Desafío (21 page)

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Authors: Alyson Noel

Tags: #Infantil y juvenil, Romántico

Una forma que podría conducirme hacia el camino correcto.

—Jude —empiezo a decir con voz ronca—. Jude, yo…

Me acerco mientras pienso: «Esto es absurdo. Todo esto es una ridiculez».

En serio: él me ama, y sé que yo también lo amé una vez. Y si no fue exactamente «amor», sé que sentí algo por él. Quizá un beso sea lo único que hace falta para que tenga una revelación. Igual que cuando besé a Damen por primera vez, cuando nos sentimos tan conectados, tan unidos, mucho antes de que la cruel realidad hiciera su aparición en escena.

Rodeo el mostrador y busco su mano con un movimiento rápido. Mis dedos aprietan los suyos en apenas un instante y siento la corriente de su energía tranquila y suave a través de mi cuerpo. Todo mi ser se relaja mientras observo cómo se acerca su rostro, cómo se aproxima su mirada ardiente y suspicaz. Aprieto los dedos en torno al músculo esbelto y duro de su brazo.

Mi piel se sonroja a causa de la anticipación mientras lo atraigo hacia mí, mientras aguardo el contacto de sus labios sobre los míos. Necesito experimentar esto de una vez por todas; necesito saber qué me he estado perdiendo todos estos siglos.

Al principio, la sensación me resulta chocante. Su beso es firme y carnoso, muy diferente a la mezcla perfecta entre cosquilleo y calidez del de Damen. Oigo el gruñido ronco que escapa de su garganta cuando me sujeta la nuca para apretarme contra él. Su boca se abre ligeramente y su lengua busca la mía en el preciso instante en que la puerta se abre de par en par y choca con fuerza contra la pared. La campanilla se rompe y cae al suelo.

Nos damos la vuelta.

Y nos separamos, anonadados.

Con la luz del día a su espalda, Haven tiene un aspecto oscuro, siniestro y cruel. Bloquea la salida y nos mira con odio.

Sonríe con los ojos entrecerrados y pone los brazos en jarras.

—Vaya… Mira por dónde… Este debe de ser mi día de suerte. Dos pájaros de un tiro, y ninguno de ellos tiene la menor oportunidad de escapar.

Capítulo veinticuatro

M
e vuelvo hacia Jude y le ordeno que huya, que se esconda, que haga lo que sea necesario para alejarse de ella. Sé que solo tenemos un segundo, dos como máximo, antes de que nos ataque. Antes de que sea demasiado tarde.

No bromeo en absoluto y le dirijo una mirada penetrante para asegurarle de que hablo en serio, pero él se queda donde está. Plantado detrás del mostrador, justo a mi lado. Piensa, equivocadamente, que nuestro breve beso lo obliga de algún modo a quedarse conmigo y protegerme.

Estoy a punto de repetirle la orden cuando Haven atraviesa la estancia y se sitúa delante de nosotros con una mirada salvaje y desquiciada. Una mirada que dice a las claras que está fuera de control.

Me muevo para cubrir a Jude mientras observo cómo sonríe, cómo se pasa la punta de la lengua por los labios y mira a mi amigo por encima de mi hombro.

—Hazte un favor y no escuches a Ever. Te irá mucho mejor si te quedas donde estás. Nunca conseguirás ganarme en velocidad, sin importar lo mucho que te esfuerces. Además, te aseguro que necesitarás toda tu energía más tarde.

Da un paso rápido hacia la derecha, como si planeara rodearme y apartarlo de mí, pero la bloqueo a toda velocidad sin apartar la vista de ella. Recuerdo muy bien nuestro desafortunado encuentro en los aseos, con cuánta facilidad me controló y me aplastó contra la pared. Puede que yo tenga alguna oportunidad de vencerla, pero Jude jamás sobreviviría.

—Siento interrumpir vuestro rollito. —Se echa a reír, y sus ojos hinchados y rojos nos miran primero a uno y luego al otro—. No tenía ni idea de que habíais decidido tomar «esa» dirección.

Extiende el brazo hacia mí y me clava sus largas uñas pintadas de azul en el hombro antes de apartar la mano. Siento el escozor frío y amargo de su energía, aunque es evidente que le cuesta mucho esfuerzo disimular el temblor de sus manos.

Haven inclina la cabeza hacia un lado, coge la masa de pelo que cae sobre su hombro y la retuerce alrededor del dedo índice.

—Antes de que te emociones demasiado por haber llegado hasta la primera base —dice sin apartar la vista de Jude—, deberías saber que la única razón por la que Ever te ha permitido llegar tan lejos es que Damen la ha dejado por Stacia. Otra vez. —Niega con la cabeza y frunce los labios mientras nos mira a ambos—. Y, bueno, supongo que busca a alguien para sustituirlo. Tú ya me entiendes.

Le echo un vistazo rápido a Jude con la esperanza de que no le esté prestando atención, de que no la tome en serio, pero veo que tiene una mirada intranquila, tan conflictiva que resulta imposible descifrarla.

—¿No te hartas de eso? —Deja de retorcerse el pelo para admirar el montón de anillos que lleva en cada dedo—. Ya sabes, de que Ever te use continuamente como hombro sobre el que llorar, para que le hagas el trabajo sucio. En serio, si te paras a pensarlo, un beso es… no sé, lo menos que puede hacer cuando ella es el motivo principal por el que tu vida está destinada a un fin trágico y temprano.

Sé que Haven sería capaz de seguir y seguir, de alargar esto hasta que le dé la gana, pero yo ya he oído suficiente. Jude ya ha oído suficiente. No quiero que se distraiga o, peor aún, que empiece a creerla.

—¿Qué quieres? —Controlo la respiración, me concentro y me preparo para cualquier cosa que vaya a hacer.

—Creo que lo sabes. —El iris de sus ojos, que una vez fue un precioso remolino de tonos dorados y broncíneos, es ahora un punto oscuro moteado de rojo, siniestro y amenazador—. Creo que eso ya lo he dejado bien claro. —Sonríe con desprecio—. Pero no sé a quién matar primero. Así que quizá tú puedas ayudarme, ¿a quién prefieres que mate en primer lugar, a ti o a Jude?

Me enfrento a su mirada mientras hago todo lo posible por calmar la agitación de la energía de Jude y, al mismo tiempo, concentrar la atención y la furia de Haven en mí.

—¿Eso es todo? —Enarco las cejas mientras miro a mi alrededor—. ¿Este es tu gran plan? ¿El plan aterrador con el que llevas amenazándome… cuánto tiempo… meses, semanas? —Encojo los hombros, como si no mereciera la pena esforzarme en recordarlo—. ¿Tu plan es atacar en una pintoresca librería local?

Niego con la cabeza, como si me decepcionara su pobre elección del escenario del crimen.

—Si te digo la verdad, Haven, estoy un poco sorprendida —continúo—. Lo cierto es que esperaba que hicieras algo mucho más dramático. Ya sabes, un movimiento atrevido en un centro comercial abarrotado o algo así. Pero, claro, pareces un poco… ¿Cómo lo diría Roman? —Entorno los ojos para fingir que intento recordarlo y luego me doy una palmada en la frente—. Ah, sí, eso es: «necesitada». Pareces un poco necesitada últimamente. —La miro a los ojos—. Estás extenuada, agobiada, incluso un poco tensa. Como si necesitaras desesperadamente una buena comida… y, sí, quizá también un abrazo.

Haven frunce el entrecejo. Frunce el ceño y pone los ojos en blanco. Y luego avanza con cierta dificultad hacia mí.

—Bueno, ahora me abrazan mucho, por eso no te preocupes. Y si necesito otro abrazo, siempre puedo pedírselo a Jude.

Sonríe con desdén y su rostro se transforma en una máscara espeluznante, con una mirada tan agresiva que siento cómo se contrae la energía de Jude a mi espalda.

—En cuanto a la falta de dramatismo —añade—, no te inquietes, Ever. Habrá más que de sobra. Además, no es el escenario lo que importa, sino la escena que se representa en él. Y aunque no estoy dispuesta a revelar los entresijos de la trama, porque será mucho más divertido pillarte desprevenida, te aseguro que voy a hacerte pagar por todas las cosas horribles que me has hecho, incluyendo tu último…

La miro con los ojos entrecerrados, porque no tengo ni idea de qué va a decir.

Sin embargo, ella frunce otra vez el entrecejo.

—Sí, sí… ¿Crees que no sé que entraste en mi casa y me robaste el elixir?

Me deja atónita que crea que he sido yo.

—¿Crees que no sé cuánto tengo? —Alza la voz, indignada—. ¿Crees que no me daría cuenta cuando viera la nevera casi vacía? ¿Piensas que soy idiota? —Hace un gesto negativo con la cabeza—. Está bastante claro por qué lo hiciste. Crees que es la única forma de poder estar a mi altura. Pero tengo que darte una noticia, Ever: nunca serás igual que yo. Nunca. Y beber mi elixir no cambiará eso.

—¿Para qué querría tu elixir si ya tengo el mío? —La miro con recelo, consciente de que Jude sigue detrás de mí, consciente de sus músculos tensos y del titubeo de su energía.

Dos malas señales que indican que planea alguna estupidez que no puedo permitirle hacer.

Retrocedo un poco para empujarlo. Intento que Haven no se dé cuenta, pero utilizo la fuerza suficiente para que él capte el mensaje y me deje manejar la situación.

—Admítelo, Ever. —Me recorre con la mirada mientras sus piernas empiezan a temblar—. El mío es mejor, más fuerte y muy superior al tuyo. Aun así, no te ayudará. Por mucho que bebas, jamás conseguirás ser igual que yo.

—¿Y para qué querría ser igual que tú? ¿Has visto en lo que te ha convertido? —pregunto con un tono cargado de desprecio—. En serio, Haven, mírate bien.

Señalo sus ojos inyectados en sangre, el tic de sus dedos y la piel pálida de su rostro. Trazo una línea con el índice para señalar su cuerpo escuálido y encogido. Y, de repente, después de observarla con detenimiento, me doy cuenta de que no puedo seguir adelante con esto.

No puedo, sin importar con qué me amenace.

Esta es Haven.

Mi vieja amiga Haven.

La misma con la que solía salir, con quien solía reírme. La única, aparte de Miles, que se mostró dispuesta a sentarse conmigo en mi primer día.

Es evidente que tiene problemas, que necesita ayuda, y mi deber es tratar de llegar hasta ella, ayudarla, intentar convencerla de que no haga lo que está a punto de hacer antes de que sea demasiado tarde. Antes de perderla para siempre.

—Haven, por favor. —Levanto las palmas de las manos y suavizo mi voz y mi mirada. Quiero dejar claro que estoy cambiando el chip, que soy sincera y que no quiero hacerle daño—. No tiene por qué ser así. No tienes por qué hacer esto. Podemos parar aquí y ahora. Tu plan acabará en tragedia, y las cosas se pondrán peor. Así que, por favor, piénsalo un momento al menos.

Respiro hondo y me lleno con toda la luz posible antes de soltar el aire hacia ella. La envuelvo con ondas suaves de energía verde sanadora. Veo cómo flotan esas ondas y cómo intentan penetrar… Pero rebotan, repelidas por la coraza de odio y furia de su interior.

—No es demasiado tarde para hacer las paces —le digo en voz baja y firme, como si intentara convencerla. Mi esperanza es lograr calmar también a Jude, evitar que lleve a cabo el plan suicida que pueda tener en mente—. No tienes buen aspecto. Has perdido el control, y lo sé porque a mí también me pasó. No tiene por qué ser así. Hay una forma de salir de esto, y me encantaría ayudarte a encontrarla, si me lo permites.

Sin embargo, a pesar de mis palabras firmes y tranquilas, ella se ríe en mi cara. La carcajada es cruel, abrasiva, y sus ojos bailotean de manera demencial, como si fueran incapaces de quedarse quietos.

—¿Ayudarme? ¿Tú? Por favor. —Pone los ojos en blanco y mueve la cabeza de un lado a otro—. ¿Cuándo me has ayudado tú? Lo único que has hecho es quitarme cosas. Una y otra vez. Pero ¿ayudarme? Sí, claro. Debes de estar de coña.

—Vale. —Encojo los hombros, decidida a pasar por alto sus palabras, a llegar hasta ella para evitar que se autodestruya—. Si crees que no puedes confiar en mí, deja al menos que otra persona te ayude. Todavía tienes una familia, ¿sabes? Todavía tienes amigos. Amigos de verdad. Gente que se preocupa por ti, no como esos a los que has manipulado para que sean tus amigos.

Me mira y parpadea rápidamente. Se balancea de un lado a otro de una forma casi imperceptible. Mete la mano en el bolso en busca del elixir, pero solo encuentra unas cuantas botellas vacías que arroja al suelo.

Sé que tengo que darme prisa. Debo moverme rápido. No contamos con mucho tiempo, ya que Haven estallará en cuestión de segundos.

—¿Qué pasa con Miles? —me apresuro a decir—. Él estaría más que dispuesto a ayudarte. ¿Y tu hermanito Austin? Él te admira; depende de ti. Mierda, incluso Josh sigue loco por ti. ¿No me dijiste que incluso te había compuesto una canción para reconquistarte? Eso significa que todavía está colado por ti. Estoy segura de que vendría de inmediato si lo llamaras. Y…

Estoy a punto de mencionar a sus padres, pero me muerdo la lengua. Sus padres nunca la han ayudado, y esa es una de las razones por las que estamos aquí ahora mismo.

Sin embargo, vacilo durante demasiado tiempo. Lo bastante como para que ella me fulmine con la mirada.

—¿Y quién más, Ever? ¿A quién ibas a añadir a la lista? ¿Al ama de llaves? —Vuelve a poner los ojos en blanco mientras sacude la cabeza—. Lo siento, pero todo eso ha quedado en el pasado. Me arrebataste a la única persona que me ha importado de verdad, a la única persona a quien yo le importaba. Y ahora vas a pagar por ello. Los dos pagaréis por ello. Hay algo que debéis tener muy claro: ¡los dos saldréis de aquí en una bolsa para cadáveres! Bueno, en tu caso, Ever, en un cubo de basura.

—Eso no traerá a Roman de vuelta.

Sin embargo, las palabras llegan demasiado tarde. La he perdido. No está aquí. Ya no escucha. Se ha hundido en el rincón más oscuro de su mente perturbada.

Lo sé por su mirada, que se vuelve vidriosa, y porque todo su cuerpo se queda inmóvil, como si estuviera poniéndose en sintonía con la ira incandescente que arde en su interior.

Lo sé por la forma en que empiezan a temblar las paredes.

Porque los libros comienzan a caerse de las estanterías.

Porque un puñado de figurillas de ángeles vuela a través de la estancia y se estrella contra las paredes antes de hacerse añicos en el suelo.

Ya no hay forma de llegar hasta ella.

Ya no hay vuelta atrás.

Está delante de mí, con los ojos en llamas, el cabello flotando, presa de los temblores de furia. Aprieta los puños con fuerza mientras se pone de puntillas y estira el brazo hacia Jude.

Intento decir: «¡Corre!».

Intento decir: «¡Crea el portal y lárgate de aquí a toda leche!».

Sin embargo, antes de que pueda pronunciar las palabras, Jude se aleja de mí.

Se abalanza contra ella.

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