El Mundo de Sofía (44 page)

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Authors: Jostein Gaarder

Tags: #narrativa

Abrió el sobre y leyó en voz alta:

Queridas ambas. El profesor de filosofía de Sofía también debería haber subrayado la importancia que tuvo la filosofía francesa de la Ilustración para los ideales y principios sobre los que se basan las Naciones Unidas. Hace doscientos años el lema «Libertad, igualdad y fraternidad» contribuyó a unir a la burguesía francesa. Hoy estas mismas palabras deberían unir al mundo entero. La humanidad es una sola familia. Nuestros descendientes son nuestros propios hijos y nietos. ¿Qué clase de mundo van a heredar de nosotros?

La madre de Hilde llamó por la escalera diciendo que la película empezaría en diez minutos y que había metido una pizza en el horno. Hilde se sentía completamente agotada después de todo lo que había leído. Llevaba levantada desde las seis.

Decidió emplear el resto de la tarde en celebrar su cumpleaños en compañía de su madre. Pero antes tenía que mirar algo en la enciclopedia.

Gouges... no. ¿De Gouges? Otra vez negativo. ¿Olympe de Gouges? Tampoco. Su enciclopedia no traía ni una palabra de una mujer que había sido ejecutada por su lucha a favor de las mujeres. Era escandaloso.

¿Porque no podía ser un personaje inventado por papá?

Hilde bajó al salón a mirar en una enciclopedia más grande.

—Sólo voy a consultar una cosa —dijo a su madre, que la miraba asombrada.

Se llevó a su habitación el tomo que iba de FORV a GP

Gouges... ¡Sí ahí estaba!

Gouges, Marie Olympe de (1748-1793), escritora francesa. Durante la Revolución Francesa fue conocida por numerosos folletos sobre cuestiones sociales y una serie de obras de teatro. Fue una de las pocas personas que durante la Revolución trabajó por que los derechos humanos rigieran también para las mujeres. Publicó en 1791 La declaración de los derechos de la mujer. Fue ejecutada en 1793 por haberse atrevido a defender a Luis XVI y atacar a Robespierre. (Bibliografía: L. Lacour, Les Origines du féminisme contemporain, 1900.)

Kant

... el cielo estrellado encima de mí y la ley moral dentro de mí...

Alrededor de medianoche Albert Knag llamó por teléfono a casa para felicitar a Hilde en su decimoquinto cumpleaños.

La madre cogió el teléfono,

—Es para ti, Hilde.

—Soy papá.

—Estás loco. Son casi las doce.

—Sólo quería felicitarte.

—Me has estado felicitando todo el día.

—... pero quería esperar para llamar a que hubiese acabado el día.

—¿Por qué?

—¿No has recibido el regalo?

—Ah, sí. ¡Muchísimas gracias!

—No me tortures. ¿Qué te ha parecido?

—Impresionante. Casi no he comido en todo el día.

—Tienes que comer.

—Sí, pero es tan emocionante,..

—¿Hasta dónde has llegado? Me lo tienes que decir, Hilde.

—Entraron en la Cabaña del Mayor porque tú empezaste a incordiarles con aquel monstruo marino.

—La Ilustración.

—Y Olympe de Gouges.

—Entonces no me he equivocado mucho después de todo.

—¿Cómo «equivocado»?

—Creo que sólo queda ya una felicitación. Pero ésa, en cambio tiene música.

Leeré un poco en la cama antes de dormirme.

—¿Entiendes algo?

—He aprendido más hoy que... que en toda mi vida. Es increíble que ni siquiera hayan pasado veinticuatro horas desde que Sofía volvió del colegio y encontró el primer sobre.

—Pues sí. Es curioso lo poco que hace falta.

—Pero ella me da un poco de pena.

—¿Quién? ¿Mamá?

—No, Sofía claro.

—Ah...

—Está completamente desconcertada, la pobrecita.

—Pero ella sólo es... quiero decir...

—Quieres decir que simplemente es alguien inventado por tú.

—Algo así, sí.

—Yo creo que Sofía y Alberto existen.

—Hablaremos más cuando llegue a casa.

—Vale.

—Que tengas un buen día.

—¿Qué has dicho?

—Quiero decir, buenas noches.

—Buenas noches.

Cuando Hilde se acostó media hora más tarde, aún había tanta luz fuera que podía ver el jardín y la bahía. En esta época del año, apenas se hacía de noche.

Se imaginó que estaba dentro de un cuadro colgado en una pared de una pequeña cabaña del bosque. ¿Era posible asomarse desde ese cuadro y mirar lo que había fuera?

Antes de dormirse siguió leyendo en la carpeta grande de anillas.

Sofía volvió a dejar la carta del padre de Hilde sobre la repisa de la chimenea.

—Lo de las Naciones Unidas puede ser muy importante —dijo Alberto—, pero no me gusta que se meta en mis explicaciones.

—No te lo tomes muy a pecho.

—A partir de ahora ignoraré pequeños fenómenos como monstruos marinos y cosas así. Vamos a sentarnos aquí delante de la ventana. Te hablaré de Kant.

Sofía descubrió un par de gafas sobre una pequeña mesa entre dos sillones. También se dio cuenta de que las dos lentes eran rojas. ¿Eran una especie de gafas de sol?

—Son casi las dos-dijo—. Tengo que estar en casa antes de las cinco. Mamá seguramente tiene planes para el cumpleaños.

—Entonces tenemos tres horas.

—Empieza.

—Immanuel Kant nació en 1724 en la ciudad de Königsberg, al este de Prusia. Era hijo de un guarnicionero. Vivió casi toda su vida en su ciudad natal, donde murió a los 80 años. Venía de un hogar severamente cristiano. Muy importante para toda su filosofía fue también su propia religiosidad. Para él, como para Berkeley, era importante salvar la base de la fe cristiana.

—De Berkeley ya he oído bastante, gracias.

—De todos los filósofos de los que hemos hablado hasta ahora, Kant fue el primero que trabajó en una universidad en calidad de profesor de filosofía. Es lo que se suele llamar un «filósofo profesional».

—¿Filósofo profesional?

—La palabra «filósofo» se emplea hoy en día con dos significados algo distintos. Por «filósofo» se entiende ante todo una persona que intenta buscar sus propias respuestas a las preguntas filosóficas. Pero un «filósofo» también puede ser un experto en filosofía, sin que él o ella haya elaborado necesariamente una filosofía propia.

—¿Y Kant fue un filósofo profesional?

—Era ambas cosas. Si solamente hubiera sido un buen profesor, es decir, un experto en los pensamientos de otros filósofos no habría llegado a ocupar un lugar en la historia de la filosofía. Pero también es importante tener en cuenta que Kant tenía profundos conocimientos de la tradición filosófica anterior a él. Conocía a racionalistas como Descartes y Spinoza, y a empiristas como Locke, Berkeley y Hume.

—Te dije que no me volvieras a mencionar a Berkeley.

—Recordemos que los racionalistas pensaban que la base de todo conocimiento humano está en la conciencia del hombre. Y recordemos también que según los empiristas todo el conocimiento del mundo viene de las percepciones. Además Hume señaló que existen unos límites muy claros para las conclusiones que podemos sacar de nuestras sensaciones.

—¿Con quién de ellos estaba de acuerdo Kant?

Opinaba que ambos tenían algo de razón, pero también opinaba que los dos se equivocaban en algo. Lo que les ocupaba a todos era: ¿qué podemos saber del mundo? Esta pregunta filosófica era común en todos los filósofos posteriores a Descartes. Se mencionaron dos posibilidades: ¿el mundo es exactamente como lo percibimos? ¿O es como se presenta a nuestra razón?

—¿Y qué opinaba Kant?

—Kant opinaba que tanto la percepción como la razón juegan un importante papel cuando percibimos el mundo. Pero pensaba que los racionalistas exageraban en lo que puede aportar la razón, y pensaba que los empiristas habían hecho demasiado hincapié en la percepción.

—Si no me pones pronto un buen ejemplo, todo queda en simple palabrería.

—En principio Kant está de acuerdo con Hume y empiristas en que todos nuestros conocimientos sobre el mundo provienen de las percepciones. Pero, y en este punto les da la mano a los racionalistas, también hay en nuestra razón importantes condiciones de cómo captamos el mundo a nuestro alrededor. Hay ciertas condiciones en la mente del ser humano que contribuyen a determinar nuestro concepto del mundo.

—¿Eso ha sido un ejemplo?

—Hagamos mejor un pequeño ejercicio. Coge esas gafas que están en la mesa. Muy bien. ¡Y ahora póntelas!

Sofía se puso las gafas. Todo se coloreó de rojo a su alrededor. Los colores claros se volvieron color rosa, y los colores oscuros se volvieron rojo oscuro.

—¿Qué ves?

—Veo exactamente lo mismo que antes, sólo que todo está rojo.

—Eso es porque las lentes ponen un claro límite a cómo puedes percibir la realidad. Todo lo que ves proviene del mundo de fuera de ti, pero el cómo lo ves también está relacionado con las lentes, ya que no puedes decir que el mundo sea rojo aunque tú lo percibas así.

—Claro que no...

—Si ahora te dieras un paseo por el bosque, o si te fueras a casa, verías todo de la misma manera que lo has visto siempre. Sólo que todo lo que verías estaría rojo.

—Mientras no me quite las gafas.

—Así, Sofía, exactamente así, opinaba Kant que hay determinadas disposiciones en nuestra razón, y que estas disposiciones marcan todas nuestras percepciones.

—¿De qué clase de disposiciones se trata?

—Todo lo que vemos lo percibiremos ante todo como un fenómeno en el tiempo y en el espacio. Kant llamaba al Tiempo y al Espacio «las dos formas» de sensibilidad» del hombre, y subraya que estas dos formas de nuestra conciencia son anteriores a cualquier experiencia. Esto significa que antes de experimentar algo, sabemos que sea lo que sea, lo captaremos como un fenómeno en el tiempo y en el espacio. Porque no somos capaces de quitarnos las «lentes» de la razón.

—¿Quería decir con eso que intuir las cosas en el tiempo y en el espacio es una cualidad innata?

—De alguna manera sí. Lo que vemos depende además de si nos criamos en Groenlandia o en la India. Pero en todas partes experimentamos el mundo como procesos en el tiempo y en el espacio. Es algo que podemos decir de antemano.

—¿Pero no son el tiempo y el espacio algo que está fuera de nosotros?

—No, la idea de Kant es que el tiempo y el espacio pertenecen a la constitución humana. El tiempo y el espacio son ante todo cualidades de nuestra razón y no cualidades del mundo.

—Ésta es una nueva manera de verlo.

—Quiere decir que la conciencia del ser humano no es una «pizarra» pasiva que sólo recibe las sensaciones desde fuera. Es un ente que moldea activamente. La propia conciencia contribuye a formar nuestro concepto del mundo. Tal vez puedas compararlo con lo que ocurre cuando echas agua en una jarra de cristal. El agua se adapta a la forma de la jarra. De la misma manera se adaptan las sensaciones a nuestras «formas de sensibilidad».

—Creo que entiendo lo que dices.

—Kant decía que no sólo es la conciencia la que se adapta a las cosas. Las cosas también se adaptan a la conciencia. Kant lo llamaba el «giro copernicano» en la cuestión sobre el conocimiento humano. Con eso quería decir que la idea era tan nueva y tan radical mente diferente a las ideas antiguas como cuando Copérnico había señalado que es la Tierra la que gira alrededor del sol, y no al revés.

—Ahora entiendo lo que quería decir cuando decía que tanto los racionalistas como los empiristas tenían algo de razón. En cierta manera los racionalistas se habían olvidado de la importancia de la experiencia,, y los empiristas habían cerrado los ojos a cómo nuestra propia razón marca nuestra percepción del mundo.

—Y la propia ley de causa-efecto, que en opinión de Hume no podía ser percibida por el ser humano, forma parte, según Kant, de la razón humana.

—¡Explica!

—Te acordarás de que Hume había afirmado que sólo es nuestro hábito el que hace que percibamos una conexión necesaria de causas detrás de todos los procesos de la naturaleza. Según Hume no podíamos percibir que la bola negra de biliar era la causa de que la bola blanca se pusiera en movimiento, Por lo tanto tampoco podemos afirmar que la bola negra siempre pondrá a la bola blanca en marcha.

—Me acuerdo.

—Pero justamente eso, que según Hume no se puede probar, Kant lo incluye como una cualidad de la razón humana. La ley causal rige siempre y de manera absoluta simplemente porque la razón del hombre capta todo lo que sucede como una relación causa-efecto,

—Yo prefiero creer que la ley causal está en la misma naturaleza y no en los seres humanos.

—La idea de Kant es que al menos está en nosotros. Está de acuerdo con Hume en que no podemos saber nada seguro sobre cómo es el mundo «en sí». Sólo podemos saber cómo es «para mí», es decir para todos los seres humanos. Esta separación que hace Kant entre «das Ding an sich» y «das Ding für mich» («la cosa en si») y «la cosa para mí», constituye su aportación más importante a la filosofía.

—No soy muy buena en alemán.

—Kant hizo una clara separación entre la «cosa en sí» y la «cosa para mi». Nunca podremos saber del todo cómo son las cosas «en sí». Sólo podemos saber cómo las cosas aparecen ante nosotros. En cambio antes de cada experiencia podemos decir algo sobre cómo las cosas son percibidas por la razón de los hombres.

—¿Podemos?

—Antes de salir por la mañana no puedes saber nada de lo que vas a ver o percibir durante el día. Pero puedes saber que aquello que veas y experimentes lo percibirás como un suceso en el tiempo y en el espacio. Además puedes estar segura de que la ley causal rige simplemente porque la llevas encima, como una parte de tu conciencia.

—¿Pero podríamos haber sido creados distintos?

—Si, podríamos haber tenido otros sentidos, y otro sentido del tiempo y otra percepción del espacio. Además podríamos haber sido creados de manera que no hubiéramos buscado las causas de los sucesos de nuestro entorno.

—¿Tienes algún ejemplo?

—Imagínate un gato tumbado en el suelo. Imagínate que una pelota entra en la habitación. ¿Qué haría el gato en ese caso?

—Lo he visto muchas veces. El gato correría detrás de la pelota.

—De acuerdo. Imagínate luego que eres tú la que estás sentada en una habitación y que de pronto entra una pelota rodando. ¿Tú también te irías corriendo detrás de 1a pelota?

—Antes de hacer algo giraría la cabeza para ver de dónde viene la pelota.

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