A partir del último tercio del siglo IX, nos encontramos con monasterios de propiedad eclesiástica y monasterios familiares o de tradición hereditaria, como el de San Rosendo en Celanova, cediendo en usufructo comunidades dúplices de monjes y monjas (las comunidades solo de mujeres están menos documentadas). Fueron los siguientes algunos de los monasterios más importantes: Sobrado-Presaras, Paterne, Lorenzana-Conde Osorio Gutiérrez, Xubia, Cambre, Carboeiro…, todos ellos fundados por familias relevantes, como por ejemplo, Celanova en el año 942. Hasta que fueron prohibidos por la bula papal de Pascual II en 1103. Y todos acabarán por convertirse en casas fundadoras de otras reglas; Lourenzá pasará a los benedictinos, Sobrado será donado al Císter y Celanova se sumará al modelo benedictino.
Existe documentación de la existencia del monasterio de Rivas de Sil desde el siglo X, aunque los indicios apuntan a que fue fundado por san Martín Dumiense entre los años 550 y 555. Su etapa de esplendor se inicia en el siglo X, bajo la autoridad del abad Franquila. Este abad recibió un traje de piel regalo de la reina doña Goto en memoria de su difunto esposo, Sancho Ordóñez. Una noticia de la época cuenta que una tarde el rey muerto se le presentó a la viuda para que viese a los demonios castigándole por los pecados que había cometido. La reina rezó y ayunó cuarenta días, tras los cuales recibió de nuevo la visita de su difunto esposo, libre ya de los demonios con una túnica blanca y el traje de piel regalado a Franquila. Al intentar abrazarlo solo pudo atrapar un trozo del traje que llevó al monasterio y comprobó que coincidía con un roto aparecido recientemente en el traje. Puede que relatos de este tipo fuesen los que atrajesen a nueve obispos durante este siglo y el posterior, presencia reflejada en el escudo del monasterio donde figuran las nueve mitras.
El antiguo monasterio de San Pedro de Rocas (Orense) pertenece en sus comienzos a la tradición eremítica extendida por los escondidos parajes de la Ribera Sacra. Se cree que el origen del monasterio se remonta al siglo VI, por una lápida con inscripción en la que figuran los nombres de siete varones que se refugiaron en él para consagrarse a la vida monástica. La inscripción está fechada en el año 573, lo cual supone una prueba de la existencia de la vida cenobítica en Galicia con anterioridad a los monasterios mozárabes y a los fundados por san Fructuoso.
El primitivo monasterio del siglo VI desapareció, quedando abandonada su iglesia, hasta que a comienzos del X, un caballero gallego llamado Gemondo o Gemondus descubre el lugar por casualidad durante una cacería, abandonado y escondido en la maleza. Impresionado, se retira en él para hacer vida de oración y penitencia, rehabilitándolo y convirtiéndose en su primer abad. A Gemondo se le unen otros monjes más y se crea una pequeña comunidad. San Pedro de Rocas será después muy favorecido por los monarcas, que lo dotan de grandes donaciones que son confirmadas por Alfonso V, a las que siguieron las de otros reyes como Alfonso VII, Fernando IV y Enrique III.
Hoy constituye un lugar de extraordinario encanto y apreciable espiritualidad, perdido en los bosques, entre peñedos, con su pequeña iglesia levantada en la pura roca.
4. El reino de León
Muerto el rey Alfonso III el Magno, el reino de Asturias quedó repartido entre sus hijos: García I recibió León, Álava y Castilla; Ordoño II, Galicia; y Fruela II, Asturias. Al morir García I en 914 sin descendientes, Ordoño II se trasladó a León, donde fue aclamado rey de León y de Galicia, y trasladaría definitivamente la capital y el solio real desde Oviedo a León, con lo que se crea un nuevo reino. En todas las crónicas y escritos musulmanes, este reino será conocido como Yilliqiyya (Galicia o Gallaecia).
El reino de León comenzaría pronto su expansión por el Duero y el Sistema Central hasta la actual Extremadura (
Extremodouri
o extremo del Duero), pero la falta de repobladores hace que los amplios territorios más allá de la frontera sean una «tierra de nadie». Durante el reinado de Ramiro II se producen enfrentamientos internos que causarán que el conde Fernán González separe en 929 el condado de Castilla del reino de León, originando un proceso que culminará en el posterior reino de Castilla.
5. El rey Ramiro II de León
Ramiro II de León, llamado el Grande, nació en León el año 898, llegando a ser coronado como el sexto rey de León entre 931 y 951. Hijo de Ordoño II, a la muerte de este, y tras ayudar a su hermano Alfonso a ocupar el trono (Alfonso IV de León) deponiendo a su primo Alfonso Froilaz, hijo de su tío Fruela II, se hizo con el dominio del norte de Portugal (926), al que añadió el de Galicia cuando murió su hermano Sancho (segundo rey de Galicia) en 929.
Ramiro II fue el monarca leonés más temido por los musulmanes. Se le apodó el Diablo porque llevó el reino a su máxima extensión territorial, llegando a conquistar Madrid y a poner sitio a Talavera de la Reina. Su figura histórica es una de las más destacadas e interesantes de toda la Edad Media. Se nos presenta en las crónicas siempre bajo el signo de un incesante quehacer. Según la
Historia Silense
, compartía el mismo rasgo que había caracterizado a Ordoño II, su padre:
labori nescius cedere
, es decir, «no sabía descansar». Ramiro II fue un hombre de una profunda religiosidad, que quedó puesta de manifiesto en documento de 21 de febrero de 934, con ocasión de confirmar a la sede compostelana los privilegios otorgados por sus predecesores:
De qué modo el amor de Dios y de su santo Apóstol me abrasa el pecho es preciso pregonarlo a plena voz ante todo el pueblo católico.
El último acto público de su vida fue su abdicación voluntaria del trono la tarde del día 5 de enero de 951, en León, cuando debía de contar unos cincuenta y tres años. Considerándose próximo a la muerte, rogó que lo trasladaran a la iglesia de San Salvador, contigua al palacio, y en presencia de todos se despojó de sus vestiduras y vertió sobre su cabeza la ceniza ritual, uniendo en el mismo acto la renuncia solemne al trono y la práctica de la penitencia pública
in extremis
, con la misma fórmula que ideara san Isidoro de Sevilla. Falleció ese mismo mes, reinando ya su hijo Ordoño III de León.
6. La batalla de Simancas
En el año 939 el califa Abderramán III decidió aplicar a los cristianos del reino de León un castigo definitivo y ejemplar para vengar los ataques de Ramiro II contra Madrid, Zaragoza y otras plazas al sur del Duero y de Extremadura.
Se llamó a la guerra santa, la yihad, desde los minaretes del califato y del norte de África. Miles de hombres acudieron para alistarse en el ejército y aportar dinero, comida, armas, caballos con los que combatir a los infieles del norte. El califa juntó un descomunal ejército de casi cien mil hombres, formado por mercenarios andalusíes, militares profesionales, soldados de las provincias militarizadas (
yunds
), tribus beréberes, destacamentos de las marcas y un buen número de voluntarios. Como era costumbre antes de partir, tuvo lugar el alarde o revista de todo el ejército concentrado, antes de que saliese el sol.
Y las tropas, formando una enorme mesnada y una imponente cabalgata, partieron de la capital en dirección a Toledo el sábado 29 de junio, después de que se hubieran incorporado al alarde los
ribaties
o voluntarios norteafricanos y los de las provincias venidos de todo el al-Ándalus. Y desde ese día, el califa ordenó que diariamente se entonara en la mezquita mayor de Córdoba la oración de campaña, incluyendo una acción de gracias por lo que suponía iba a ser un éxito total sobre los infieles.
El primer objetivo de Abderramán III era Zamora, la ciudad reconquistada por Alfonso III en 901, que por su posición era la marca de protección del reino cristiano y el punto de partida para la reconquista en el Duero. Porque si Zamora se ganaba, los cristianos perderían sus esfuerzos repobladores del último medio siglo. Y debía empezarse por la fortaleza de Simancas, que era la plaza más fuerte de todo el Duero medio.
Las crónicas, tanto árabes como cristianas, señalan que hubo un eclipse de sol unos días antes de la batalla. Según Kitab ar Rawd:
Encontrándose el ejército cerca de Simancas, hubo un espantoso eclipse de sol, que en medio del día cubrió la tierra de una amarillez oscura y llenó de terror a los nuestros y a los infieles, que tampoco habían visto en su vida cosa semejante. Dos días pasaron sin que unos y otros hicieran movimiento alguno.
Manuel Bachiller, en
Antigüedades de Simancas,
dice:
El sol padeció terrible eclipse, en el día en el que en España Abderramán, rey de los sarracenos, fue vencido en una batalla por el cristianísimo rey Ramiro.
Una breve noticia del año 956 de un monje del monasterio de Saint Gall en los Alpes bávaros, al escribir sobre el descalabro musulmán de Simancas, atribuye erróneamente la victoria a la reina Toda de Navarra:
Un eclipse de sol se produjo alrededor de la hora tercia del día 19 de julio, en el año cuarto del rey Otón, viernes, luna 29. El mismo día, en la región de Galicia, un ejército innumerable de sarracenos fue casi aniquilado, menos su rey y cuarenta y nueve guerreros suyos, por cierta reina llamada Toda.
Basándose en este dato, el eclipse previo a los días de batalla sucedió el 19 de julio del 939. Porque, aunque se ha perdido parte del texto con el mes y el día del acontecimiento y se ha leído o reconstruido mal el día de la semana, podemos calcular indirectamente la fecha. Y además es muy posible que este eclipse del 19 de julio sea el fundamento real de la prodigiosa noticia recogida en el
Cronicón Burgense
:
El año 939, el sábado 1 de junio, hacia las tres de la tarde salió del mar una llama que abrasó muchas villas y ciudades y hombres y bestias; y en el mismo mar incendió muchas embarcaciones y en Zamora un barrio, y muchas villas en Carrión, en Castrogeriz, en Burgos, en Briviesca, en Calzada, en Pancorbo y en Buradón y en otras muchas villas.
Los mismos hechos extraordinarios se describen los
Annales Compostellani
y el llamado
Cronicón de Cardeña
, ya del siglo XIV, precisando únicamente que fueron cien las casas incendiadas en Burgos, y sustituyendo Buradón por Belorado.
El viernes 2 de agosto las huestes califales dieron comienzo al asalto de la fortaleza de Portillo, a unos veintitrés kilómetros de Simancas. El rey Ramiro y su ejército se encontraban en actitud de espera tras el río Pisuerga. Pero el califa envió por delante a Muhamad ibn Hashim al Tuyibí, señor de Zaragoza, con un destacamento de caballería que logró cruzar el río, encontrando al enemigo congregado en la llanura que hay entre la ciudad y la orilla. Allí se trabó el primer combate y los cristianos acabaron prefiriendo replegarse al amparo de los muros de la fortaleza.
Los
Anales castellanos primeros
datan la llegada del ejército cordobés con su califa a las cercanías de Simancas:
Después del eclipse, a los 19 días, que fue el martes 6 de agosto, el día que los cristianos celebran la festividad de los santos Justo y Pastor, llegaron los cordobeses a Simancas con su nefandísimo rey Abd al Rahman y todo su ejército y clavaron allí sus tiendas.
Los mismos
Anales
especifican que las huestes musulmanas:
Encontraron allí al rey Ramiro con sus condes, a saber Fernán González y Asur Fernández, que se habían reunido con él acompañados de sus huestes, y a otras muchas unidades de combatientes.
Abd al Rahman clavó su tienda sobre un elevado montículo, desde donde podía contemplar su ejército y dirigir los movimientos. Muhamad ibn Hashim al Tuyibí, señor de Zaragoza, que salió inicialmente al frente de la caballería, ocupando la vanguardia. Pero inesperadamente, en medio del combate, cayó de su montura sin que los suyos se dieran cuenta, y al no poder recuperar ya el caballo fue apresado por los cristianos. En los mencionados
Anales castellanos primeros
el suceso se narra así:
Con la ayuda de Dios [los cristianos] se lanzaron contra los moros matando con la espada a casi tres mil o más de ellos; allí fue apresado el moro Abayahia [Abu Yahya].
Se trataba de una pérdida significativa para el ejército de Abd al Rahman, pero que no mermaba sustancialmente la inmensa fuerza del ejército califal, así que los combates prosiguieron junto a la fortaleza durante el jueves 8 y el viernes 9 de agosto.
En el parte enviado a Córdoba por uno de los secretarios del califa se narra de esta manera:
[…] al tercer día de acampada, el califa ordenó al jefe del ejército atacarles de mañana, cuando había recibido refuerzo de los confines de Pamplona, Álava, al-Qila y gentes de Castillas, además de los infieles de Coimbra, pues con ellos había toda clase de cristianos. Dio, pues, la llamada a los musulmanes para salir bajo sus estandartes…, con lo que los musulmanes llevaban la mejor parte de la refriega, que fue muy violenta, como si la muerte solo se cebara en los nobles y condes infieles, de los que cayeron el conde de Gormaz, el sobrino del puerco, el hijo de Fernando y el decano y patrono de la cristiandad, el hijo de Ramiro, con muchos otros valientes caballeros, concluyendo la lucha en su derrota…; y los musulmanes se retiraron victoriosos y a salvo del encuentro, pernoctando con la mayor tranquilidad.
Esta concentración de las huestes del reino leonés nos da una idea de la importancia que se dio a la defensa de Simancas. Y la batalla continuará el viernes 9 de agosto, como queda reflejado en el mismo parte oficial:
Los enemigos de Allah, creyéndolos cansados de lucha, y habiendo recibido nuevos refuerzos, se pusieron en marcha, con las cruces por delante, saliendo jinetes y peones y lanzando su caballería ligera contra la parte más inmediata del ejército, mas los musulmanes se les abalanzaron como fieros leones, repitiendo la gesta y combatiendo con las espadas hasta terminar el lance con muchas bajas entre sus principales, que hubieron de lamentar, volviéndose y retirándose, humillados por Dios, que los golpeó e hizo valer poco su número, haciendo que los musulmanes parecieran más a su vista…
Isa ibn Ahmad al Razi resume así los dos días que ambos ejércitos combatieron a las puertas de Simancas: