El vuelo del dragón (9 page)

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Authors: Anne McCaffrey

F'lar la agarró por la muñeca, rabioso al comprobar que había sido manipulado dos veces por aquella mujer.

—¿Has provocado a un dragonero para que luchara? ¿A muerte?
¿Cuando estaba de Búsqueda?

—¿Búsqueda? ¿Qué me importa a mí una Búsqueda? Ruatha vuelve a ser mi Fuerte. Durante diez Revoluciones he trabajado y esperado, planeado y sufrido para eso. ¿Qué podía significar tu Búsqueda para mí?

F'lar deseó golpear aquel rostro para borrar de él la insolente mueca de desdén. Retorció salvajemente el brazo de la muchacha, derribándola a sus pies antes de soltarla. Ella se rio de F'lar, rodó sobre sí misma, se puso en pie y corrió hacia la puerta antes de que el dragonero se diera cuenta de sus intenciones y saliera en su persecución.

Maldiciendo en voz baja, F'lar recorrió precipitadamente los pasillos de roca, sabiendo que la muchacha tendría que pasar por el Vestíbulo para salir del Fuerte. Sin embargo, cuando llegó al Vestíbulo no vio ni rastro de ella entre las personas que permanecían allí.

—¿Ha pasado esa muchacha por aquí? —le gritó a F'nor, que por casualidad estaba de pie junto a la puerta que daba al Patio.

—No. ¿Es la fuente del poder, después de todo?

—Sí, lo es —respondió F'lar, desconcertado por la desaparición de la muchacha. ¿Adónde había ido?— ¡Y de la Sangre ruathana, además!

—¡Oh! Entonces, ¿se casará con el niño? —preguntó F'nor, señalando a la comadrona que ocupaba un asiento cerca del ahora llameante hogar.

F'lar se detuvo, a punto de volver a registrar los innumerables pasillos del Fuerte. Miró, momentáneamente confundido, a su caballero pardo.

—¿El niño? ¿Qué niño?

—El varón que llevaba Dama Gemma —respondió F'nor, sorprendido por la expresión desconcertada de F'lar.

—¿Vive?

—Sí. Es un niño muy fuerte, dice la mujer, a pesar de que era prematuro y de que tuvo que ser extraído del vientre de la muerta.

F'lar echó su cabeza hacia atrás y estalló en una ruidosa carcajada. A pesar de todas sus maniobras, la muchacha había sido derrotada por la Verdad.

En aquel momento oyó el inconfundible rugido de alegría de Mnementh, seguido del curioso gorjeo inquisitivo de los otros dragones.

—Mnementh la ha atrapado —gritó F'lar, sonriendo jubilosamente. Echó a correr, pasando por encima del cadáver del antiguo Señor de las Altas Extensiones, y salió al patio principal.

Vio que el dragón bronce había abandonado su puesto de vigilancia en la Torre, y lo llamó. Una agitación en el aire le impulsó a levantar la mirada. Vio que Mnementh planeaba en espiral encima del Patio, agarrando algo con sus patas delanteras. Mnementh informó a F'lar que había visto a la muchacha saliendo por una de las altas ventanas y se había limitado a cogerla en el repecho, sabiendo que el dragonero la buscaba. El dragón bronce se posó torpemente sobre sus patas traseras, moviendo sus alas para mantenerse en equilibrio. Entonces depositó cuidadosamente a la muchacha en el suelo y formó cuidadosamente una jaula alrededor de ella con sus enormes garras. Lessa permaneció inmóvil dentro de aquel círculo, con el rostro vuelto hacia la cabeza cuneiforme que oscilaba encima de ella.

El wher guardián, chillando de terror, de rabia y de odio, tiraba violentamente del extremo de su cadena, tratando de acudir en ayuda de Lessa. Quiso atacar a F'lar mientras el dragonero avanzaba hacia ella.

—Has tenido el valor suficiente para volar con el dragón, muchacha —admitió, apoyando casualmente una mano sobre la garra superior de Mnementh. El dragón se sintió enormemente satisfecho de sí mismo e inclinó su cabeza para que se la rascaran.

—No mentiste, ¿sabes? —añadió F'lar, incapaz de resistir a la tentación de humillar a la muchacha.

Lessa se giró lentamente hacia él, con el rostro impasible. No temía a los dragones, pensó F'lar con aprobación.

—El niño vive. Y es varón.

Lessa no pudo controlar su desaliento, y sus hombros se hundieron momentáneamente, antes de que lograra erguirlos de nuevo.

—Ruatha es mío —insistió con voz tensa y baja.

—Lo habría sido si te hubieras dirigido directamente a mí cuando el escuadrón llegó aquí. Lessa abrió mucho los ojos.

—¿Qué quieres decir?

—Un dragonero puede luchar en nombre de cualquiera que haya sido víctima de una injusticia notoria. Cuando llegamos al Fuerte de Ruatha, mi Dama, yo estaba dispuesto a retar a Fax si se presentaba una causa razonable, a pesar de la Búsqueda. —Esto no era absolutamente cierto, pero F'lar tenía que enseñarle a esta muchacha que tratar de controlar a los dragoneros era una locura—. Si hubieras prestado atención a los cantos de vuestro arpista, conocerías tus derechos. Y... —la voz de F'lar adquirió un tono vengativo que le sorprendió a él mismo— es posible que Dama Gemma no hubiese muerto. Ella, alma valerosa, sufrió mucho más que tú a manos de aquel tirano.

Algo en la expresión de la muchacha le dijo que ella lamentaba la muerte de Dama Gemma, que la había afectado profundamente.

—¿Qué valor tiene ahora Ruatha para ti? —preguntó, haciendo un amplio gesto con el brazo, como queriendo abarcar el ruinoso Fuerte y todo el improductivo valle de Ruatha—. Has alcanzado tus objetivos: una conquista infructuosa y la muerte de su conquistador.

F'lar hizo una pausa.

—Con el tiempo, todos esos Fuertes volverán a manos de su legítima Sangre. Un Fuerte y un Señor. Cualquier otra cosa va contra la tradición. Desde luego, es posible que tengas que luchar contra otros que desobedezcan ese precepto: que se hayan contagiado de la codiciosa locura de Fax. ¿Podrían conservar Ruatha contra un ataque... ahora, en su actual estado?

—¡Ruatha es mío!

—¿Ruatha? —inquirió F'lar, con una sonrisa desdeñosa—. ¿Cuando podrías ser Dama del Weyr?

—¿Dama del Weyr? —repitió Lessa, mirando a F'lar con ojos asombrados.

—Sí, criatura. Te dije que mi viaje era de Búsqueda... ya es hora de que pienses en algo más que en Ruatha. Y el objeto de mi Búsqueda eres tú.

Lessa miró fijamente el dedo que apuntaba hacia ella, como si fuera peligroso.

—Por el Primer Huevo, muchacha, hay en ti poder para manejar a un dragonero a tu antojo. Desde luego, no podrías repetirlo, porque ahora estoy en guardia contra ti.

Mnementh canturreó su aprobación, con un suave rumor en su garganta. Arqueó el cuello de modo que uno de sus ojos quedó enfocado directamente hacia la muchacha, brillando en la oscuridad del patio.

F'lar observó con satisfacción que la muchacha ni siquiera parpadeó ante la proximidad de un ojo mayor que su propia cabeza.

—Le gusta que le rasquen los párpados —dijo F'lar en tono amistoso, cambiando de táctica.

—Lo sé —dijo Lessa en voz baja, y extendió una mano para prestar aquel servicio.

—Nemorth ha puesto un huevo dorado —continuó F'lar en tono persuasivo—. Está a punto de morir. Esta vez necesitamos una Dama del Weyr fuerte.

—¿La Estrella Roja? —inquirió la muchacha, volviendo hacia F'lar unos ojos asustados, lo cual sorprendió al dragonero, ya que ella no había manifestado hasta entonces ningún temor.

—¿La has visto? ¿Comprendes lo que significa? Vio que ella tragaba saliva nerviosamente.

—Hay peligro... —susurró Lessa, mirando aprensivamente hacia el este.

F'lar no preguntó en virtud de qué milagro conocía ella la inminencia del peligro. Tenía la intención de llevársela al Weyr, incluso por la fuerza si era necesario. Pero algo en su interior le hacía desear que. la muchacha aceptara el reto voluntariamente. Una Dama del Weyr rebelde sería más peligrosa aún que una estúpida. Esta muchacha tenía demasiado poder, y estaba demasiado acostumbrada a la manipulación y a la estrategia. Sería un desastre provocar su antagonismo con un trato poco juicioso.

—Hay peligro para todo Pern. No sólo para Ruatha... —dijo F'lar, dejando que se deslizara en su voz un acento de súplica—. Y tú eres necesaria. No en Ruatha —un gesto de su mano descartó esta última consideración como algo insignificante comparado con el cuadro entero—. Estamos condenados sin una Dama del Weyr fuerte. Sin ti.

—Gemma dijo que todos los caballeros bronce eran necesarios —murmuró Lessa.

¿Qué quería dar a entender con aquella afirmación? F'lar frunció el ceño. ¿Había oído una palabra de lo que él había dicho? Insistió en sus argumentos, seguro únicamente de que había pulsado ya una cuerda sensible.

—Has ganado aquí. Deja que el niño... el hijo de Gemma... se críe en Ruatha. Como Dama del Weyr tendrás autoridad sobre todos los Fuertes, y no únicamente sobre la arruinada Ruatha. Has culminado tu plan con la muerte de Fax. Renuncia a la venganza.

Lessa miró a F'lar con ojos interrogantes, absorbiendo sus palabras.

—Nunca pensé más allá de la muerte de Fax —admitió lentamente—. Nunca pensé en lo que sucedería después.

Su confusión era casi infantil e impresionó profundamente a F'lar. No había tenido tiempo ni deseos de pensar en lo prodigioso de lo que la muchacha había llevado a cabo. Ahora se daba cuenta hasta cierto punto de lo indomable de su carácter. Ella no podía haber tenido más de diez Revoluciones de edad cuando Fax había asesinado a su familia. Pero, siendo tan joven, se había fijado un objetivo y había logrado sobrevivir a la brutalidad y a la detección el tiempo suficiente como para asegurar la muerte del usurpador. ¡Sería una espléndida Dama del Weyr! En la tradición de aquellas de Sangre ruathana. La luz de la luna más pálida la hacía aparecer joven, vulnerable y casi bonita.

—Puedes ser Dama del Weyr —repitió F'lar, con amable insistencia.

—Dama del Weyr —suspiró Lessa, incrédula, y tendió la mirada alrededor del patio interior bañado por la suave luz de la luna.

A F'lar le pareció que agitaba negativamente la cabeza.

—¿Prefieres los harapos? —inquirió, haciendo que su voz sonara ruda y burlona—. ¿Y los cabellos enmarañados, los pies sucios y las manos agrietadas? ¿Dormir en la paja, comer desperdicios? Eres joven... es decir, supongo que eres joven. —Su voz era francamente escéptica. Lessa le miró fríamente, con los labios fuertemente apretados—. ¿Es eso todo lo que ambicionas? ¿Ser dueña de este pequeño rincón del gran mundo es lo único que deseas? —F'lar hizo una pausa y luego añadió, con profundo desdén—: Veo que la Sangre de Ruatha se ha aguado. ¡Tienes miedo!

—Soy Lessa, hija del Señor Ruatha —replicó ella, herida por el insulto a la Sangre. Se irguió, con los ojos llameantes y la barbilla levantada—. ¡Yo no tengo miedo a nada!

F'lar se limitó a esbozar una leve sonrisa.

Mnementh, en cambio, irguió su cabeza y extendió su sinuoso cuello en toda su longitud. Su rugido resonó en todo el valle. El dragón bronce comunicaba a F'lar su certeza de que Lessa había aceptado el reto. Los otros dragones respondieron desde diversos puntos, de un modo menos estridente que Mnementh. El wher guardián, tendido al extremo de su cadena, alzó su voz en un leve y enervante chillido hasta que el Fuerte se vació de sus desconcertados ocupantes.

—F'nor —llamó el caballero bronce, haciendo señas a su hermanastro para que se acercara—. Deja a la mitad del escuadrón de guardia en el Fuerte. A algún Señor cercano podría ocurrírsele imitar el ejemplo de Fax. Envía un jinete a las Altas Extensiones con la buena noticia. Tú irás directamente a la Pañería y hablarás con L'to... Lytol —F'lar sonrió—. Creo que será un Gobernador y Regente ejemplar para este Fuerte, en nombre del Weyr y del Señor niño.

El rostro del caballero pardo expresó entusiasmo por su misión a medida que comprendía las intenciones de su jefe. Con Fax muerto y Ruatha bajo la protección de los dragoneros, particularmente del que había eliminado a Fax, el Fuerte estaría a salvo y prosperaría bajo un gobierno sensato.

—¿Provocaba ella la ruina de Ruatha? —le preguntó a su jefe.

—Y casi la nuestra con sus maquinaciones —respondió F'lar; pero, habiendo encontrado el admirable objeto de su Búsqueda, podía ser magnánimo—. Reprime tu exaltación, hermano —aconsejó rápidamente, mientras tomaba nota de la expresión de F'nor—. La nueva reina debe ser también Impresionada.

—Yo arreglaré las cosas aquí. Lytol es una elección excelente —dijo F'nor, aunque sabía que F'lar no necesitaba la aprobación de nadie.

—¿Quién es este Lytol? —inquirió Lessa bruscamente. Había apartado de su rostro la masa de pringosos cabellos, echándola hacia atrás. A la luz de la luna, la suciedad era menos perceptible. F'lar sorprendió a F'nor mirándola con una expresión que no resultaba difícil leer. Le hizo un gesto perentorio para que cumpliera sus órdenes sin demora.

—Lytol es un dragonero sin dragón —le dijo F'lar a la muchacha—, enemigo de Fax. Gobernará bien el Fuerte y lo hará prosperar. —Y, mirándola con aire sonriente, añadió en tono persuasivo—: ¿Te parece bien?

Lessa le miró con expresión sombría, sin contestar, hasta que F'lar soltó una risita, desconcertándola.

—Regresaremos al Weyr —anunció F'lar, extendiendo una mano para guiar a la muchacha hasta el costado de Mnementh.

El dragón broncíneo había tendido su cabeza hacia el wher guardián, que ahora yacía jadeante sobre el suelo, con su cadena caída en el polvo.

—¡Oh! —suspiró Lessa, y se dejó caer al lado del grotesco animal, que alzó lentamente la cabeza, gimiendo lastimeramente.

—Mnementh dice que es muy viejo y que no tardará en sumirse en el sueño de la muerte.

Lessa acunó la repulsiva cabeza entre sus brazos, acariciando los párpados, rascando detrás de las orejas.

—Vamos, Lessa de Pern —dijo F'lar, impaciente por emprender la marcha.

Lessa se levantó lenta pero obedientemente.

—Me salvó la vida. Me conoce.

—Y él sabe que tú lo sabes —le aseguró F'lar bruscamente, maravillándose de aquella manifestación de sentimiento, tan poco característica de la muchacha. Tomando de nuevo su mano, la ayudó a ponerse en pie y la condujo de nuevo hacia Mnementh.

En una fracción de segundo recibió un golpe que le envió rodando a través de las losas del patio, dejándole sin fuerzas para ponerse en pie y encararse con su agresor. Tendido de espaldas, quedó asombrado al ver que el wher guardián proyectaba su escamoso cuerpo hacia adelante... con la intención de aterrizar encima de él.

Simultáneamente oyó la exclamación de sorpresa de Lessa y el rugido de Mnementh. La gran cabeza del dragón bronce estaba oscilando para golpear al wher guardián y apartarlo del dragonero. Pero cuando el cuerpo del wher guardián estaba plenamente extendido en su salto, Lessa gritó:

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