Read Desafío Online

Authors: Alyson Noel

Tags: #Infantil y juvenil, Romántico

Desafío (17 page)

Me abro camino hasta la ventana de la fachada, que tiene un enorme saliente bordeado por setos en la parte exterior y un asiento en la parte interior. Me agacho junto a los arbustos, ya que no tengo ninguna intención de entrar y no quiero que me vean. Me interesa mucho más observar, descubrir qué está tramando y en qué ocupa su tiempo libre. Cuanto más sepa sobre sus costumbres, mejor podré planear las cosas; y si al final no se me ocurre ningún plan, al menos sabré cómo reaccionar cuando llegue el momento.

Haven está frente al fuego rugiente de la chimenea, veo su cabello largo y ondulado, y su maquillaje, tan exagerado como el de la última vez que la vi. No obstante, el largo vestido vaporoso que llevaba el primer día de clase ha sido sustituido por uno cortísimo y ceñido de color añil; y en vez de los tacones de aguja que suele ponerse, tiene los pies descalzos. Lleva al cuello un montón de collares, pero no el amuleto, por supuesto. Cuanto más la miro, cuanto más observo cómo habla y cómo se mueve por la estancia, más empiezo a preocuparme.

Hay algo obsesivo, exaltado y frenético en ella. Como si apenas pudiera controlar su propia energía y estuviera a punto de estallar.

Cambia el peso de su cuerpo de un pie al otro sin cesar. Da numerosos tragos de la copa que tiene en la mano, y aún no se ha vaciado cuando vuelve a rellenarla con el elixir de Roman.

El mismo elixir que, según ella, es mucho más poderoso que el que fabrica Damen. Y, a juzgar por su aspecto y por lo que pude ver en los aseos del instituto, no me cabe duda de que es cierto.

Aunque sus palabras quedan ahogadas por la música y la estruendosa vibración que sacude las paredes, no me hace falta escucharla para saber lo que está ocurriendo.

Está peor de lo que pensaba.

Está perdiendo el control de sí misma.

Puede que sea capaz de dominar a su extasiado grupo de admiradores, mantenerlos hechizados, embrujados y felices con el hecho de poder concentrarse en ella; pero está demasiado inquieta, está demasiado alterada para mantener ese control durante mucho más tiempo.

Coge de nuevo la copa, inclina la cabeza hacia atrás para dar un buen trago y se pasa la lengua por los labios, desesperada por atrapar hasta la última gota. Sus ojos casi resplandecen mientras repite la secuencia otra vez, y otra. Bebe y se sirve más, bebe y se vuelve a servir. No me cabe ninguna duda de que se ha vuelto adicta.

Puesto que yo también sé lo que es eso, reconozco las señales. Sé cómo identificarlo.

Sin embargo, no me sorprende. Esto es justo lo que esperaba desde el momento en que se volvió contra mí y decidió seguir por su cuenta. Lo que sí me sorprende es que su nuevo grupo de amigos esté formado sobre todo por los alumnos del instituto Bay View que siempre han sido despreciados por Stacia, Craig y cualquier otro miembro del grupo de los guays… Mientras que el grupo guay propiamente dicho, el mismo grupo con el que la vi intimando el primer día de clase, brilla por su ausencia.

Estoy a punto de entenderlo, a punto de empezar a comprender lo que trama, cuando alguien me llama.

—¿Ever?

Me doy la vuelta y veo a Honor, que se detiene de camino a la puerta.

—¿Qué estás haciendo aquí? —Entorna los párpados y me mira con expresión sorprendida.

Paseo la mirada entre la casa y ella, consciente de que mi escondite cerca de los arbustos y mi gesto de sorpresa revelan mucho más de lo que me gustaría.

El silencio se alarga durante tanto tiempo que al final decido romperlo, pero ella se me adelanta.

—No te he visto por el insti desde hace bastante. Empezaba a creer que lo habías dejado.

—Solo he faltado una semana.

Encojo los hombros. Sé que es una defensa muy pobre, pero lo cierto es que podría haber estado enferma, podría haber pillado la mononucleosis o una gripe fuerte, así que ¿por qué todo el mundo asume que lo he dejado?

¿De verdad les parezco tan lerda, tan fracasada?

Apoya la mano sobre la cadera y tamborilea con los dedos mientras me mira de arriba abajo.

—¿De verdad? ¿Una semana? ¿Nada más? —Asiente con la cabeza muy despacio mientras sopesa mis palabras—. Ya. Pues me ha parecido mucho más tiempo. Debe de haber sido la revolución social más rápida de toda la historia.

La miro con los ojos entrecerrados. No me gusta nada cómo suena eso, pero estoy decidida a no abrir la boca… al menos por el momento. Espero que mi silencio la anime a continuar. Con un poco de suerte, estará tan ansiosa por impresionarme con lo que ha hecho que al final me contará mucho más de lo que desea.

—¿No te has enterado? —Se aparta el cabello hacia la espalda y empieza a avanzar hacia mí—. Creí que por eso estabas aquí espiando a Haven. Pero da igual, lo único que te hace falta saber es que ha funcionado. Stacia es historia, y Haven ha ocupado su lugar. —Aparece un brillo en sus ojos y sus labios se curvan un poco. Sin duda se siente muy complacida consigo misma—. Las cosas son muy, muy diferentes en Bay View estos días. Pero no tienes por qué aceptar mi palabra al respecto. ¿Por qué no te pasas por el instituto y lo compruebas tú misma?

Respiro hondo para resistir el impulso de reaccionar, de concederle importancia a su tono de burla y su aire de superioridad. Eso es justo lo que ella quiere, y no pienso darle el gusto.

Con todo, tengo la esperanza de bajarle un poco los humos.

—Perdona, ¿has dicho que Haven ha tomado el lugar de Stacia?

Honor asiente con una sonrisilla desdeñosa; todavía se siente orgullosa y triunfante.

—Entonces… —Entorno los párpados y alargo la palabra mientras la recorro de arriba abajo con la mirada. Me fijo en sus bailarinas de diseño, en sus leggings negros y en la camiseta holgada de manga larga que le llega por debajo de las caderas. Y luego vuelvo a mirarla a los ojos antes de añadir—: ¿Cómo te sientes?

Honor echa un vistazo a la ventana y observa a Haven, que sigue entreteniendo a sus secuaces, antes de volver a mirarme. Su aplomo empieza a vacilar, a desvanecerse, igual que su aura. Se pregunta adónde quiero llegar.

—Bueno, eso no es lo que habías planeado, ¿no es cierto?

Honor resopla con fuerza mientras fija la vista en la calle, en el patio. En cualquier cosa que no sea yo.

—Porque, si no recuerdo mal, me dijiste que estabas harta de ser la número dos… Y, bueno, por lo que me acabas de decir, debes de haberte perdido la revolución, porque sigues siendo la número dos. Piénsalo bien, Honor. Según lo que me has contado, el único cambio que se ha producido es que ahora eres la sombra de Haven, y no la de Stacia. O esa sensación me ha dado a mí.

Cruza los brazos en un gesto tan rápido y tan violento que el bolso que llevaba al hombro se desliza hasta el codo y le golpea el muslo con fuerza. Sin embargo, ella ni se fija. Se limita a mirarme con los ojos entrecerrados.

—Estaba hasta las narices de aguantar todas las mierdas de Stacia. Y ahora, gracias a la ayuda de Haven, ya no tengo que hacerlo. Nadie tiene que hacerlo. Stacia no es más que una antigua gloria a la que nadie le presta atención. Ya no le importa a nadie, y no deberías sentirlo por ella. —Enarca una ceja y luego frunce el ceño.

Pero puede hacer todas las muecas que quiera y decir lo que le dé la gana. Yo ya he hecho mi trabajo. La he vencido. Le he recordado cuál era su verdadero objetivo: ocupar el lugar de Stacia. Y a juzgar por lo que me acaba de contar, ha fracasado estrepitosamente.

Ya puedo volver a casa, pero antes quiero dejar clara una cosa.

—La verdad es… —Encojo los hombros con aire indiferente, como si tuviera todo el tiempo del mundo para explicarle las cosas—. La verdad es que Haven, o al menos esta versión nueva y mejorada de Haven, es bastante parecida a tu vieja amiga Stacia. De hecho son clavaditas, salvo por una cosa muy importante…

Honor se mira las uñas en un intento por parecer aburrida, desinteresada, pero no le sirve de nada. Su aura se extiende y flamea; su energía fluye como un torrente hacia mí, como si me suplicara que terminara de hablar. Es una especie de baremo de su estado de ánimo del que ella no es consciente, y que no podría controlar aunque lo fuera.

—Haven es mucho más peligrosa de lo que Stacia podría llegar a serlo jamás. —La miro fijamente.

—Por favor… —me dice después de poner los ojos en blanco—. Puede que eso sea cierto para ti, pero no para mí.

—¿En serio? ¿Y por qué estás tan segura de eso? —Inclino la cabeza hacia un lado, como si necesitara oírselo decir, como si no pudiera penetrar en su mente.

—Porque somos amigas. —Encoge los hombros—. Compartimos un interés común. Un enemigo común.

—Ya, claro, pero estoy segura de que recordarás que hace poco Haven y yo también éramos amigas. —Echo un vistazo a la ventana y veo que Haven sigue hablando y bebiendo, sin dar muestras de ir a parar pronto—. Y ahora está decidida a matarme —aseguro en voz tan baja como si hablara conmigo misma mientras me vuelvo hacia Honor.

Ha sido un susurro casi inaudible. Pero ella lo ha oído. Lo sé por la forma en que resopla, por sus movimientos nerviosos y porque intenta fingir que no he dicho lo que acabo de decir.

Su postura se vuelve más rígida y su resolución se hace más firme mientras se dirige hacia la puerta.

—Escucha, Ever —me dice—, a pesar de lo que puedas creer, la única enemiga que comparto con Haven es Stacia. No quiero tener problemas contigo. Sea lo que sea lo que ocurre entre vosotras… es entre ella y tú. Lo que significa que no le diré que te he encontrado aquí fuera espiándola, ¿vale? Será nuestro secreto.

Me quito una hojita seca del vestido. No creo ni una palabra de lo que ha dicho. Sé muy bien que será incapaz de resistirse, que lo contará todo en cuando atraviese la puerta.

Sin embargo, quizá no sea tan malo. Quizá haya llegado el momento de que Haven se entere de que se le ha acabado la diversión. De que mañana volveré a la carga. No puede seguir aterrorizando a la gente, ni siquiera a la gente como Stacia. Al menos, no mientras yo siga aquí.

—Sabes lo que dicen sobre los secretos, ¿verdad? —pregunto con los ojos clavados en Honor.

Ella se encoge de hombros e intenta fingir indiferencia, pero no le sirve de nada. Su rostro está lleno de miedo y confusión.

—Que dos personas guardan un secreto solo si una de ellas está muerta.

Honor sacude la cabeza mientras se esfuerza por desechar mis palabras, pero está asustada, eso es evidente.

Estira el brazo hacia la puerta, pero me mira por encima del hombro cuando empiezo a hablar de nuevo.

—Así que si decides contarle que he estado aquí, también puedes decirle que estoy deseando verla mañana en el instituto.

Capítulo diecinueve

S
i tuviera que hacer una suposición basándome solo en el aspecto y la sensación que da el aparcamiento del instituto, probablemente daría por hecho que las cosas marchan con tanta normalidad como siempre.

También daría por hecho que la sesión de entrenamiento de esta mañana, la que me ha dejado un temblor en los músculos, ha sido un desperdicio de tiempo. Que debería haberme quedado durmiendo.

Sin embargo, si tengo en cuenta lo que me ha contado Miles, no puedo basarme solo en el aspecto del aparcamiento abarrotado, que se parece más a un concesionario de automóviles de lujo que a una zona destinada a los coches de los alumnos.

Debo atravesar las puertas de hierro de la verja y aventurarme en el interior del instituto, donde, según Miles, se desarrolla la verdadera historia.

Y por lo que cuenta, lo más probable es que lo que voy a ver solo sorprenda a quienes conocen la verdad, ya que ninguno de los profesores y los administrativos se ha dado cuenta del nuevo orden social.

—Y una cosa, Ever —dice mientras me dirijo a mi plaza, la mejor de todas, la que Damen reservaba para mí y que ahora, por alguna extraña razón, ha ocupado Haven—. Eso no es todo. Hay más. Algo que deberías saber.

—Suéltalo ya. —Sonrío, pero se me acelera el pulso al ver el brillante Aston Martin rojo de Roman que ahora conduce mi ex amiga.

—Nada es lo que parece a primera vista. —Me estudia con detenimiento, con mucho cuidado, para asegurarse de que le presto atención antes de continuar—: Así que… intenta recordarlo, ¿vale? No hagas juicios rápidos. No saques ninguna conclusión apresurada si… o mejor dicho «cuando» veas algo sorprendente. ¿De acuerdo?

Entorno los párpados y me aparto el pelo de la cara.

—Desembucha ya, Miles. En serio, no sé por qué te andas por las ramas, pero dilo ya y punto. Porque si te soy sincera no tengo ni la menor idea de adónde quieres ir a parar. —Lo miro con suspicacia e interpreto su energía. Su aura, trémula y vacilante, es una señal inequívoca de que ocurre algo, pero mantengo mi promesa de respetar su privacidad y no indago más. Ni siquiera me planteo la posibilidad de echar un vistazo a sus pensamientos.

Sin embargo, él no lo sabe. Lo único que ve es mi mirada penetrante, y eso hace que le entre el pánico.

—¡Oye! ¡Ni se te ocurra! —grita—. Prometiste que no lo harías sin mi permiso, ¿lo recuerdas?

—Tranquilízate. —Descarto la idea con un gesto de la mano—. No te estaba leyendo la mente. Ni de lejos. ¡Venga, hombre! ¡Tienes que confiar un poco en mí!

La última frase es casi un murmullo entre dientes, pero por alguna razón, Miles se anima a intervenir.

—La confianza debe ser mutua, Ever. Lo sabes, ¿verdad? Ahí es donde quería llegar antes.

Encojo los hombros y hago caso omiso de la tímida y sutil advertencia de Miles para poder centrarme en mi verdadero objetivo. Cierro los ojos el tiempo suficiente para demostrar a cierta persona quién manda aquí. Visualizo el Aston Martin rojo aparcado en un rincón lejano y, en cuanto desaparece, aprieto el acelerador para ocupar el espacio vacío.

Miles ahoga una exclamación y se vuelve hacia mí.

—Vaya. Había olvidado lo mucho que me gusta buscar aparcamiento contigo. —Sacude la cabeza y se echa a reír—. De hecho, la verdad es que lo echaba de menos. Bueno, no me entiendas mal, me muero de ganas de que el coche salga del taller para poder recuperar mi libertad y todo eso, pero aun así, es increíble ver cómo manipulas los semáforos para que se pongan en verde cuando lo necesitas y en rojo cuando no, cómo convences a los demás conductores de que se aparten de tu camino y se pasen a otro carril para que puedas ocupar su lugar, y cómo te apropias de la zona de aparcamiento que te da la gana, esté ocupada o no. Como ahora, por ejemplo. —Hace un gesto negativo con la cabeza y suelta un suspiro—. Tengo que admitirlo, Ever. Esas cosas nunca me pasan cuando voy solo.

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