El Camino de las Sombras (42 page)

La entrada de la mansión se abrió con estrépito. Al cabo de un momento, la puerta del comedor golpeó la pared con tanta fuerza que los platos temblaron sobre la mesa.

—Mi señor —protestó el portero.

Logan irrumpió en la habitación, con los ojos enrojecidos pero majestuoso. En la mano llevaba un montante del tamaño de Alitaera.

Kylar se levantó de un salto y con el movimiento estrelló su silla contra la pared. Estaba arrinconado. El conde Drake se levantaba, gritando algo, pero era demasiado lento. Nada podía detener ya a Logan, que alzó la enorme espada a dos manos. Kylar esgrimió el cuchillo de la mantequilla.

—¡Estoy comprometido! —gritó Logan. Dejó a un lado el montante y alzó a Kylar del suelo con un abrazo descomunal.

Para cuando Logan lo soltó, el corazón de Kylar había vuelto a latir. El conde Drake se dejó caer en su silla, aliviado.

—¡Pedazo de cabrón! —exclamó Kylar—. ¡Enhorabuena! Te dije que funcionaría, ¿a que sí?

—¿Qué funcionaría? —preguntó el conde Drake, que había recuperado la voz.

—Bueno —prosiguió Logan, sin hacer caso al conde—, no hacía falta que me pegaras tan fuerte.

—Tenía que convencerla —replicó Kylar.

—¡Casi la dejas viuda! No me llevaba tantos palos desde aquel combate en el estadio.

—Perdonad —terció el conde—. ¿Funcionar? ¿Convencerla?

Se callaron y miraron al conde con cara de culpabilidad.

—Bueno —explicó Logan—. Kylar me dijo que Serah me quería de verdad y que solo necesitaba que se lo recordasen, y... —Dejó la frase en el aire.

—Kylar, ¿me estás diciendo que la pelea estaba preparada? ¿Que te pusiste en evidencia en público, engañaste a mi hija y canjeaste sus afectos como si fueran una vulgar baratija?

—No es exactamente... —No pudo aguantar la mirada del conde—. Sí, señor.

—¿Y arrastraste a Logan a esto? ¿A Logan, a quien tenía por más sensato? —insistió el conde.

—Sí, señor —dijo Kylar. Por lo menos Logan parecía igual de mortificado que él.

El conde los miró a los dos y después esbozó una sonrisa.

—¡Que el Dios te bendiga! —dijo, envolviendo a Kylar en un abrazo.

Después de soltarlo, el conde Drake se volvió. Tenía lágrimas en los ojos al agarrar los antebrazos de Logan.

—Y que el Dios te bendiga a ti también. Hijo.

El general supremo Agón llegó al patio del castillo hecho una furia, flanqueado por sus guardaespaldas. El día ya había sido largo, y el sol aún no llevaba más de tres horas en el firmamento.

Al verle la expresión, los centinelas se apresuraron a abrirle las puertas del castillo para no hacerlo esperar. Los sirvientes desaparecieron raudos de los pasillos.

Al entrar en la sala de audiencias, se cruzó con un hombre envuelto en una capa que le resultó vagamente familiar, pero llevaba la capucha puesta y no se le veía la cara. Uno de los espías del rey, sin duda. Agón no tenía tiempo para él.

No traía buenas noticias. Los Gyre eran la familia más importante del reino. Que los hubieran asesinado la misma noche que al príncipe era demasiado doloroso. Agón tenía simpatía por el príncipe, pero los Gyre siempre habían sido sus amigos, y lo que había visto en su villa no se lo desearía ni a su peor enemigo. Las piezas no encajaban.

Aquello tenía toda la pinta de una jugada, una gran jugada, una maniobra en pos del trono, pero ¿por qué de ese modo? Matar al príncipe hacía tambalear el reino, por supuesto, pero la muerte de los criados y la señora de Gyre no tenían repercusiones políticas. ¿O sí? En ese mismo día, su cumpleaños, Logan de Gyre se convertía en el señor de su Casa en ausencia de su padre. Si alguien quería exterminar una familia, empezaba por los herederos y no por todos los demás; a menos que la noticia estuviera todavía en camino, el duque y su heredero seguían vivos.

La muerte del príncipe no solo suponía un revés tremendo a la línea sucesoria de los Gunder, sino también un escándalo enorme. La gente había pasado por alto las aventuras del rey, pero encontrar al príncipe muerto después de, en apariencia, mantener relaciones con la amante del monarca dejaría en muy mal lugar a todo el linaje. El magnicidio, si tal era, no constituía tan solo una tragedia. Era un horror y una vergüenza.

El general supremo se preguntó si el rey tendría más presente el horror que la vergüenza, o a la inversa. ¿Qué haría la reina?

Se acercó al trono y subió los escalones. Estaban los hombres de costumbre, hablando con el rey. Agón no confiaba en ninguno de ellos.

—Fuera —rugió—. ¡Fuera todos!

—Disculpad —dijo Fergund Sa'fasti—, pero como principal...

—¡FUERA! —vociferó Agón en su cara.

El mago se encogió y se unió a los hombres que desfilaban hacia la puerta. Agón indicó a sus guardaespaldas que también salieran.

El rey ni siquiera alzó la vista. Al cabo de un rato, dijo:

—Estoy acabado, Brant. ¿Qué dirá la historia de mí?

«Que fuiste débil, ineficaz, egoísta e inmoral.»

—Majestad, tenemos problemas más inmediatos.

—Es la comidilla de todo el mundo, Brant. Mi hijo... Ella asesinó a mi hijo... —El rey rompió a llorar.

«De modo que el tipo es capaz de pensar en los demás. Si tan solo demostrara su humanidad más a menudo.»

—Majestad, la duquesa no mató a vuestro hijo.

—¿Qué? —El rey miró a Agón con los ojos empañados de lágrimas.

—Majestad, fue un ejecutor.

—¡No me importa quién descargara el golpe, Brant! Trudana está detrás. Trudana y Logan de Gyre.

—¿Logan de Gyre? ¿De qué estáis hablando?

—¿Te crees que eres la única persona que tengo trabajando en esto, Brant? Mis espías ya me lo han contado. Logan lo planeó todo. Esa zorra de Trudana no fue más que su ayudante. Ya he enviado hombres a arrestarlo.

Agón se tambaleó. No podía ser. En realidad, estaba seguro de que no era así.

—¿Por qué haría Logan semejante cosa? —preguntó—. Era uno de los mejores amigos de vuestro hijo. No alberga la menor ambición. Por los dioses, acaba de comprometerse con Serah Drake. ¡La hija de un conde!

—No ha tenido nada que ver con el poder o la ambición, Brant. Han sido celos. Logan creía que mi hijo lo había humillado por completo en no sé qué asunto trivial. Ya sabes cómo se ponen los chicos. Es muy propio de los Gyre codiciar todos nuestros éxitos. Además, tengo testigos que oyeron a Logan amenazarle.

Todo iba ocupando su lugar, las piezas iban girando y cayendo en su sitio. Kylar Stern, el falso noble, el ejecutor, era un buen amigo de Logan. En una rabieta, Logan contrató a Kylar para matar al príncipe. Todo cuadraba... salvo que era Logan. Agón lo conocía bien y no se creía esa versión.

—¿A qué ejecutor contrataron, Brant? —preguntó el rey.

—A Kylar Stern —dijo Agón.

El rey soltó un bufido.

—Ja. Los dioses deben de estar conmigo por una vez.

—¿Majestad?

—Acabo de contratar a la aprendiza de Hu Patíbulo para que lo mate; una chica ejecutora, lo que me faltaba por ver. Kylar es el aprendiz de Blint. O lo era. Probablemente ya esté muerto.

«¿Kylar es el aprendiz de Blint?» La imagen que poco a poco había ido cobrando forma saltó en pedazos. ¡El rey había contratado a Blint! El aprendiz del ejecutor no hubiese matado al hijo de su cliente, ¿verdad?

El nombre de Hu Patíbulo estaba grabado en los cuerpos de la villa de los Gyre. Por supuesto, solo un necio dejaría marcado su nombre en semejante matanza. Sin embargo, tras pasar horas en la mansión, Agón estaba seguro de que todos los asesinatos eran obra de un solo hombre. No se le ocurría nadie capaz de matar a tanta gente aparte de un ejecutor, y el estilo desde luego cuadraba con lo que había oído de Patíbulo. No se imaginaba a Durzo Blint mutilando cuerpos. Blint lo consideraría poco profesional.

Hu Patíbulo solo firmaría la masacre si creyera que las autoridades nunca tendrían la oportunidad de ir a por él. El rey había dicho que el asesinato del príncipe no tenía nada que ver con el poder, pero estaban en Cenaria. Allí todo tenía que ver con el poder.

Si el aprendiz de Durzo Blint realmente había matado al príncipe, ¿por qué dejaría un testigo? El aprendiz de Blint sería igual de profesional que su maestro. Un testigo era un cabo suelto fácil de atar.

Todo tenía que ver con el poder.

Agón arrugó la frente.

—¿Ha llegado alguna noticia de la guarnición de Aullavientos?

—No.

—De manera que el ejército khalidorano está al menos a cuatro días de distancia. ¿Qué pensáis hacer con la fiesta de esta noche?

—No pienso celebrar el solsticio de verano el día después de la muerte de mi hijo.

Al general se le cayó el alma a los pies.

—Mi rey, creo que tal vez deberíais.

—No celebraré una fiesta para los asesinos de mi hijo. —Hubo un destello en los ojos del monarca; fue la primera vez que Agón le veía más aspecto de rey que de niño malcriado—. ¡Tengo que hacer algo! —exclamó—. Todo el mundo pensará...

Aleine siguió hablando, pero el general dejó de escucharle.

«Todo el mundo pensará.» Esa era la clave. «¿Qué pensará todo el mundo?»

El príncipe estaba muerto, asesinado de una forma vergonzosa bien por la amante del rey, bien por un ejecutor. Los adorados Gyre estaban muertos o encarcelados. Agón se temía que, con toda probabilidad, algún asesino habría llegado a Aullavientos para matar también a Regnus. No tendría sentido dejarlo vivo. No cuando alguien se estaba tomando tantas molestias para poner sus planes en marcha.

Todo el mundo pensaría que el rey había mandado matar a su propio hijo en un arrebato de celos y que, para vengarse de su infiel amante, lo había organizado todo para culpar a la duquesa.

Con los rumores adecuados, también podía dirigirse el desconcierto generalizado que había sembrado el asesinato de los Gyre. La gente relacionaría todas las muertes, pero ¿cómo?

Los Gyre eran los siguientes después de los Gunder en la línea sucesoria al trono, aunque la familia nunca había desafiado al rey. Resultaría muy fácil presentar al monarca, débil y celoso, como un paranoico. Y los Gyre eran mucho más respetados que los Gunder. Se interpretaría que el fiel servicio del señor de Gyre había sido recompensado con la traición y el asesinato.

Logan, el nuevo señor de Gyre, había sido apresado por el rey, y la inclinación natural del monarca sería mantenerlo en prisión. Sin embargo, Logan era conocido por su impecable moralidad y su ausencia de ambiciones. ¡Por todos los dioses, si hasta se había comprometido con una humilde Drake!

Así pues, si el rey moría, ¿quién iba a ocupar el trono?

Logan de Gyre, enormemente popular, estaría en la cárcel, donde sería fácil matarle. El hijo del rey había muerto. Su hija mayor tenía quince años, demasiados pocos para ocupar el trono de una nación en guerra. Su esposa Nalia podría intentar hacerse con el poder, pero el rey le tenía miedo y la había marginado todo lo posible, y ella parecía satisfecha manteniéndose ajena a la política. Los Jadwin estaban acabados tras su papel en el escándalo. Eso dejaba los otros dos ducados del reino. Tanto el duque de Graesin como el de Wesseros, padre de la reina, podrían postularse. Sin embargo, el hermano de la reina, Havrin, estaba fuera del país, de modo que se antojaba un usurpador improbable. El duque de Graesin era débil. Cualquiera de una docena de familias menores podría intentar hacerse con el trono.

Sin embargo, ninguna podría conservarlo. Sería una guerra civil en la que los cuatro bandos principales se enfrentarían en igualdad de fuerzas. Una guerra civil mucho peor que la que Regnus había temido diez años atrás, cuando permitieron que Aleine subiera al trono.

¿En qué posición dejaba eso al resto de los actores que tanto le habían preocupado en los últimos tiempos? ¿Dónde encajaban el Sa'kagé y Khalidor? Por un precio adecuado, Khalidor podía comprar la ayuda del Sa'kagé.

Y entonces todas las piezas encajaron de golpe en su cabeza.

El general supremo Agón soltó un juramento en voz alta. Maldecía tan raramente que el rey dejó una frase a medias. Aleine miró a Agón a la cara y lo que leyó le dio miedo.

—¿Qué pasa? ¿Qué pasa, Brant?

Todos esos años, él y el rey se habían centrado tanto en Khalidor que nunca se les había ocurrido que la amenaza pudiera venir de dentro. Khalidor estaba eliminando la línea sucesoria entera y manipulando al rey para que colaborase. En cuanto hubieran desaparecido todos los herederos que fuesen legítimos a la par que poderosos, Khalidor mataría al rey. Actuarían con rapidez, antes de que tuviera tiempo de establecer una nueva línea sucesoria, antes de que acertara a consolidar el poder o restablecer los lazos que estaba a punto de cortar. Entonces podrían ser espectadores del caos y entrar desfilando cuando les apeteciera.

—Majestad, debéis escucharme. Esto es el preludio de un golpe de estado. Quizá solo tengamos unos días. Si empieza, todos nuestros preparativos contra Khalidor habrán sido inútiles. Y vos seréis el primero en morir.

Al rey se le demudaron las facciones de miedo.

—Te escucho —dijo.

Capítulo 44

Después de felicitar a Logan unas cuantas veces más, Kylar se había retirado para dejar que el joven duque hablase con su futuro suegro. Serah estaba cambiándose en la parte de atrás de la casa, y habían decidido que probablemente no debería ver que Logan y Kylar seguían siendo amigos hasta después de la boda.

—Lo entenderé si no me invitáis —había dicho Kylar— pero, si se lo cuentas alguna vez, esperaré una disculpa. Enhorabuena.

Subió la escalera, entró en su habitación, lanzó su túnica a una esquina y se miró en el espejo.

«Y enhorabuena a ti. Tu maestro va a matarte y todas las mujeres de tu vida te odian.»

Al lado del espejo, reparó en una pila de cartas atadas con una cinta. Las cogió. Había una nota garabateada en un pedazo de papel con la letra de Blint: «Como has cruzado la línea, supongo que ya no hay motivo para seguir escondiéndotelas».

«¿De qué habla?»

Kylar desató la cinta y leyó la primera carta. La había escrito una niña, con letras grandes e ideas inconexas:

Muchas
grazias
gracias. Estoy muy bien aquí. Eres genial. Hoy es mi cumpleaños. Te quiero.

Elene

Y un adulto había añadido debajo:

Disculpad, conde Drake, nos oyó hablar de su señor benefactor. Lleva queriendo mandar esta carta desde que la enseñamos a escribir. No ha habido manera de quitarla la idea de la cabeza. Decidnos si no queréis que la dejemos escribir más.

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