El prestigio (9 page)

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Authors: Christopher Priest

Tags: #Aventuras, Intriga

Mientras yo luchaba, el mayor dijo quejumbrosamente:

—¿Dónde está mamá? ¡Estaba aquí! ¡Estaba aquí!

—¡Este hombre es un charlatán, un mentiroso y un embustero! —grité.

Para ese entonces ya estaba casi en la puerta, pues me empujaban fuera de la habitación. Vi que la joven asistente se apresuraba hacia la ventana para volver a poner la cortina en su sitio. Me debatí a codazo limpio y me las arreglé para liberarme temporalmente de mi agresor; atravesé la habitación y me abalancé sobre ella. La cogí por los hombros y la empujé brutalmente hacia un lado. Cayó extendida sobre el suelo.

—¡No puede hablar con los muertos! —grité—. ¡Su madre no está aquí!

La habitación estaba sumida en un alboroto.

—¡Deténganlo! —la voz de Angier se escuchó por encima del jaleo. El asistente me agarró por segunda vez y me giró de manera tal que quedé de cara a la habitación.

La mujer todavía estaba en el suelo, donde había caído, y me estaba mirando fijamente, con el rostro teñido de rencor. Angier, de pie junto a la mesa, estaba erguido y aparentemente tranquilo. Me miraba con detenimiento.

—Lo conozco, señor —dijo—. Incluso sé su maldito nombre. De aquí en adelante seguiré su carrera con mucha atención. —Luego se dirigió a su asistente—: ¡Sácalo de aquí!

Unos momentos más tarde estaba tirado en la calle. Armándome de toda la dignidad posible, e ignorando a los que pasaban mirándome boquiabiertos, compuse mi ropa y bajé la calle rápidamente.

Hasta pasados unos días, aún estaba convencido de la honradez de mi causa, pues sabía que a la familia le estaban robando su dinero y que las habilidades del mago estaban siendo utilizadas con fines retorcidos. Luego, inevitablemente, comenzaron a invadirme las dudas.

El consuelo que los clientes de Angier recibían en las sesiones parecía bastante genuino, y no importaba de dónde proviniera. Recordaba los rostros de aquellos niños, que durante unos pocos minutos habían creído que su ausente madre les enviaba mensajes consoladores desde el más allá. Yo había visto sus expresiones de inocencia, sus sonrisas, la felicidad en sus miradas.

¿Era algo de esto tan distinto al agradable misterio que un mago ofrece a su público? De hecho, ¿no era acaso aún más? ¿Esperar una paga por esto era más reprensible que por una actuación en un teatro?

Lleno de arrepentimientos, durante casi un mes, le di vueltas infelizmente hasta que mi conciencia se llenó de sentimientos de culpa tan profundos, que tuve que hacer algo al respecto. Escribí una nota humillante dirigida a Angier, rogándole que me perdonara y disculpándome incondicionalmente.

Su respuesta fue inmediata. Me devolvió la nota en pedazos, con otra nota suya desafiándome sarcásticamente a que recompusiera el papel con mi magia superior.

Dos noches después, mientras actuaba en el Lewisham Empire, Angier se puso de pie en la primera fila de la platea y gritó para que todos lo oyeran: ¡Su asistente está escondida detrás del telón a la izquierda de la caja!

Por supuesto, era verdad. O bajaba el telón y abandonaba mi actuación, o no tenía otra alternativa que seguir adelante con el truco, hacer aparecer a mi asistente con el mayor brío teatral posible e irme antes del vergonzoso goteo de aplausos. En el centro de la primera fila de la platea, la butaca vacía se destacaba como el espacio de un cliente que falta.

Así comenzó la disputa que perdura a través de los años.

Yo solamente puedo aducir mi juventud e inexperiencia por ser el causante de nuestro enfrentamiento, celos profesionales equivocados y un cierto desconocimiento de los manejos del mundo. Sin embargo, Angier debería cargar algo de culpa; mi disculpa, aunque no lo suficientemente pronta, fue sincera, y su rechazo fue mezquino. Aunque lo cierto es que Angier también era joven. Es difícil recordar aquella época, pues la disputa entre nosotros ha durado mucho tiempo y ha adoptado varias formas diferentes.

Si yo fui responsable, tanto de lo malo como lo bueno, cuando todo comenzó, Angier debe aceptar la culpa de mantener vivo nuestro enfrentamiento. Muchas veces, harto ya, he intentado seguir con mi vida y mi carrera, tan sólo para verme ante un nuevo ataque en mi contra. Angier siempre hallaba una manera de sabotear mi equipo de magia, de modo que cuando yo estaba realizando algún truco sobre el escenario, algo salía sutilmente mal; una noche, el agua que estaba convirtiendo en vino tinto siguió siendo agua; otra vez, la cuerda con banderas que extraía llamativamente de una chistera aparecía como una cuerda sola; en otro número, la asistente, que se suponía tenía que levitar, permaneció humillantemente inmóvil sobre su cama.

En otra ocasión, los carteles que anunciaban mi actuación fuera del teatro fueron pintarrajeados con inscripciones como: «La espada que utiliza es falsa», «La carta que elegirán ustedes es la reina de espadas», «Observen su mano izquierda durante el truco del espejo», etcétera. Todos estos grafitis eran claramente visibles para el público al entrar al teatro.

Supongo que estos ataques pueden ser reducidos a la categoría de bromas, pero podrían arruinar mi reputación de mago, como Angier bien sabía.

¿Cómo sabía yo que era él quien estaba detrás de todo aquello? Bueno, en algunos casos se veía a las claras su papel; uno de mis trucos había sido saboteado, y él estaba allí en el auditorio para interrumpirme y saltar de su butaca en el preciso instante en que todo empezaba a fallar. Pero lo más significativo era que el culpable de estos ataques revelaba tener un enfoque de la magia que yo había descubierto era propio de Angier. Se interesaba casi exclusivamente por el secreto mágico, lo que los magos llaman el «ardid». Si el truco dependía de un estante oculto detrás de la mesa del mago, únicamente ése sería el blanco de Angier, sin importar el imaginativo uso que se le diera. Más allá del conflicto entre nosotros, el entendimiento fundamentalmente erróneo y limitado de Angier acerca de la técnica de la magia era el centro de nuestra disputa. El milagro de la magia no reside en la técnica, sino en la habilidad del mago.

Y fue por esta razón por la que «El nuevo hombre transportado» fue el único de mis trucos que nunca atacó públicamente. Estaba más allá de su alcance.

Simplemente, no pudo descubrir cómo se hacía, en parte porque he mantenido el secreto bien seguro, pero sobre todo por la forma en que lo realizo.

7

Un truco tiene tres etapas. Primero la preparación, en la que se insinúa, se sugiere o se explica la naturaleza de lo que se quiere conseguir. Se ve el artefacto, y a veces participan voluntarios del público. Mientras se prepara el truco, el mago intenta, de todas las maneras posibles, distraer su atención hacia otro punto.

En la actuación, toda una vida de práctica del mago y su don innato para el teatro se unen con el fin de producir la mágica demostración.

La tercera etapa se denomina a veces efecto, o el prestigio, y es el producto de la magia. Si se saca un conejo de una chistera, puede decirse que el conejo, que aparentemente no existía antes de que se realizara el truco, es el prestigio de ese truco.

«El nuevo hombre transportado» es bastante inusual entre las ilusiones, en el sentido de que su preparación y su realización son lo que más intriga al público, a los críticos y a mis colegas magos, mientras que para mí, el prestigio es la mayor preocupación.

Los trucos son de seis categorías o tipos distintos (dejando a un lado el campo especializado de la ilusión mentalista). Cualquier truco realizado alguna vez pertenece a una o más de las siguientes seis categorías:

  1. Producción
    : la creación mágica de alguien o algo.

  2. Desaparición
    : la desaparición mágica de alguien o algo.

  3. Transformación
    : el cambio aparente de una cosa por otra.

  4. Transposición:
    el cambio aparente de lugar de dos o más objetos.

  5. Desafío de leyes naturales
    : por ejemplo, desafiar la gravedad, simular que un objeto sólido pasa a través de otro, hacer aparecer un gran número de objetos o personas en un lugar en principio demasiado pequeño para albergarlos a todos.

  6. Fuerza motriz secreta
    : provocar la aparición o el movimiento de objetos por su propia voluntad, como por ejemplo hacer que una carta concreta se eleve misteriosamente fuera del mazo.

Una vez más, «El nuevo hombre transportado» no es enteramente típico, pues pertenece, al menos, a cuatro de las categorías anteriormente mencionadas. La mayoría de los trucos dependen solamente de una o dos de estas categorías, aunque una vez vi un elaborado efecto en Europa, donde se empleaban cinco de las categorías.

Por último, están las técnicas de magia.

Los métodos a disposición de los magos no pueden clasificarse tan sistemáticamente, porque en el campo de la técnica, un buen mago no descartaría nada. La técnica de la magia puede consistir en algo tan simple como poner un objeto detrás de otro para que el público ya no lo vea, o bien puede ser tan compleja, que requiera una preparación previa en el teatro y el trabajo coordinado de un equipo de asistentes y una pareja artística.

El mago puede escoger de un inventario de técnicas tradicionales. Desde las cartas manipuladas para que una carta esté necesariamente en juego hasta el deslumbrante telón de fondo que permite ocultar muchos pases mágicos, pasando por la mesa o el accesorio pintado de negro que el público no puede ver claramente, o los muñecos, dobles, monigotes, sustitutos y escondites. Además, un mago inventivo debe utilizar también lo novedoso. Cualquier nuevo dispositivo o juguete o invención que aparece en el mundo debería provocar la siguiente pregunta: «¿Cómo podría crear un nuevo truco con esto?». De esta forma, en el pasado reciente hemos visto nuevos trucos que emplean el motor alterno, el teléfono, la electricidad y un inolvidablemente destacado efecto creado con la bomba de humo de juguete del doctor Warble.

La magia no tiene misterio alguno para los magos. Trabajamos en variaciones de métodos estándar. Lo que le parecerá nuevo o desconcertante al público, es simplemente un desafío técnico para otros profesionales. Si se desarrolla un truco nuevo e innovador, es tan sólo una cuestión de tiempo que el efecto sea reproducido por otros.

Todo truco tiene su explicación, ya sea el uso de un compartimento secreto, un espejo diestramente colocado, un asistente colocado entre el público para hacer de «voluntario» o la simple distracción, intencionada, de la atención del público.

Ahora coloco mis manos ante ustedes, con los dedos separados para que vean que no hay nada oculto entre ellos, y digo: «El nuevo hombre transportado» es un truco como cualquier otro, y puede ser explicado. Sin embargo, gracias a la combinación de un simple secreto que ha sido guardado cuidadosamente, de muchos años de práctica, una cierta cantidad de distracción de parte del público, y el uso de técnicas de magia convencionales, se ha convertido en la pieza clave de mi actuación y de mi carrera. También ha desafiado los mejores esfuerzos de Angier por descubrir su misterio, tal como pronto dejaré registrado.

Sarah y yo nos tomamos unas cortas vacaciones con los niños por la costa Sur, y llevé mi cuaderno conmigo. Primero fuimos a Hastings, porque hacía años que no iba, pero no nos quedamos mucho tiempo. El lugar vive un declive que temo será irreversible. El almacén de papá, vendido después de su muerte, había cambiado de nuevo de propietarios, y ahora es una panadería. Se han construido muchas casas en el valle que está detrás de la casa, y pronto se inaugurará una línea de ferrocarril hasta Ashford.

Después de Hastings fuimos a Bexhill. Luego a Eastbourne. Luego a Brighton. Luego a Bognor.

Mi primera anotación en el cuaderno dice que fui yo quien intentó humillar a Angier, y yo quien, a su vez, fui humillado por él. Aparte de este detalle, que después de todo no es tan importante, creo que mi informe sobre lo que sucedió es veraz, incluyendo los otros detalles.

Estoy haciendo demasiados comentarios sobre el secreto, y por lo tanto dándole demasiada importancia. Esto me resulta irónico, después de tomarme tantas molestias para señalar cuán triviales son en realidad muchos de los secretos de la magia.

No creo que mi secreto sea trivial. Puede adivinarse fácilmente, tal como lo ha hecho Angier aparentemente, a pesar de lo que he escrito. Probablemente también otros lo hayan adivinado. Cualquiera que lea este relato
[2]
probablemente lo descifrará solo.

Lo que no puede adivinarse es el
efecto
que ha tenido el secreto sobre mi vida. Ésta es la verdadera razón por la que Angier nunca resolverá todo el misterio, a menos que yo mismo le dé la respuesta. Nunca podrá creer hasta qué punto mi vida se ha modificado para mantener intacto el secreto. Eso es lo que importa.

Mientras pueda seguir controlando cómo se escribe, entonces puedo seguir adelante con mi informe sobre cómo ve el truco el público.

«El nuevo hombre transportado» es un truco cuya apariencia ha cambiado a lo largo de los años, pero cuyos métodos siempre han sido los mismos.

Progresivamente, su realización ha necesitado dos cajas, o dos mesas, o dos bancos. Una se coloca en el área inferior del escenario, la otra sobre el escenario. No es esencial colocarlas de una manera determinada, y su posición varía de un teatro a otro, dependiendo del tamaño y la forma del escenario. Lo único importante es que ambas piezas deben estar clara y ampliamente separadas una de la otra. El artefacto debe estar bien iluminado y el público debe poder verlo claramente desde el principio hasta el final.

Describiré la versión más antigua del truco, y por lo tanto la más simple, cuando utilizaba cajas cerradas. En esa época el truco se llamaba «El hombre transportado».

Ayer como hoy, mi actuación llega a su clímax con este truco, y, desde entonces, solamente han cambiado algunos detalles. Por lo tanto, lo describiré como si la versión anterior perteneciera todavía a mi actual espectáculo.

Las dos cajas se suben al escenario, ya sea por los tramoyistas, los asistentes o en algunos casos miembros voluntarios del público, y se comprueba que ambas están vacías. A los voluntarios se les permite meterse dentro, abrir las puertas y también las paredes con bisagras del fondo, y mirar dentro del espacio de las ruedas. Las cajas se vuelven a cerrar y se colocan en sus respectivas posiciones.

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