Deseo concedido (62 page)

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Authors: Megan Maxwell

—No sé si debería besarte o matarte, cuñada —soltó de pronto Niall apoyado en un árbol.

Aquello hizo que Megan saltara del susto.

—¿Qué haces aquí, Niall? —preguntó sobresaltada al ver a su cuñado.

—¡Vaya! —dijo acercándose con seriedad—. ¿No te agrada mi visita? Ni siquiera me merezco un simple «hola, Niall». —Al ver las oscuras sombras bajo los ojos de ella, susurró cariñoso—: Me da igual lo que piense esa loca cabecita que tienes. Quiero que sepas que me alegro mucho de volver a verte porque te he echado mucho de menos.

—Hola…, Niall —gimió ella al ver que él le tendía una mano.

Sin poder resistirlo, corrió hacia él para abrazarlo.

—Psss… —susurró tocándole con mimo aquel pelo negro—. Me gusta tu corte de pelo. —Como Megan, en vez de reír, lloró todavía más, dijo—: ¡Basta ya! ¿Por qué lloras?

—¿Cómo… cómo está Duncan? —preguntó entre hipidos.

Clavando sus claros ojos en ella le susurró:

—¿Cómo crees tú que está?

—Me imagino que enfadado conmigo, pero feliz por su reciente boda —respondió ella dejándole totalmente descolocado.

—¡¿Boda?!

—Él no ha venido —comentó desolada mirando a su alrededor—. Ya se ha casado con ella, ¿verdad?

—¿De qué estás hablando? —preguntó Niall con frustración.

—¡No me mientas, Niall! —gritó separándose—. Él no ha venido porque ya se ha casado con ella, ¿verdad? Es más, seguro que los dos se están riendo de mí. ¡Oh, Dios…, cómo les odio!

—No te estoy mintiendo —respondió y miró a Myles y Kieran, que al escuchar los gritos corrieron a ver qué pasaba—. Pero ¿se puede saber de qué estás hablando, mujer?

Megan, al ver al bueno de Myles, lloró aún más, dejando estupefactos a los tres
highlanders
.

—Nunca pensé que faltarías a tu palabra —gritó ella mirando a Kieran.

—No lo he hecho —respondió él con firmeza—. Te di mi palabra de que no le diría a nadie tu paradero durante tres meses. Pero, si mis cuentas no fallan, llevas aquí tres meses y tres días.

Zac, horrorizado por la forma en que su hermana gritaba, chilló:

—¡Yo me quiero ir con ellos! ¡No quiero seguir viviendo aquí!

Al escucharle, Megan se secó las lágrimas e intentó recuperar la compostura.

—¡Perfecto! —dijo al ver que su hermano agarraba la mano de Myles—. ¡Pues vete con ellos y que te lleven con Shelma a Urquhart!

—Milady
, yo creo que… —comenzó a decir Myles.

Megan le cortó.

—No vuelvas a llamarme
milady
. Ya no soy la mujer de tu
laird
. Ya no soy Megan McRae —dijo sintiendo una punzada en el corazón—. Mi nombre vuelve a ser Megan Philiphs.

—¡¿Megan?! —vociferó Niall tomándola del brazo para intentar hacerla razonar. Su cuñada siempre había sido cabezona, pero aquel modo de gritarles ya rozaba la locura—. ¿Qué te pasa? ¿Por qué estás comportándote de esta manera tan absurda?

—¡¿Absurda?! —exclamó colocándose bien la capa, que se le había abierto, justo en el momento en que sintió las miradas alucinadas de Niall y Myles posadas en su tripa—. ¿Queréis dejar de mirarme así?

—Pero… pero, Megan —tartamudeó Niall señalándole la barriga—. ¿Estás… estás… embarazada?

—¡Por todos los santos! —susurró Myles al observar aquella barriga tan parecida a la de su mujer, Maura, cuando esperaban a su hija—.
Milady
, no debéis continuar aquí. Duncan debe saber que va a ser padre.

—¡No es hijo de Duncan! —gritó ella enrabietada.

Eso hizo que Myles y Niall volvieran sus ojos entornados hacia Kieran, pero éste reaccionó de inmediato.

—¡¿Serás mentirosa?! —vociferó Kieran, agobiado—. ¿Creéis que si fuera mío os hubiera llamado? ¡Por todos los demonios! ¡Qué locura! —Volviendo a mirar a Megan, le indicó—: Esto sí que no me lo esperaba de ti.

—¡Y yo no esperaba de ti que los trajeras hasta aquí! —gritó con los ojos fuera de sus órbitas.

—¡Por todos los santos, Megan! —protestó Niall acercándose a ella.

—¡No quiero oír hablar de Duncan! —gritó. Sin poder contener sus náuseas, se volvió y apoyándose en un árbol vomitó ante la inquietud de todos. Cuando se repuso, miró a Niall—. ¿Te acuerdas del día que llegasteis al castillo con Robert de Bruce y Marlob os contó lo ocurrido con Margaret? ¿Recuerdas que me dijiste que te pidiera lo que quisiera?

—Sí —asintió Niall ladeando la cabeza—. Pero no me lo pidas. ¡Por favor!

—Lo que quiero ahora es que te marches de aquí. Marchaos, llevad a Zac junto a Shelma y dejadme vivir en paz.

Niall resopló afligido. Después de mirarla muy enfadado, se volvió e hizo una seña a Myles para que lo siguiera. Ambos desaparecieron entre los árboles seguidos por Kieran, mientras Zac se quedaba quieto mirando a su hermana.

—¡Zac! Ve con ellos. Shelma y Lolach estarán encantados de acogerte en su hogar.

El niño no se movió.

—¿Zac?

—Yo quiero vivir contigo —susurró el niño con los ojos llenos de lágrimas. Deseaba marcharse de aquel lugar, pero no quería abandonar a su hermana.

—Escúchame, tesoro —dijo intentando ser fuerte. Lo último que quería era dañar a su hermano, que se merecía ser feliz junto a gente que le quisiera, y no en la soledad de aquel lugar—. Quiero que te marches con ellos, porque yo necesito estar sola. ¡Por favor! Te prometo que cuando yo me encuentre mejor, iré a buscarte a Urquhart y volveremos a estar juntos.

—¿Me lo prometes? —preguntó el niño mirándola a los ojos.

—Por supuesto, tesoro —asintió ella— te lo prometo.

Zac, al escucharla, se lanzó a sus brazos y la besó. Ella le animó con una sonrisa a ir tras los
highlanders
, y él obedeció. Parándose, el niño le lanzó un beso con la mano y luego corrió entre los árboles seguido por Klon. Megan quedó sola con su desesperación.

Dos días después de su encontronazo con Megan, Niall y Myles, desesperados y sin intención de moverse de allí, esperaban noticias de Duncan, que se estaba demorando en su vuelta de Inglaterra. Kieran se marchó para Aberdeen prometiendo regresar lo antes posible. Mientras Zac, que fue escoltado por varios guerreros McRae hasta Urquhart, abrazó y besó a una gordísima Shelma, que estaba en su séptimo mes de embarazo y se quedó sin palabras al escuchar lo que el niño le contó.

—¡¿Qué Megan está embarazada?! —gritó llevándose las manos a la cabeza.

—Sí, se está poniendo gorda como tú —asintió con la tripa llena, deseoso de irse a la cama, pero Shelma y sus constantes preguntas se lo impedían—. Y lo peor de todo es que no para de llorar y vomitar.

—Es normal, Zac —apuntó Briana, que tenía en brazos a su hijo Brodick de cinco meses.

—¡Oh…, mi pobre hermana! —lamentó Shelma tocándose su propia barriga y mirando a Zac—. Pero ¿por qué no quiere volver con Duncan?

—Dice que lo odia —informó el niño, a quien el sueño le estaba pudiendo—, y no sé qué más sobre que espera que Duncan sea feliz con la francesa.

—¡Por todos los santos! —maldijo Shelma. Al ver cómo Zac se quedaba dormido, comentó—: Millie, acompaña a Zac a su habitación. Está muerto de sueño. Buenas noches, tesoro, que tengas felices sueños.

—No creo —susurró el niño, triste, mientras seguía a Millie—. Si Megan no está cerca, es difícil que los tenga.

—¡Maldita sea la francesa! —gritó Shelma al ver salir a Zac—. ¡Ojalá se pudra en el infierno!

—Tranquilízate, Shelma —contestó Briana tomándola del brazo. En aquellos meses, le había cogido mucho cariño. Cuando Lolach fue hasta Inverness para decirle a Anthony que necesitaban su ayuda para pasar a Inglaterra, él no lo dudó, y llevó a su mujer y a su hijo a Urquhart hasta su vuelta—. Tómate unas hierbas, te vendrán bien.

—No os pongáis así —la regañó cariñosamente Ronna, que adoraba a aquella joven que había traído la felicidad a Urquhart—. ¡Pensad en el bebé!

—¿Cómo voy a pensar en el bebé, cuando mi hermana lo está pasando mal? Avisad a Mael para que prepare un carro. Me voy a buscar a Megan.

—¡¿Estás loca, Shelma?! —exclamó Briana al escucharla, dejando a su bebé en una pequeña cuna—. En tu estado no debes viajar.

—¡No digáis eso,
milady
! —se espantó Ronna al verla tan decidida—. Si mi
laird
se entera de que os he dejado marchar en vuestro estado, se enfadará muchísimo.

Con una sonrisa divertida Shelma contestó:

—Por Lolach no te preocupes, Ronna. —Sonrió al ver entrar a Zac de nuevo en el salón—. No puede prohibírmelo porque está con Duncan buscando a mi hermana.

—Yo voy contigo —dijo el niño.

Al ver asentir a su hermana Shelma, salió corriendo en busca de Mael.

—Pero… —susurró desconcertada Ronna—, en vuestro estado no es prudente…

—Brodick y yo te acompañaremos también —informó Briana, decidida a no dejar sola a Shelma y ayudar a Megan en lo que necesitara.

Ronna, incómoda por la situación, volvió a repetir:

—El
laird
os matará cuando se entere. Se enfadará muchísimo. Recordad lo que os estoy diciendo.

—Tranquila, Ronna. ¡Dudo que me mate! —respondió pícaramente—. Mi hermana, fuera cual fuera su estado, acudiría en mi ayuda. Por lo tanto, no se hable más.

Aquella misma noche, Shelma, todo lo cómoda que pudo, se subió a un carro acompañada por Briana, el pequeño Brodick y Zac. Todos viajaron escoltados por Mael y varios hombres McKenna hacia el lugar donde se encontraba su hermana.

Pasados varios días en los que nadie molestó a Megan, ella comenzó a creer que Niall y Myles le habían hecho caso y que Duncan se había olvidado de ella. A pesar del malestar que le generaba pensar en Duncan, por las noches lograba quedarse dormida, aunque atormentada por el recuerdo de aquellos ojos verdes y su sensual sonrisa. Ansiaba hundir sus dedos en aquella larga melena castaña con reflejos dorados, pero debía quitarse esos absurdos pensamientos de la cabeza. No volvería a mirar sus ojos, ni vería su sonrisa, ni tocaría su melena…

Durante los días de soledad, se afanó en cepillar a Stoirm y lord Draco, que la acompañaban en los paseos por el bosque. A Megan le seguía gustando cazar, por lo que muchos días conseguía con su carcaj alguna estupenda pieza para comer y cenar. Con sumo cuidado, Niall y Myles la observaban sin ser vistos y, a pesar de que conocían la habilidad de ella para la caza, no dejaban de sorprenderse.

Una noche en la que los guerreros intentaban dormir en el suelo arropados con sus mantas, escucharon ruido de caballos. Levantándose rápidamente, se escondieron tras los árboles. Pero pronto salieron de su escondite al reconocer a Kieran y Mael en el camino.

—Volviste rápido, amigo —saludó Niall a Kieran, a quien se le veía cansado por el viaje.

—Sí, y me encontré con Mael y varios McKenna en el trayecto —explicó—. ¿Ha llegado Duncan?

—No —negó Niall con preocupación—. Todavía no sabemos nada de él. Si en un par de días no llega, iré yo mismo a buscarle a Inglaterra.

En ese momento, una voz de mujer atrajo sus miradas.

—¿Me vais a ayudar a bajar o pretendéis que baje rodando? —dijo Shelma al ver cómo la miraban todos.

—¡Por todos los santos, Shelma! —exclamó Niall al ver su descomunal barriga—. ¿Qué estás haciendo aquí?

—¿Tú qué crees? —respondió poniendo los brazos en cruz mientras Zac saltaba del carro ayudado por Briana, que cogía en ese momento al pequeño Brodick—. He venido a llevarme a mi hermana y a intentar poner fin a toda esta locura.

De pronto, escucharon a más caballos acercarse. Mael, poniendo tras de sí a Shelma, esperó con impaciencia la pronta llegada de los jinetes.

—Son gentes de McPherson —observó Myles, confundido.

—Y… ¡¿McRae?! —exclamó Mael al dejar salir a Shelma de detrás él.

—Pero… pero ¿qué hacéis aquí? —preguntó Niall perplejo al ver aparecer a Gregory McPherson junto a su abuelo, Sarah, Mary, el padre Gowan, Fiorna, Edwina y otras personas de Eilean Donan.

—¡Buenas, muchachos! —saludó McPherson bajándose de su caballo—. Me llegaron noticias de que estabais por aquí y vinimos a ver si podíamos ayudar.

Levantó una mano e indicó a la gente de la carreta que podía bajar, apareciendo en ella Mary y Rene.

—¡McPherson! ¡Qué agradable tu visita! —saludó con una sonrisa Kieran, divertido por la cantidad de gente que se estaba reuniendo allí. Mirando al anciano McRae, saludó—: Buenas noches, Marlob.

—¿Dónde está mi muchachita? —preguntó impaciente Marlob, que desmontó con garbo de su montura, mientras de la carreta que les seguía se apeaban Sarah, Fiorna, Edwina y Susan.

—Tranquilo, Marlob —señaló el padre Gowan—. Ya la verás. Todo a su tiempo.

Al ver a su abuelo allí, Niall se inquietó al tiempo que se alegró.

—Pero, abuelo… —comenzó a reír—, ¿qué haces aquí?

—Vengo a llevarme a mi nieta a casa —afirmó provocando la risa de los demás.

—¡Mary! ¡Rene! —saludó Shelma encantada al ver a aquellas personas que tan bien les habían tratado en la fortaleza McPherson—. ¡Qué alegría!

—¡Dios santo,
milady
! —rio Mary al verla tan oronda—. ¡Estáis tremenda!

—¡Ni una palabra más! —advirtió Shelma levantando un dedo entre risas.

—¡Qué bebé más precioso! —susurró con cariño Mary al ver a Briana con su hijo en los brazos—. Me alegro muchísimo de veros tan repuesta.

—Gracias, Mary —sonrió encantada dejándole coger al niño—. Es Brodick, mi precioso hijo.

—¡Qué gordito! —dijo Rene, alegre por ver a todas aquellas personas.

De nuevo, el ruido de caballos les hizo guardar silencio. Todos observaron hacia el camino.

—¡Shelma! —gritó de pronto una voz alegre que hizo que el corazón de Nial! se paralizara—. ¡Qué gorda estás!

—¡¿Gillian?! —gritó Shelma intentando correr con torpeza hacia ella, que se tiró del caballo en marcha para abrazarla al tiempo que sus ojos azules se fijaban en Niall.

—Yo también quiero un abrazo —se apresuró a decir Alana, y las dos chicas se fundieron con ella en un agradable abrazo.

—¡Por todos los celtas tuertos! —bramó Magnus al ver a Marlob, al que le dio un fuerte abrazo—. Me alegro muchísimo de ver que te encuentras mejor. —Bajando la voz, preguntó—: ¿Han regresado Axel, Duncan y Lolach?

—No, todavía nada se sabe de ellos —respondió el anciano y, tras un gesto que ambos entendieron, preguntó—: ¡Y tú, bribón! ¡¿Cómo estás?!

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