Desafío (15 page)

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Authors: Alyson Noel

Tags: #Infantil y juvenil, Romántico

Capítulo quince

—E
ver, por favor… —Me acaricia la barbilla con los dedos para animarme a abrir los ojos y a mirarlo.

Y lo hago. Abro los ojos a regañadientes para afrontar los suyos. El asombroso color verde azulado de su mirada contrasta de forma muy llamativa con el tono bronceado de su frente, con las rastas doradas que rodean su rostro y con sus dientes blancos algo torcidos.

—Llevo deseando esto mucho tiempo…, muchos años. Pero primero, antes de hacerlo, necesito saber.

Espero la pregunta casi sin respiración.

Aunque jamás me habría esperado sus palabras.

—¿Por qué yo? ¿Por qué ahora?

Entorno los párpados y me aparto un poco. El hechizo, el impulso irresistible que me empujaba hacia él hace apenas unos segundos comienza a desvanecerse. Cuando niego con la cabeza, ya no queda más que un tenue vestigio.

—Ni siquiera sé qué es lo que me preguntas —le digo.

Le suelto la camisa y observo cómo cae al suelo el pequeño trozo de tejido mientras me sigo apartando.

Pero Jude no me lo permite. Me agarra las manos y me las aprieta con fuerza.

—Lo que te pregunto es: ¿qué ha ocurrido? ¿Qué ha pasado entre Damen y tú para que hayas empezado a tenerme en cuenta?

Respiro hondo y me fijo en sus manos, en sus dedos entrelazados con los míos, en su muñeca apoyada sobre la pulsera de herradura que Damen me regaló aquel día en las carreras. Esta vez, cuando intento apartarme, lo consigo. Mi respiración vuelve poco a poco a la normalidad, y el hechizo se debilita más y más a medida que aumenta la distancia que nos separa.

Sé que se merece una respuesta, que no puedo dejar las cosas como están, así que tomo una profunda bocanada de aire antes de hablar.

—He descubierto algo. —Lo miro de reojo un instante antes de apartar la vista de nuevo—. Algo del pasado. Algo que… —Trago saliva con fuerza y empiezo de nuevo con una voz más firme, más segura—. Algo que me ha ocultado durante mucho tiempo.

Jude me mira sin rastro de sorpresa. Él mismo me ha insinuado en más de una ocasión que Damen tenía secretos. Siempre ha asegurado que no era una lucha justa, sobre todo cuando luchaban por mí. Pero lo cierto es que Damen también lo ha admitido. De hecho, se sentía tan mal, tan culpable, que decidió hacerse a un lado durante un tiempo, para permitirme que tomara una decisión sin presiones.

Y lo hice.

Lo elegí a él.

Para mí, nunca hubo ninguna competición. Desde el momento en que nos conocimos, solo me importó él.

Pero ¿y si me equivoqué?

¿Y si Jude siempre hubiera sido mi destino?

Ha estado a mi lado en todas mis vidas…, incluyendo la que descubrí hace poco. Y, pese a todo, siempre ha sido el perdedor, siempre ha sido el rechazado. Siempre ha sido el que acaba solo.

Pero ¿y si no era eso lo que debía pasar?

¿Y si la magia de Damen logra cautivarme de tal forma que siempre tomo la decisión equivocada?

¿Por qué seguimos encontrándonos una y otra vez? ¿Para que podamos tener otra oportunidad de enmendar las cosas, de estar juntos, por fin, después de tanto tiempo?

Miro a Jude, que está justo delante de mí. Es cautivador. No tanto como Roman, con su resplandor brillante y dorado. Tampoco cuenta con el atractivo moreno de Damen, ni con el sexy hormigueo de calidez que este produce. No, Jude es un tío sano y soñador; por fuera parece un tipo normal, pero por dentro es mucho más.

—Ever… —Veo en su expresión que se debate entre agarrarme para darme un beso y mostrar un poco de control para hablar conmigo primero—. Ever, ¿qué es lo que viste? ¿Qué fue tan malo como para empujarte hacia mí?

Y la forma en que lo dice, tan consciente de su posición como el eterno rechazado, hace que se me parta el corazón en dos.

Me doy la vuelta y paseo la mirada por las gradas, por el suelo de madera lleno de rozaduras, por la red de la canasta, que tiene un agujero en uno de los lados. Dejo que lo que queda del hechizo desaparezca para que la larga lista de preguntas pueda regresar a su lugar.

Decido mostrarme firme y contar las cosas como son para ver adónde me lleva eso.

—Hace un tiempo, insinuaste… —Niego con la cabeza—. No, no insinuaste, dijiste a las claras que sabías algún secreto sobre nuestro pasado en común. Fue después de que entraras en el Gran Templo del Conocimiento por primera vez. Después de eso, cambiaste por completo. Y cuando te pregunté qué había ocurrido allí, respondiste con evasivas. Sin embargo, más tarde mencionaste que Damen no había jugado limpio en el pasado, y que todo eso iba a cambiar, porque, según me dijiste, «El conocimiento es poder y, gracias a Summerland, eso es algo que tienes a raudales». O algo así, da igual. El caso es que necesito saber qué querías decir.

Permanezco delante de él, callada, a la espera de que me conteste. Jude cierra los ojos con fuerza y se frota el entrecejo; luego baja las manos a los costados y me mira a los ojos.

—¿Por dónde quieres que empiece? —Encoge los hombros y suelta una risotada que está más cerca del enfado que de la alegría.

Estoy a punto de responder «Por donde quieras. Empieza por donde te dé la gana», ya que supongo que es mejor dejarlo elegir y permitir que me cuente las cosas que considera que debo saber. Pero luego me lo pienso mejor. Aunque sé que Damen ha «editado» todas mis vidas, y eso significa que en todas ellas hay algo que él preferiría que no supiera, hay una única vida, un secreto, que necesito saber ahora.

Hay una vida en particular que me ha empujado a este momento, que me ha hecho querer besar a Jude para ver adónde me llevaba eso.

—El sur. El sur antes de la guerra. ¿Qué sabes de nuestras vidas por aquel entonces, cuando ambos éramos esclavos?

Jude se queda pálido. Blanco como la pared. La luz desaparece de sus ojos a tal velocidad que casi dudo de que sea real. Masculla algo ininteligible mientras clava la mirada en el dibujo de la mascota del instituto que hay en la pared, y retuerce las manos con ademanes nerviosos.

Al verlo reaccionar así, no puedo evitar preguntarme si he presenciado algo que él aún no sabe.

Sin embargo, esa idea se desvanece rápidamente cuando al final se vuelve hacia mí y empieza a hablar.

—Así que ya lo sabes. —Respira hondo y hace un gesto negativo con la cabeza—. Pensaba contártelo, Ever, y la verdad es que me deja alucinado que Damen te haya hablado de eso. Debo admitir que, sin importar lo que pueda pensar de él, mostró mucho valor. O quizá fuera un poco temerario, ¿quién sabe?

—Él no me lo contó —le digo sin poder contenerme—. No exactamente. Digamos que… presencié por casualidad algo que él no quería que viera.

Jude asiente y entrecierra los párpados mientras se acerca a mí muy despacio.

—No puedo culparlo —dice con voz seria—. Aquella fue sin duda de las peores ocasiones, quizá la peor de todas. —Encoge los hombros—. Al menos para mí, ya que mi final no fue muy agradable.

Capítulo dieciséis

E
s lunes, y vuelvo a saltarme las clases para asistir al funeral de Lina.

Aunque eso solo es una excusa. Habría faltado de todas formas.

Muñoz afirma que el diploma me servirá para asegurarme un futuro mejor y más brillante, pero yo no estoy de acuerdo.

Quizá a la gente normal le sirva para garantizarse la consideración de las juntas de admisión de las universidades y de los futuros jefes, pero esas cosas no significan nada para mí. Hace apenas una semana sí me importaba, pero por fin me he dado cuenta de lo equivocada que estaba. Me he dado cuenta de que no tiene sentido seguir el curso normal de los acontecimientos cuando mi vida (y mi futuro) son cualquier cosa menos normales.

Y ya es hora de dejar de fingir lo contrario.

Y si quiero ser del todo sincera, también debo admitir que Damen juega un papel fundamental en esa decisión… si no el papel principal. Porque la cuestión es que no estoy preparada para enfrentarme a él. Todavía no. Quizá algún día, pronto, pero por el momento me da la sensación de que ese día aún está muy lejos.

En su favor debo decir que parece muy consciente de ello. Me concede mucho espacio y mucho tiempo para que resuelva esto por mí misma. Su única intromisión es algún tulipán rojo que aparece de la nada de vez en cuando, un recordatorio del amor que compartimos una vez.

Que todavía compartimos.

Creo.

Giro el tapón de mi botella de agua y echo un vistazo a la multitud del salón en busca de algún rostro familiar. Jude me dijo que Lina no andaba corta de amigos, y por lo que veo es cierto. Lo que olvidó mencionarme es lo distintos que son todos ellos. Aunque me encanta vivir aquí, no puede decirse que Laguna Beach sea un crisol de nacionalidades; sin embargo, en este lugar están presentes todas las etnias que a uno se le puedan ocurrir. Y a juzgar por la mezcla de acentos que suenan por todos lados, es evidente que muchas de estas personas han viajado desde muy lejos para despedirse de ella.

Me quedo donde estoy, jugueteando con el tapón de la botella de agua que tengo al lado, mientras me debato entre buscar a Jude para decirle que me marcho o quedarme un poco más en bien de las apariencias. De pronto, Ava me saluda desde el otro lado de la estancia y empieza a acercarse a mí. Calculo a toda prisa cuándo fue la última vez que nos vimos y me pregunto si ella pertenece al pequeño grupo de personas que piensan que las he abandonado.

—Hola, Ever. —Sonríe y se inclina para darme un cálido abrazo. Se aparta un poco para recorrer mi rostro con sus suaves ojos castaños, pero me sujeta los brazos con sus dedos cargados de anillos—. Tienes buen aspecto. —Suelta una risotada alegre—. Pero tú siempre tienes buen aspecto, ¿verdad?

Bajo la vista para contemplar el largo vestido púrpura que he diseñado y manifestado para esta ocasión, ya que Jude prohibió expresamente las prendas negras. Según él, Lina habría detestado ver a toda la gente vestida con el mismo color deprimente. No quería que nadie llorara su muerte; quería que se celebrara. Y puesto que su color favorito era el morado, nos pidió que lleváramos alguna variante de ese tono.

—Bueno, ¿ella está aquí? —pregunto. Ava entorna los párpados y se coloca un ondulado mechón de pelo caoba tras la oreja, dando por hecho que me refiero a Haven—. Lina —añado antes de que tenga la oportunidad de continuar con ese tema—. Me refiero a Lina. ¿La has visto? —Observo el colgante de cuarzo citrino que lleva siempre, la túnica de algodón malva, los vaqueros blancos ceñidos y sus preciosas sandalias doradas antes de volver a mirarla a los ojos—. Ya sabes que no puedo ver a los que han cruzado; solo veo a los que aún andan por aquí.

—¿Has intentado hablar con ellos alguna vez, convencerlos de que sigan adelante? —Ava se coloca el bolso morado que le cuelga del hombro.

La miro como si estuviera loca. Nunca se me habría ocurrido hacer algo así. Tardé tanto en aprender a ignorarlos, a desintonizarlos por completo, que ahora no me hago a la idea de volver a interaccionar con ellos. Además, ya tengo problemas de sobra; lo último que necesito es relacionarme con una panda de fantasmas descarriados.

Sin embargo, Ava se echa a reír y pasea la mirada por el salón.

—Créeme, Ever, todos encuentran siempre el camino hasta su funeral. ¡Aún no he conocido un espíritu que haya resistido esa tentación! La oportunidad de ver quién aparece, qué lleva puesto cada cual, quién llora su muerte de verdad y quién no… Resulta demasiado tentador.

—¿Tú lloras su muerte de verdad?

En realidad no pretendo insinuar que esté fingiendo, que es lo que parece dar a entender la pregunta. Yo estoy aquí sobre todo para apoyar a Jude y para honrar a alguien que me ayudó cuando lo necesité. Pero aunque sé que Lina fue la jefa de Ava durante un tiempo, no estoy al tanto de si su relación era más profunda, de si llegaron a convertirse en amigas.

—Si lo que me preguntas es si me apena la muerte de un alma generosa, compasiva e iluminada —Me mira sin parpadear—, la respuesta es sí, por supuesto. ¿Cómo podría ser de otra manera? Pero si me preguntas si lloro por ella más que por mí, me temo que en ese caso la respuesta es no. La mayor parte de mi tristeza tiene un carácter completamente egoísta.

—Eso es justo lo que dijo Jude —murmuro con voz triste a la vez que examino la estancia para intentar localizarlo.

Ava asiente y luego se aparta la masa de rizos de los hombros.

—Cuando perdiste a tu familia, ¿por quién lloraste más?

La miro fijamente, atónita ante su pregunta. Y aunque quiero decirle que lloré por mis padres, por Buttercup y por el hecho de que mi hermana Riley jamás llegó a realizar su sueño de cumplir los trece y convertirse en una adolescente… no puedo hacerlo. Porque no es cierto. Aunque su pérdida me resulta desgarradora y horrible, debo admitir que la mayor parte de mi tristeza se debe a que ellos avanzaron y yo me quedé atrás. Lejos.

—Da igual. —Ava encoge los hombros—. En respuesta a tu primera pregunta: sí, la he visto. En realidad la he visto un brevísimo instante, pero ha sido algo muy hermoso. —Sonríe. Su rostro se ilumina, sus mejillas se ruborizan y sus ojos brillan mientras lo recuerda. Y estoy a punto de pedirle que se explique mejor cuando añade—: Fue justo cuando Jude se levantó para hablar. ¿Recuerdas el momento en que titubeó y estuvo a punto de desmoronarse? ¿Cuando se le rompió la voz y tuvo que tomarse un instante antes de empezar de nuevo?

Asiento con la cabeza. Lo recuerdo muy bien. Recuerdo que se me encogió el corazón al verlo así.

—Bueno, pues fue entonces cuando ella apareció detrás de él. Flotaba a su espalda, le colocó las manos en los hombros con delicadeza, cerró los ojos y lo envolvió con una preciosa burbuja de luz y amor. Y te aseguro que un segundo después, Jude se recuperó y terminó con el panegírico sin problemas mientras ella desaparecía.

Suspiro mientras me lo imagino. Desearía haberlo visto con mis propios ojos.

—¿Crees que él notó su presencia? —le pregunto a Ava—. Bueno, es evidente que notó algo, ya que pudo continuar con el discurso, pero ¿crees que sabe que fue ella quien lo ayudó a superarlo?

Ava alza los hombros una vez más y señala la zona de césped que hay más allá de las puertas de cristal, donde Jude charla con unos amigos de Lina. Las largas rastas se extienden sobre su espalda y sobre los tirantes de la camiseta malva, estampada con una famosa deidad india.

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