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Authors: Caleb Carr

Tags: #Intriga, Policíaco, Suspense

El ángel de la oscuridad (74 page)

— Pero no llegasteis a casa, ¿verdad, Clara?

En apariencia aliviada de que su madre estuviera fuera de la vista, Clara negó con un enérgico movimiento de cabeza.

— No, señor.

— ¿Y por qué no?

Después de otro profundo suspiro y otra mirada al doctor, Clara prosiguió:

— Cruzamos el pueblo y cuando salimos otra vez al camino de casa…

— ¿El camino de Charlton?— preguntó Picton.

Clara asintió.

— De repente mamá paró el carromato bajo un árbol grande, al borde del camino. Estaba oscuro y yo no sabía por qué había parado. Me daba miedo ese camino.

— ¿Y dónde estabas sentada entonces?

— Atrás, con Tommy en brazos para que no molestara a Matthew. Se había quedado dormido.

— ¿Matthew?

— Sí, señor. Y yo no quería que Tommy lo despertara porque seguro que iba a empezar a llorar otra vez por el dolor de barriga. A mamá le molestaba que llorara. Le pregunté por qué había parado, pero ella no dijo nada, se quedó sentada en el pescante mirando el camino. Le pregunté otra vez y entonces bajó y apareció en la parte de atrás del carro. Tenía una bolsa en la mano. Dijo que tenía que decirnos algo importante.

Picton reparó en que la niña comenzaba a titubear otra vez y le dijo:

— Tranquila, Clara. ¿Qué dijo tu mamá?

— Dijo que había parado… que había parado…

— ¿Sí, Clara?

Los ojos de la niña se humedecieron y mi corazón se detuvo por un instante, pues pensé que el pánico había hecho que volviera a sumirse en el silencio. Observé que el doctor apretaba las mandíbulas y supe que él también estaba preocupado. Pero los dos recuperamos el aliento cuando Clara murmuró:

— Dijo que había visto a papá.

El juez Brown se inclinó hacia delante y se llevó una mano a la oreja.

— Me temo que tendrás que hablar más alto, jovencita— dijo.

Clara alzó la vista, tragó saliva y repitió:

— Dijo que había visto a papá y que él le había dicho que estaba con Dios y que Dios quería que nosotros también fuéramos a su lado.

Picton asintió y miró a la tribuna del jurado.

— Para su información, el padre de Clara, Daniel Hatch, murió el 29 de diciembre de 1893, aproximadamente seis meses antes de la noche de autos. Murió a causa de un súbito— aquí Picton se volvió a mirar a Libby—, un repentino e inexplicable ataque al corazón.

— Señoría— protestó Darrow poniéndose en pie—, esta clase de insinuaciones…

— Señor Picton— dijo el juez con un gesto de asentimiento a Darrow—. Ya le he advertido que…

— No he insinuado nada, señoría— repuso Picton con fingida inocencia—. La verdad es que todos los médicos de Ballston Spa examinaron a Daniel Hatch durante su enfermedad y no hallaron explicación para ella.

— Entonces diga eso— replicó el juez—. Las medias verdades no son mejores que las mentiras. Prosiga con su interrogatorio.

Picton se volvió hacia Clara y bajó la voz.

— ¿Y qué creíste que quería decir tu mamá con eso de que Dios os quería a su lado?

Clara encogió el hombro izquierdo otra vez.

— No sé. Pensé que quería decir que algún día, pero…

— Pero no se refería a eso, ¿no?— insistió Picton.

Clara negó con la cabeza, en esta ocasión con suficiente energía para mover la trenza y dejar visible la cicatriz. Un par de miembros del jurado repararon en ella y se la señalaron a los demás.

— Abrió la bolsa— dijo Clara— y sacó el revólver de papá.

— ¿El revólver de papá?— preguntó Picton—. ¿Cómo sabías que era el revólver de tu papá?

— Él lo escondía bajo la almohada— respondió Clara—, y una vez me lo enseñó. Me dijo que no lo tocara nunca, a menos que entrara una persona mala. Un ladrón o… Mamá lo dejó allí después de la muerte de papá.

La voz de la niña tembló y su carita se llenó de horror, de un horror que ni siquiera pudo hacer desaparecer mirando al doctor. Consciente de que había llegado a un punto crítico, Picton se acercó para preguntar:

— ¿Qué pasó, Clara?

— Mamá…— Su cabeza tembló ligeramente, seguida por la parte izquierda de su cuerpo. La niña cruzó el brazo sano sobre su estómago como si se abrazara e hizo un esfuerzo sobrehumano para continuar—: Mamá subió al carromato. Despertó a Matthew y me dijo que soltara a Tommy para que se sentara con él. Lo hice, y entonces me miró otra vez. Me dijo que había llegado la hora de ver a papá y a Dios. Que sería un sitio bonito y que teníamos que hacer lo que Dios quería.— Sus ojos se llenaron de lágrimas que comenzaron a deslizarse por sus mejillas, pero Clara no rompió a llorar. Se abrazó con más fuerza y procuró continuar—: Me tocó con el arma…

— ¿Dónde te tocó, Clara?— preguntó Picton.

La niña se señaló la parte superior del pecho y dejó escapar un pequeño sollozo.

— ¿Y entonces?— inquirió el fiscal.

— Recuerdo que apretó el gatillo y se oyó un ruido muy fuerte, pero nada más— respondió Clara recuperando la compostura—. No recuerdo nada más hasta que aparecí en la cama de mi casa.

Picton asintió y suspiró.

— Muy bien, Clara. Muy bien. Si quieres, ahora podemos hablar de otra cosa.

Clara se enjugó las lágrimas y respondió:

— Vale.

Picton dejó pasar un par de minutos y preguntó en voz más alta:

— ¿Recuerdas al reverendo Parker, Clara?

— Sí. Era el pastor de nuestra iglesia y a veces iba a visitar a mamá y papá.

— ¿Y qué hacía cuando iba de visita?

— Iba a cenar— respondió Clara—. Y a veces salía a pasear con mamá. A papá no le gustaba ir. Decía que el aire fresco era malo para él.

— ¿Tu mamá alguna vez os llevó a ti o a tus hermanos en esos paseos?

Clara negó con la cabeza.

— No. Decía que no podíamos ir.

Con expresión de alivio, Picton levantó la mano para tocar el brazo izquierdo de la niña.

— Gracias, Clara— dijo y luego añadió, sin importarle si hablaba lo bastante fuerte para que los demás lo oyeran—-: Has sido una niña muy valiente.— Dio media vuelta para regresar a su mesa, pero se detuvo a mirar a la tribuna del jurado—. El ministerio fiscal no tiene más preguntas para esta testigo, señoría.

Y luego se sentó, dejando a Clara expuesta a los ojos de su madre.

Libby había reaccionado al testimonio de su hija tal como había predicho el doctor: primero había derramado algunas lágrimas en silencio mientras se restregaba las manos, luego había ladeado la cabeza, tratando de obligar a Clara a mirarla. Cuando Picton se había interpuesto entre las dos para asegurarse de que Clara no la viera, las lágrimas y los movimientos de cabeza habían cesado, y Libby había permanecido quieta y callada, con una fría mirada de odio.

¿Habría reparado el jurado en ese odio? ¿O acaso sólo aquellos que conocíamos la historia de Libby éramos capaces de descifrar su expresión?

Clara, que después de que Picton se había alejado parecía terriblemente sola, volvió a mirar abajo y movió los labios en silencio. Al ver la desesperación en la cara de la niña, el juez Brown se inclinó hacia ella y preguntó:

— ¿Clara? ¿Estás en condiciones de continuar?

La niña se sobresaltó.

— ¿De continuar?— preguntó en voz baja.

— Ahora tiene que interrogarte la defensa— explicó el juez con una de las poquísimas sonrisas que le vi esbozar durante el juicio.

— Ah— respondió Clara como si lo hubiera olvidado—. Sí, puedo continuar, señor.

El juez se echó atrás en su asiento y miró a la mesa de la defensa.

— Señor Darrow.

Durante el interrogatorio de Picton a Clara, Darrow había mantenido las manos enlazadas frente a la cara, de modo que había resultado imposible saber qué pensaba o cómo reaccionaba. Pero cuando se levantó de la mesa, el gesto de preocupación y furia que había mantenido hasta entonces se esfumó y su expresión era serena y relajada, cosa que pareció reconfortar a Clara.

— Gracias, señoría— dijo Darrow con una sonrisa mientras se dirigía a la tribuna del jurado.

Cuando se detuvo se colocó de tal manera que impidió que Clara siguiera mirando al doctor. El toma y daca de la vida nunca es tan evidente como en una sala de tribunales.

— Hola, Clara— dijo mientras se le acercaba—. Sé que esto no te resulta fácil, así que permitiré que te marches lo antes posible.

A modo de respuesta, Clara entornó los ojos.

— Has dicho— prosiguió el abogado— que lo siguiente que recuerdas es el momento en que despertaste en tu casa, ¿verdad?

— La niña asintió con la cabeza y Darrow preguntó:

— ¿Y no pensaste que habías tenido una pesadilla?

— No— respondió Clara—. Estaba herida…

— Sí— respondió Darrow, rezumando compasión—. Estabas gravemente herida. Y dormiste mucho tiempo, ¿lo sabías?

— Me lo dijeron los médicos.

— A veces un sueño largo hace que uno se despierte confundido. Lo sé porque cuando duermo mucho a menudo me despierto y no sé dónde estoy o cómo llegué allí.

— Yo sabía dónde estaba— repuso Clara con suavidad, pero también con firmeza—. Estaba en casa.

— Buena chica— murmuró el doctor y estiró el cuello con disimulo para mirarla.

— Claro que estabas en casa— dijo Darrow—. Pero ¿sabías todo lo demás? ¿En cuanto despertaste recordaste todo lo demás?

Como si no pudiera evitarlo, Clara volvió a mirar a su madre que había enlazado las manos sobre la mesa como si estuviera rezando y tenía los ojos anegados en lágrimas.

Al ver esto, Clara echó la cabeza atrás con brusquedad, como si hubieran tirado de ella con una soga y dijo:

— Recuerdo que mamá gritaba y lloraba. Dijo que Matthew y Tommy estaban muertos. No la entendí. Traté de levantarme, pero el doctor me dio una medicina y volví a dormirme.

— ¿Y cuando despertaste por segunda vez?

— Mamá estaba junto a mi cama, con los doctores.

— ¿Y tu mamá te dijo algo?

— Dijo que un hombre nos había atacado a todos y que había matado a Matthew y a Tommy.— Con el rostro bañado en lágrimas otra vez, Clara añadió—: Me puse a llorar. Quería ver a mis hermanos, pero mamá dijo que no volvería a verlos nunca. Nunca más.

— Ya veo— respondió Darrow y del bolsillo del pecho sacó un pañuelo mucho más limpio y planchado que su ropa—. Toma.

La niña aceptó el pañuelo blanco y se enjugó las lágrimas.

— Clara, ¿cuánto tiempo después se marchó tu mamá?

— Creo que poco tiempo después. No estoy segura.

— Pero ¿estuvo contigo todo el tiempo antes de irse?

Clara asintió.

— Ella y Louisa, el ama de llaves. Y a veces también los doctores. El señor Picton iba a visitarme.

— Seguro— dijo Darrow mirando al jurado—-. ¿Y qué te dijo tu mamá antes de irse?

Clara echó otro vistazo a Libby y respondió:

— Que iba a buscar un sitio nuevo para vivir, así podríamos irnos de esa casa. Dijo que la casa era demasiado triste, porque papá, Tommy y Matthew habían muerto. Me dijo que cuando encontrara otra casa vendría a buscarme.

— ¿Y tú la creíste?

— Sí.

— ¿Siempre creías a tu mamá?

— Sí. Salvo…

— ¿Salvo?

— Salvo cuando se enfadaba. Entonces decía cosas que yo no le creía. Creo que no hablaba en serio.

— Entiendo— Darrow le dio la espalda, pero sin mover los pies del suelo—. Así que lo último que recuerdas de aquella noche en el camino de Charlton es que tu mamá te tocó con el revólver, apretó el gatillo… ¿y entonces oíste un ruido fuerte?

— Sí.

— Pero ¿no lo recordaste al despertar?

Clara negó con la cabeza.

— ¿Y no recuerdas nada de lo que les pasó a Tommy y a Matthew?

— Yo no vi lo que les pasó.

— ¿Estás segura?

— Sí.

— Y tu mamá se marchó y tú te fuiste a vivir con el señor y la señora Weston, ¿no es cierto?

La niña asintió.

— ¿Y recordabas lo ocurrido aquella noche mientras vivías con ellos?

— No…— Clara hizo un esfuerzo visible para recordar—. No era algo que pudiera expresar con palabras o mostrar de otra manera. Sólo lo veía en mi cabeza.

Darrow se volvió rápidamente hacia la niña, que se sobresaltó e intentó mirar al doctor, aunque no lo consiguió.

— Esas frases son muy elocuentes para una niña tan pequeña: «No era algo que pudiera expresar con palabras o mostrar de otra manera. Sólo lo veía en mi cabeza.» ¿Las has pensado sola?

Clara bajó la vista rápidamente.

— Era así.

— ¿Y se te ocurrió a ti sola, Clara?— insistió Darrow. Sin esperar respuesta, se acercó más a la niña—: ¿O el doctor Kreizler te ayudó a verlo de esa manera y te dijo que usaras esas palabras cuando llegara el momento de contar tu historia ante el tribunal?

Picton saltó como si su asiento estuviera cubierto de brasas ardientes.

— ¡Protesto, señoría! Hemos pedido un tratamiento especial para esta testigo ¿y qué tenemos? ¡Insinuaciones y coacción!

Antes de que el juez tuviera tiempo de responder, Darrow alzó una mano.

— Retiro la pregunta, señoría, y procuraré formular las siguientes de modo que complazcan al ministerio fiscal.— Volvió a sonreír a la testigo y preguntó—: Clara, ¿cuándo comenzaste a recordar lo que sucedió aquella noche? Me refiero a recordarlo de manera que pudieras expresarlo con palabras.

Clara se encogió de hombros, más preocupada después del intercambio de palabras entre los dos letrados.

— No hace mucho.

— ¿Antes de conocer al doctor Kreizler?

La niña no se movió.

— ¿O cuando conociste al doctor Kreizler?

Picton se levantó otra vez.

— Con el debido respeto, señoría, ¿qué pregunta quiere el ilustre letrado de Illinois que responda la testigo?

— Siéntese, señor Picton— respondió el juez—. El defensor está en su derecho de formular esas preguntas.

— Gracias, señoría—-respondió Darrow—. ¿Y bien, Clara?

— No lo olvidé nunca— respondió la niña con la cara bañada de lágrimas—. No lo olvidé nunca.

— ¿Y qué es lo que no olvidaste nunca? Nunca supiste lo que les había pasado a Tommy y Matthew, acabas de decirlo. De modo que no podías recordarlo. Pero ¿qué era lo que sabías que no habías olvidado?

—-Yo nunca…— La niña miró al juez con cara de angustia—. No entiendo qué quiere decir.

— Quiero decir, Clara— prosiguió Darrow con mayor firmeza—, ¿qué era lo que sabías que no habías olvidado y qué es lo que sabes que habías olvidado pero recuerdas desde hace poco tiempo?

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