Read El laberinto de agua Online
Authors: Eric Frattini
Apocalipsis 13, 11-18
A
Miguel Ángel Linares,
por su lectura del primer borrador. Sus recomendaciones de experto lector me ayudaron mucho.
A
José Antonio Caballero López,
del Departamento de Filología Hispánica y Filología Clásica de la Universidad de La Rioja, por sus consejos sobre el correcto latín utilizado por el Círculo Octogonus.
A
Francisco del Río Sánchez,
del Departamento de Filología Semítica de la Facultad de Filología de la Universidad de Barcelona, por su brillante traducción al arameo de la carta de Eliezer.
A
Guadalupe Sáiz,
del Área de Estudios Árabes e Islámicos del Departamento de Culturas y Lenguas Mediterráneas de la Universidad de Jaén, por su asesoramiento con las pistas escritas en árabe del siglo XIII.
A
Nagui Henri,
por explicarme los misterios y la historia de la religión copta, la cual practica.
Al
doctor José Cabrera,
especialista en Psiquiatría y Medicina Legal y diplomado en Criminología, por asesorarme en los temas médicos que aparecen en esta novela.
A
Eva Celada,
por mostrarme a través de su libro la maravillosa y rica cocina vaticana. El cardenal Lienart degustó muchos de sus platos.
A
Manuel García,
por explicarme el sistema cartográfico y de orientación para la navegación usado por los árabes.
A mi hijo,
Hugo Frattini,
por corregir mi mal italiano.
A
Óscar Maqueda,
director de la revista
Golf Digest,
que me ayudó técnicamente a camuflar un arma en una bolsa de palos de golf.
A Carlos
(seudónimo), ex francotirador de la Unidad Especial de Intervención (UEI) de la Guardia Civil, por asesorarme en el tipo de armas utilizadas por el Arcángel.
Al
general Félix Hernando
y al
teniente coronel Manuel Llamas,
de la Unidad Central Operativa (UCO) de la Guardia Civil, por su asesoramiento desinteresado en algunos puntos de esta novela.
A
Corto Maltés,
mi héroe imaginario, y a
Hugo Pratt,
por su gran ayuda a la hora de mostrarme su Venecia secreta.
A mi querida
Belén,
por su afilado lápiz rojo. Se ha convertido en un amuleto para mí.
A
Miryam Galaz,
mi editora, por el mimo con que trató esta novela y con la que discutí horas y horas sobre la trama y los personajes de
El Laberinto de Agua.
Y, por último, un agradecimiento muy especial a mi querido amigo
Juan Ignacio Alonso,
que tuvo la paciencia de leerse el manuscrito mientras iba formándose. Las discusiones sobre el desarrollo de la trama y los personajes, sus comentarios, apreciaciones y recomendaciones me ayudaron a contar esta historia. Y a
Antonio Piñero,
catedrático de Filología Griega de la Universidad Complutense de Madrid, verdadero pozo de sabiduría y uno de los grandes especialistas mundiales en los textos del cristianismo primitivo. Él me ayudó, con sus sabios consejos, a crear la carta de Eliezer.
Una parte de esta novela es de todos ellos...