El fantasma de Harlot (136 page)

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Authors: Norman Mailer

Tags: #Policíaco

—¿Cómo es?

—Muy atractiva, pero terriblemente nerviosa. Es tan paranoica, que cree que el DGI ha puesto a un hombre para que la busque y la mate.

—Y ¿cómo es el novio? ¿El tal Florini?

—Un aventurero. Bronceado por el sol. Se vería feliz con la cabeza sangrienta de un tiburón sobre la cubierta de su yate.

—¿No está relacionado con Masferrer?

—Supongo que sí.

Y Masferrer, me dije, estaba relacionado con Mario García Kohly, quien estaba dispuesto a asesinar al comité ejecutivo del Frente —¿ahora el Comité Revolucionario Cubano?— apenas pusiesen pie en Cuba. Todas estas conexiones me volvían paranoico.

—La muchacha —pregunté—, ¿tiene un pelo negro fabuloso?

—Sí —respondió mi padre—, y ojos verdes. Una hermosa combinación.

—¿Tienes una foto de ella?

—Lamentablemente, no he traído ninguna —Bebió un sorbo de su bourbon Grommes y Ulrich. Sans Souci, según me dijo, siempre tenía una botella de esa marca lista para él—. Por cierto, he estado haciendo averiguaciones acerca de la santería. No podrías creer la clase de ungüentos que hacen estos
mayomberos
. Obtuve una receta para confundir los malos propósitos de tus enemigos. Se hierve la cabeza de un asesino ejecutado junto con siete colas de escorpión, desde la medianoche hasta las dos de la madrugada. Se agrega un poco de sangre del brazo del
mayombero
, se desmenuza una colilla de cigarro, se disuelve una gota de mercurio, se sazona la carne del cadáver con pimienta, se agregan corteza de árbol, jengibre, ajo, canela, diez hormigas vivas y veinte gusanos vivos, se pronuncian varios conjuros cuidadosamente seleccionados, se agrega una lagartija muerta, un ciempiés aplastado, un litro de ron, dos murciélagos muertos enterrados la noche anterior y exhumados esa misma noche, tres ranas muertas, un tronco pequeño lleno de termitas y los huesos de un perro negro. Por último (y esto es crucial para la sopa) un litro de agua de Florida. Eso sí que es cocinar. —Rió, feliz—. Supongo que juntar todas esas cosas no consume más tiempo que cualquier transacción comercial.

De pronto dejó de reír y su rostro perdió toda expresión, lo cual me indicaba que estaba dudando si decirme más.

—Estamos a un par de semanas de la cabeza de playa —continuó al cabo de unos segundos en voz tan baja que prácticamente tuve que leerle los labios—. Pidamos Hennesey con el café. —E hizo una seña al camarero—. Ahora que trabajas pasillo abajo quiero que tengas una idea más clara de lo que sucedió el mes pasado. No es necesario que te recomiende que lo uses como medicina homeopática. Una gota por vez, y sólo cuando es estrictamente necesario.

—Sí, señor.

—Trinidad era el lugar del desembarco —dijo apenas el camarero que nos trajo el coñac se hubo retirado—, pero Dean Rusk hizo que el Departamento de Estado bloqueara esa opción. No confío en la buena voluntad de Rusk. Cuando estaba al frente de la Fundación Rockefeller, se negó a que Allen echara un vistazo a la agenda cuando regresó de un viaje en que visitó a varias prominentes figuras internacionales. Rusk se opuso argumentando que no podía «poner en peligro» la integridad de la Fundación. Allen siguió adelante y logró ver los informes gracias a una operación organizada nada menos que por Hugh. Ignoro cómo fue, pero Rusk se enteró, y ahora no confía en Allen. Puedes apostarlo. Por lo tanto, todo lo que nos dice es que el presidente no quiere que la operación sobre Cuba ponga en peligro los intereses superiores de los Estados Unidos. Maldita sea, Harry, no hay nada más importante que Cuba en estos momentos. Cuba es el ojo del huracán, y lo estamos arruinando. Trinidad era el mejor lugar. Buenas playas para desembarcar, y todo lo demás. Pero Rusk tuvo que desbaratarlo. Demasiado ruido, dijo. ¿Y si resultan muertos niños y mujeres? De modo que el Departamento de Estado nos derrotó. Trinidad quedó descartada. El nuevo lugar de desembarco está ubicado en un área llamada bahía de los Cochinos. Recuerda ese nombre.

—¿Tiene alguna ventaja?

—Es inaccesible. Estableceremos una cabeza de playa sin mayores dificultades. Cómo nos desplegaremos desde ese perímetro es otro asunto. La cabeza de playa está rodeada de pantanos. A Castro le resultará muy difícil llegar hasta nosotros, pero para nosotros tampoco será fácil salir de allí. Por supuesto, no habrá ruido. Sólo nuestros cubanos y los peces. Atención de Dean Rusk.

—¿No le estará enviando señales negativas a Kennedy?

—Sin duda —respondió Cal—. La tendencia de Kennedy es posponer la invasión. La primera fecha había sido fijada para marzo, ahora ha sido trasladada a abril. De hecho, no creo que tuviésemos fecha alguna de no ser por Allen. Presiona al presidente todo lo que se atreve. Le informa que los soviéticos están aprovisionando a Castro de tal manera que para mayo ya será tarde. Le dice que los jefes conjuntos han descrito a la Brigada como la fuerza mejor adiestrada de América Latina. «Señor presidente —le dice Allen—, será difícil disolver la Brigada si no se la emplea en algún momento. Piense en esa fuerza, increíblemente motivada, recorriendo el sur de Florida sin nada que hacer.» «Bien —responde Kennedy—, la invasión debe parecer cosa de los cubanos. Como para todo el mundo nosotros seremos quienes estemos detrás, las vendas deben estar limpias.» «No se verá nada —le asegura Dulles —. Me siento más tranquilo con este asunto del Caribe que con el de Guatemala.»

—Estoy impaciente por que empiece —dije yo.

—Tú participarás —dijo mi padre—. Irás a la cabeza de playa con Howard Hunt.

—¿Decidido?

—Absolutamente.

Sentí que un leve estremecimiento de temor, casi tan sensual como el deseo sexual, recorría mi cuerpo desde el corazón a los pulmones, al hígado, a todas las ciudades capitales del alma.

—Sigue mi consejo —dijo Cal—. Durante estas próximas semanas lleva un Diario. Yo no lo hice durante la guerra, y ahora me arrepiento.

—Quizá lo haga.

—La seguridad siempre es un problema, pero puedes meter las páginas por la ranura de mi caja fuerte. Nadie se acerca a ella.

Guardé silencio. El que mi padre me aconsejase que llevara un Diario producía en mí una amalgama de pánico y orgullo que me esforzaba por disimular.

Mientras salíamos del Sans Souci, Cal me dijo:

—Olvidé decirte que mientras estuve en Miami para hablar con la amiga de Fiorini, fui a ver la pelea entre Patterson y Johansson.

—No sabía que hubieses estado en Miami.

—He estado en Miami varias veces, sin avisarte —dijo con un tono de voz tan perentorio que no sentí deseos de seguir con el tema.

—¿Qué tal la pelea?

—Mediocre. ¡Y se supone que son campeones! Pero si te lo menciono es porque me encontré una vez más con Sam Giancana. Estaba radiante. Con una muchacha muy atractiva colgada del brazo. Una belleza. De esas por las que uno podría llegar a matar. Una magnífica combinación de cabello negro y ojos verdes.

—¿Te enteraste de su nombre?

—Algo así como McMurphy, o quizá Mo Murphy. El nombre no me pareció apropiado.

—¿Se trata de la misma que estuvo con Castro?

—Por supuesto que no. ¿De dónde sacas esa idea?

—Dijiste que la amiga de Fiorini tiene pelo negro y ojos verdes.

—No. —Pareció preocupado—. ¿Me equivoqué, o acaso oíste mal? La amiga de Fiorini es una rubia de ojos verdes.

—En ese caso, creo que fuiste tú quien se equivocó.

—Qué raro. —Me golpeó en el bíceps lo bastante fuerte como para que me doliera—. ¿No estaré bajo el hechizo de un
mayombero
?

—Nunca.

—Hazme caso, lleva un Diario.

—Sí, señor.

—Desde el comienzo, dirígeselo a alguien. Eso dará más coherencia a tus anotaciones.

40

Abril de 1961

Si acaso yo muriera, las páginas de este Diario deberán ser entregadas en mano a Kittredge Gardiner Montague, de servicios especiales. Mi padre, el consejero Kimble Hubbard, actuará como albacea, y en caso de que lo considere necesario, revisará y corregirá este Diario por razones de seguridad. No es mi intención poner en dificultades a la señora Montague o a mi albacea.

Esta primera anotación hará las veces de página de cubierta. Las anotaciones subsiguientes serán colocadas en sobres y llevadas a un lugar seguro, según lo convenido.

Cuartel del Ojo, 4 de abril de 1961

Esta página señala la primera anotación sellada.

Después de reflexionar sobre ello, he decidido llevar un Diario.

La invasión a Cuba tendrá lugar dentro de dos semanas, el 17 de abril. Apenas se establezca el perímetro, yo y los líderes exiliados del Consejo Revolucionario Cubano seremos conducidos por aire a la cabeza de playa. Es posible que me esté refiriendo a las dos últimas semanas de mi vida.

5 de abril de 1961

Kittredge, querría disculparme aquí por mi modo de transmisión. Te preguntarás por qué no te hice llegar esto a través de Hugh. Por favor, hazle saber que nadie, con la posible excepción de mi padre, ha influido en mi vida tanto como él. Hugh posee la mente más poderosa y decidida que he conocido, y es precisamente por ello que no quise que fuera nuestro intermediario. Si por la razón que fuere Hugh no quisiera que vieses estas páginas, las destruiría. En efecto, dudo que pudiera escribir este Diario si supiese que él lo leería. Después de todo, estoy desesperanzadamente enamorado de ti desde el día, hace casi ocho años, en que nos conocimos en la Custodia. Si muriese en el campo de batalla blanco, de una bala perdida que habrá errado un objetivo militar, lo haré atesorando este amor que me proporciona los medios morales para enfrentarme a la muerte y luchar por una causa en la que, a pesar de las feroces complejidades de Alfa y Omega, creo. Nuestra lucha contra el comunismo imbuye de dignidad y autoridad a nuestra alma solitaria. Por lo tanto, considero que mi posición es la correcta, y te amo. Ya que reverencio a Hugh y sin embargo reconozco que mis intenciones podrían poner en peligro la seguridad de su hogar, me veo ahora como la Sombra.

Suficiente. Tal vez no había necesidad de decir lo que he dicho. Por otra parte, trataré de que este Diario sea lo bastante interesante para satisfacer, en parte, tu omnívora curiosidad con respecto a la forma en que funcionan las cosas.

6 de abril de 1961

Dada la naturaleza irregular de nuestra muy enclavada Agencia, se me ocurre que tal vez no sepas dónde se encuentra el Cuartel del Ojo.

Estamos a tiro de piedra del I-J-K-L, y tenemos nuestros propios cobertizos de la Segunda Guerra Mundial en Ohio Drive: una antigua barraca frente al Potomac. De más está decir que necesitamos una credencial especial, y que mantenemos nuestro propio centro de comunicaciones, lo que nos evita tener que relacionarnos con el resto de la Agencia. Como en el caso de Guatemala dio resultado, se supone que esta vez también funcionará.

Bien, puede que nos hayamos alejado del Estanque de los Reflejos, pero en los pantanos de Washington los desagües siguen atascados, el viejo suelo de las barracas cruje y la mala ventilación nos recuerda el viejo problema: por más que nos bañemos y nos echemos desodorante, volvemos a descubrir que no somos bestias inodoras. Menciono esto porque es la crueldad íntima a la que nuestro trabajo nos somete a diario. Buenas personas, dedicadas al aseo personal y a la tarea asignada, jamás se han visto obligadas a sufrir de esta forma en ambientes cerrados. Quizá se trate de un precio que no estábamos preparados a pagar. Cada vez que viajo a Washington lo pienso.

De todos modos, no hay mucho que describir. Una barraca grande, de dos plantas. En la superior se encuentra el departamento de Noticias, del cual somos responsables Hunt y yo. Escritorios, carteles, despliegue de propaganda en diversas etapas de desarrollo. Como siempre, los consabidos cubículos. En el extremo norte, un estudio para los dibujantes. Comparada con la planta baja, donde está la oficina de Operaciones Militares, la nuestra está bien iluminada. Para acceder a la oficina de Operaciones Militares se requiere otra credencial; aunque el despacho de Cal está al lado, tardé cuarenta y ocho horas en conseguirla. Por supuesto, esta oficina es el lugar donde todos queremos estar. Hay suficientes cables y sistemas de comunicación como para competir con un estudio de filmación; grandes mapas y gráficos, protegidos con cubiertas de acetato, por lo general todavía vírgenes de marcas de lápices. Es un sanctasanctórum. Me recuerda un quirófano. Reina la misma clase de silencio palpable antes de la primera incisión.

7 de abril de 1961

El jefe de Howard en el Cuartel del Ojo se llama Knight. En Uruguay, Howard solía referirse a los viejos días en Guatemala cuando Knight trabajaba para él, de modo que sé que el verdadero nombre de Knight es David Phillips. Esto resulta embarazoso, ya que hay que fingir que uno no lo sabe. Pero lo más irónico es que no tiene ninguna importancia. En el Cuartel del OJO no ocurriría nada si lo llamásemos por su verdadero nombre. En Miami, los seudónimos eran otra cosa, pero aquí todos piensan que no hace falta ser tan higiénico. Por lo tanto, en este Diario lo llamaré David Phillips. Así pienso en él, y es un nombre perfecto para este hombre alto, bien parecido, ni delgado ni corpulento, un tejano de rostro agradable y varonil. Parece inteligente, aunque no demasiado culto. Este típico hombre de la CIA es el encargado de la propaganda. En 1958 cortó sus lazos con la CIA y montó una empresa de relaciones públicas en La Habana a sabiendas de que Batista sería derrocado. Se anticipó al hecho de que para el futuro régimen castrista toda antigua firma de publicidad sería
non grata
. Lo que no previno, según él mismo reconoce, es que Castro se desplazaría a la izquierda tan rápidamente que el partido comunista no permitiría que nadie más que él se hiciese cargo de la publicidad. Naturalmente, la Compañía lo contrató para que efectuara varios trabajos en La Habana. Cuando volvió a los Estados Unidos, Tracy Barnes hizo que firmase un nuevo contrato, todavía más ventajoso. Ahora, Phillips es un hombre de carrera comprometido con nosotros. Howard y él se llevan ostensiblemente bien, aunque la suya parece una relación de parientes políticos.

Phillips es muy agradable conmigo, y me cae simpático, aunque no excesivamente. Quizá se deba a su aire de cordialidad corporativa. Podría muy bien haber trabajado en la planta superior de cualquier empresa como General Motors, IBM, Boeing, General Foods, Time o Life. Supongo que debe de ser tan ambicioso como Howard.

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