Desafío (19 page)

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Authors: Alyson Noel

Tags: #Infantil y juvenil, Romántico

—Aunque eso no debería sorprenderte, ya que ese sitio no era tuyo. Es de Damen y mío. Lo ha sido durante casi un año.

Se echa a reír. Suelta una breve carcajada que termina casi al mismo instante de empezar. Se quita los pantalones cortos y la camiseta, y los arroja al interior de la taquilla antes de coger el vestido azul marino, que empieza a meterse por la cabeza.

—Ya, bueno, tú no estabas aquí, y a Damen no pareció importarle mucho. Aunque, claro, por lo que he visto, últimamente está un poquillo ocupado.

Tira del vestido hacia abajo y me mira a los ojos en cuanto su rostro emerge por el cuello de la prenda. Luego se contonea de un lado a otro para ponérselo bien. Se toma un instante para mirarme con los ojos muy abiertos y me recorre de la cabeza a los pies con una mirada desdeñosa en busca de una reacción que no va a aparecer.

Porque su comentario me resbala. No me afecta en absoluto. Damen y yo hemos llegado a un entendimiento, y este enfrentamiento con ella, bueno, es para lo que me he entrenado.

—Creí que odiabas la clase de educación física. —Me dejo caer en el banco de madera lleno de arañazos, cruzo las piernas y apoyo las manos sobre las rodillas. Echo un vistazo al vestuario de las chicas, un lugar que ella evitaba desde después de una novatada particularmente brutal que sufrió a comienzos del primer año.

—Bueno, es cierto que antes la odiaba. —Encoge los hombros y se coloca el revoltijo de collares con los que ha sustituido el colgante que le di. Sus ojos brillan y su rostro tiene un aspecto radiante cuando añade—: Pero, como bien sabes, las cosas han cambiado, Ever. O, mejor dicho, yo he cambiado. Y resulta que me he dado cuenta de algo que antes solo podía imaginar.

Hace una breve pausa para ponerse los zapatos. Se enrolla las tiras alrededor de los tobillos un par de veces y luego las ata en un lazo a la altura de sus bien contorneadas pantorrillas.

—Una vez que llegas a la cima de la pirámide —continúa—, una vez que eres hermosa, poderosa y posees una fuerza y una velocidad sobrehumanas, no hay razón para que odies nada. Salvo, quizá, a los fracasados patéticos que están decididos a fastidiarte. Pero, aparte de eso, todo lo demás es genial. Ni te imaginas lo estupendo que es ser yo en estos momentos. —Se atusa el pelo, se alisa con las manos la parte delantera y los laterales del vestido, y luego se admira en el espejo que hay enfrente para asegurarse de que todo está en su lugar.

Aparta un instante la mirada de su reflejo para observarme, y suelta un largo suspiro.

—Y no hablaba en sentido figurado, para que lo sepas. Ni te imaginas lo que es estar en mi piel ahora. Lo que es estar en la cima del mundo… ser lo máximo que puedes ser. —Esboza una sonrisa burlona y estira la mano hacia el estante superior de su taquilla, donde guarda todos sus anillos—. Hay que admitirlo: no es por ser cruel ni nada de eso, pero tú has sido una fracasada toda tu vida e incluso ahora, cuando técnicamente hablando podrías tener cualquier cosa que quisieras, sigues siendo una gilipollas. —Niega con la cabeza mientras se pone los anillos en los dedos, y, puesto que son muchos, tarda un tiempo considerable—. En serio, si no fuese tan divertido, resultaría patético. Con todo, debo admitir que hay una pequeña parte de mí que siente lástima por ti.

—¿Y la otra parte? —La miro mientras se arregla el pelo, mientras se lo alisa alrededor de los hombros y la cara.

Se echa a reír. Una vez satisfecha con el peinado, busca en el bolso el brillo de labios y me echa una miradita.

—Bueno, la otra parte es la que va a matarte. Pero eso ya lo sabías, claro.

Hago un gesto afirmativo con la cabeza, tan indiferente que cualquiera diría que Haven acaba de soltar un comentario inofensivo y no una amenaza de muerte.

—No me entiendas mal, al principio pensé matar primero a Jude. Ya sabes, hacerle mucho daño mientras tú mirabas… ese tipo de cosas. Pero luego, después de sopesarlo bien, comprendí que sería mucho más divertido invertir el orden y acabar contigo primero. Eso lo dejará solo e indefenso, sin nadie capaz de salvarlo… o, más bien, sin nadie dispuesto a hacerlo. Porque seguro que Damen no se ofrecerá voluntario para eso. Y no solo porque está muy ocupado protegiendo a Stacia, sino porque, bueno, admitámoslo, por más bueno y noble que se crea, dudo mucho que se entristezca al verlo desaparecer, teniendo en cuenta cómo están las cosas de un tiempo a esta parte. —Encoge los hombros y se pasa un par de veces el aplicador del brillo por los labios; luego se los frota entre sí, le lanza un beso al espejo y sonríe mientras vuelve a guardar el brillo en el bolso—. No sé, es solo una idea. ¿Tú qué piensas?

—¿Que qué pienso?

Arqueo una ceja y ladeo la cabeza, dejando que el pelo caiga sobre la parte delantera de mi vestido.

Haven me mira, a la espera.

—Pues pienso que… adelante.

Suelta una carcajada profunda y estruendosa, y luego vuelve a atusarse el pelo a la vez que se esfuerza por recuperar el aliento. Se contempla en el espejo una vez más y gira la cabeza de un lado al otro para admirarse.

—No puedes hablar en serio —me dice—. ¿De verdad quieres empezar esto aquí? ¿Ahora? —Me mira con expresión escéptica.

—Me parece un lugar tan bueno como cualquier otro. —Hago un gesto indiferente con los hombros—. ¿Por qué retrasar lo inevitable?

No me quita los ojos de encima mientras me levanto del banco y me pongo de pie ante ella sin el menor rastro de miedo, confiando plenamente en mi fuerza. Me tomo un momento para rememorar la promesa que hice, la de dejar que ella diera el primer paso. No la animo, no hago nada más que quedarme de pie, a la espera. Las consecuencias son demasiado serias, demasiado permanentes para algo así. Mi único objetivo es darle una lección, bajarle un poco los humos. Demostrarle que soy más fuerte de lo que se cree, que ha llegado el momento de que desista y se retire. Quiero que se replantee la situación, que se dé cuenta de que su malvado plan no es un movimiento muy inteligente.

Haven niega con la cabeza, pone los ojos en blanco, murmura algo incomprensible entre dientes e intenta empujarme para abrirse paso. Descarta todo lo que le he dicho con un gesto de la mano.

—Pasará cuando tenga que pasar, créeme. —Me mira por encima del hombro y entorna los párpados—. Lo único que te hace falta saber es que no lo controlarás, no lo elegirás y no lo verás venir. Eso lo hace todo mucho más divertido, ¿no te parece?

Sin embargo, cuando llega a la puerta, segura de que ya no corre peligro, aparezco delante de ella y le bloqueo el paso.

—Escucha, Haven: si te atreves a ponerle un dedo encima a Jude, a Miles o a cualquier otra persona, las consecuencias no te gustarán nada de nada.

Frunce los labios en una mueca de desprecio y sus ojos se oscurecen. Se vuelven más negros que nunca.

—¿Y si voy a por Stacia? —Sonríe, aunque es más bien una mueca desdeñosa—. ¿Qué harás entonces? ¿Arriesgarías tu vida, tu alma, para protegerla a ella también? —Se queda callada el tiempo suficiente para que asimile sus palabras y luego se cubre la boca con la mano en un fingido gesto de vergüenza—. Ay, déjalo. Había olvidado que Stacia ya tiene a Damen para protegerla. Qué poca memoria tengo. —Sonríe con sorna y me aparta de un empujón para atravesar la puerta.

Me deja aquí, sola.

Tal vez haya sido una victoria pequeña, pero está claro que he logrado transmitirle mi mensaje.

El próximo movimiento es suyo.

Capítulo veintidós

R
esulta difícil acostumbrarse a la nueva rutina de la hora del almuerzo, con Haven presidiendo la mesa de los VIP, mientras que Miles y yo nos sentamos en nuestra mesa de costumbre. Ambos fingimos no fijarnos en la mesa intermedia, donde están Damen y Stacia, pero lo cierto es que solo nos falta mirarlos con la boca abierta.

Sin embargo, por más duro que resulte verlo, Damen y yo hemos llegado a un nuevo acuerdo, uno en el que hemos aceptado nuestras responsabilidades presentes mientras yo me tomo el tiempo necesario para intentar aceptar los pecados que él cometió en el pasado. Sé que merece la pena. Merece la pena el dolor que me provoca verlo ahí (ver la forma en que me mira, la forma en que la mira a ella), porque mientras yo esté aquí, mientras Damen esté ahí, Haven se contendrá.

Está fuera de control, pero se contendrá.

Y nadie saldrá herido.

Giro el tapón de mi botella de elixir y doy un buen trago. Examino la estancia y veo que Honor trabaja horas extra para mantener su puesto al lado de Haven; se esfuerza mucho más de lo que jamás tuvo que esforzarse con Stacia. Craig y algunos de sus amigos, en cambio, parecen aliviados de haberse librado, relativamente ilesos, y se contentan con sentarse en una mesa de categoría inferior. La cosa podría ser peor, sin duda. De no ser por su relación con Honor y por el hecho de que ella aún siente algo por él, estoy segura de que Craig estaría tan mal como Stacia.

—Es como si hubiésemos aterrizado cabeza abajo en un mundo extraño —dice Miles mientras se toma su yogur de vainilla y examina la sala con una expresión tan desasosegada como la mía—. En serio, está todo patas arriba. Todo lo que creía saber sobre este instituto (lo bueno, lo malo y lo horrible) es ahora completamente diferente. Y todo es por su culpa. —Hace una señal con la cabeza hacia nuestra antigua amiga y la observa durante un instante antes de volverse hacia mí—. ¿Esto es lo que veías tú cuando Roman controlaba la situación?

Lo miro con los ojos como platos. Me ha pillado completamente desprevenida. Nunca antes habíamos hablado de esa época, de la época en la que Roman utilizó su hechizo para volver a todo el mundo contra mí. Aquellos fueron de los peores días de mi vida. Al menos, de esta vida.

Asiento con la cabeza.

—Sí, se parecía bastante. —Miro a Damen y recuerdo que por aquel entonces también se sentaba con Stacia—. De hecho, la situación es muy similar.

Jugueteo con el tapón del elixir y lo hago girar de un lado a otro mientras revivo el pasado en mi mente. Elijo las escenas más dolorosas y las visualizo una y otra vez para recordarme que si superé esa época, también superaré esta. Como suele decir Ava: «Esto también pasará».

No obstante, ella siempre me recuerda también que esa frase sirve para los buenos y los malos tiempos.

Todo pasa. Todo experimenta el ciclo de la vida y de la muerte. A menos, por supuesto, que uno sea como Damen o como yo, en cuyo caso permanece atrapado en la misma danza eterna.

Desecho ese pensamiento y me bebo lo que queda de elixir. Guardo la botella vacía en la mochila y después me la cuelgo al hombro bajo la atenta mirada de Miles.

—¿Vas a alguna parte? —pregunta mientras bate el yogur.

Asiento, y me basta con echar un vistazo a su cara para saber que no le parece bien.

—Ever… —empieza a decir, pero lo interrumpo de inmediato.

Sé lo que está pensando: que me marcho porque me duele demasiado ver a Damen con Stacia. Pero no está al tanto del trato que hemos hecho Damen y yo.

—Se me ha ocurrido algo, algo de lo que debo ocuparme mientras aún tenga la posibilidad —murmuro, consciente de que no lo he convencido.

Contemplo la representación de Haven en la mesa guay. No deja de reírse y de coquetear; es evidente que está encantada con su nuevo papel de reina.

—¿Ahora nos ponemos enigmáticos? —Miles me mira con suspicacia.

Pero me limito a encogerme de hombros. Estoy impaciente por marcharme, ya que no quiero que Haven se dé cuenta y decida seguirme.

—¿Puedo ir contigo, al menos? —Me mira con la cuchara a medio camino de la boca.

Hago un gesto negativo con la cabeza sin apartar la vista de Haven.

—No.

Ni siquiera me tomo un momento para pensarlo, algo que Miles no se toma muy bien.

—¿Y por qué no? —Alza la voz al tiempo que frunce el ceño.

—Porque tienes que ir a clase. —Doy un respingo al oír mi tono de voz, que ha sonado más como el de una profesora que como el de una amiga.

—¿Y tú no?

Suspiro y niego con la cabeza. Eso es diferente. Yo soy diferente. Y ahora que Miles lo sabe, no debería hacer falta que se lo repitiera.

Aun así, no piensa rendirse. Sigue escrutándome con sus enormes ojos castaños, durante tanto tiempo que al final me rindo.

—Oye, sé que crees que quieres acompañarme —le digo—, pero en realidad no es así, te lo aseguro. Ni por asomo. Y no es que no quiera que vengas conmigo. No quiero dejarte tirado ni nada de eso. Es solo que… bueno, lo que planeo hacer no es del todo legal. Así que, la verdad, es que solo intento protegerte.

Miles me mira y se mete una cucharada de yogur en la boca. No le ha afectado en lo más mínimo lo que le acabo de decir. Se cubre la cara con una mano y me mira.

—¿Protegerme de quién? ¿De ti?

Suspiro y me esfuerzo por mantener una expresión neutra, aunque me resulta bastante difícil cuando él me mira de esa forma. Sus cejas se elevan en un gesto de suspicacia y el mango de la cucharilla se balancea por fuera de su boca.

—Protegerte de la ley —respondo al final. Suena muy dramático, pero es verdad.

—Vale… —Arrastra la palabra y entorna los párpados mientras lo considera con seriedad—. ¿Y de qué ilegalidad estamos hablando? —Me observa de la cabeza a los pies. Es evidente que no va a dejar el interrogatorio hasta que conozca todos los detalles—. ¿Latrocinio, cohecho, usura o algún otro delito más importante?

Suspiro de nuevo, aunque esta vez más fuerte.

—Está bien —le digo al final—. Tengo pensado hacer un pequeño A.M., si tantas ganas tienes de saberlo.

—¿Un allanamiento de morada? —Intenta no mirarme boquiabierto, pero no lo consigue del todo—. Pero será de los inofensivos, ¿no?

Asiento con la cabeza. Y vuelvo a encoger los hombros, y a poner los ojos en blanco. Los minutos corren y el descanso para el almuerzo llega a su fin. Va a sonar el timbre y, de no ser por tantas preguntas, ya me habría marchado hace rato.

Miles lame la cuchara hasta dejarla limpia, la arroja a la basura y se levanta del asiento.

—Está bien, cuenta conmigo. —Empiezo a protestar, pero enseguida veo que no servirá de nada. Levanta la mano y añade—: Y ni se te ocurra intentar detenerme. Voy a ir contigo, tanto si te gusta como si no.

Titubeo un poco, ya que detesto la idea de involucrarlo en esto; pero también pienso que será agradable tener un poco de compañía, para variar. Estoy harta de jugar siempre sola.

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