Dame la mano (68 page)

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Authors: Charlotte Link

Tags: #Intriga, Relato

Gwen no lo había soportado más y había empezado a defenderse.

—Ya te he dicho que he pasado muchas horas frente al ordenador —dijo—. Fue así como di con los correos que tu abuela le había enviado a mi padre. Apenas podía creer lo que leía, pero a la vez todo encajaba a la perfección con lo que le había pasado al pobre Brian Somerville. Encajaba con el autismo de mi padre y con el egoísmo casi patológico de Fiona. Si no eras capaz de defenderte, esos dos pasaban por encima de ti sin reparos. Así eran. Así fueron siempre.

—Y tú pensaste que podrías utilizar a Brian y a Semira para tus planes —dijo Leslie con amargura.

Le pareció especialmente trágico que esas dos personas, que como tantas otras habían tenido que sufrir mucho durante la vida, acabaran convertidas en meras herramientas en manos de una asesina demente.

—No podía dejar pasar una oportunidad como esa —dijo Gwen.

—¿Habías previsto desde el principio cargarle el muerto a Dave? —preguntó Leslie.

En cualquier caso, le daba la impresión de que Dave había puesto mucho de su parte para aparecer como sospechoso. Ante el pánico provocado por la posibilidad de que pudieran culparlo, se había enredado cada vez más con sus propias mentiras. En primer lugar, cuando no había declarado que en la noche del crimen había vuelto a salir de casa y, una vez se hubo descubierto la falsedad de esa declaración, solo había conseguido empeorar la situación inventándose que había pasado la noche con su ex novia. Sobre todo porque había facilitado las cosas a Gwen para que empezaran a considerarlo el principal sospechoso.

Gwen negó con la cabeza.

—No. Se me ocurrió en cuanto empecé a notar que… que en realidad yo no le interesaba. No soy tonta, ¿sabes? Apuesto a que todos os preguntabais cómo podía ser tan ingenua para creer que un tipo como Dave pudiera haberse fijado en alguien como yo. Es probable que él mismo haya instado a alguien para que me abriera los ojos al respecto. ¡Pobre de mí, soy tan cándida! Os preocupabais y pensabais en el momento en que acabaría despertando de ese sueño… En ese sentido, Leslie, no he sido ni mucho menos tan estúpida como creíais. Desde el primer momento tuve claro que Dave no era el típico hombre que le echaría el ojo a una mujer como yo, por eso me fijaba mucho en cómo se comportaba. No fue necesaria la intervención de tu abuela para que me diera cuenta de que lo más probable era que su interés estuviera en mi patrimonio. Esa suposición cada vez era más y más clara. Y me dolió, porque… ¿Sabes?, a pesar de mi escepticismo, a pesar de todas mis reservas, acabé enamorándome de él. El tiempo que he pasado con él ha sido maravilloso. Sus atenciones, las molestias que se tomaba conmigo… incluso sabiendo que no eran sinceras. Viví todo eso como algo especial. Jamás había experimentado nada parecido. Fue bonito. Disfruté mucho algunos de esos instantes. Ha sido como estar viviendo un sueño.

Su voz sonó triste. En ese momento salió a relucir la Gwen de siempre, melancólica y pacífica.

Y Leslie pensó: No hemos sabido ver que está loca. Pero ¿por qué no hemos reparado al menos en lo triste que estaba?

—¿Por qué has disparado a Dave? —preguntó Leslie—. Ahora no podrás endosarle los asesinatos de Fiona y de Chad tal como habías planeado.

—No podía hacer otra cosa —dijo Gwen—. Después de haber estado sentada en el salón con él, de que se despidiera de mí, de notar cómo lo perdía, de darme cuenta de que él seguía allí viendo pasar el tiempo solo por una cuestión de decencia, como una mera formalidad, cuando en realidad no me soportaba ya, cuando lo único que quería era largarse… Me ha causado dolor, un dolor espantoso. No podía dejar que se marchara sin más. No habría podido soportarlo.

—¿Y lo has convencido para que te acompañara hasta la playa?

—Le he dicho que necesitaba salir. Le he pedido que me acompañara, sí. Él no quería, pero creo que le daba lástima dejarme de ese modo. Por eso ha aceptado. Supongo que lo único que quería era que esto terminara de una manera correcta y para que así fuera no podía dejarme aquí y largarse sin más justo después de haberme roto el corazón. Resignado, me ha acompañado hasta la cala. Yo llevaba el arma. Aún no sabía lo que haría con ella, pero sí sabía que no estaba dispuesta a dejar que Dave se fuera.

—¿Estás segura de que sigue con vida? —preguntó Leslie.

—Ni idea. Seguía vivo cuando me he marchado. Puede que se haya desangrado o que la marea se lo lleve… Yo que sé. Al fin y al cabo, ¿qué importa? Ahora mismo ya todo da igual, ¿no?

Lo dijo con una voz que rezumaba resignación. Leslie decidió insistir.

—No, todo no da igual, Gwen —dijo enseguida—. Tu padre sigue vivo. Dave tal vez también. Llamemos a una ambulancia, por favor. Todavía puedes salvarlos a los dos. Entonces… serían dos asesinatos que no…

Gwen la interrumpió, enfadada.

—No, claro, solo sería el de Fiona y dos intentos de asesinato más. ¿Crees que de ese modo saldría mejor parada? ¿Crees que eso convertiría la cárcel en un lugar más agradable? Tonterías, Leslie. ¡Lo sabes muy bien!

Leslie se dio cuenta de lo extrañamente contradictoria que Gwen se estaba mostrando en esos momentos. Por un lado, era capaz de valorar de forma minuciosa su situación, sabía que acabaría en la cárcel y estaba decidida a evitarlo. Pero al mismo tiempo, parecía no comprender el lío en que estaba metida. ¿De verdad pensaba que conseguiría salir indemne de todo aquello? ¿Después de matar a tiros a su padre, a Dave, a Leslie? ¿Y luego pensaba seguir con su vida, como si nada hubiera ocurrido, sin despertar las sospechas de la policía?

Había tenido dos maneras de proceder muy distintas: había demostrado ser muy fría haciendo circular por su entorno la historia de Brian Somerville para poder así justificar los asesinatos de Chad y de Fiona, puesto que sabía que tarde o temprano el asunto de Brian llegaría a oídos de la policía. Y había sido un buen intento lo de aprovechar la precaria situación de Dave para alimentar las sospechas que ya recaían sobre él. Pero de repente se había saboteado a sí misma disparando a Dave, sobrepasada por las emociones, incapaz de aceptar que este la dejara.

Había demostrado ser más sutil y mucho más astuta de lo que nadie podría haber supuesto, pero al mismo tiempo no era tan fría e impasible como le habría gustado ser. Era imprevisible para los demás, pero también para sí misma.

Leslie se dio cuenta de que eso la convertía en una enemiga terrible, extremadamente peligrosa. Era imposible saber lo que haría en los minutos siguientes.

—He dejado a Dave allí tendido y he vuelto a la granja —dijo Gwen, de nuevo impasible, como si estuviera contando una actividad cotidiana cualquiera—. Luego te he visto merodeando con una linterna. Has bajado en dirección a la cala, pero he pensado que daba igual si encontrabas a Dave, porque volverías a subir de todos modos. Aquí no hay cobertura de móvil en ningún lugar, lo que por lo visto también tiene su lado bueno. Mi padre había cerrado la puerta con llave, supongo que se lo habías mandado tú, pero como es natural la ha abierto enseguida al oír mi voz. Y bueno, una vez neutralizado él, solo me quedaba esperar a que llegaras tú. Me he sentado en la escalera después de quitar la llave del cerrojo del despacho, por si acaso. Ya me imaginaba que intentarías llamar por teléfono desde aquí.

—Muy astuta, Gwen —dijo Leslie—. Veo que lo tenías todo previsto, hasta el último detalle.

—Sí, la pequeña Gwen, con lo tontita que parecía, ¿verdad? Siempre me habéis subestimado. Desde hace más de treinta años. ¡Deberíais haberos fijado más en mí!

Leslie se preguntó qué podía replicar a eso. ¿Podía admitir su parte de culpa, existente al fin y al cabo, a pesar de que la manera de proceder de Gwen nunca le parecería justa? De todos modos, tenía la impresión de que no serviría de nada. Gwen no estaba en su sano juicio. Para ella ya no se trataba de obtener satisfacción, de encontrar algo de comprensión. Se había metido en un callejón sin salida y estaba intentando maniobrar, pero se había quedado atravesada y, tal como veía las cosas, solo había una salida posible, una salida que, con solo pensar en ella, a Leslie le sobrevino un escalofrío.

Gwen parecía que acababa de pensar exactamente lo mismo.

—¿Qué voy a hacer contigo ahora, Leslie? —dijo con aire pensativo—. No podemos pasarnos la noche aquí hablando. Además, nunca tuvimos gran cosa que decirnos, igual que ahora.

—Tenía una cita con la inspectora Almond —dijo Leslie—. Me está esperando desde hace horas. Le extrañará que no aparezca y saldrá a buscarme.

Gwen sonrió. Fue una sonrisa atroz, casi maliciosa.

—Entonces ya va siendo hora de que decida qué haré contigo —replicó.

20

Valerie Almond no conseguía quitarse de encima un mal presentimiento que la había ido invadiendo más y más a medida que transcurría la noche. Había estado esperando mucho rato en la pizzería y había intentado llamar al móvil de Leslie varias veces, pero siempre saltaba el contestador. Al final se había marchado a casa, pero allí tampoco había conseguido serenarse. Había telefoneado varias veces a casa de Fiona Barnes, pero tampoco allí había respondido nadie. Hacia las nueve y media no pudo soportarlo más. Subió al coche y se dirigió hacia Prince of Wales Terrace. Sabía que era muy improbable que Leslie todavía siguiera allí, porque no había ningún motivo para que no respondiera al teléfono, pero de todos modos quería cerciorarse.

Tal vez lo hago solo por hacer algo, pensó mientras maniobraba su coche para aparcarlo. Estoy desorientada y por eso reacciono sin un propósito concreto. Porque es mejor eso que quedarme sin hacer nada.

Salió del coche. Le acongojaba la idea de no haber sabido nada más sobre Leslie. Le había dicho que quería compartir con ella algo importante en relación con el asesinato de su abuela, y Valerie la había notado un poco excitada, tensa. Había dicho que tardaría veinte minutos en llegar a la pizzería. Conocía bien Scarborough, se había criado allí. Valerie podía excluir la posibilidad de que Leslie se hubiera perdido con el coche. Pero incluso si así hubiera sido, ¿por qué no la llamaba?

Algo no encajaba, pensó Valerie.

Respecto a Dave Tanner, seguían sin tener pistas sobre él. Y ahora parecía como si Leslie también hubiera desaparecido.

Frente a la puerta de entrada del enorme complejo de apartamentos había un hombre. Valerie se preguntó qué debía de estar haciendo allí a esas horas. En cualquier caso, no le pareció en absoluto alguien a quien pudiera colgarle la etiqueta de malo. Más bien parecía un tipo perplejo.

Pasó a su lado y pulsó el timbre que estaba junto a la placa con el nombre de Fiona Barnes.

—Ahí no le abrirá nadie —dijo el hombre que estaba detrás de ella.

Valerie se volvió hacia él.

—¿No? Entonces ¿usted también iba a casa de la difunta señora Barnes?

—He llamado tres veces, pero… —El hombre se encogió de hombros. Acto seguido, se presentó—. Soy el doctor Stephen Cramer. Estaba llamando a mi mujer… a mi ex mujer. Leslie Cramer. Pero parece que no está en casa. Tampoco hay ninguna luz encendida arriba.

—Inspectora Valerie Almond —dijo Valerie mientras le mostraba la placa identificativa. Stephen le echó una simple ojeada—. A mí también me gustaría ver a la señora Cramer.

Él parecía preocupado.

—He estado mirando por los alrededores —dijo—. Pero no he visto su coche aparcado por aquí.

—¿No tiene las llaves del apartamento?

—No. Estoy alojado en el Crown Spa Hotel, un poco más abajo en esta misma calle. Hace un par de días que no veo a Leslie.

—¿Le parece extraño?

Stephen dudó un poco antes de responder.

—Bueno… ella sabe dónde puede encontrarme. Pero tal vez no tenga motivos para verme. Pero vaya, ¿dónde debe de estar? A estas horas…

Valerie tuvo la impresión de que el ex marido de Leslie todavía no había acabado de digerir el divorcio. Debía de llevar dos días ganduleando en su hotel con la esperanza de que Leslie se dejara caer por allí, y al parecer esta no había tenido ningún motivo para hacerlo. En un momento dado aquel tipo no lo habría soportado más, así que había salido a espiarla y el hecho de que no estuviera en casa había sido el golpe de gracia.

Pobre tío, pensó Valerie.

De repente él pareció darse cuenta de que no era algo habitual encontrarse de noche, frente a la puerta de la casa de su ex mujer, con una inspectora de policía que quería aclarar un asunto que por lo visto no podía esperar hasta el día siguiente.

—¿Ha ocurrido algo? —preguntó, alarmado.

—¿Sabe dónde se aloja Dave Tanner? —preguntó a su vez Valerie.

Stephen frunció la frente.

—¿Dave Tanner? El prometido de Gwen Beckett, ¿verdad? Pues no, ni idea. ¿Por qué?

—Me gustaría hablar con él —respondió Valerie, evasiva.

—¿Y cree que puede estar ahí?

—De hecho, no. Estoy preocupada por Leslie Cramer. Me ha llamado hacia las siete y me ha dicho que quería verme para contarme algo importante relacionado con el asesinato de su abuela. Habíamos quedado en encontrarnos en una pizzería, pero no se ha presentado. Tampoco me ha llamado ni está localizable. Al final ha empezado a darme mala espina, por eso he venido.

—Realmente, es muy extraño —dijo Stephen—. ¿Desde dónde la ha llamado?

—Estaba en el coche. En algún lugar cerca de Staintondale. Me ha dicho que acababa de salir de Robin Hood‘s Bay. ¿Tiene alguna idea de lo que había ido a hacer allí?

—No. Como ya le he dicho… por desgracia no he tenido contacto con ella en los últimos días.

—Algo debe de haberle ocurrido entretanto —murmuró Valerie.

—¿Y si ha ido a la granja de los Beckett? Tal vez haya aprovechado que estaba cerca.

—¿Por qué tendría que haber ido? De todos modos, debería llamar a la granja. ¿No tendrá el número por casualidad?

Stephen lo tenía guardado en el móvil. Sin embargo, en casa de los Beckett tampoco respondió nadie.

—Esto ya es más que extraño —dijo Stephen—. ¡Que yo sepa, el viejo Chad Beckett casi nunca sale de casa! ¿Cómo es posible que no esté? Me pregunto si… —Stephen titubeó un momento.

—¿Sí? —dijo Valerie.

—¿Leslie todavía no le ha contado nada acerca de los mensajes? ¿Los que Fiona Barnes había escrito a Chad Beckett?

—No. ¿Qué mensajes?

—Correos electrónicos —dijo Stephen, algo incómodo—. Gwen los había encontrado y se los había dado a leer a ese matrimonio que se hospeda en la granja. Y a través de ellos acabaron llegando a manos de Leslie. No sé exactamente lo que se decía en ellos, pero era algo acerca de un asunto en el que estuvieron implicados Chad y Fiona en algún momento, hace años… Sé que tuvo lugar una historia oscura en sus vidas, algo que nadie más conocía hasta que salieron a relucir esos mensajes. Leslie estaba inquieta por ello.

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