Ella (5 page)

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Authors: H. Rider Haggard

Tags: #Aventura, Fantástico, Clásico, Romántico

Mas, no quiero preocupar tu mente en el asunto, Leo, y juzga por tu propia cuenta. Si te inclinas a emprender la investigación, todo lo he dispuesto para que no te falten los medios. Si, al contrario, estás convencido de que todo ello es una locura destruye de una vez, te lo suplico, el tiesto y todas esas escrituras, para que tales causas de perturbación desaparezcan por siempre, y no sean la obsesión de nuestra descendencia. Quizá fuera esto lo más prudente. Lo desconocido se concibe generalmente como algo terrible y esto no es debido a la inherente superstición humana débese a que en verdad, es terrible.

Quien pretende enredar con las inmensas y arcanas potencias que animan al mundo, puede muy bien caer víctima de ellas. ¿Y si por último se alcanzara la victoria?... ¿si tú salieras, al fin, de la prueba conquistando la perpetua juventud y hermosura; retando al mal y al tiempo; superior a la decadencia natural de la carne y del intelecto; podrá aun entonces decirse que fue para tu dicha tan tremebunda variación?... ¡Hijo mío, escoge!... y que la potencia que regula todas las cosas, y que dice:
«¡De aquí no pasarás! ¡Esto no más sabrás!,
dirija tu elección de modo que en dicha propia tuya redunde y en la del mundo, que regirás ciertamente, si la victoria obtienes por la pura fuerza de la acumulada experiencia.. ¡Adiós!»

Así concluía abruptamente esta carta que no tenía fecha ni firma.

Leo había estado, y estaba excitado evidente mente: boquiabierto, como quien respira con dificultad; me preguntó por fin.

—Y ¿qué piensas tú de esto, tío Holly?.. Hemos estado deseando un misterio, y me parece, que acabamos de hallar ahora uno muy notable..

—¿Qué es lo que pienso?... Pues pienso que tu pobre padre no tenía sana la cabeza... Me figuré esto mismo aquella noche hace veinte años; al verlo entrar en mi cuarto...

—Así es la verdad, señor —agregó Job solemnemente.

Job era el ejemplar más práctico de una especie social que es muy práctica

—Bien está —replicó Leo, —pero de todos, modos veamos lo que dice el tiesto.

Tomó la traducción escrita con letra de su padre y leyó lo que sigue:

«Yo, Amenartas, de la real casa de Hakor, Faraón de Egipto, esposa de Kalikrates (el Fuerte y Hermoso, o el Hermoso en su Fuerza), sacerdote de Isis, a quien los dioses aman y los demonios obedecen; encontrándome próxima a la muerte: A mi hijito Tisisthenes, El Poderoso vengador. Yo huí con tu padre del Egipto en los días de Nekhtnebf, obligándole a que por mi amor quebrantara los votos que había hecho.

»Huimos en dirección al Sur a través de las aguas, y anduvimos errantes por el espacio dos veces doce lunas en la costa de Lybia que mira hacia el sol naciente, por donde cerca de un río, existe, una gran peña labrada como la cabeza de un etíope. Cuatro días navegamos y á la boca de un gran río fuimos echados náufragos; algunos de los nuestros se ahogaron, y otros murieron de enfermedad. Pero unos hombres salvajes nos llevaron cruzando pantanos y desiertos, por donde las aves marinas cubren con sus bandadas, a veces el cielo, y al cabo de diez jornadas llegamos a una montaña hueca donde había existido, y arruinádose luego una gran ciudad, y donde hay cuevas cuyos términos el hombre no vio nunca y nos condujeron ante la reina que coloca vasijas, sobre la cabeza de los extranjeros, y que es una maga que posee el conocimiento de las cosas todas, y una existencia y belleza que son imperecederas. Y ella puso miradas de amor sobre tu padre Kalikrates y me habría matado y tomádolo por esposo; mas él me amaba a mí y a ella le temía y no consintió en ello. Entonces ella nos tomó, nos condujo por tremendas vías, por arte de magia negra hacia donde el gran pozo se encuentra junto, a cuyo brocal yace muerto el filósofo antiguo, y nos mostró el Pilar de la Existencia que gira y que no muere, y cuya voz es como la del trueno, y se colocó en medio de las llamas, y de ellas salió sin hacerse daño y más hermosa aún. Juró entonces que haría a tu padre inmortal, como lo es ella si sólo me quisiera matar y entregarse a ella; pues ella misma matarme no podía por la magia que de mi propia patria yo poseo, y que hasta aquel punto me había salvado de ella. Entonces él tapóse los ojos por no ver su gran hermosura y a todo se negó. Entonces en su despecho, ella lo hirió con su magia y él cayó muerto; más ella lloró sobre su cadáver, y se lo llevó de allí entre lamentos, y muy temerosa envióme a la desembocadura del gran río adonde los barcos acuden y uno de estos me llevo lejos, donde yo te di a luz, y luego, después de mucho vagar, á Atenas, donde estoy. Y ahora Tisisthenes yo te digo, hijo mío: busca a esa mujer y aprende el secreto de la existencia y si tú puedes ver la manera de matarla hazlo por tu padre Kalikrates; mas si temes o no tienes suerte en ello, esto mismo digo a todos los que de ti nazcan, hasta que por fin, salga de tu descendencia un hombre valeroso que se bañe en el fuego y tome asiento en el trono de los Faraones. De cosas hablo, que, si no son de creerse yo las vi, empero, porque yo no miento»

—¡Que Dios la haya perdonado por ello! —murmuró Job, que había oído la traducción con el mayor azoramiento.

Yo no dije, nada por mi parte. Mi primer idea fue que mi pobre amigo, demente, lo había compuesto todo el mismo: por más que era improbable que nadie, pudiese inventar historia semejante. Era demasiado original.

Para salir de dudas tomó el tiesto y comencé a leer los estrechos caracteres unciales y era a la verdad demasiado pura y bella la redacción griega para que fuese de una egipcia. Después, pude convencerme de que la traducción inglesa era tan exacta como elegante.

Además de la escritura uncial de la parte convexa veíase también en ella pintado de rojo obscuro, hacia la parte superior del tiesto, en lo que había sido el reborde del ánfora el mismo
cartouche
que ya mencionamos al hablar del scaraboeus que sacamos del cofrecillo. Sin embargo, los caracteres estaban invertidos, como si se hubieran sacado en cera del mismo escarabajo para estamparse luego en el tiesto. No sé si este car
touche
pertenecía a Kalikrates o a algún príncipe o Faraón de quien descendiese su mujer Amenartas, ni tampoco puedo decir si fue grabado sobre el tiesto cuando se escribió la inscripción uncial, o si esto se hizo en época posterior por algún miembro de la familia Mas, esto no era todo. Al pie del escrito, y pintado del mismo color rojo obscuro, estaba el dibujo de una esfinge, bastante rudo, por cierto, que aparecía dotada de dos plumas, símbolos de majestad; estas plumas, son comunes en las efigies de los dioses y toros sagrados, pero era ésta la primera vez que yo las veía sobre una esfinge.

Sobre esta misma superficie y del lado derecho, pintado oblicuamente de un vivo color encarnado, aprovechando un espacio que no ocupaba la inscripción uncial y firmada con letras de tinta azul, leíase la siguiente rara inscripción de caracteres ingleses del Renacimiento:

En la tierra el cielo y mar

cosas raras se suelen dar.

Hoc fecit:
DOROTHEA VINCEY

Completamente azorado, volví el tiesto del otro lado. Estaba todo cubierto de arriba abajo con firmas griegas, latinas é inglesas. La primera uncial griega era de Tisisthenes el hijo a quien la Inscripción se dirigía Decía éste: —«No puedo ir. A ti, Kalikrates hijo mío»

Este otro Kalikrates llamado así probablemente por la costumbre griega de que los nietos llevasen el nombre del abuelo, hizo, sin duda alguna tentativa para cumplir el mandato de Amenartas, porque su escrito, que constaba en caracteres unciales muy borrosos, decía:

—«Salí a buscar: los Dioses me fueron contrarios. A ti, hijo mío»

Entre estas dos antiquísimas inscripciones la segunda de las cuales estaba escrita en sentido inverso a la otra y que, a no haber sido por la transcripción de ellas hechas por Vincey, no hubiera podido yo leer, porque estaba situada en la parte, del tiesto que servía mejor para sostenerlo con las manos, cuyo roce casi lo había borrado, veíase la firme y moderna rúbrica de un —«Lionel ,Vincey, Etate, suo 17,» —hecha según creo, por el abuelo de Leo. A la derecha de ésta estaban estas iniciales: —«J. B. V» y debajo había una variedad de firmas griegas, caracteres ya unciables ya cursivos, y que parecían ser la repetición de la frase: «A ti, hijo mío» probándose de este modo que la reliquia había ido pasando de generación en generación.

La otra leyenda más clara que, había después de las firmas griegas, era esta palabra: «ROME. A V. C» que demostraba la emigración de la familia a Roma Mas, por desgracia la fecha de su establecimiento en Italia se ha perdido para siempre, porque precisamente donde estaba había saltado un cascajito del tiesto.

Seguían después como una docena de firmas latinas, salteadas, conforme habla habido espacio libre para ponerlas. Casi todas estas firmas concluían invariablemente con la palabra
Vindex,
o sea,
El
Vengador,
que parece el cognomen adoptado por la familia cuando pasó a Roma como equivalente del nombre griego Tisisthenes que significa lo mismo. Últimamente el Vindex se tornaba en
de Vincey
, 35

y, por fin, en el modernismo
Vincey.
Era curioso, en verdad, observar cómo la aspiración vengativa creada por una egipcia en tiempos pre-cristianos, hallábase como sí dijéramos, embalsamada en un apellido de gente inglesa

Más tarde he podido averiguar que algunos de los nombres latinos inscriptos en el tiesto se encuentran mencionados en la historia y en otras antiquísimas memorias. Eran, si no recuerdo mal, los de

MVSSIVS. VINDEX.

SEX. VARIVS. MARVLLVS.

C. FVFIDVIS. C. F. VINDEX.

Y el

LABERIA POMPEIANA CONIVX.

MACRINI. VINDICIS

que fue, por supuesto, una dama romana

Después de los nombres romanos, había evidentemente, una laguna de muchos siglos. Nadie sabrá Jamás cuál fue la historia de esta reliquia durante esa Edad Media tan obscura ni cómo pudo haberse conservado en la familia. Recuérdese que mi pobre amigo Vincey me había dicho que sus antepasados romanos se habían establecido en la Lombardía y que cuando la invadió Carlomagno ellos cruzaron luego con él los Alpes en su retirada y se fijaron en la Bretaña de donde pasaron a Inglaterra en tiempos de Eduardo el Confesor. No me consta cómo lo supo, porque, ninguna referencia hace el tiesto ni a Carlomagno ni a la Lombardía aunque sí a la Bretaña corro ahora se verá.

A continuación seguía después de una gran salpicadura de sangre o de alguna otra substancia colorante por el estilo, un dibujo, que consistía en dos cruces de color rojizo, que quizá representaban espadas de cruzados, y un monograma cuasi borrado, de las letras D. V.

azul escarlata hecho quizá por la misma Dorotea que escribió el chabacano dístico.

Venía después una de las cosas más curiosas que había en esta reliquia del pasado. Era un escrito en gótica inglesa antigua sobre cruces o espadas de cruzados, y tenía la fecha de 1445. Como lo mejor es que hable él mismo, copiaré aquí el original latino, sin las abreviaturas, por supuesto; con lo que se verá que el latinista que la pergeñó era bastante bueno para su tiempo.

Versión ampliada de la inscripción de letras gótico-inglesa del tiesto de Amenartas

«Ista reliquia est valde misticum et myrificum opus, quod majores mei ex Armorica scilicet Brittannia Minore, secum convehebant; et quidan sanctus clericus semper patri meo in manuferebat quod penitus illud destructet, affirmans quod esset ab ipso Sathana conflatum prestigiosa et dyabolica arte, quaere pater meus confregit illud in duas partes quas quiden ego Johannes de Vinceto salvas servavi et adaptavi sicut apparet die lune, proximo post festum beate Marie Virginis anni gratioe. MCCCCXLV»

Lo más curioso es que también descubrimos una versión modernizada de esta inscripción latina hecha en inglés antiguo y escrita en caracteres gótico-ingleses antiguos, en el segundo de los pergaminos que sacamos del cofrecillo; era al parecer, de fecha más antigua que aquél en que estaba la traducción en latín y letra gótica de la inscripción uncial griega

Versión inglesa de la inscripción latina escrita en carácter gótico-inglés

«Esta reliquia es una verdadera obra mística y maravillosa que mis antepasados trajeron consigo de la Armórica a este país de Bretaña la Menor, y cierto santo clérigo siempre estaba persiguiendo a mi padre para que la destruyera del todo, afirmando que estaba hecha por Satanás, con su arte mágica y diabólica por lo que mi padre la tomó y la quebró en dos pedazos; pero yo, Juan de Vincey, salvé las dos partes y las uní del modo que aparece, en este día lunes siguiente a la fiesta de la Santa Virgen María en el año de la salvación de 1445»

La otra anotación que seguía en el tiesto, y que era la penúltima pertenecía a la época de Isabel de Inglatarra y estaba fechada en 1564.

Decia así:

«Rarísima historia es ésta que le costó a mi padre la vida porque buscando el lugar indicado en la costa levantina de África fue echado a pique su barco por una galera portuguesa cerca de Lourenco Marquez, donde pereció. —John Vincey»

Seguía inmediatamente la última nota hecha á juzgar por la forma de la escritura como a mediados del siglo décimo octavo por alguno dela familia Constaba de la siguiente cita tan manoseada del Hamlet: «Más cosas existen en el Cielo y la tierra —De las que has soñado, en tu filosofía Horacio»

—Pues bien —dije yo después de leer lo que era legible y de examinarlo bien todo, —ya estamos bastante enterados, Leo, y puedes formar una opinión. La mía está hecha ya.

–¿Cuál es ella? –reguntóme con su viveza ordinaria

—Esta: creo que el tiesto es perfectamente auténtico y que, por maravilloso que parezca ha sido conservado en tu familia desde el siglo cuarto antes de Jesucristo. Las diversas anotaciones que tiene son prueba harto suficiente de ello, y, por tanto, aunque no parezca probable hay que aceptarlo así... Pero, aquí me detengo. No tengo ninguna duda de que la Princesa egipcia tu remota antepasada o algún escriba por orden suya escribió lo que hemos leído en el tiesto; mas tampoco dudo de que, la muerte de su esposo y sus propias penalidades le trastornaron la cabeza y que su juicio no, estaba sano cuando escribió eso.

—Y ¿cómo te explicas lo que mi propio padre vio y oyó en los lugares mismos?..

—Como meras coincidencias... En las costas de África hay, sin duda muchos promontorios cuyas formas afectan cabezas humanas, y también, por supuesto, muchos puebles que hablan el árabe. Paréceme asimismo, que habrá muchos pantanos... Mas debo decirte otra cosa Leo, y es que no creo tampoco que tu padre estuviese muy sano mentalmente cuando te escribía esa carta. Mucho había sufrido. Dejó, además, que esos cuentos hicieran demasiado presa de su imaginación, y él era hombre que tenía mucha. Sea lo que fuese en fin, te afirmo que toda esa historia es una mera conseja.. Bien sé yo que en la Naturaleza existen cosas peregrinas, potencias extraordinarias, con las que no nos topamos a menudo y que no sabemos comprender cuando las vernos... Pero si yo no lo veo con mis propios ojos, lo que no sucederá por cierto, jamás creeré que pueda evitarse la muerte por medio ninguno, ni siquiera por algún tiempo, y tampoco creeré que en el seno de una ciénaga de África viva ahora ni haya vivido nunca una maga blanca. Esos son cuentos, hijo mío, puros cuentos... Y tú, ¿qué dices Job?

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