Dame la mano (64 page)

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Authors: Charlotte Link

Tags: #Intriga, Relato

Cruzó el puente colgante de madera y le pareció que oscilaba más de lo habitual, aunque sabía que no era más que una ilusión óptica a causa del oscuro vacío que había bajo sus pies, a causa de esa noche que parecía perderse en el fondo del barranco. A pesar de la linterna, lo que estaba haciendo no dejaba de ser peligroso. El terreno era irregular e imprevisible, mientras que el barranco era profundo y, en buena parte, rocoso. Además, hacía demasiado tiempo que no pasaba por allí. Aunque tenía un recuerdo aproximado de la geografía del lugar, ya no se desplazaba por esos parajes con la facilidad de una sonámbula con la que solía hacerlo cuando era pequeña. Por aquel entonces, su abuela y ella iban cada tarde a la granja de los Beckett y Leslie bajaba por el barranco con Gwen para ir a jugar a la playa mientras Fiona… Sí, Fiona, ¿qué? ¿Qué debían de hacer Fiona, Chad y la esposa de Chad durante todas esas horas que pasaban juntos? En aquella época no se lo había preguntado jamás, se había limitado a aceptar como normal el hecho de que su abuela pasara más tiempo con otra familia que en su propia casa. Más adelante, aquel asunto tampoco le había interesado. Y en ese momento probablemente no llegaría a obtener jamás una respuesta. La esposa de Chad había fallecido muchos años atrás. Fiona también había muerto. Y Chad no era una persona muy dada a responder preguntas.

Leslie había llegado al final del puente colgante. A partir de allí empezaba el descenso por el barranco. Recordó que de niña lo bajaba con la agilidad de un rebeco. En ese momento, sin embargo, parecía más bien una anciana avanzando con precaución y dificultad. ¿Siempre había sido tan escarpado ese barranco? ¿Esas rocas escalonadas habían sido siempre igual de altas? A duras penas podía pasar de una a otra con un solo paso, más bien se veía obligada a dejarse caer con cuidado. Decidió que sería mejor sentarse y deslizarse hacia abajo sobre el trasero, pero para eso necesitaba apoyarse con las dos manos, algo difícil habida cuenta de que en una de ellas llevaba la linterna. En un momento dado se le cayó de la mano, aunque por suerte fue a caer sobre una de las rocas cercanas, más abajo. Temblando de miedo, Leslie consiguió recuperarla. Se quedó sentada mientras pensaba un instante. Lo que estaba haciendo era una locura, y por si fuera poco no tenía ni la más remota idea de si tenía algún sentido. Si acababa perdiendo la linterna no tendría muchas posibilidades de encontrar el camino de vuelta, al menos no sin arriesgarse a torcerse un pie o incluso a romperse un hueso.

Leslie decidió que lo mejor sería volver atrás.

Tal vez la policía ya hubiera llegado a la granja, y si no era así, no tardaría mucho en hacerlo. Que continuaran ellos con la búsqueda, que estaban más preparados.

Empezó a subir de nuevo y comprobó que resultaba tan difícil como había esperado, puesto que solo disponía de una mano libre. Cuando llegó al puente, respiraba con dificultad y estaba empapada en sudor. Consultó el reloj y se dio cuenta de que había transcurrido ya una hora desde que había salido de la granja. Había pasado mucho rato trepando por aquellas rocas.

Pasó más rápido que antes por el puente, como si se hubiera acostumbrado ya al balanceo y a la impenetrable oscuridad de aquel abismo. Pero en realidad era el miedo lo que la espoleaba. Se había vuelto más intenso porque las imágenes que su fantasía estaba elaborando se habían vuelto a su vez más terroríficas y apremiantes. Pensándolo bien, solo había dos posibilidades, a cuál más horrible. Podía ser que Dave Tanner hubiera perpetrado el crimen que había acabado con la vida de Fiona y ahora hubiera desaparecido con Gwen, lo que sin duda no podía ser bueno para esta. Pero también podía ser que Dave no hubiera hecho nada malo y se hubiera limitado a volver a Scarborough después de romper su compromiso. Pero ¿entonces por qué mentía una y otra vez? En el segundo caso, eso significaría que Gwen estaría vagando de noche, sola y desesperada, con funestas intenciones. Leslie prefirió no entrar a valorar si Gwen era del tipo de personas que contemplan la posibilidad de terminar con su vida, pero sabía que el mal de amores, los sentimientos heridos y los desengaños suelen ser los motivos más frecuentes para el suicidio. ¿Y quién sabía en realidad qué le pasaba a Gwen por la cabeza? ¿Quién podía saberlo?

Consiguió avanzar con más agilidad en cuanto llegó de nuevo a los prados. Si antes los había recorrido apresuradamente, esa vez lo hizo corriendo. Oía el sonido sordo de sus propios pasos y los jadeos de su respiración. Su condición física dejaba mucho que desear, era consciente de ello, y aunque en ese momento no tenía ninguna importancia, se propuso hacer ejercicio con regularidad en lo sucesivo. Se extrañó de estar pensando en algo como eso, pero tal vez no era tan raro aferrarse a algo banal mientras el miedo y el pánico amenazaban con superarla. Pensó si aún encontraría sus viejos pantalones de jogging en algún lugar del armario y cayó en la cuenta de que lo único que buscaba era algo de alivio: el resto de las cosas en las que tendría que estar pensando podían ser demasiado horrendas.

Se detuvo al ver la granja desde lo alto de la colina en la que se encontraba. Todo estaba oscuro, absolutamente oscuro. A duras penas divisaba el tejado de la casa junto a los de los establos y los cobertizos. Nada parecía moverse por allí. ¿Dónde estaba la policía? ¿Los coches, los focos, las linternas? No había ningún haz de luz moviéndose de un lado a otro, ninguna voz atronando a través de un megáfono…

Dios, Leslie, se dijo, ¿de verdad creías que llegaría el séptimo de caballería solo porque Chad hubiera llamado a Valerie Almond para decirle que su hija y el prometido de esta habían salido de casa dos horas antes?

Pero al fin y al cabo había una orden de búsqueda sobre Dave.

Al menos debería haber llegado un agente a la granja. Tal vez Valerie en persona, que de todos modos esperaba a Leslie. ¿Estaría comiéndose una pizza con toda la calma del mundo antes de subir a su coche y salir pitando hacia Staintondale?

Leslie bajó corriendo la colina y atravesó el portón de la granja a toda prisa. Reconoció su propio coche como una sombra oscura aparcada tras el jeep de Chad. Aparte de eso, no vio nada, no había más coches. La policía no había llegado, ni Valerie Almond ni ningún otro agente.

Tal vez Chad había tardado en llamar. O no había llegado a hacerlo, quizá había olvidado al momento lo que Leslie le había dicho que hiciera en cuanto esta había salido. Eso parecía lo más probable.

Llegó a la puerta de la casa y la abrió. ¿Por qué no estaba cerrada con llave? Pero ¡si había oído que Chad había echado el cerrojo!

—¿Chad?

No obtuvo respuesta. El pasillo estaba oscuro y vacío.

Leslie había dejado la luz encendida, estaba segura de ello, pero podía ser que Chad la hubiera apagado en su afán ahorrador.

Volvió a encenderla y recorrió el pasillo. La puerta del despacho de Chad estaba entreabierta, la empujó con cuidado y miró dentro. Vacío. La lámpara del escritorio estaba encendida y el ordenador conectado, lo supo en cuanto oyó el leve murmullo característico.

—¿Chad? —preguntó de nuevo.

Entró en la cocina y encendió la luz del techo. Quería encender todas las luces, se sentiría más segura si la casa no estaba completamente a oscuras.

¿Por qué Chad no contestaba?

Algo iba mal. Chad no se habría ido a la cama sin apagar la luz del escritorio y el ordenador. Él, que era capaz de desesperar a cualquiera con su afán ahorrador. Tenía que estar en algún lugar cercano y no tenía ningún motivo para esconderse de Leslie.

—¿Chad? —lo llamó por el nombre una vez más, y se dio cuenta de que su voz sonaba temerosa.

Entró en el salón, encendió también la luz y allí fue donde vio a Chad, tendido en el suelo en medio de la estancia. Estaba boca abajo, con la cabeza vuelta hacia un lado, de manera que Leslie pudo ver con claridad lo pálido que estaba. Tenía los ojos cerrados y se rodeaba el cuerpo con los brazos.

Se quedó allí mirándolo un momento, temiendo hacer cualquier cosa, antes de recuperar el movimiento y acercarse a él un par de pasos. Se arrodilló y, en un acto reflejo, le tomó el pulso. Lo tenía muy débil, pero al menos aún tenía pulso. Con sumo cuidado, le dio la vuelta.

—¡Chad! ¿Qué ha ocurrido?

Los párpados del anciano temblaron levemente. Leslie notó algo cálido y pegajoso, y levantó la mano derecha. Se había manchado de sangre. Entonces vio que en el suelo también había sangre, que había formado un pequeño charco en las baldosas y se filtraba por las junturas. La fina camisa azul que Chad llevaba puesta estaba empapada de sangre, pero tal como Leslie pudo comprobar, la hemorragia se había detenido, por lo que no vio la necesidad de practicarle primeros auxilios de urgencia. Una cuchillada o un disparo, supuso, no había ninguna explicación inofensiva, lo que significaba que lo habían atacado mientras ella estaba fuera.

Quien lo hubiera hecho debía de estar aún cerca.

Intentó mantener la calma y no salir de la casa a toda prisa para meterse en el coche. Tenía que llamar a una ambulancia y a la policía, y no podía dejar solo a Chad. Su estado era crítico; había perdido mucha sangre, y Leslie no tenía ni idea de los posibles daños internos que pudiera haber sufrido.

Le acarició con ternura las mejillas.

—¡Chad! Soy yo, Leslie. ¡Chad! ¿Qué ha ocurrido?

Los párpados del anciano volvieron a temblar, aunque esa vez consiguió abrir los ojos. Tenía la mirada perdida y errante, bajo los efectos de un shock.

—Leslie —susurró.

Tenía la cabeza sobre el regazo de ella.

—Todo irá bien, Chad. Buscaré ayuda. Iremos al hospital y…

La mirada del anciano se aclaró un poco.

—Dave —susurró con grandes dificultades para hablar—. Dave… Él…

—Sí, Chad…

—Él… aún…

Su mirada se enturbió de nuevo. Quería seguir hablando, pero su lengua se negaba a cumplir. Lo único que pudo emitir fue un balbuceo ininteligible.

Sin embargo, Leslie comprendió lo que había querido decirle: que Dave Tanner estaba allí. Que todavía rondaba por la granja después de haber herido de gravedad a Chad, que probablemente la estaba buscando a ella, a Leslie. Tenía el coche aparcado en un lugar bien visible en medio del patio. Sabía que estaba allí. Y sabía también lo peligrosa que podía resultar su presencia para él.

¿Había registrado la casa buscándola? ¿Estaba fuera en ese momento, recorriendo como una sombra silenciosa los cobertizos y los establos, tal vez iluminando con una linterna los rincones más ocultos, sospechando que ella estaría intentando escapar de él? ¿O quizá seguía en la casa? ¿Tal vez en uno de los dormitorios?

Leslie sabía que en la planta superior de esa casa uno no podía moverse sin que crujieran las tablas del suelo. Era poco menos que imposible moverse por las habitaciones en silencio. Aguzó el oído, pero percibió nada aparte del zumbido provocado por la sangre que le bombeaba en las sienes.

No podía cometer errores. No podía correr riesgos.

Con mucho cuidado, volvió a apoyar la cabeza de Chad en el suelo, se puso de pie y se dirigió rápidamente hacia la puerta. La cerró, echó la llave y apoyó la espalda en ella, jadeando. Un pequeño margen de seguridad, un poco de tiempo ganado, tal vez. No dudaba que Dave sería capaz de derribar aquella puerta decrépita, pero tardaría varios minutos en conseguirlo, y unos minutos, en esa situación, podían resultar vitales.

Decidió apagar la luz. Si Dave rondaba por allí fuera, no quería ponerle en bandeja la posibilidad de que le disparara en caso de que tuviera un arma de fuego.

Volvió a comprobar el teléfono móvil. Sin cobertura. Staintondale y en especial la granja de los Beckett eran para volverse loco en lo que a comunicaciones se trataba. Lo intentó desde otro rincón de la habitación, pero igualmente sin éxito. Ni siquiera cerca de las ventanas. Sabía que tenía alguna oportunidad de que funcionara si salía al patio y se acercaba a la carretera, pero eso habría significado correr el riesgo de toparse con Dave por el camino. Aún estaba por allí, ya había intentado matar a Chad y no se quedaría mirando cómo ella llamaba a la policía por teléfono. De todos modos, Leslie marcó el número de Valerie, pero como era de esperar seguía sin cobertura. Llamar al teléfono de emergencias; ni siquiera ese funcionaba. Estuvo a punto de lanzar aquel aparato inútil, llevada por la rabia, pero consiguió controlarse en el último momento. Podía llegar a necesitarlo.

Sus ojos se acostumbraron hasta cierto punto a la oscuridad y le permitieron divisar ya como una sombra a Chad tendido en el suelo, inmóvil, posiblemente sin conocimiento. Las cosas no pintaban bien para él si no recibía auxilio enseguida. Pese a ser médico, en esa situación apenas podía ayudarlo. Le pareció que podía ser peligroso incluso tenderlo en el sofá para que estuviera más cómodo, puesto que no sabía qué tipo de heridas había sufrido. Y además no tenía nada, ni vendas ni nada. Solo un teléfono sin cobertura mientras un loco rondaba por allí fuera, dispuesto a no dejarla ir en busca de ayuda. ¿Por qué lo hacía? ¿Por qué Chad? También debía de haber matado a Fiona. ¿Por qué? ¿Estaba cumpliendo un encargo de Semira Newton? ¿Buscaba esta la manera de vengarse a pesar de haber dado a Leslie su palabra de que jamás le habría ahorrado a Fiona las molestias y las fatigas de la vejez? ¿O Dave había matado a Fiona por iniciativa propia y, después de exasperarse el día anterior hablando con Semira, había decidido que Chad también merecía ser castigado? ¿O tal vez no era cierto lo que le había dicho Semira, que Dave había ido a verla? Quizá también era mentira que se había presentado ante ella como periodista. ¿Quién le decía que Dave y aquella anciana de Robin Hood‘s Bay no formaban una pareja mucho más astuta e insidiosa de lo que Leslie era capaz de imaginar? Pero en ese caso ¿por qué tendría que haberle contado Semira que él también había acudido a verla? Habría sido más lógico procurar que nadie llegara a enterarse de ello.

¿Y si no era Semira la que estaba detrás de todo aquello? ¿Y si Dave actuaba por iniciativa propia? Leslie contempló a Chad, que seguía inmóvil. El hombre que se interponía entre el deseo de Dave de quedarse con la granja de los Beckett y la consecución del mismo. ¿Era ese el desencadenante del drama? Dave estaba dispuesto a casarse con una mujer por la que no sentía nada en absoluto solo para tener de una vez alguna perspectiva en su vida. Pero solo podría disponer de las tierras si conseguía la bendición de su suegro. ¿No había querido esperar a que llegara ese momento? ¿Había matado a Fiona para que no le aguara los planes con su lengua viperina y había intentado acabar con Chad para allanar el camino cuanto antes? Pero ¿qué diablos pintaba Gwen en toda la historia? Era poco probable que Dave hubiera tratado de asesinar a Chad delante de su hija, que tanto lo quería. Por otro lado, a quien no podía hacerle nada era a Gwen, puesto que necesitaba casarse con ella si quería aspirar a quedarse con su herencia.

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