El Camino de las Sombras (43 page)

Vuestro humilde servidor,

G
ARE
C
ROMWYLL

Kylar quedó hechizado. Había una carta por año, cada una más larga que la anterior y con mejor letra. Sentía como si estuviera viendo crecer a Elene ante sus ojos. También ella se había cambiado de nombre, pero en sus escritos no renegaba de lo que había sido, no se disociaba de la niñita débil y vulnerable.

Cuando tenía quince años, escribió:

Pol me ha preguntado si no me enfado porque me rajaron la cara. Dice que no es justo. Yo le he dicho que no es justo que yo saliese de las Madrigueras cuando tantos otros no pudieron. ¡Mira todo lo que tengo! Y es gracias a ti...

Kylar tuvo que hojear las cartas y leerlas solo por encima. No tenía tiempo que perder. Tarde o temprano llegaría la noticia de la muerte del príncipe. ¡Y mira que la chica podía llegar a escribir! Pasó a la última carta. Llevaba fecha de hacía apenas unos días.

No sabes lo que has hecho por mí. Ya te he hablado de todas las maneras en las que tu dinero ha salvado a mi familia, sobre todo cuando murió mi padre adoptivo, pero has hecho más que eso. Ya solo saber que en alguna parte hay un joven señor que se preocupa por mí (¡por mí!, ¡una hija de esclavos con la cara llena de cicatrices!) lo ha cambiado todo. Has hecho que me sienta especial. Pol me propuso matrimonio la semana pasada.

Kylar sintió un repentino impulso de encontrar al tal Pol y pegarle una paliza.

Tal vez le habría dicho que sí, aunque odio su mal genio y... también otras cosas. La cuestión es que saber que estás ahí, que te importo, me hace creer que merezco algo más que un matrimonio desdichado con el primer hombre dispuesto a pedir la mano de una chica con la cara marcada. Me da fe en que el Dios me reserva algo mejor.

Anda, así que Elene creía en el Dios. Estupendo. Así debió de ser como conoció a los Drake.

Gracias. Y perdón por mi última carta, me horroriza pensar en lo que escribí. No hagas caso de nada de lo que dije, por favor.

¿Cómo? Kylar retrocedió a la carta anterior y no pudo evitar sonreír. A los dieciséis años, Elene había sucumbido a un profundo arrebato de romanticismo adolescente.

Creo que estoy enamorada de ti. A decir verdad, estoy segura. El año pasado, cuando fui a casa del conde Drake a dejar mi carta (madre por fin me deja hacer algunas cosas por mi cuenta), creo que te vi. A lo mejor no eras tú, pero podrías haberlo sido. Allí vive un chico, un joven señor como tú. Es guapísimo y lo adoran con locura. Basta oír cómo lo ponen por las nubes, hasta el conde Drake. Sé que no eres tú de verdad porque él no es rico. Como su familia es pobre, vive con los Drake...

A Kylar se le cortó la respiración. Elene lo había visto. Lo había visto hacía un año y lo había encontrado guapo. ¿Lo había encontrado guapo?

... pero ¿qué importa el dinero cuando se tiene amor?

Había... no... Sí, había salpicaduras de lágrimas en la página.

Bueno, Kylar había crecido rodeado de tres chicas. No le sorprendía del todo. Solo se preguntaba cuándo habría empezado Elene a llorar.

Así que, como eres de los fuertes y callados, y nunca respondes a mis cartas, he decidido que te llamaré Kylar.
Supongo que podrías ser gordo, feo, narigón y
... Lo siento MUCHO. Soy una cría. Pero ¿no puedes responderme aunque sea una sola vez? ¿Que el conde Drake me dé una respuesta el año que viene cuando deje mi carta? Pol dice que no estoy encaprichada con un hombre, sino con una bolsa de dinero.

Era cierto que Elene no sabía nada de él, pero bueno, eran cosas de los dieciséis años, y Kylar seguía queriendo pegarle una paliza al tal Pol.

Pero no es verdad. Y no es un encaprichamiento. Te quiero, Kylar.

Las últimas palabras le provocaron un escalofrío. ¡Cuánto había ansiado oírlas! ¡Cuánto había ansiado oírselas a ella! Y allí estaban. Allí estaban entre los nudos y más nudos de su duplicidad. Elene le decía esas palabras, sin saber que él era él, sin saber que el conde Drake le daba sus cartas a Durzo, sin saber que Kylar en realidad era Azoth, sin saber que Kylar era un asesino, sin saber que por aquella única vez que ella lo había visto él la había espiado en centenares de ocasiones: dos veces por semana, siempre que podía, en el mercado del paseo de Sidlin. La había visto crecer en ese mercado, se había dicho mil veces que la semana siguiente no iría para intentar atisbarla un segundo, y siempre había sucumbido. La había observado desde lejos y había llegado a encapricharse a su vez, ¿o no? Se había dicho que veía a Elene como una fruta prohibida, que eso era todo lo que le atraía de ella. Se había dicho que solo quería comprobar que estaba bien. Cuando eso dejó de funcionar, se había dicho que ya se le pasaría.

Kylar había cumplido los veinte años y seguía esperando a que se le pasara. Su repentina esperanza (¡ella estaba encaprichada de él!) chocó con la realidad como una porcelana de Gandu contra el suelo. La delicada tracería de finas posibilidades se despedazó. La cara de asombro de Elene el día anterior cobraba más sentido. Las revelaciones que tan conmovedoras podrían haber resultado para ella («¡Yo soy Kylar y Azoth y tu joven señor y yo también te quiero!») la golpearon en cambio como un mazazo. «Soy Kylar y Azoth y tu joven señor... y un asesino. Ayúdame. Otórgame tu confianza para que pueda traicionarla.»

No había tiempo para la autocompasión, y Kylar ya se había permitido demasiada. Había dejado atrás una testigo que sabía que era un ejecutor, sabía que era Kylar Stern y lo creía culpable de robar el Orbe de los Filos, si no de algo peor. De modo que, muy posiblemente, había tirado por la borda una identidad que le había llevado diez años construir a cambio de una bolita que ni siquiera se había quedado.

Los cubos de agua caliente que la doncella solía dejar en su habitación por la mañana estaban vacíos. Por algún motivo, eso lo hizo estallar. Notó que le escocían los ojos y que estaba a punto de llorar. Era tan ridículo que casi se echó a reír. Los cubos vacíos eran una contrariedad insignificante, pero era como si los dioses o el Dios Único de Drake quisieran machacarlo. Todo lo que podía salir mal había salido mal.

El maestro Blint iba a matarlo. La mujer por cuya salvación estaba dando la vida lo odiaba. Hasta Serah Drake, que la noche anterior no sabía si lo amaba a él o a Logan, había pasado a aborrecerlo. Y todo por culpa suya, que era lo peor. Todo lo que podía salir mal había salido mal por decisiones que había tomado él.

Bueno, por lo menos los cubos vacíos no eran culpa suya. Los cogió y salió al pasillo. Topó con la doncella, que subía las escaleras con dos cubos llenos de agua humeante.

—Hola —dijo. No la reconoció, pero era más guapa que la mayoría de las chicas que contrataba la señora Bronwyn.

—Hola siento mucho el retraso es mi primer día y no sé dónde están las cosas de verdad que lo siento —dijo ella. Pasó rozando por su lado y Kylar no pudo por menos que reparar en cómo se deslizaron los grandes pechos de la muchacha por su torso desnudo. La chica desapareció en su habitación y él la siguió.

—Puedo cogerlos yo si...

—¿No estáis enfadado verdad? —preguntó la doncella—. Por favor no le digáis al conde Drake o la señora Bronwyn que he llegado tarde no creo que le caiga bien y si meto la pata el primer día seguro que me echa y necesito muchísimo este trabajo señor. —Había dejado los cubos y estaba retorciéndose las manos.

—Eh, eh —exclamó Kylar—. Cálmate. No estoy enfadado. Soy Kylar. —Le tendió una mano y una sonrisa.

Ella pareció tranquilizarse al instante. Sonrió y le cogió la mano. Sus ojos se deslizaron de manera fugaz por el pecho y el abdomen desnudos de Kylar. Fugaz, pero apreciativa.

—Hola. Me llamo Viridiana.

El portero dejó pasar al estudio a un apuesto varón ladeshiano. Logan había salido para buscar algo de comer en la cocina, de modo que el conde Drake estaba a solas.

—Señor —dijo el portero—, ha insistido en que debía entregar un mensaje en persona.

—Muy bien. Gracias —dijo el conde.

El ladeshiano tenía tanta prestancia que se antojaba raro que actuase de mensajero. Parecía más bien un cortesano o un bardo. Llevaba en la mano algo que hizo que el conde Drake perdiese la curiosidad por el aspecto del recién llegado. Era una flecha; la habían pintado entera, incluidas la punta de acero y las plumas, de un rojo brillante, como de sangre fresca.

En cuanto salió el portero, el mensajero dijo:

—Buenos días, mi señor. Ojalá nuestro encuentro se produjera en distintas circunstancias, pero me temo que mi mensaje es de suma importancia. Esto procede de Durzo Blint. Me ha dicho: «Si el chico sigue vivo, dale esto y dile que vaya a cenar conmigo en La Fulana Alegre».

El hombre hizo una reverencia y entregó al conde la flecha roja.

Desde la puerta, Logan se rió.

—¿«Si el chico sigue vivo»? Supongo que algún amigo de Kylar me habrá visto entrar esta mañana, ¿eh?

El conde Drake soltó una risilla.

—Seguro que habrás asustado a cualquiera que te haya visto.

Se volvió hacia el mensajero—. Se la entregaré, muchas gracias.

—Mi señor —dijo el ladeshiano, dirigiéndose a Logan—. Nuestro más sentido pésame. —Hizo otra reverencia y salió.

Logan sacudió la cabeza.

—¿Eso era un chiste porque me caso?

—No lo sé. Estuve una vez en Ladesh y es cierto que nunca entendí su sentido del humor. A lo mejor debería subir esto arriba.

—Y yo que pensaba que estábamos a punto de tener la gran charla paternofilial sobre las intimidades conyugales.

El conde Drake sonrió.

—Qué formal lo pones.

—Serah es bastante formal —observó Logan.

—Créeme, las intimidades conyugales no tienen nada de formal. —El conde Drake observó la flecha que tenía en la mano y la dejó a un lado—. Bueno, lo primero que debes entender sobre hacer el amor es...

Viridiana se frotó el hombro y dijo:

—Es genial ver a alguien simpático pensaba que iba a ser espantoso trabajar en este sitio con lo mala que fue la señora Bronwyn a vos no os importa ¿verdad?

—No, no, en absoluto —respondió Kylar, sin estar muy seguro de qué no le importaba, pero convencido de que esa era la respuesta que se esperaba de él.

Como si fuese lo más natural del mundo, Viridiana se deshizo los nudos del corpiño, que, como Kylar había observado, llevaba inusualmente apretado.

—Uf, así está mejor —dijo ella, respirando hondo. Cerró la puerta, echó el pestillo y después caminó hasta los cubos mientras se quitaba el corpiño y lo dejaba caer.

—Hum —musitó Kylar. Entonces Viridiana se inclinó para recoger los cubos de agua.

Debía de llevar dos metros de escote, porque Kylar se perdió por completo en él. Abrió la boca, pero no salió ninguna palabra.

Apartar la mirada le costó un esfuerzo indecoroso. Viridiana lo estaba observando y, aunque a él le ardía el rostro, vio que la chica estaba cualquier cosa menos disgustada. Con un movimiento diestro se soltó el pelo recogido, que cayó en cascada alrededor de su cara en largos rizos.

—¿Estáis listo para vuestro baño, mi señor?

—¡No! O sea... O sea...

—Queréis bañaros después —dijo ella mientras daba un paso al frente, se llevaba las manos a la espalda y empezaba a desabrochar botones.

¿Después? Kylar retrocedió, pero su resistencia se estaba desmoronando. «¿Por qué no? ¿Qué demonios he estado esperando? ¿A Elene?» Viridiana llenaba su visión: los labios carnosos, el adorable pelo que ya anticipaba en la punta de los dedos y sobre su pecho. Esos senos. Esas caderas. Y ella lo deseaba. Sería sexo, solo sexo, nada de hacer el amor. Nada de grandilocuentes expresiones de romanticismo y compromiso. Solo pasión. Más sencillo. Más parecido a la versión de las cosas de Mama K. Menos cercano a la versión del conde Drake. Pero qué demonios, su cuerpo tenía mejores argumentos que una sala llena de eruditos.

Topó con las pantorrillas contra la cama y estuvo a punto de caer.

—Yo, yo, la verdad, no me siento muy cóm...

Viridiana le puso la mano en el pecho, y entonces le dio un golpetazo con ella. Kylar estaba cayendo hacia atrás cuando la otra mano de la chica salió de detrás de su vestido trazando un fulgurante arco metálico.

Para cuando la cabeza de Kylar aterrizó en la cama, Viridiana ya estaba a horcajadas sobre él, pegándole los brazos a los costados con las rodillas mientras con una mano le agarraba el pelo y con la otra le apretaba un cuchillo contra el lado del cuello.

—¿Cómodo? —dijo, terminando la frase de Kylar.

No jugaba con el cuchillo: lo sostenía firme contra una arteria, justo en el ángulo que rompería la piel con la menor presión. Kylar se vio obligado a respirar con bocanadas superficiales y no mover el cuello.

—Mierda —dijo—. Eres Vi, la aprendiza de Hu Patíbulo. Viridiana, Vi, ¿cómo se me ha escapado?

Ella sonrió sin alegría.

—¿Para quién trabajas? El príncipe era mi muriente.

—De verdad. Qué embarazoso. Mira que dejarme pillar por otro ejecutor. Estarás disfrutando.

—No como tú quisieras. —Frotó las caderas contra él y Kylar se ruborizó.

Viridiana le pellizcó la mejilla.

—No eres feo del todo, ¿sabes? Lamentaré matarte.

—Más lo lamentaré yo, puedes estar segura.

—No te tortures —dijo ella—. El hechizo erótico forma parte de mi Talento. Bastante mérito tiene que no estuvieras babeando.

—¿Quieres decir que esas son iluso...?

—Mueve las manos y morirás —advirtió ella—. El cuerpo es real, gracias.

—Debería agradecértelo yo a ti, pero este cuchillo en mi garganta rebaja un poco mi aprecio.

—Si intentas engatusarme para que te deje vivir, necesitas práctica. ¿Para quién trabajas?

—Tú trabajas para el rey —dijo Kylar—, ¿no es así?

—Agallas —comentó ella—. Eso me gusta.

—Si me hiciera pis encima sería un desastre para los dos —dijo Kylar. Viridiana soltó una risilla y Kylar sonrió con todo el encanto que pudo reunir—. ¿Mejor?

—Mejor. Cederé una vez en reconocimiento de tu esfuerzo. Este trabajo me lo encargó el rey. Está un poco molesto por que hayas matado a su hijo. Acepto su dinero, pero las órdenes las recibo de Roth. Última oportunidad. —Apretó un poco más el cuchillo contra su piel, y Kylar tuvo que ladear la cabeza para que no lo cortase.

—Quizá puedas apreciar mi dilema —dijo, estirando el cuello—. Si no respondo, me matarás de forma dolorosa pero tardarás un rato. Si respondo, me matarás rápidamente pero enseguida.

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