Desafío (22 page)

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Authors: Alyson Noel

Tags: #Infantil y juvenil, Romántico

La ataca como un estúpido para protegerme a expensas de su propia vida.

Y cuando intento agarrarlo, desesperada por detenerlo antes de que siga adelante, Haven estira el brazo hacia mí y me arranca el amuleto del cuello.

Me mira con un brillo sádico en los ojos y el rostro contraído en una mueca sonriente.

—Bueno, Ever, ¿cómo vas a defenderte ahora?

Capítulo veinticinco

B
alancea el amuleto delante de mí con aire burlón, y ver el brillo de los cristales hace que me sienta vulnerable, expuesta, indefensa y desnuda. Luego lo arroja por encima del hombro mientras el eco enfermizo de su carcajada resuena en la estancia.

Jude suelta un grito de guerra. Tiene las manos y los pies bien posicionados, preparados para el ataque, pero no es rival para ella. Haven lo empuja a un lado con un simple giro de la muñeca y deja de prestarle atención mientras él vuela a través de la tienda y se estrella contra la pared.

Ni siquiera oye el horrible crujido de los huesos que se rompen y se astillan cuando Jude cae al suelo hecho un guiñapo.

Desearía correr a su lado para ver si está bien, pero no lo hago. No puedo hacerlo. Con eso solo conseguiría que ella me siguiera, y no puedo permitir que se acerque a él. Por el bien de su salud, tengo que conseguir que se concentre solo en mí.

Aun así, le lanzo una breve mirada y lo animo mentalmente a crear el portal, ahora que aún puede. No sé muy bien si el hecho de que no lo haga se debe a la gravedad de las heridas (su rostro se ha convertido en una espeluznante máscara de agonía, y de su boca mana un reguero de sangre), o a que se niega a dejarme sola con ella, a que está decidido a quedarse aquí conmigo le cueste lo que le cueste.

Haven avanza hacia mí con lo que pretende que sean pasos lentos y amenazadores, pero en realidad son zancadas torpes y temblorosas. Y eso, para ser sincera, resulta mucho más horripilante que si se moviera con decisión. Me resulta imposible interpretar su energía, adivinar qué hará a continuación, porque ni siquiera ella lo sabe.

Prepara un golpe. Alza el puño y arquea el brazo hasta que me apunta directamente. Pero me agacho con rapidez y lo esquivo antes de correr hacia el otro lado de la sala. Eso la obliga a darse la vuelta y a perseguirme otra vez. Aprieta con la lengua la parte interior del carrillo; su energía rabiosa crece y se expande de tal modo que las luces empiezan a parpadear, el suelo se comba y todas las cosas de cristal, incluido el mostrador, se quiebran hasta hacerse añicos.

Me sigue hasta el extremo opuesto de la tienda.

—Buen intento, Ever. Pero, créeme, no haces más que retrasar lo inevitable. Esquivándome solo consigues que las cosas sean más divertidas. Aun así, no tengo prisa. Puedo jugar a esto todo el día, si quieres. Pero deberías saber que cuanto más alargues el asunto, más tiempo estará él… —Mueve el pulgar por encima del hombro para señalar la zona donde se encuentra Jude, que apenas respira—. Bueno, más tiempo sufrirá él.

Aprieto los dientes y los labios con fuerza. Se acabó lo de intentar razonar con ella. He hecho todo lo que he podido. Ha llegado el momento de sacarle provecho a todas las horas de entrenamiento.

Me ataca de nuevo, pero tiene tan poca estabilidad que solo tengo que apartarme en el último momento. Se estrella contra el expositor de música y cae al suelo entre un revoltijo de CD, y sobre las esquirlas de los cristales que rompió antes. Los fragmentos se le clavan profundamente y dejan salpicaduras de sangre en las paredes.

Sin embargo, se echa a reír y rueda sobre su espalda. Se toma un momento para sacarse algunos vidrios de la carne desgarrada y contempla con ojos brillantes cómo se curan los cortes. Luego se pone en pie, se sacude la ropa un poco y me mira de nuevo.

—¿Qué sientes al saber que morirás pronto? —pregunta con una voz ronca y entrecortada que revela la magnitud de su esfuerzo.

—No lo sé —le respondo con un encogimiento de hombros—. Dímelo tú.

Retrocedo un poco y me doy cuenta demasiado tarde de que estoy contra la pared. No es el mejor lugar cuando lo que más necesito es mantenerme en campo abierto, tener espacio de sobra para escapar. Pero solo pienso quedarme aquí un momento, hasta que pueda moverme hacia el otro lado, donde se encuentra mi amuleto. Tan pronto como lo recupere, volveré a colgármelo del cuello y haré lo que haga falta para acabar con esto de una vez.

Haven se encuentra delante de mí, con los brazos sueltos a los costados y moviendo los dedos con frenesí. Tiene los pies bien separados y las rodillas ligeramente flexionadas. Está preparándose para atacar, para abalanzarse sobre mí.

Aprovecho el momento para estudiarla con detenimiento, para percibir su energía e intentar determinar por qué lado atacará. Pero ella está tan trastornada, tan desconectada de sí misma y de todo lo demás, que es como intentar ver algo a través de una nube de electricidad estática. Es imposible interpretar sus intenciones.

Cuando ataca, mantiene el puño en alto apuntándome al estómago, así que me muevo de inmediato para bloquearlo.

Jamás imaginé que cambiaría de objetivo en el último momento.

Jamás imaginé que alguien tan colgado e inestable pudiera maniobrar de esa manera.

Veo el brillo demente y triunfal de sus ojos cuando su puño me acierta en la garganta.

Me ha dado en el punto más débil: en mi quinto chakra, el centro de la falta de discernimiento, del uso indebido de la información y de la confianza en la gente equivocada.

Lo ha golpeado con tal fuerza y rapidez que tardo un instante en darme cuenta de lo que ha ocurrido.

Un segundo después me siento abrumada por un dolor insoportable.

Un segundo después, estoy fuera de mi cuerpo, flotando, girando, observando la mirada desdeñosa de Haven y el cuerpo abatido de Jude.

Y luego me encuentro en medio de una hermosa y efímera expansión de cielo azul. Al momento siguiente, todo desaparece, se desvanece, y el mundo entero se vuelve negro.

Capítulo veintiseis

¿S
abes eso que dicen sobre que cuando mueres toda tu vida pasa ante tus ojos?

Bueno, pues es cierto.

Es justo lo que me ocurrió a mí.

Aunque no la primera vez. La primera vez que morí fui directamente a Summerland.

Esta vez, sin embargo, ha sido diferente.

Esta vez puedo verlo todo.

Cada momento importante y decisivo de mi vida actual, así como de todas las anteriores.

Las imágenes giran a mi alrededor mientras caigo a través de un sólido espacio carente de toda luz. Me abruma una sensación aterradora y familiar a un tiempo, así que me esfuerzo por recordar cuándo experimenté esto antes.

Y entonces lo recuerdo.

Shadowland.

El hogar de las almas perdidas.

El abismo eterno que aguarda a los inmortales como yo.

Ahí es justo donde me dirijo, y siento lo mismo que cuando lo experimenté a través de Damen.

Salvo por lo de las imágenes.

Esa parte no me la enseñó.

Y no tardo mucho en descubrir por qué.

Ahora entiendo por qué se sentía tan asustado cuando regresó de Shadowland.

Por qué volvió tan diferente, tan humilde y tan cambiado.

Caigo a toda velocidad, pero me veo afectada por una especie de gravedad inversa tan fuerte que me da la sensación de que se me van a salir las tripas por los hombros y la cabeza. Y, entretanto, las imágenes se desarrollan a mi alrededor.

Al principio solo son atisbos, imágenes efímeras en las que me veo con los atuendos de mis vidas anteriores, pero en cuanto me acostumbro a la sensación, en cuanto me acostumbro al movimiento y a la velocidad, aprendo a aminorar, a concentrarme. Las observo una a una mientras pasan como un arroyo a mi lado.

Limpio.

Sin cortes.

Un arroyo en el que se aprecian todas las partes que Damen no quería que viese.

Empieza por el principio, en mi primera vida en París, cuando era una sirvienta pobre y huérfana llamada Evaline. Se me encoge el corazón al contemplar algunas de las tareas más desagradables que me vi obligada a realizar; la clase de cosas horribles que Damen impidió que viera.

Todo se desarrolla tal y como él me lo contó hasta que veo a Jude, que por entonces era un joven encargado de los establos con un cuerpo delgado y musculoso, una mata de pelo color arena y unos penetrantes ojos castaños. Contemplo cómo empezamos a acercarnos el uno al otro, muy despacio al principio (una mirada por aquí, una breve conversación por allá); luego, cuando nos sentimos más cómodos, comenzamos a coquetear, a hacernos promesas. Promesas que pretendo cumplir hasta que aparece Damen y el mundo se abre bajo mis pies.

Estaba convencida de que usó algún truco, de que utilizó sus encantos inmortales o algo así. Porque siempre consigue aparecer en el momento apropiado, en el lugar adecuado. Siempre consigue impresionarme con algo espectacular. Pero lo cierto es que nada de eso resulta necesario, porque la verdad (esa verdad que no he podido ver con claridad hasta ahora) es que no fue la magia lo que atrapó mi corazón. La magia no tuvo absolutamente nada que ver.

Damen me conquistó desde el primer momento. Desde que lo vi por primera vez.

Damen me conquistó mucho antes de que llegara a saber quién era o de qué era capaz.

Su poder de atracción, el motivo por el que me enamoré de él tan rápido, no era cosa de magia. Se debía a que Damen era…, bueno, sencillamente Damen.

Después de presenciar todo nuestro cortejo (las escenas que revivimos en Summerland y las que no, incluida mi horrible muerte a manos de Drina), paso a mi siguiente vida. Vuelvo a ser la puritana con un padre estricto, una madre fallecida mucho tiempo atrás, un guardarropa consistente en tres vestidos deprimentes y una existencia más deprimente aún. El único punto luminoso en el horizonte de mi anodina vida es un parroquiano devoto con una oscura melena desgreñada, una sonrisa generosa y unos ojos amables que reconozco de inmediato como los de Jude. Es un feligrés a quien mi padre aprueba y con quien me anima a intimar… Pero solo hasta el día en que aparece Damen sentado en un banco de la iglesia y todo mi mundo, todo mi futuro, se queda patas arriba. Poco después de verlo, poco después de conocerlo, hago la promesa de abandonar mi vida de humilde obediencia para abrazar la suya, mucho más glamurosa. Hasta que, por supuesto, Drina le pone fin.

Drina siempre le pone fin.

Mi padre queda desolado; Jude, se encierra en sí mismo; y Damen vaga por el plano terrestre en un eterno estado de agonía, esperando a que mi alma regrese para poder reunirnos de nuevo.

Contemplo también mis otras vidas. Veo cómo mi alma se integra en el cuerpo de una niña mimada y extremadamente consentida que crece como la hija frívola y sonriente de un terrateniente adinerado. Abandono sin miramientos a Jude, un conde británico con quien todos daban por hecho que me casaría, en favor de un desconocido alto y moreno que ha aparecido de la nada. Pero una vez más, gracias a Drina, mi vida termina de un modo trágico antes de tener la oportunidad de dar a conocer mi elección. No obstante, mi corazón sabe cuál era el resultado final.

Es el turno de Amsterdam, donde viví como la hermosa, tórrida y provocativa musa de asombrosa melena de pelo rojo. Coqueteo con Jude, al igual que he hecho con tantos otros antes de él, hasta que llega Damen y me roba el corazón.

No utiliza ningún tipo de truco, nada de magia. Me consigue siendo quien es. Ni más ni menos. Desde el momento en que pongo los ojos en él, ninguno de los demás tiene la menor oportunidad.

Sin embargo, la vida que más me interesa es la vida que se muestra en último lugar.

Mi vida sureña.

Cuando viví y trabajé como esclava.

Cuando Damen me liberó a expensas de mi felicidad.

Contemplo cómo se desarrolla mi miserable existencia desde una infancia que en realidad nunca mereció ese nombre. Lo único bonito de esa vida fue… un breve beso de Jude.

Ambos nos escabullimos para reunirnos en el granero justo cuando el sol empieza a ponerse. No sé muy bien qué me acelera más el corazón: si el nerviosismo del que espero sea mi primer beso o el miedo a que descubran que he descuidado el trabajo. Sé que el castigo por una cosa así es una tremenda paliza… o algo peor.

Con todo, estoy decidida a mantener la promesa de reunirme con él. Me siento abrumada por una extraña sensación de alegría, un inesperado estallido de felicidad, cuando veo que él ya está allí.

Me sonríe con torpeza y yo asiento con la cabeza en respuesta. De repente me siento muy tímida y temo parecer demasiado ansiosa. Sin embargo, me fijo enseguida en que le tiemblan las manos, en lo mucho que mueve los ojos, y entonces comprendo que no soy la única que se siente así.

Intercambiamos unos cuantos halagos, las cortesías de rigor a las que ninguno de los dos les prestamos demasiada atención. Entonces, justo cuando empiezo a pensar que ya me he ausentado demasiado tiempo, que debo regresar antes de que alguien se percate de mi ausencia, él se lanza.

Se inclina hacia mí y sus ojos castaños me miran con tanto amor, con tanta calidez, que me dejan sin aliento. Luego los cierra despacio, y puedo ver sus oscuras pestañas rizadas apoyadas sobre una piel oscura y brillante, y también un par de labios encantadores que se acercan a los míos. El tacto fresco de su boca me resulta suave y familiar, y me provoca una maravillosa sensación de calma que recorre todo mi cuerpo.

El beso perdura incluso después de acabar. Perdura incluso cuando aparto a Jude de un empujón, me doy la vuelta y me levanto las faldas para correr hacia la casa.

Sigo notando su contacto y su sabor mientras repito en silencio la promesa susurrada de encontrarnos al día siguiente, en el mismo sitio y a la misma hora.

No obstante, unas horas antes de la cita acordada se presenta Damen.

Aparece de la nada, al igual que en mis vidas anteriores. En esta ocasión, sin embargo, no malgasta el tiempo con cortejos prolongados, ni siquiera me hace ningún cumplido. Tiene demasiada prisa.

Está decidido a comprarme. A liberarme de una cruel vida de brutalidad y servidumbre, y a sustituirla por una existencia opulenta llena de privilegios, muy distinta a la que estoy acostumbrada.

Estoy convencida de que me miente, de que es un truco. Me parece imposible que algo así sea cierto.

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