poco su torso ligeramente velludo, rastreando cada rincón que se estremecía al contacto con mi boca y lengua. Recorrí con mis dedos aquel hilo de vello que desembocaba en su ombligo y en él introduje mi lengua. Su cuerpo se arqueó y mi mano lo tranquilizó. Mis labios rozaron el espesor de su pubis y mi lengua deseó de nuevo lamer aquella hermosa polla que degustó por un buen rato. Mis manos se deslizaron por sus piernas y él me ofreció uno de sus pies bien formado y masculino. Lo lamí con detenimiento. Dedo a dedo, introduciéndolos en mi boca y pasando la lengua por cada uno de ellos hasta terminar en la planta. Repté de nuevo por su cuerpo, muy suavemente y con mis manos masajeando ligeramente sus costados. Cuando mi boca volvió a entrar en contacto con la suya, me abrazó y me giró con fuerza. Ahora era su momento.

Cerré los ojos por unos segundos al sentir sus besos en ellos. Rozó con sus labios los míos sin buscar el beso que en ese momento yo deseaba y su lengua entró en mi oreja, continuando con el cuello y poco a poco, como yo hiciera, deteniéndose sin prisas en lugares que me hacían vibrar. Mordisqueó mis pezones y bajó poco a poco hasta las ingles. Separó mis piernas y colocó una mano en cada una de ellas. Miró mi rabo y abriendo la boca lo introdujo hasta sentir sus labios en la base. Lancé un fuerte suspiro. La sacó de la boca y volvió a repetir la acción tres veces seguidas. Luego tomó mis huevos entre su mano derecha y tiró de ellos hacia abajo mientras continuaba mamando a un buen ritmo. El placer era indescriptible y mi cuerpo se contorsionaba deseando tocarlo pero a la vez, deseoso de dejar que él continuara con el dominio. Levantó mis piernas y me comió el culo. Su lengua jugaba con el rosetón de mi ano intentando que dilatara. Nuevos suspiros salían de mi interior. Me giró y levantó mi culo. Se acomodó y separando las nalgas continuó lamiendo y comiendo todo mi ano. De vez en cuando, con una de sus manos acariciaba mis huevos o la polla. Deseaba tocarlo, sentirlo, que su piel rozara la mía y levanté el cuerpo girándome hacía él. Los dos nos quedamos frente a frente de rodillas. Los dos empapados de sudor por el deseo entre los cuerpos. Los dos mirándonos en el reto de un duelo que acababa de comenzar. Las respiraciones se agitaban y en aquel movimiento nuestros torsos danzaban en una provocación de un macho hacia el otro. Se abalanzó hacia mí arrojándome al césped y comiéndome la boca con furia. Su polla muy dura se pegó a la mía y mis manos sujetaron con fuerza su cabeza. No deseaba que separase ahora su boca de la mía. Un beso de fuego, de pasión sin control, de desenfreno y lujuria. Mordiéndonos los labios, las lenguas, follando una lengua la boca contraria y así el delirio nos llevó a dar vueltas por la hierba, apretando con nuestros brazos el cuerpo del otro, hasta que un árbol nos detuvo quedando él debajo de mí.

Los labios me ardían pero no deseaba separar su boca de la mía. Necesitaba el calor de su saliva, el juego de su lengua, el aliento que pasaba de una boca a la otra. Sentí su corazón latir con fuerza y golpear el mío que también estaba sacudiendo mi cuerpo. Las pieles resbalaban pero los brazos nos mantenían unidos. Separé por fin mi boca de la suya y le miré. Su mirada era de fuego y desenfreno. Agarró con furia mis glúteos y movió mi cuerpo de manera que nuestras pollas se restregaban la una contra la otra.

—¡Hijo de puta! Nadie me ha puesto tan caliente —comenté.

—Tú eres el culpable y el fuego que llevas dentro. Quiero que revientes conmigo. Quiero todo lo que tienes dentro.

—Te lo daré cabrón.

Me incorporé y levanté sus piernas. Se agarró al árbol con fuerza marcando los músculos de sus brazos y tensando el abdomen. Su ano era hermoso. Un rosetón perfecto y sonrosado. Lo lamí y vibró. Lo volví a lamer y comenzó a ofrecerme tímidamente su interior, abriéndose como una flor. A cada lamida, a cada caricia con mis dedos, se abría más y más mientras suspiraba y apretaba con fuerza el tronco de aquel árbol. Me puse de rodillas ofreciendo a aquel agujero la cabeza de mi polla. Rocé con ella el agujero que se estaba abriendo y contrayendo. Latiendo como un corazón y fue entrando poco a poco en el interior sintiendo el calor de sus paredes. Aulló y coloqué sus piernas encima de mis hombros. Con la polla a medio meter, acaricié sus piernas quedándome quieto dentro de él. Roce el vello suave que cubría aquellas hermosas y torneadas piernas y volví a sus pies masculinos lamiéndolos de arriba abajo. Suspiró de nuevo e introduje un poco más la polla mientras seguía jugando con sus pies. Su cuerpo se contorsionó y continué introduciéndome dentro de él hasta que mi piel se pegó a la suya. Lanzó un grito ahogado, se estaba mordiendo los labios y mirándome con deseo.

—¡Fóllame! ¡Fóllame cabrón!

No le dije nada y comencé a entrar y salir con suma suavidad mientras lamía los dedos de un pie y luego los del otro. La saqué entera y la volví a meter, esta vez sin detenerme pero sin violencia y las embestidas comenzaron a ser más rápidas.

—¡Hijo puta! ¡Me tienes a mil!

Su rabo estaba muy duro y lo cogí con la mano derecha. Sentí el calor de su piel, los latidos de sus venas, la dureza de aquel músculo y me excitó. Le masturbé mientras seguía entrando y saliendo con más rapidez y mis ojos disfrutaron del salto maravilloso de sus chorros de leche al aire. Chorros impresionantes, en abundante cantidad de aquel líquido blanco que inundaba su vientre y pecho mientras gritaba de placer. Me tumbé encima de él, sentí como su semen se pegaba a mi piel y lo besé.

—Continua. Mi polla sigue dura. No te detengas. Sigue follándome.

Le incorporé sentándolo encima de mí. Apretó con fuerza mi pecho con sus manos y él mismo se folló durante un largo rato. Curiosamente, si en aquel principio, cuando comenzamos el juego del 69 estaba a punto de eyacular, ahora no. Ahora sentía una fuerza desmesurada y un control total sobre el acto. Se fue tumbando poco a poco y en aquella postura continué penetrándolo. El placer era absoluto. La lubricación de su ano provocaba a mi rabo una mejor entrada y salida y el control que tenía sobre su esfínter, apretándolo y relajándolo a su antojo, me provocaba sensaciones indescriptibles.

Estaba empapado en sudor. Miré hacia el cielo y sentí un agotamiento total en mi cuerpo. Llevábamos… No sé, pero seguramente pasaba de la hora y media entrando y saliendo de su culo. Se incorporó de nuevo y su abundante líquido cayó por todo mi torso humedeciéndolo y mezclándose con el sudor que resbalaba por todo mi cuerpo. Cayó desplomado sobre mí y sentí su corazón acelerado y el mío a punto de reventar. La polla salió de su ano en uno de sus movimientos y no hizo el menor ademán de volver a meterla, algo que agradecí. Estaba ardiendo y necesitaba relajarme un poco. Aquel macho era un gran macho y esperaba que continuase con él el resto del sueño.

Acaricié su cabello mientras nuestras respiraciones se sosegaban. Levantó su rostro y me miró sonriendo:

—Primer asalto, campeón.

—Tendrás que dejarme recuperarme para emprender el segundo —sonreí.

—Por supuesto —se incorporó y se levantó. Me miró, tendió su mano derecha y me ayudó a levantarme. Curiosamente, su semen y nuestro sudor, había desaparecido de nuestras pieles.

Caminamos despacio, primero sin hablar, simplemente contemplando el paisaje. Un hermoso paisaje campestre donde no faltaba de nada. A mis ojos toda la naturaleza estaba viva en aquel lugar. Todo tipo de flores, de colores, de árboles frutales, de aromas, de sensaciones. La hierba se me antojaba más verde que nunca y suave bajo mis pies. El cielo de un intenso azul donde el gran astro coqueteaba con el viento convirtiéndolo en brisa cálida que nos abrazaba. La música, que tantas veces me acompaña en los sueños, había cesado. Sólo el sonido de nuestros pies sobre el tapiz verde rompía el silencio. Le miré:

—Aún no sé tu nombre, yo me llamo Frank.

—No tiene la menor importancia como me llame, pero sé que a ti te gusta el nombre de Óscar.

—Sí —le sonreí—. Me siento en desventaja. Creo que sabes cosas de mí y yo nada de ti.

—¿Qué quieres saber?

—En realidad no lo sé. No sé ni por qué estoy aquí. Claro que esto es un sueño y esas preguntas no deben de tener importancia.

Se encogió de hombros y volvió a sonreír.

—¿Por qué has dicho antes que éste también era tu sueño?

—Porque lo es. Aunque también es el tuyo. Cuando sueñas con otras personas, la mayoría también están viviendo sus sueños y en ocasiones, esos sueños se cruzan aunque no seamos conscientes de ello. Además —me miró fijamente—, tú y yo nos conocemos personalmente, aunque no hayamos hablado nunca.

—¿Cómo? ¿Nos conocemos?

—Sí. Hemos coincidido en varios locales del ambiente. En más de una ocasión te has quedado mirándome, he intuido que te gustaba, pero jamás te has acercado.

—Es posible y espero sepas disculparme por no recordarte.

—No son necesarias las disculpas. Lo mismo que tú habrás mirado a cientos de tíos, los demás también lo hacemos.

—Es verdad —le sonreí.

—¿Por qué estabas corriendo cuando te vi?

—No lo sé. Pero si te soy sincero, entre la carrera y el polvo, estoy agotado.

—Tienes que aprender a controlar las situaciones en los sueños. Resulta mucho más divertido y menos agotador. Aunque —sonrió mirándome la polla—, no creo que en la vida real tengas tanto aguante follando.

—No, que va. Cuando empezaste a mamármela estuve a punto de… Pero luego… Luego he follado como un loco y…

—Has controlado ese momento. Inconscientemente sabías que si te corrías, saldrías del sueño y no te apetecía. Te despertarías empapado de semen y sudor y seguro que cabreado por esperar algo más de ese instante en el que te encontrabas.

—Parece que lees mis pensamientos.

—No, que va. Es que eso nos ha sucedido a todos. Ahora tendrás que controlar otros momentos e incluso crear situaciones dentro del sueño.

—Pues si te soy sincero, ahora me encantaría encontrarme con un hermoso río, con su cascada, con el agua tibia

y lo suficientemente profundo para darme un baño de ensueño.

—Mira al frente.

—No me lo puedo creer.

—Es tu sueño. Sigue soñando.

De repente desapareció y miré a mí alrededor. ¿Por qué se había ido? Tal vez se había despertado y… Que más daba, ante mi se presentaba el río soñado y mi cuerpo estaba dolorido como si me hubieran dado una gran paliza. Me acerqué e introduje los pies. Sonreí. El agua estaba en el punto de temperatura que me agradaba y poco a poco me sumergí. Nadé durante un largo rato. Me dejé acariciar por el agua que de la cascada brotaba sentado en una roca y cuando pasó un tiempo, pensé en Óscar.

—¿Cómo está el agua? —me preguntó emergiendo de las profundidades al lado mío.

—¡Joder que susto me has dado!

Se rió y se sentó al lado.

—Pensé que te habías despertado. Te fuiste de repente.

—No. Deseaste un rió para darte un baño de ensueño. No me incluías en él.

—No sabía que el pensamiento era tan susceptible. Tú ya estabas en él y contigo cuento hasta que me despierte. Si tú quieres, claro.

—Por supuesto. Me tienes que volver a follar. Ese rabo lo quiero dentro de mi culo esta noche más veces. Bueno, miró al cielo. Mejor en esta mañana —se rió a carcajadas y se tiró de nuevo al agua.

Le miré como nadaba. Se dio la vuelta y abrió los brazos. Sonrió:

—Te estoy esperando. Necesito tu cuerpo. ¡Te deseo! — gritó.

Me lancé al agua y me acerqué a él. Rodeó mi cuerpo con sus fuertes brazos y nos besamos.

—¡Joder, ya me la has puesto dura! —comentó—. Besas de puta madre.

Si su rabo estaba duro, el mío aún más. Le fui llevando hacia una zona donde hacíamos pie. Metí mi polla entre sus piernas y sonrió. Elevó sus piernas rodeando mi cintura mientras se sujetaba a mi cuello a la vez que yo le metía la polla entera.

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