El Druida (70 page)

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Authors: Morgan Llywelyn

Tags: #novela histórica

Nunca supimos el destino de Maia, así como los de Crom Daral y Baroc. Tal vez sea mejor así.

Al cabo de diez inviernos, y a través de la red druídica oculta, me enteré del destino de Vercingetórix, pero no se lo dije a Onuava, la cual estaba ocupada con el segundo hijo que me había dado. Briga tenía tres, y la rivalidad entre ellas era intensa.

Lakutu tenía una hija con hoyuelos en la cara a la que adoraban Glas, Cormiac Ru y el hijo de Vercingetórix.

Vercingetórix... César le llevó a Roma, en efecto, donde le tuvo encarcelado durante varios años haciéndole pasar hambre y tratando de quebrantar su espíritu. Como no lo lograba, finalmente hizo que lo arrastraran encadenado por las calles de Roma, en lo que llamaba una «procesión triunfal», y luego mandó que lo ejecutaran.

He conocido grandes hombres. Incluso a César hay que reconocerle sus méritos en esta vida. Pero nuestras vidas no evidencian una progresiva acumulación de recompensas. Como Menua me explicó cierta vez, a una vida de poder suele seguir otra de impotencia, a una vida de alto rango otra de ignominia. Tiene que existir un equilibrio. En una existencia mandamos mientras que en otra servimos. Lo que resta se purga en el fuego.

Pero la vida en sí es inmortal.

Vercingetórix ya no respira el aire que yo respiro ni camina por la tierra que yo piso. Sin embargo, sigo hablándole y él me escucha. Su conciencia me rodea como una red adondequiera que voy, haga lo que haga. Vercingetórix ha muerto, pero está más vivo que nunca. Espera en algún lugar, en el futuro, como una promesa.

Vuelven a mí ciertas cosas que decía y hacía. No los gestos espléndidos, sino los pequeños: una sonrisa, un guiño. Por el rabillo del ojo atisbo la elegancia de su sombra. No es la sombra en sí, sino la elegancia lo que dura. Entro y salgo de mi amigo del alma, soy parte de su pauta como lo es él de la mía.

Él es, somos.

La gran conversación inacabada continúa sin cesar.

NOTA HISTÓRICA

Donde en el pasado el gran bosque de los carnutos coronó un cerro por encima del río Autura, se alza ahora la gran catedral de Chartres. Cada año millares de galos rinden culto entre sus columnas de piedra mientras el magnífico rosetón resplandece con la luz del Más Allá.

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