El Mundo de Sofía (47 page)

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Authors: Jostein Gaarder

Tags: #narrativa

Entró en casa. Su madre acababa de volver, y estaba metiendo algunas botellas en la nevera. Sobre la mesa de la cocina había dos tartas.

—¿Van a venir invitados? —preguntó Sofía. Casi se había olvidado de que era su cumpleaños.

—Haremos la gran fiesta en el jardín el sábado, pero me pareció que deberíamos celebrarlo hoy también.

—¿Qué?

—He invitado a Jorunn y a sus padres.

Sofía se encogió de hombros.

—Como quieras.

Los invitados llegaron un poco antes de la siete y media. El ambiente estaba tenso, porque la madre de Sofía no conocía muy bien a los padres de Jorunn.

Sofía y Jorunn subieron a la habitación de Sofía a redactar la invitación para la fiesta del jardín. Ya que también iban a invitar a Alberto Knox, a Sofía se le ocurrió que podían llamarla «Fiesta filosófica en el jardín». Jorunn no protestó, pues la fiesta era de Sofía, y últimamente se habían puesto muy de moda las llamadas «fiestas temáticas».

Por fin acabaron de redactar la invitación. Habían tardado dos horas y estaban muertas de risa.

Querido ______________

Te invitamos a una fiesta filosófica en el jardín del Camino del Trébol 3, el sábado 23 de junio (San Juan) a las 19. 00 horas. En el transcurso de la fiesta, esperamos poder solucionar el misterio de la vida. Tráete una chaqueta de lana y buenas ideas que puedan contribuir a una pronta solución de los enigmas de la filosofía. Desgraciadamente está prohibido encender hogueras de San Juan debido al gran peligro de incendio, pero las llamas de la imaginación podrán arder libremente. Habrá incluso un auténtico filósofo entre los invitados. Se reserva el derecho de admisión. (¡Nada de prensa!)

Un cordial saludo,

Jorunn Ingebrigtsen (comisión de festejos)

y Sofía Amundsen (anfitriona)

Bajaron para reunirse con los mayores, que ahora charlaban con un poco más de soltura que cuando Sofía y Jorunn se refugiaron en el piso de arriba. Sofía le dio la invitación, que estaba escrita con una estilográfica, a su madre.

—Anda, por favor, dieciocho copias —dijo. A veces le pedía a su madre que le sacara alguna fotocopia en el trabajo.

La madre repasó rápidamente la invitación, y luego se la dio al asesor fiscal.

—Ya veis. Está completamente chiflada.

—Esto parece emocionante —dijo el asesor fiscal, y dio la hoja a su mujer—. A mi me gustaría mucho participar en esta fiesta.

—Ahora le tocó el turno a la Barbie.

—¡ Pero qué emocionante! ¿Nos dejas venir, Sofía?

—Pues entonces, veinte copias.

—Estás como una cabra —dijo Jorunn.

Antes de acostarse, Sofía se quedó un largo rato junto a la ventana. Se acordó de la noche en que, hacía más de un mes había visto la silueta de Alberto en la oscuridad. Ahora también era de noche, pero era una luminosa noche de verano.

No supo nada de Alberto hasta el martes por la mañana. Llamó por teléfono justo después de que su madre se marchara a trabajar.

—Sofía Amundsen.

—Alberto Knox.

—Ya me lo figuraba.

—Lamento no haber llamado antes, pero he estado trabajando intensamente en nuestro plan. Sólo cuando el mayor se concentra plenamente en ti, yo tengo ocasión de estar solo y trabajar sin que me interrumpan.

—Qué raro.

—Entonces aprovecho para esconderme en algún sitio, ¿sabes? Incluso la mejor vigilancia del mundo tiene sus límites cuando la lleva una sola persona... He recibido una tarjeta tuya.

—¿Una invitación, quieres decir?

—¿Y te atreves?

¿Por qué no?

—No es fácil saber lo que puede pasar en una fiesta así.

—¿Vendrás?

—Claro que iré. Pero hay otra cosa. ¿Has pensado en que es el mismo día en que el padre de Hilde vuelve del Líbano?

—No, a decir verdad, no había caído en eso.

—No creo que sea pura casualidad el que te haga organizar una fiesta filosófica en el jardín el mismo día que él vuelve a su casa de Bjerkely.

—Como te digo, no se me había ocurrido.

—Pero a él sí. Bueno, ya hablaremos. ¿Puedes venir a la Cabaña del Mayor esta mañana?

—Debería arrancar las malas hierbas del jardín.

—Digamos entonces a las dos. ¿Vas a poder?

—Iré.

También esta vez Alberto estaba sentado en los escalones cuando llegó Sofía.

—Siéntate aquí —dijo. Hoy fue derecho al grano. Hasta ahora hemos hablado del Renacimiento, de la época barroca y de la ilustración. Hoy vamos a hablar del Romanticismo, la última gran época cultural europea. Nos estamos acercando al final de una larga historia, hija mía.

—¿Tanto tiempo duró el Romanticismo?

—Empezó muy a finales del siglo XVIII y duró hasta mediados del siglo pasado. No obstante, después de 1850 ya no tiene sentido hablar de «épocas» enteras que abarquen literatura y filosofía, arte, ciencia y música.

—¿Pero el Romanticismo fue una época así?

—Se ha dicho que el Romanticismo fue la última «postura común» ante la vida en Europa. Surgió en Alemania como una reacción contra el culto a la razón de la Ilustración. Después de Kant y su fría razón, era como silos jóvenes alemanes respiraran aliviados.

—¿Y qué pusieron en lugar de la razón?

—Los nuevos lemas fueron «sentimiento», «imaginación», «vivencia» y «añoranza». También algunos de los filósofos de la Ilustración habían señalado la importancia de los sentimientos, como por ejemplo Rousseau, pero en ese caso como una crítica contra la importancia exclusiva que se daba a la razón. Ahora esta subcorriente se convirtió en la corriente principal de la vida cultural alemana.

Entonces ¿Kant había perdido partidarios?

—Sí y no. Muchos románticos se consideraron herederos de Kant, pues el maestro había afirmado que lo que podemos saber sobre «das Ding an sich» es muy limitado. Por otro lado, había señalado lo importante que es la aportación del «yo» al conocimiento. Ahora cada individuo tenía libertad para dar su propia interpretación de la existencia. Los románticos aprovecharon esta libertad, convirtiéndola en un culto casi desenfrenado al «yo», lo cual también condujo a una revalorización del genio artístico.

—¿Había muchos genios de ésos?

—Un ejemplo es Beethoven, en cuya música nos encontramos con un ser que expresa sus propios sentimientos y añoranzas. En ese sentido Beethoven era un creador «libre», al contrario que los maestros del Barroco, por ejemplo Bach y Handel, quienes compusieron sus obras en honor a Dios y, muy a menudo, conforme a reglas muy severas.

—Yo sólo conozco la «Sonata del Claro de Luna» y la «Quinta sinfonía».

—Pues entonces puedes apreciar lo romántica que es la «Sonata del Claro de Luna» y lo dramática que es la expresión que emplea Beethoven en la «Quinta sinfonía».

—Dijiste que también los humanistas del Renacimiento eran individualistas.

—Sí. De hecho hay muchos rasgos comunes entre el Renacimiento y el Romanticismo, quizás sobre todo en la importancia que otorgaban, unos y otros, al arte y a su significado para el conocimiento del hombre. En este campo Kant aportó lo suyo. En su estética había investigado qué es lo que sucede cuando nos sentimos abrumados por algo muy hermoso; por ejemplo, por una obra de arte. Cuando nos entregamos a una obra de arte sin servir a otros intereses que a la propia vivencia artística, nos acercamos a una percepción de «das Ding an sich».

—¿Eso quiere decir que el artista es capaz de transmitir algo que los filósofos no pueden expresar?

—Así opinaron los románticos. Según Kant, el artista juega libremente con su capacidad de conocimiento. El poeta alemán Schiller continuó desarrollando las ideas de Kant. Escribe que la actividad del artista es como un juego, y que el hombre sólo es libre cuando juega, porque entonces hace sus propias leyes. Los románticos opinaban que solamente el arte podía llevarnos más cerca de «lo inefable». Algunos fueron hasta el final y compararon al artista con Dios.

—Porque el artista crea su propia realidad exactamente de la misma manera que Dios ha creado el mundo.

—Se decía que el artista tiene una «fuerza imaginativa de creación del mundo». En su entusiasmo artístico podía llegar a sentir desaparecer la frontera entre sueño y realidad. Novalis, que era uno de los jóvenes genios, dijo que «el mundo se convierte en sueño, el sueño en mundo». Escribió una novela medieval que se titulaba Heinrich von Olterdingen. El escritor no pudo dejarla acabada cuando murió, en 1801, pero tuvo de todas formas una gran importancia. La novela cuenta la historia del joven Heinrich, que está buscando aquella «flor azul» que un día vio en un sueño y que desde entonces siempre ha añorado. El romántico inglés Coleridge expresó la misma idea de esta manera:

What if you slept? And what if, in your sleep, you dreamed? And what if, in your dream, you went to heaven and there plucked a rare and beautiful flower? And what if, when you awoke, you had the flower in your hand? Ah, what then?

¿Y si durmieras? ¿Y si en el sueño, soñaras? ¿Y si soñaras que ibas al cielo y allí cogías una extraña y hermosa flor? ¿Y si cuando despertaras tuvieras la flor en tu mano? ¿Ah, entonces qué?

—Qué bonito.

—Esta añoranza de algo lejano e inaccesible era típica de los románticos. Algunos también añoraron los tiempos pasados, por ejemplo la Edad Media, que ahora se revalorizó frente a la evaluación tan negativa de la Ilustración. Los románticos también añoraban culturas lejanas, por ejemplo Oriente y sus misterios. También se sentían atraídos por la noche, por el amanecer, por viejas ruinas y por lo sobrenatural. Se interesaban por lo que podríamos llamar los «aspectos oscuros» de la existencia, es decir, lo enigmático, lo tétrico y lo misterioso.

—A mí me suena como una época interesante. ¿Quiénes eran en realidad esos románticos?

—El Romanticismo era ante todo un fenómeno urbano. Precisamente en la primera parte del siglo pasado tuvo lugar un florecimiento de la cultura urbana en muchos lugares de Europa, y muy marcadamente en Alemania. Los «románticos» típicos eran hombres jóvenes, muchos de ellos estudiantes, aunque quizás no se ocuparan demasiado de los estudios en sí. Tenían una mentalidad expresamente antiburguesa y solían hablar de la policía o de sus caseras como «filisteos» o simplemente como «el enemigo».

—En ese caso yo no me habría atrevido a ser casera de ningún romántico.

—La primera generación de románticos vivió su juventud alrededor del año 1800, y podemos llamar al movimiento romántico la primera insurrección juvenil de Europa. Los románticos tenían varios rasgos comunes con la cultura hippie que surgió ciento cincuenta años más tarde.

—¿Flores y pelo largo, música de guitarra y pereza?

—Sí, se ha dicho que «la ociosidad es el ideal del genio y la pereza la virtud romántica». Era la obligación del romántico vivir la vida o soñar para alejarse de ella. El comercio cotidiano y los quehaceres de todos los días eran cosa de los filisteos.

—¿Henrik Wergeland era un romántico?

—Tanto Wergeland como Welhaven eran románticos. Wergeland también defendió muchos de los ideales de la Ilustración, pero su comportamiento, caracterizado por una obstinación inspirada pero desordenada, tenía casi todos los rasgos típicos de un romántico, por ejemplo, sus exaltados enamoramientos. Su «Stella», a quien dedica sus poemas de amor, era tan distante e inaccesible como la «flor azul» de Novalis. El propio Novalis se comprometió con una joven que sólo tenía catorce años. Ella murió cuatro días después de cumplir los quince, pero Novalis continuó amándola el resto de su vida.

—¿Has dicho que se murió sólo cuatro días después de cumplir los quince años?

—Sí.

—Yo tengo hoy quince años y cuatro días.

—Es verdad...

—¿Cómo se llamaba?

—Se llamaba Sophia.

—¿Qué has dicho?

—Bueno...

—¡Me estás asustando! ¿Es esto una coincidencia?

—No sé, Sofía, pero ella se llamaba Sophia.

—¡Sigue!

—El propio Novalis murió a los 29 años. Fue uno de los jóvenes muertos». Pues muchos de los románticos murieron jóvenes, muchos a causa de la tuberculosis. Algunos se suicidaron.

—¡Vaya!

—Aquellos que llegaron a viejos dejaron más bien de ser románticos alrededor de los 30 años. Muchos se volvieron muy burgueses y conservadores.

—¡Entonces se pasaron al campo del enemigo!

—Sí, tal vez. Pero hablamos del enamoramiento romántico. El amor inaccesible había sido introducido ya por Goethe en su novela epistolar titulada «Los sufrimientos del joven Werther», publicada en 1772. El pequeño libro acaba con que el joven Werther se pega un tiro porque no consigue a la mujer a la que ama...

—¿No era eso un poco exagerado?

—Resultó que el número de suicidios aumentó después de publicarse el libro, y durante algún tiempo estuvo prohibido en Dinamarca y Noruega. Como ves, no carecía de peligro ser romántico. Se ponían en marcha fuertes sentimientos.

—Al oír la palabra «romántico», pienso en grandes pinturas de paisajes, bosques misteriosos y naturaleza salvaje... preferiblemente envuelta en niebla.

—Uno de los rasgos más importantes del romanticismo era precisamente la añoranza de la naturaleza y la mística de la misma. Y, como ya he dicho, esas cosas no surgen en el campo. Te acordarás de Rousseau, que lanzó esa consigna de «vuelta a la naturaleza», que finalmente tuvo éxito en el Romanticismo. El Romanticismo representa, entre otras cosas, una reacción contra el universo mecánico de la Ilustración. Se ha dicho que el Romanticismo implicaba un renacimiento de la antigua conciencia cósmica.

—¡Explícate!

—Significa que la naturaleza se consideró una unidad. En este punto los románticos conectaban con Spinoza, pero también con Plotino y filósofos del Renacimiento como Jacob Bóhme y Giordano Bruno. Éstos tuvieron en común su vivencia de un «yo» divino en la naturaleza.

—Eran panteístas...

—Tanto Descartes como Hume habían hecho una fuerte distinción entre el yo, por un lado, y la realidad extensa por el otro. También Kant había hecho una clara separación entre el «yo» que conoce, y la naturaleza «en sí». Ahora se decía que la naturaleza era un enorme yo. Los románticos también empleaban la expresión «alma universal» o «espíritu universal».

—Entiendo.

—El filósofo romántico dominante fue Schelling, que vivió desde 1775 a 1854. Intentó anular la mismísima distinción entre «espíritu» y «materia». Toda la naturaleza, tanto las almas de los seres humanos, como la realidad física, son expresiones del único Dios o del «espíritu universal», dijo él.

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