Read El vuelo del dragón Online
Authors: Anne McCaffrey
—Está malhumorada —le susurró Lessa a F'nor—. Deja que lo disfrute Pridith, querida —le transmitió cariñosamente a la reina dorada—. ¡Tú tienes el Weyr y todo lo demás!
Ramoth gruñó y, por toda respuesta, se sumergió en el agua hasta hacerse invisible.
Canth admitió que no le importaba en absoluto vivir sin un Weyr. La tierra seca sería más caliente que la piedra para dormir, una vez practicado en ella un hueco cómodo, a su medida. No, no protestaría por la falta de una cueva con tal de que hubiera comida suficiente.
—Tenemos que traer algunas reses —musitó F'nor—. Las suficientes para establecer un buen rebaño. Desde luego, aquí los wherries son enormes. Ahora que pienso en ello, creo que esta meseta no tiene salidas. No necesitaríamos llevar el rebaño a otros pastos. Será mejor que lo compruebe. Por otra parte, esta meseta con el lago y bastante espacio despejado para Fuertes parece ideal.
—Tal vez conviniera escoger a los que no se han criado en un Fuerte —sugirió Lessa—. No se sentirían tan intranquilos lejos de alturas protectoras y de la seguridad de la piedra. —Rió nerviosamente—. Soy más animal de costumbres de lo que creía. Todos esos espacios abiertos, deshabitados y silenciosos, parecen... indecorosos.
Se estremeció ligeramente, tendiendo la mirada hacia la amplia y abierta llanura que se extendía más allá del lago.
—Feraces y encantadores —rectificó F'nor. trepando en busca de más frutos rojoanaranjados—. Estos frutos tienen un sabor delicioso. No puedo recordar nada tan dulce y jugoso procedente de Nerat, y sin embargo es la misma variedad.
—Indiscutiblemente mejores que los que llegan al Weyr. Supongo que Nerat se queda con lo mejor y envía al Weyr los desechos.
Los dos comieron vorazmente.
Una investigación posterior reveló que la meseta estaba aislada, con pastos suficientes para un enorme rebaño de reses para alimento de los dragones. Terminaba en un acantilado cortado a pico de varias longitudes de dragón en lo más tupido del bosque por un lado, y los escarpados farallones de la costa por el otro. Los árboles proporcionarían madera para las viviendas necesarias. Ramoth y Canth se mostraron de acuerdo en que los dragones estarían bastante cómodos bajo el tupido follaje del bosque. Como esta parte del continente era similar, climatológicamente, al Alto Nerat, ni el calor ni el frío serían nunca demasiado intensos.
Sin embargo, en tanto que a Lessa le alegraba la idea de marcharse, F'nor parecía reacio a emprender el viaje de regreso.
—Podemos ir por el
inter
tiempo y espacio simultáneamente —insistió finalmente Lessa—, y estar en el Weyr a última hora de la tarde. Seguro que los Señores ya se habrán marchado.
F'nor se mostró de acuerdo, y Lessa se preparó mentalmente para el viaje
inter
. Se preguntaba por qué el
inter
cuándo la molestaba más que el
dónde
, ya que no producía ningún efecto en los dragones. Ramoth, captando la depresión de Lessa, canturreó de un modo estimulante. La prolongada y negra suspensión del frío absoluto del
inter
dónde y cuándo terminó súbitamente encima del Weyr iluminado por el sol.
Algo sobresaltada, Lessa vio bultos y bolsas extendidas delante de las Cavernas Inferiores, mientras unos dragoneros revisaban la carga de sus monturas.
—¿Qué ha pasado? —exclamó F'nor.
—Oh, F'lar se ha anticipado al éxito —le aseguró Lessa volublemente.
Mnementh, que estaba contemplando la frenética actividad desde el saledizo del weyr de la reina, envió a los viajeros un saludo y la información de que F'lar deseaba que se reunieran con él en el weyr en cuanto regresaran.
Encontraron a F'lar, como de costumbre, inclinado sobre algunas de las pieles del Archivo más antiguas y menos legibles que había llevado a la Sala del Consejo.
—¿Y bien? —inquirió, con una ancha sonrisa de bienvenida.
—Verde, feraz y habitable —declaró Lessa, mirando fijamente a F'lar. Él sabía algo más, también. Bueno, Lessa confiaba en que mediría sus palabras. F'nor no era tonto, y esa presciencia resultaba peligrosa.
—Eso es lo que esperaba oírte decir —dijo F'lar tranquilamente—. Vamos, contadme con detalle lo que habéis observado y descubierto. Será bueno para llenar los espacios en blanco del mapa.
Lessa dejó que F'nor diera la mayor parte del informe, que F'lar escuchó con gran atención, tomando notas.
—Previendo la posibilidad de que pudiera ser útil, he empezado a empaquetar suministros y a alertar a los caballeros que han de ir contigo —le dijo a F'nor cuando este terminó su relato—. Recuerda que sólo disponemos de tres días de nuestro tiempo para que inicies tu regreso hace diez Revoluciones. No podemos desaprovechar un solo momento. Y hemos de tener muchos más dragones maduros aptos para luchar en Telgar dentro de tres días. De modo que aunque para ti hayan pasado diez Revoluciones, aquí sólo habrán transcurrido tres días. Lessa, tu idea de que los jóvenes criados fuera del Weyr podrían dar mejor resultado es correcta. Tenemos la suerte de que los candidatos a caballeros para los dragones de Pridith de nuestra última Búsqueda proceden en su mayoría de artesanados y regiones agrícolas. No habrá problema por esta parte. Y muy pocos de los treinta y dos han cumplido los quince años.
—¿Treinta y dos? —exclamó F'nor—. Deberíamos tener cincuenta. Hay que dejar alguna posibilidad de elección a los pequeños dragones, aunque hayamos logrado que los candidatos se acostumbren a las crías antes de nacer.
F'lar se encogió negligentemente de hombros.
—Envía a buscar más. Recuerda que
tú
dispones de tiempo —y F'lar dejó oír una risita, como si hubiera pensado añadir algo y en el último momento hubiese cambiado de opinión.
F'nor no tuvo tiempo para discutir con el caudillo del Weyr, ya que F'lar empezó inmediatamente a dar otras rápidas instrucciones.
F'nor se llevaría a sus compañeros de escuadrón para ayudar a instruir a los jóvenes caballeros. Se llevaría también los cuarenta dragones de la primera nidada de Ramoth, a Kylara con su reina Pridith, y a T'bor con su bronce Piyanth. El joven bronce de N'ton podría estar también preparado para volar y aparearse en la misma época que Pridith, de modo que la joven reina dispondría al menos de dos opciones.
—Supongamos que hubiéramos encontrado el continente inhabitable —inquirió F'nor, intrigado por la seguridad de F'lar—. ¿Qué hubiera pasado en tal caso?
—Oh, los habríamos enviado a... digamos, las Altas Extensiones —respondió F'lar con demasiada volubilidad, pero se apresuró a añadir—: Debería enviar a otros bronce, pero los necesitaré todos aquí para combatir a las Hebras que puedan haberse enterrado en Keroon y Nerat. Ya han desenterrado varias en Nerat. Y me han dicho que Vincet ha estado a punto de sufrir un ataque cardíaco del susto.
Lessa hizo un breve comentario sobre el Señor de aquel Fuerte.
—¿Qué ha pasado en la reunión de esta mañana? —preguntó F'nor, recordando.
—No importa eso ahora. Tienes que empezar a remontarte al
inter
al anochecer, F'nor.
Lessa miró fijamente al caudillo del Weyr, y decidió que tenía que descubrir muy pronto y con todo detalle lo que había ocurrido.
—Bosquéjame algunas referencias, ¿quieres, Lessa? —pidió F'lar.
Había una especie de súplica en sus ojos mientras le entregaba a la muchacha una piel limpia y un estilo. No quería que le formulara preguntas que pudieran alarmar a F'nor.
Lessa suspiró y empuñó el estilo.
Dibujó rápidamente, dejando que F'nor añadiera un par de detalles, hasta confeccionar un mapa razonable de la meseta que habían elegido. Luego, bruscamente, Lessa notó que una especie de niebla le impedía ver con claridad. Se sintió mareada.
F'lar se inclinó hacia ella.
—¿Lessa?
—Todo... se está moviendo... dando vueltas... —y Lessa se desplomó en brazos de F'lar.
Mientras el caudillo del Weyr levantaba el ligero cuerpo, intercambió una alarmada mirada con su hermanastro.
—Voy a buscar a Manora —dijo F'nor.
—¿Cómo te sientes tú? —le preguntó el caudillo del Weyr.
—Cansado, simplemente —le aseguró F'nor, dirigiéndose al pozo de comunicación con las cocinas para que avisaran a Manora y subieran
klah
caliente. Lo necesitaba, sin duda.
F'lar depositó a la Dama del Weyr sobre la cama, tapándola solícitamente.
—No me gusta esto —murmuró, recordando rápidamente lo que F'nor había dicho acerca de la decadencia de Kylara. ¿Por qué habría de empezar a afectar con tanta rapidez a Lessa?
—Los saltos en el tiempo le hacen sentirse a uno ligeramente... —F'nor se interrumpió, buscando las palabras exactas—. No del todo... completo. Tú luchaste por el
inter
tiempo en Nerat ayer.
—Yo luché —le recordó F'lar—, pero ni tú ni Lessa habéis combatido contra nada hoy. Es posible que el simple hecho de viajar por el
inter
tiempo provoque alguna tensión interna... mental... Mira, F'nor, es mejor que sólo regreses tú después de que hayáis llegado al Weyr meridional. Daré la orden oportuna, y haré que Ramoth inhiba a los dragones. De ese modo ningún caballero podrá regresar aunque desee hacerlo. Existe algún factor que puede ser más grave de lo que podemos suponer. No debemos correr riesgos innecesarios.
—De acuerdo.
—Otra cosa, F'nor. Ten mucho cuidado con los momentos que escoges para venir a verme. Yo no saltaría por el
inter
demasiado cerca de cualquier momento en que tú estuvieras realmente aquí. No puedo imaginar lo que ocurriría si tú tropezaras con tu propio yo en el pasillo, y no puedo perderte.
Con una rara demostración de afecto, F'lar agarró con fuerza el hombro de su hermanastro.
—Recuérdalo, F'nor. Yo he estado aquí toda la mañana y tú no has regresado del primer viaje hasta media tarde. Y recuerda, también, que
nosotros
sólo disponemos de tres días. Tú dispones de diez Revoluciones.
F'nor se marchó, cruzándose con Manora en el vestíbulo.
La mujer no pudo encontrar nada anormal en Lessa, y finalmente decidieron que podía tratarse de simple fatiga; la tensión de ayer, cuando Lessa tuvo que transmitir mensajes entre dragones y combatientes, seguida del dislocante viaje por el
inter
tiempo de hoy.
Cuando F'lar salió a desear un buen viaje a los dragoneros que marchaban hacia el sur, Lessa estaba sumida en un sueño normal, con el rostro pálido pero respirando sin dificultad.
F'lar hizo que Mnementh transmitiera a Ramoth la prohibición que deseaba que la reina instilara en todos los dragones asignados a la aventura. Ramoth lo hizo, pero añadió en un aparte al bronce Mnementh, que se lo comunicó a F'lar, que todo el mundo tenía aventuras en tanto que ella, la reina del Weyr, era dejada de lado.
Apenas los cargados dragones, uno a uno, desaparecieron del cielo encima de la Piedra de la Estrella, el joven caballero asignado como mensajero al Fuerte de Nerat se presentó con el rostro muy pálido de miedo.
—Caudillo del Weyr, han sido descubiertas muchas más madrigueras, y no pueden ser destruidas sólo con fuego. El Señor Vincet quiere que vayas allí.
F'lar podía imaginar perfectamente lo que Vincet quería.
—Antes de regresar a Nerat, muchacho, baja a las cocinas y que te den de cenar. Yo saldré en seguida.
Cuando se dirigía al dormitorio, F'lar oyó que Ramoth gruñía en voz baja. La reina se había instalado cómodamente para descansar.
Lessa seguía durmiendo, con una mano debajo de su mejilla y los oscuros cabellos colgando por encima del borde del lecho. Tenía un aspecto frágil, infantil, y F'lar sonrió al contemplarla, sintiéndose complacido y halagado por lo celosa que Lessa se había mostrado a causa de las atenciones que Kylara había dedicado al caudillo del Weyr el día anterior. Nunca le diría que Kylara, a pesar de su espectacular belleza y de su temperamento sensual, no tenía para él ni la décima parte del atractivo de la incontrolable, morena y delicada Lessa. Incluso su carácter indomable, su agudo y malicioso humor, eran un aliciente más en sus relaciones. Con una ternura que nunca habría manifestado estando ella despierta, F'lar se inclinó y la besó en los labios. Lessa se removió y sonrió, suspirando ligeramente en sueños.
Volviendo de mala gana a lo que tenía que hacer, F'lar salió del dormitorio. Cuando se detuvo junto a la reina, Ramoth levantó su gran cabeza cuneiforme; sus ojos de múltiples facetas brillaron intensamente mientras miraba al caudillo del Weyr.
—Por favor, Mnementh, pídele a Ramoth que se ponga en contacto con el joven dragón que se encuentra en el taller de Fandarel. Quiero que el Maestro Herrero me acompañe a Nerat, para comprobar los efectos de su agenothree sobre las Hebras.
Ramoth asintió con la cabeza mientras el dragón bronce le transmitía el mensaje.
Ramoth lo ha hecho, y el dragón verde vendrá tan pronto como pueda, informó Mnementh a su jinete. Estas transmisiones resultan más fáciles cuando Lessa está despierta, gruñó.
F'lar se mostró de acuerdo. Había sido una gran ventaja ayer, durante la batalla, y resultaría cada vez más valiosa.
Tal vez sería preferible que Lessa intentara hablar, a través del tiempo, con F'nor... pero no, F'nor tenía que regresar.
F'lar se dirigió a la Sala del Consejo, confiando aún en que en alguna parte de los fragmentos ilegibles de los antiguos Archivos se encontraba la clave que tan desesperadamente necesitaba. Tenía que existir un medio para salir del apuro. Si no la aventura meridional, alguna otra cosa. ¡Algo!
Además de robusto, Fandarel se reveló como un hombre con una voluntad de hierro; observó tranquilamente el montón al descubierto de Hebras creciendo a simple vista que se retorcían y entrelazaban obscenamente.
—Centenares y millares en este solo agujero —estaba diciendo Vincet de Nerat con voz frenética. Agitó las manos, señalando a su alrededor la plantación de árboles jóvenes en la cual había sido descubierta la madriguera—. Esos tallos se están marchitando mientras vosotros vaciláis. ¡Haced algo! ¿Cuántos árboles jóvenes morirán sólo en este campo? ¿Cuántas madrigueras más escaparon ayer del aliento del dragón? ¿Dónde hay un dragón para eliminar a las Hebras enterradas? ¿Por qué os quedáis ahí plantados?
F'lar y Fandarel no prestaban atención a las protestas del hombre, tan fascinados como asqueados por su primera visión de la fase subterránea de su antiguo enemigo. A pesar de las acusaciones preñadas de pánico de Vincet, era la única madriguera en aquella pendiente particular. A F'lar no le gustaba pensar en el número de Hebras que podían haberse deslizado a través de los dragones para alcanzar el suelo cálido y feraz de Nerat. Si al menos hubieran tenido tiempo suficiente para situar vigilantes que localizaran a los grupos de Hebras en su descenso... Podrían, en cambio, rectificar aquel error en Telgar, Crom y Ruatha dentro de tres días. Pero no era suficiente. No era suficiente.