Debajo de todo aquello, podía sentir el viejo resentimiento que mi padre siempre despertaba en mí. Me lamentaba de que no tuviera deseos de verme a solas. Yo era un accesorio para su trabajo, su placer o sus obligaciones. Pero a pesar de mi incomodidad física, que pesaba sobre mí como una nube de tormenta, experimenté esa inevitable oleada de amor hacia mi padre cuando, por fin, dijo:
—Bien, estoy ansioso por oír cosas acerca de ti, muchacho.
—No hay mucho que contar.
—Está en el Nido de Serpientes —dijo Harlot.
Por la pausa que hizo mi padre, advertí que no se esperaba aquello.
—Bien, pues es un lugar espantoso.
—No. Es aconsejable.
—¿Tú lo pusiste allí?
—No lo impedí.
—¿Por qué? ¿Lo hizo tan mal en la Granja?
—No. Terminó entre los diez primeros.
—Bien.
—Bien no, adecuado.
Todo esto, por supuesto, se decía delante de mí.
—Entonces, ¿por qué está en Archivos?
—Porque es un depósito de reserva, y tengo planeado enviarlo a Berlín. En este momento, está en un lugar interesante.
—Sé todo respecto de Berlín. Estoy de acuerdo. Pero ¿por qué no está trabajando en la sección de Alemania Occidental?
—Porque puede resultar fatal para su futuro. Cuatro muchachos que prometían han entrado y salido de esa sección en los últimos tres meses. Harvey los destroza antes de que tengan tiempo de aprender.
Mi padre asintió. Dio una chupada a su cigarro. Bebió un sorbo de su coñac. Se tomó todo este tiempo para decir que, en efecto, él era un especialista en el Lejano Oriente y no estaba demasiado enterado de lo que ocurría más cerca de casa.
—Quiero que le escribas una carta a Harvey elogiando a tu hijo —dijo Hugh —. Dile qué buen muchacho es. Harvey te respeta, Cal.
Se refería a Bill Harvey, el jefe de base de Berlín Oeste, el mismo que me había llamado rata de archivo. ¿Por qué quería Harlot que trabajase con él? A pesar de la lección que me había impartido en su casa, yo no estaba libre de sospechas.
No pude guardar las malas noticias por más tiempo. Les conté acerca del cable de Harvey.
—Ya no soy precisamente anónimo —les dije—. Él sabe que hay un tipo llamado KU/GUARPARROPA que no le proporcionó lo que él quería sobre VQ/JABALISALVAJE.
Se echaron a reír. Por la manera en que lo hicieron, a la vez, bien podrían haber sido hermanos.
—Bien —dijo Cal—, quizá KU/GUARDARROPA debería desaparecer.
—Exactamente —dijo Harlot—. Brindemos por el nuevo hombre. ¿Alguna preferencia para el bautismo?
—¿KU/RENDEZVOUS? —propuse.
—Demasiado llamativo. Hay que buscar los grises. Empecemos con KU/CUERDAS.
No me gustaba CUERDAS, como tampoco me gustaba GUARDARROPA, pero descubrí que no daba igual. Me explicaron que, así como el dinero era más limpio en un Banco nuevo, cada cambio de criptónimo alejaba a uno de la escena de un fiasco. Mi nuevo criptónimo pronto sería cambiado de KU/CUERDAS a DN/FRAGMENTO, y después de eso, a SM/CEBOLLA. Última parada: KU/ESCALERA. Harlot enumeraba cada nombre haciendo chasquear la lengua en señal de aprobación, mientras mi padre emitía risitas sofocadas. Juntos estaban cocinando un nuevo plato.
—No sé cómo funciona —protesté.
—No tienes por qué preocuparte. Una vez que termine con esto, las probabilidades de que lo descubran serán de diez mil a una —dijo Harlot.
Aun así me parecía que todo cuanto necesitaría el señor William Harvey, jefe de base de Berlín Oeste, para enterarse de quién era KU/GUARDARROPA sería pedir a la sección de Alemania Occidental en Washington que le dieran mi nombre verdadero a la mayor brevedad.
No, me aseguró mi padre, no podía suceder de esa manera.
—¿Por qué?
—Porque —dijo Harlot— estamos tratando con burócratas.
—¿Harvey? —pregunté.
—Él no. Las personas entre Harvey y tú. No encontrarán ninguna razón para violar sus reglas de procedimientos. Si se le pide a la sección de Alemania Occidental que suministre la identidad de KU/GUARDARROPA al jefe de base en Berlín Oeste, primero deben solicitar permiso al Archivo-Puente, quien, a su vez, responderá que KU/GUARDARROPA tiene la nueva denominación de KU/SOGAS. Bien, eso significará una demora para la sección de Alemania Occidental. Cualquier alteración de criptónimo implica que deben pasar setenta y dos horas antes de que pueda producirse la traducción. Incidentalmente, esta regla protectora es muy buena. Se presume que el cambio tuvo lugar por una razón valedera. En este punto, la sección de Alemania Occidental decide esperar los tres días estipulados. Después de todo, se trata de algo menor. No hacen más que complacer a Harvey. Que está en Berlín, y la sección de Alemania Occidental trabaja para la estación de Alemania Occidental en Bonn.
—¿No tiene la base de Berlín Occidental prioridad sobre la estación de Bonn? —pregunté a mi padre.
—Eso no lo sé. Bonn tiene la división de la Rusia soviética. —Frunció el entrecejo—. Por supuesto que, en el balance, Berlín puede ser más importante. Sólo que no estamos hablando de verdadera influencia o poder. Estamos tratando con la burocracia, y eso es algo totalmente distinto.
—Así es —dijo Harlot—. Si Bill Harvey insiste en que su petición se procese de inmediato, cosa que es altamente improbable, porque para mañana ya estará enfadado con algún otro, la sección de Alemania Occidental no podrá satisfacerlo directamente. Tendrán que apelar a un estamento superior, el Control de Archivo-Puente. Y allí toparán con un DETÉNGASE. Lo habré puesto yo. DETÉNGASE dirá: «Espere las setenta y dos horas». Si no quieren hacerlo, tendrán que llevar el requerimiento aún más arriba, al Control Superior de Archivo-Puente. Que es una comisión. Sólo se reúne en caso de emergencia. Y ocurre que yo formo parte de esa comisión. No se acude al Control Superior de Archivo-Puente a menos que se pueda probar que la necesidad de la averiguación es urgente y extrema. —Dio una chupada a su Churchill con total placidez—. Obviamente, estás seguro por setenta y dos horas. Entretanto, cambiaremos tu criptónimo de KU/SOGAS a DN/FRAGMENTO. Eso significa que la sección de Alemania Occidental, lejos de descubrir quién es KU/GUARDARROPA, tendrá que recomenzar el procedimiento para conocer la identidad de DN/FRAGMENTO. No estarán cerca de nada, ¿lo ves?
—DN —dijo mi padre— es el diagrama de Corea del Sur.
—Sí —dijo Harlot—. KU/SOGAS se ha ido a Corea del Sur y se ha convertido en DN/FRAGMENTO. Al menos en el papel. Por supuesto, un criptónimo del exterior tiene una demora de dos semanas en Archivo-Puente. Para entonces, podemos predecir que Harvey habrá dejado de interesarse. Aun así, por una simple cuestión de orgullo, creo que estas cuestiones deben llevarse a cabo de la manera correcta. Si por cualquier razón Harvey persiste en su obsesión de descubrir quién eres, lo que siempre es una posibilidad, y espera las dos semanas, te prometo que, al final de ese intervalo, habrás sido trasladado a Londres como SM/CEBOLLA. Siempre en el papel, claro. Una quincena después, querido muchacho, te habremos trasladado de Londres a los Estados Unidos sin haberte movido de aquí. Estarás trabajando como KU/ES CALERA. Para entonces, borrado completamente para Harvey. Verá que hay una firma ocupada en el asunto. Eso le indicará que cese en su empeño. Se está metiendo con algo importante. Ningún empleado de archivos común y corriente tiene tres criptónimos en un mes, incluyendo traslados imaginarios a Corea del Sur y a Londres con señales de DETÉNGASE provenientes del Control de Archivo-Puente. De modo que ésta es nuestra manera de decirle a Bill Harvey que deje de fastidiar. Hay cañones del otro lado.
Me pareció suficientemente claro. Estaría a salvo. Pero ¿por qué tomarse tantas molestias?
Mi padre debe de haber sido muy buen progenitor, pues me leyó el pensamiento.
—Lo hacemos porque te estimamos —dijo.
—Y porque disfrutamos haciéndolo —agregó Harlot. Volcó la ceniza del cigarro en un plato limpio con sumo cuidado—. También habrá que erradicar a KU/GUARDARROPA de tu 201. Entonces ya no habrá ninguna prueba.
—Les agradezco todo lo que hacen por mí —dije—, pero después de todo no he cometido ningún crimen. No es mi culpa si el Departamento de Documentos está sepultado bajo una acumulación de papeles.
—Bien— dijo Harlot—, si valoras la contribución futura que quieres hacer, debes obedecer la primera regla de este lugar, que es la de protegerse mientras se es joven. Si algún pez gordo requiere información, suminístrasela.
—¿Cómo? ¿Cavando un túnel a través de trescientos metros cúbicos de documentos sin clasificar?
—Wolfgang era un estudiante que formaba parte de una pandilla callejera, y se movía mucho. Pudiste inventar un informe según el cual se movió bastante más de lo que lo hizo. Enviar a Wolfgang a Frankfurt, o a Essen.
—Quizá —dijo mi padre— Rick aún podría hacerlo.
—No —dijo Harlot—. Demasiado tarde. Ahora no funcionaría. Se prestará mucha atención a la información falsa. Pero el punto que debe reconocer mi ahijado es que al principio Harvey no requería una averiguación seria.
—¿Cómo se puede estar seguro de ello? —pregunté.
—Si el jefe de base en Berlín Oeste no conoce la terrible condición en que se encuentra el Nido de Serpientes, es un incompetente. Y el rey William Harvey no lo es. Dado el caos general, sabía que no habría nada reciente acerca de VQ/JABALISALVAJE. Yo diría que envió el cable, con su firma, para fastidiar a algunos de sus hombres en Berlín. Quizás hayan perdido contacto con Wolfgang. Es una bofetada para ellos que nuestro sistema de archivos tenga que hacer el trabajo cuando ellos actúan en el lugar de los hechos. Si hubieras suministrado datos ficticios acerca de los viajes de Wolfgang, Harvey los habría usado para activar a sus jefes y agentes. «¿Lo veis —les diría—, Wolfgang ha vuelto a Frankfurt.» «Imposible —responderían ellos—. En Frankfurt todo el mundo lo reconocería.» «Muy bien —diría Harvey—, ocupaos de localizarlo.»
—¿Y si era urgente hallar a Wolfgang? —pregunté con cierto descaro sin poder evitarlo—. ¿Si estaba a punto de pasar secretos nucleares a los rusos?
—Eso no importa —dijo Harlot—. A esas alturas ya lo habríamos perdido, y el mundo habría volado en pedazos porque el Departamento de Documentos es una masa informe.
Mi padre miró largamente a Hugh Montague e intercambiaron algo que no pude detectar. Harlot suspiró.
—De hecho —dijo—, hay un secreto importante en Berlín Oeste, y tal vez tenga que revelártelo antes de tu traslado. Si no sabes de qué se trata, podrías interponerte en el camino de Harvey. —Volvió a suspirar—. Es muy posible que Wolfgang no tenga nada que ver con este secreto, o de lo contrario nos enteraremos muy pronto.
—¿Cómo?
Hugh aspiró otro poco de ese aire juicioso y viciado tan común de los pasillos de una corte o de un cigarro.
—Mañana te sacaremos del Nido de Serpientes —dijo— y te enviaremos a un curso intensivo de alemán.
Ésa fue toda la respuesta que se me dio.
Después de la comida, mi padre me invitó a que pasara la noche con él. Estaba viviendo, según me contó, en el apartamento de un amigo cerca de la calle K y 16. «Un viejo operario en un viejo apartamento», dijo mi padre, y cuando fuimos allí me sorprendió ver cuan pobremente amueblado estaba. Revelaba el bajo salario de un viejo funcionario sin medios propios, y también me hizo pensar en lo tacaños que podíamos llegar a ser los Hubbard. Mi padre podía darse el lujo de alojarse en un hotel decente, pero prefería aquello. No sabía si el dinero que ahorraba era de él o de la CIA. Pero una inspección más minuciosa me reveló que su historia no era verdadera. Muchos detalles referidos a la carencia espartana de comodidades me hicieron saber que allí no vivía nadie: un sofá gris, dos sillones grises, una alfombra vieja, un cenicero metálico de pie lleno de abolladuras, un escritorio con quemaduras de cigarrillo, una nevera con tres cervezas, una lata de sardinas, una caja de galletas y frascos viejos, medio vacíos, de mostaza, ketchup y mayonesa. No había un desorden personal. Ni un cuadro, ni una fotografía. No podía tratarse del apartamento de un amigo. Estábamos en un refugio. En el primero que yo visitaba. Naturalmente, mi padre había elegido alojarse en un lugar así. Se ajustaba a la soledad con que le gustaba rodearse cuando no estaba en su casa de Tokyo con la cálida y confiable Mary Bolland Baird Hubbard.
Mi padre me indicó que me sentara en uno de los polvorientos sillones y trajo de la cocina una botella de scotch barato, medio vacía, que bebimos con agua, sin hielo. Acababa de enchufar la nevera y podía oírla funcionar con un zumbido lo bastante estrepitoso como para descorazonar a cualquier micrófono escondido en alguna parte. Para entonces yo estaba muy sensibilizado ante la posible presencia de micrófonos clandestinos, pues uno de los cursos había sido sobre vigilancia electrónica. Me pregunté si el tamborilear de dedos de mi padre sobre la mesa junto a su sillón se debía a que estaba nervioso, fatigado, o a su bien adiestrado hábito de hacer suficiente ruido para impedir que la conversación pudiera ser interceptada por un sistema clandestino, excepto el más avanzado. Por supuesto, yo no tenía mi idea de si me estaba volviendo demasiado paranoico o no.
—Quiero hablarte sobre Hugh y Bill Harvey —dijo mi padre — . Hugh significa mucho para mí, pero debo decirte que no es perfecto. Es una lástima, porque es casi perfecto, eme entiendes?
—No.
—Bien, cuando las personas alcanzan un noventa y ocho por ciento, duele mucho que no logren esos dos puntos finales. Hugh posiblemente sea el mejor hombre que tenemos en la Compañía. Es el más brillante, y ciertamente uno de los más eruditos, y muy valiente, además. Es un cruce entre una pantera y un macho cabrío montes. No hay que hacerlo enfadar ni desafiarlo a que salte.
—Sí, señor —le dije—. Tengo una altísima opinión de él.
—No me importa que dé sus propios saltos, pero no estoy muy seguro de que no quiera que lo acompañes en éste.
Mi padre levantó las manos como para pedirme disculpas por no decir más.
—¿Tiene esto que ver con ese secreto tan importante al que hacíais referencia? —le pregunté.
Tosió con un triste sonido subterráneo. Una mucosidad considerable debía de estar haciendo estragos en su pecho poderoso. Mi padre aún no tenía cincuenta años, pero el sonido de su tos, llena del cascajo de alcohol y nicotina, parecía provenir de un hombre mucho más viejo disimulado dentro de ese cuerpo poderoso.