El vuelo del dragón (40 page)

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Authors: Anne McCaffrey

—Pues bien, había algo valioso en aquella teoría —continuó F'lar, llenando una copa para R'gul—, aunque no como la interpretabas tú. Los cinco Weyrs estaban vacíos porque... porque han venido aquí.

R'gul, con su copa a medio camino de sus labios, miró fijamente a F'lar. Este hombre era también demasiado joven para soportar sus responsabilidades. Pero... parecía creer realmente en lo que estaba diciendo.

—Puedes creerlo o no, R'gul, aunque no tardarás en creerlo, pero los cinco Weyrs ya no están vacíos. Están aquí, en los Weyrs, en esta época. Y se unirán a nosotros, mil ochocientos dragones, pasado mañana en Telgar, con lanzallamas y con su larga experiencia de combatientes.

R'gul contempló estólidamente al pobre hombre durante largo rato. Luego depositó cuidadosamente su copa sobre la mesa y, girando sobre sus talones, salió del weyr. Se negaba a que le tomaran el pelo. Lo mejor que podía hacer era planear el modo de asumir el caudillaje del Weyr al día siguiente, si tenían que combatir a las Hebras un día después.

A la mañana siguiente, cuando vio la bandada de grandes dragones bronce transportando a los caudillos de los Weyrs y a sus jefes de escuadrón a conferenciar con F'lar, R'gul se emborrachó silenciosamente.

Lessa dio los buenos días a sus amigos y luego, sonriendo dulcemente, salió del weyr, diciendo que tenía que alimentar a Ramoth. F'lar la contempló pensativamente mientras se alejaba, y después fue a saludar a Robinton y a Fandarel, que habían sido invitados a asistir a la conferencia. Ninguno de los dos Maestros Artesanos habló mucho, pero ninguno de los dos se perdió una sola palabra de las que allí se pronunciaron. La enorme cabeza de Fandarel giró incesantemente de un orador a otro, y sus ojos parpadearon ocasionalmente. Robinton permaneció sentado con una beatífica sonrisa en el rostro, maravillado por la presencia de aquellos visitantes ancestrales.

La propuesta de F'lar de ceder el mando que le correspondía en su calidad de caudillo del Weyr de Benden, alegando su inexperiencia, fue rechazada rotundamente.

—Lo hiciste muy bien en Nerat y Keroon —dijo T'ron—. Realmente bien.

—¿Consideras hacerlo bien terminar con veintiocho hombres o dragones fuera de combate?

—¿Tratándose de una primera batalla, con todos los dragoneros tan bisoños como un dragón recién nacido? No, llegaste a tiempo a Nerat, al margen de cómo llegaste —y T'ron sonrió maliciosamente a F'lar—, que es lo que un dragonero debe hacer. No, aquello estuvo muy bien, digo yo. Muy bien. —Los otros cuatro caudillos de Weyr murmuraron su absoluto acuerdo con aquel cumplido—. Sin embargo, tu Weyr no cuenta con fuerzas suficientes, de modo que te prestaremos los jinetes necesarios hasta que logres devolver al Weyr toda su potencia. ¡Oh, a las reinas les gustan estos tiempos! —y su ensanchada sonrisa indicó que también les gustaban a los caballeros bronce.

F'lar devolvió aquella sonrisa, pensando que Ramoth estaba casi a punto para otro vuelo de apareamiento, y esta vez Lessa... oh, aquella muchacha estaba mostrándose demasiado engañosamente dócil. Haría bien vigilándola estrechamente.

—Ahora —estaba diciendo T'ron— dejaremos en el taller de Fandarel todos los lanzallamas que hemos traído para que los hombres de tierra estén armados mañana.

—Muy agradecido —gruñó Fandarel—. Construiremos otros nuevos en un tiempo que batirá todas las marcas y os devolveremos los vuestros muy pronto.

—No te olvides de adaptar aquel agenothree para rociar el aire también —intervino D'ram.

—De acuerdo entonces —dijo T'ron, mirando a los otros jinetes—. Todos los Weyrs se encontrarán, con sus formaciones completas, tres horas después del amanecer, encima de Telgar, para seguir después la dirección del ataque de las Hebras hasta Crom. A propósito, F'lar, esos mapas tuyos que me ha mostrado Robinton son soberbios. Nosotros nunca los tuvimos.

—¿Cómo sabíais cuándo se producirían los ataques?

T'ron se encogió de hombros.

—Se producían de un modo tan regular, incluso cuando yo era un jovenzuelo, que uno terminaba por aprenderse el horario —rió el caudillo del Weyr de Fort—. Pero este sistema es mejor, mucho mejor.

—Más eficaz —añadió Fandarel en tono de aprobación.

—Pasado mañana, cuando todos los Weyrs se hayan exhibido sobre Telgar, podremos pedir todos los suministros que necesitemos para abastecer a los Weyrs vacíos —sonrió T'ron—. Como en los viejos tiempos, exprimiremos a los Señores de los Fuertes, exigiéndoles diezmos extraordinarios. —Se frotó las manos con anticipada satisfacción—. Como en los viejos tiempos.

—Disponemos del Weyr Meridional— sugirió F'nor—. Hace seis Revoluciones, contadas desde nuestro tiempo, que salimos de allí, y dejamos los rebaños. Se habrán multiplicado, y hay una gran abundancia de grano y de fruta.

—Me gustaría ver continuar esa aventura meridional —dijo F'lar, asintiendo.

—Sí, y que Kylara continuase allí también —añadió F'nor, con los ojos chispeantes de indignación.

Discutieron el envío de algunos suministros inmediatos para ayudar a los Weyrs nuevamente ocupados, y luego levantaron la sesión.

—Produce una extraña impresión —dijo T'ron mientras compartía vino con Robinton— descubrir que el Weyr que el día anterior se ha dejado limpio y ordenado se ha convertido en una cuadra. —Rió burlonamente—. Las mujeres de las Cavernas Inferiores estaban desesperadas.

—Nosotros limpiaremos aquellas cocinas —replicó F'nor en tono indignado. Una noche de descanso en un clima más fresco había eliminado la mayor parte de su fatiga.

T'ron carraspeó.

—Según Mardra, ningún hombre puede
limpiar
nada.

—¿Crees que mañana estarás en condiciones de cabalgar, F'nor? —preguntó F'lar solícitamente.

A pesar de la mejoría que había experimentado desde la noche anterior, en el rostro de su hermanastro se notaban aún las huellas de la tensión a que había estado sometido. Pero aquellas agotadoras Revoluciones habían sido necesarias, aunque pudieran parecer inútiles con la llegada de mil ochocientos dragones procedentes del pasado. De todas maneras, cuando F'lar había enviado a F'nor diez Revoluciones atrás para ayudar a resolver el apremiante problema de los refuerzos, ignoraba la existencia de la Canción Pregunta y del tapiz.

—No me perdería ese combate por nada del mundo, aunque no tuviera dragón —declaró F'nor rotundamente.

—Lo cual me recuerda —observó F'lar— que necesitamos a Lessa en Telgar mañana. Puede hablar con cualquier dragón, ¿sabéis? —explicó, casi en tono de disculpa, a T'ron y a D'ram.

—Oh, ya lo sabemos —le aseguró T'ron—. Y a Mardra no le importa. —Al ver la expresión intrigada de F'lar, añadió—: En su calidad de Dama del Weyr más antigua, Mardra acaudilla el escuadrón de reinas, desde luego.

La incomprensión de F'lar se acentuó.

—¿Escuadrón de reinas?

—Desde luego —y T'ron y D'ram se miraron el uno al otro, extrañados ante la sorpresa de F'lar—. Supongo que vuestras reinas también luchan, ¿no?

—¿Nuestras reinas? T'ron, en Benden hemos tenido una sola reina a la vez desde hace tantas generaciones, que no faltan los que denuncian las leyendas de las reinas combatientes como negra herejía...

T'ron suspiró.

—Hasta este momento no me había dado cuenta cabal de lo reducido que es vuestro número. —Pero su entusiasmo se impuso—. No importa, las reinas son muy útiles con los lanzallamas. Alcanzan a racimos de Hebras que otros jinetes podrían dejar escapar. Vuelan debajo de los escuadrones principales. Ese es el motivo por el que D'ram está tan interesado en el rociador de agenothree. No chamuscaría los cabellos de las cabezas de los habitantes de los Fuertes, por así decirlo, y no perjudicaría los campos cultivados.

—¿Quieres decir que permitís a vuestras reinas volar... contra las Hebras? —insistió F'lar, ignorando el hecho de que F'nor estaba sonriendo, y también T'ron.

—¿Permitir? —aulló D'ram—. ¿Acaso podríamos impedirlo? ¿No conoces nuestras Baladas?

—¿Te refieres a la de Moreta?

—Exactamente.

F'nor se echó a reír ante la expresión del rostro de F'lar mientras apartaba de sus ojos el rebelde mechón de cabellos. Súbitamente, el caudillo del Weyr de Benden empezó a sonreír.

—Gracias. Eso me ha dado una idea.

Acompañó a sus compañeros caudillos hasta sus dragones, y despidió alegremente a Robinton y Fandarel, más ligero de corazón de lo que había imaginado que estaría la mañana anterior a la segunda batalla. Luego le preguntó a Mnementh dónde podría estar Lessa.

Bañándose
, respondió el dragón bronce.

F'lar volvió la mirada hacia el vacío weyr de la reina.

Oh, Ramoth está en el Pico, como de costumbre
, añadió Mnementh en tono enojado.

F'lar oyó cómo cesaban súbitamente los chapoteos en la sala de baños, de modo que encargó
klah
caliente. Disfrutaría mucho lo que iba a seguir.

—Oh, ¿ha marchado bien la reunión? —preguntó Lessa amablemente mientras salía de la sala de baños, con una tela de secar prácticamente pegada a su esbelta figura.

—Estupendamente. Desde luego, Lessa, te das cuenta de que serás necesaria en Telgar...

—Soy la única Dama del Weyr que puede hablar con cualquier dragón —replicó Lessa altivamente.

—Es cierto —admitió F'lar—. Y ya no serás el único jinete de una reina en Benden.

—¡Te odio! —exclamó Lessa, incapaz de escapar del cerco de los brazos de F'lar alrededor de su cuerpo.

—¿Aunque te diga que Fandarel tiene un lanzallamas para ti a fin de que puedas unirte al escuadrón de las reinas?

Lessa dejó de agitarse entre los brazos de F'lar y le miró fijamente, desconcertada ante aquellas palabras.

—¿Y que Kylara será instalada como Dama del Weyr en el sur... en esta época? Como caudillo del Weyr, necesito paz y tranquilidad entre batalla y batalla...

La tela de secar cayó al suelo mientras Lessa respondía ardientemente al beso de F'lar.

Desde el Weyr y desde el Cuenco,

Bronce y pardo y azul y verde,

Se elevan los dragoneros de Pern,

Arriba, en escuadrón, visibles, luego invisibles.

Formados encima del Pico del Weyr de Benden, casi tres horas después del amanecer, planeaban doscientos dieciséis dragones mientras F'lar, sobre el bronce Mnementh, les pasaba revista.

Debajo, en el Cuenco, estaban reunidos todos los habitantes del Weyr y algunos de los heridos en la primera batalla. Es decir, todos los habitantes del Weyr menos Lessa y Ramoth, las cuales se habían marchado al Weyr de Fort, donde se estaba reuniendo el escuadrón de las reinas. F'lar no pudo evitar una especie de sobresalto ante la idea de que Lessa y Ramoth tomarían parte en la lucha. Una secuela de los días en que Pern había tenido una sola reina, desde luego. Si Lessa era capaz de saltar cuatrocientas Revoluciones
inter
y traer cinco Weyrs con ella, podría cuidar de sí misma y de Ramoth contra las Hebras.

Se aseguró de que todos los hombres estaban provistos de las bolsas de pedernal correspondientes, de que cada uno de los dragones se encontraba en buenas condiciones físicas, en especial los que habían llegado del Weyr meridional. Desde luego, los dragones estaban bien, pero los rostros de los hombres mostraban aún las huellas de las tensiones temporales que habían soportado. Pero se estaba demorando, y las Hebras estarían cayendo en los cielos de Telgar.

Dio la orden de marchar al
inter
. Reaparecieron encima y al sur del Fuerte de Telgar, y no fueron los primeros en llegar. Al oeste, al norte, y, sí, ahora también al este, llegaban escuadrones hasta que el cielo quedó prácticamente cubierto de alas. F'lar oyó débilmente el repique de la campana de la Torre del Fuerte de Telgar, mientras la inesperada formación de dragones era aclamada desde el suelo.

—¿Dónde está Lessa? —le preguntó F'lar a Mnementh—. La necesitamos ahora para transmitir órdenes...

Se está acercando
, le interrumpió Mnementh.

Encima mismo del Fuerte de Telgar apareció otro escuadrón. Incluso a aquella distancia, F'lar pudo captar la diferencia: los dorados dragones resplandecían bajo los rayos del brillante sol de la mañana.

Un zumbido de aprobación brotó de las filas de los dragones, y a pesar de su fugaz preocupación F'lar sonrió con orgullosa indulgencia ante el hermoso espectáculo.

En aquel preciso instante los escuadrones orientales ascendieron casi verticalmente: los dragones acababan de captar instintivamente la presencia de su antiguo enemigo.

Mnementh irguió la cabeza, haciendo coro al estruendo metálico del grito de guerra. Volvió la cabeza al mismo tiempo que la volvían centenares de dragones para recibir pedernal de sus jinetes. Centenares de grandes quijadas masticaron la piedra, la tragaron, y sus ácidos gástricos transformaron la piedra seca en gases productores de llama, que se encenderían al entrar en contacto con el oxígeno del aire.

¡Hebras! F'lar podía verlas claramente ahora contra el cielo primaveral. Su pulso aceleró su ritmo, no con aprensión, sino con una alegría salvaje. Su corazón latió desordenadamente. Mnementh pidió más pedernal y empezó a sacudir con más fuerza sus alas en el aire, preparándose para saltar hacia arriba cuando recibiera la orden.

El Weyr que iba en cabeza vomitaba ya llamas rojoanaranjadas contra el cielo azul pálido. Los dragones subían y bajaban, eructando fuego.

Las grandes reinas doradas volaban a menor altura, para eliminar a las Hebras que podían haberse deslizado entre los dragones.

F'lar dio entonces la orden de ganar altura para sorprender a las Hebras a mitad de camino en su abortivo descenso. Mientras Mnementh salía disparado hacia arriba, F'lar sacudió su puño retador al parpadeante Ojo Rojizo de la Estrella.

—Algún día —gritó— no permaneceremos mansamente aquí, esperando vuestra caída. Seremos nosotros los que caeremos sobre vosotras y os liquidaremos en vuestro propio hogar.

Por el Huevo, se dijo a sí mismo, si podemos viajar cuatrocientas Revoluciones hacia atrás y cruzar mares y continentes en un abrir y cerrar de ojos, hemos de ser capaces también de viajar de un mundo a otro.

F'lar sonrió para sí mismo. Sería mejor no mencionar aquella audaz idea en presencia de Lessa.

Racimos delante
, le advirtió Mnementh.

Mientras el dragón bronce cargaba, llameante, F'lar apretó sus rodillas contra el macizo cuello. ¡Madre del Universo, cómo se alegraba de que. de entre todas las épocas concebibles, él, F'lar, caballero del bronce Mnementh, fuera ahora un dragonero de Pern!

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