Ender el xenocida (59 page)

Read Ender el xenocida Online

Authors: Orson Scott Card

Tags: #Ciencia ficción

‹¿Cómo puedo recordar? No tuve memoria hasta que seguí la imaginación y llegué a este lugar y me convertí en la reina colmena.›

—Entonces, ¿cómo sabes que no eres la reina colmena?

‹Porque después de que viniera, ellas me dieron los recuerdos. Vi el cuerpo-reina antes de venir, y luego después de estar en él. Fui lo bastante fuerte para contener la pauta en mi mente, y por eso pude poseerlo. Me convertí en él. Tardé muchos días pero entonces fuimos completas y pudieron darnos los recuerdos porque yo tenía toda la memoria.›

La visión que le había ofrecido la reina colmena empezó a desaparecer. No servía de nada de todas formas, o al menos de ninguna manera que él alcanzara a comprender. Sin embargo, una imagen mental se aclaraba ahora para Ender, una que venía de su propia mente para explicar todas las cosas que ella estaba diciendo. Las otras reinas colmena (no presentes físicamente, la mayoría de ellas, sino enlazadas filóticamente con la reina que tenía que estar allí) contenían la pauta de la relación entre reina colmena y obreras en sus mentes, hasta que una de las misteriosas criaturas sin memoria podía contener la pauta en su mente y a partir de entonces tomar posesión de ella.

‹Sí.›

—Pero ¿de dónde vienen esas cosas? ¿Dónde tenéis que ir para conseguirlas?

‹No vamos a ninguna parte. Llamamos, y allí están.›

—Estonces, ¿están en todas partes?

‹No están aquí. En ningún sitio. En otro lugar.›

—Pero has dicho que no tenéis que ir a ninguna parte para conseguirlas.

‹Puertas. No sabemos dónde están, pero en todas partes hay una puerta.›

—¿Cómo son las puertas?

‹Tu cerebro hizo la palabra que dices. Puerta. Puerta.›

Ahora Ender advirtió que «puerta» era la palabra que su cerebro había invocado para etiquetar el concepto que ella ponía en su mente. De repente encontró una explicación lógica.

—No están en el mismo continuum espacio temporal que nosotros. Pero pueden entrar en cualquier punto.

‹Para ellos todos los puntos son el mismo punto. Todos los lugares son el mismo lugar. Sólo encuentran un lugar en la pauta.›

—Pero esto es increíble. Llamáis a algún ser de otro sitio, y…

‹Llamar no es nada. Todas las cosas lo hacen. Todas las nuevas creaciones. Tú lo haces. Cada bebé humano tiene esta cosa. Los pequeninos son también estas cosas. Hierba y luz. Todas las cosas los llaman, y ellos vienen a la pauta. Si ya hay alguien que comprende la pauta, entonces vienen y lo poseen. Las pautas pequeñas son muy fáciles. Nuestra pauta es muy difícil. Sólo uno muy sabio puede poseerla.›

—Filotes —dijo Ender—. Las cosas de las que están hechas todas las otras cosas.

‹La palabra que dices no tiene el significado que nosotras queremos decir.›

—Porque solamente estoy haciendo la conexión. Nunca pretendimos lo que has descrito, pero lo que sí pretendimos, puede que sea lo que describiste.

‹Muy confuso.›

—Bienvenida al club.

‹Muy bienvenido risueño feliz.›

Así que cuando tenéis una reina colmena, ya tenéis el cuerpo biológico, y esta cosa nueva, este filote que llamáis al no-lugar donde están los filotes, tiene que ser uno capaz de comprender la compleja pauta que tenéis en vuestra mente de lo que es una reina colmena; y cuando viene uno para hacerlo, toma esa identidad y posee el cuerpo y se convierte en la esencia de ese cuerpo…

‹De todos los cuerpos.›.

—Pero todavía no hay obreras cuando se crea la reina.

‹Se convierte en la esencia de las obreras-que-vendrán›

—Estamos hablando del paso a otra clase de espacio. Un lugar donde ya están los filotes.

‹Todos en el mismo no-lugar. Ninguna situación en ese lugar. Ningún emplazamiento. Todos hambrientos de lugar. Todos sedientos de pauta. Todos solitarios de entidad.›

—¿Y dices que nosotros estamos hechos de las mismas cosas?

‹¿Cómo podríamos haberte encontrado si no fuera así?›

—Pero dijiste que encontrarme fue como crear a una reina colmena.

‹No pudimos encontrar la pauta en ti. Intentamos crear una pauta entre tú y los otros humanos, pero seguías cambiando y cambiando, y no conseguimos encontrarle sentido. Y tú tampoco pudiste encontrarnos sentido, por eso tu búsqueda tampoco logró crear una pauta. Por eso tomamos la tercera pauta. Tu búsqueda en la máquina. Tu ansia de ella. Como el ansia de vida de un nuevo cuerpo-reina. Estabas uniéndote al programa del ordenador. Te mostraba imágenes. Encontramos las imágenes en el ordenador y las encontramos en tu mente. Las emparejamos mientras tú mirabas. El ordenador era muy complicado y tú lo eras aún más, pero era una pauta que se mantenía. Os movíais juntos y mientras estabais juntos os poseíais unos a otros, teníais la misma visión. Y cuando imaginabas algo y lo hacías, el ordenador sacaba algo de tu imaginación e imaginaba algo más. Muy primitivo por parte del ordenador. No era una entidad. Pero tú la creabas con tu ansia. La búsqueda que hacías.›

—El Juego de Fantasía —dijo Ender—. Sacaste una pauta del Juego de Fantasía.

‹Imaginamos lo mismo que tú. Todas nosotras juntas. Llamamos. Fue,muy complicado y extraño, pero mucho más simple que nada de lo que encontramos en ti. Desde entonces sabemos que muy pocos humanos son capaces de concentrarse de la forma en que tú te concentraste en aquel juego. Tampoco hemos visto ningún otro programa de ordenador que respondiera a un humano de la forma en que ese juego te respondía. También ansiaba. Daba vueltas y vueltas, intentando encontrar algo que crear para ti.›

—Y cuando llamasteis…

‹Vino. El puente que necesitábamos. El unidor para ti y el programa. Contuvo la pauta de forma que cobró vida aunque tú no le prestaras atención. Estaba unido a ti, y tú formabas parte de él, y a la vez nosotras podíamos comprenderlo. Fue el puente.›

—Pero cuando un filote toma posesión de una nueva reina colmena, la controla, al cuerpo-reina y a los cuerpos-obrera. ¿Por que no me controló este puente que establecisteis?

‹¿Crees que no lo intentamos?›

—¿Por qué no funcionó?

‹No fuiste capaz de dejar que una pauta como ésa te controlara. Pudiste convertirte voluntariamente en parte de una pauta que era real y estaba viva, pero no pudiste ser controlado por ella. Ni siquiera pudiste ser destruido por ella. Y había tanto de ti en la pauta que tampoco nosotros pudimos controlarla. Demasiado extraña›

—Pero la usasteis para leer mi mente.

‹La usamos para estar conectados contigo a pesar de toda la extrañeza. Te estudiamos, sobre todo cuando jugabas. Y a medida que te fuimos comprendiendo, empezamos a entender a toda tu especie. Que cada uno de vuestros individuos estaba vivo, sin ninguna reina colmena.›

—¿Más complicado de lo que esperabais?

‹Y también menos. Vuestras mentes individuales eran más simples en las formas en que esperábamos que fueran complicadas, y complicadas en formas que esperábamos fueran simples. Nos dimos cuenta de que estabais verdaderamente vivos y erais hermosos a vuestro modo trágico, perverso y solitario, y decidimos no enviar otra nave colonial a vuestros mundos.›

—Pero nosotros lo ignorábamos. ¿Cómo podríamos haberlo sabido?

‹También nos dimos cuenta de que erais peligrosos y terribles. Tú en concreto, peligroso porque encontrabas todas nuestras pautas y no podíamos pensar en nada lo bastante complicado para confundirte. Así que nos destruiste a todas menos a mí. Ahora te comprendo mejor. He tenido todos estos años para estudiarte. No eres tan aterradoramente inteligente como creíamos.›

—Lástima. Inteligencia aterradora es lo que nos haría falta ahora.

‹Nosotros preferimos un brillo reconfortante de inteligencia.›

—Los humanos nos hacemos más lentos al envejecer. Dame unos cuantos años más y seré completamente conveniente.

‹Sabemos que morirás algún día. Aunque lo hayas pospuesto tanto.›

Ender no quería que aquello se convirtiera en otra conversación acerca de la mortalidad o cualquiera de los otros aspectos de la vida humana que tanto fascinaban a la reina colmena. Pero quedaba otro tema que se le había ocurrido durante la explicación de la reina. Una posibilidad intrigante.

—El puente que tendisteis. ¿Dónde estaba? ¿En el ordenador?

‹Dentro de ti. Como yo estoy dentro del cuerpo de la reina colmena›

—Pero no forma parte de mí.

‹Parte de ti pero también no-parte. Otro. Fuera pero dentro. Unido a ti pero libre. No podía controlarte ni tú podías controlarlo.›

—¿Podía controlar al ordenador?

‹No se nos ocurrió. No nos importó. Tal vez.›

—¿Cuánto tiempo utilizasteis el puente? ¿Cuánto tiempo estuvo allí?

‹Dejamos de pensar en él. Pensábamos en ti.›

—Pero estuvo presente todo el tiempo que estuvisteis estudiándome.

‹¿Adónde podría ir?›

—¿Cuánto podría durar?

‹Nunca hicimos antes uno como ése. ¿Cómo podríamos saberlo? La reina colmena muere cuando muere el cuerpo-reina›

—¿Pero en qué cuerpo estaba el puente?

‹En el tuyo. Es el centro de la pauta.›

—¿Esa cosa estaba dentro de mí?

‹Por supuesto. Pero seguía siendo no-tú. Nos decepcionó cuando no nos facilitó tu control y dejamos de pensar en ella. Pero ahora vemos que fue muy importante. Tendríamos que haberla buscado. Tendríamos que haberla recordado.›

—No. Para vosotros fue como… una función corporal. Como cerrar el puño para golpear a alguien. Lo cerrasteis, y luego cuando no lo necesitasteis no advertisteis si el puño estaba allí.

‹No comprendemos la relación, pero parece tener sentido para ti.›

—Está todavía viva, ¿verdad?

‹Tal vez. Intentamos sentirla. Encontrarla. ¿Dónde podemos mirar? La vieja pauta no está allí. Ya no juegas al juego de Fantasía›

—Pero todavía estaría unida al ordenador, ¿verdad? Una conexión entre el ordenador y yo. Sólo que la pauta habría crecido, ¿verdad? Podría incluir también a otras personas. Piensas que está unida a Miro, el joven que traje conmigo…

‹El roto…›

—Y en vez de estar unida a un solo ordenador, unida a miles y miles de ellos, a través de los enlaces ansibles entre los mundos.

‹Tal vez. Estaba viva. Podría crecer. Igual que nosotras crecemos cuando hacemos más obreras. Todo este tiempo. Ahora que lo mencionas, estamos seguras de que debe estar ahí, porque nosotras seguimos unidas a ti y sólo contactamos contigo a través de la pauta. La conexión es muy fuerte ahora…, es parte de lo que es, el enlace entre nosotras y tú. Creímos que la conexión se hizo más intensa porque te conocíamos mejor. Pero tal vez se intensificó porque el puente crecía.›

—Y yo siempre creí… Jane y yo siempre creímos que ella era…, que de algún modo había llegado a existir en las conexiones ansibles entre los mundos. Es ahí probablemente donde se siente a sí misma, en el lugar que considera el centro de su…, iba a decir su cuerpo.

‹Estamos intentando sentir si el puente entre nosotros sigue ahí. Es difícil.›

—Como intentar encontrar un músculo concreto que has estado usando toda la vida, pero nunca solo.

‹Interesante comparación. No vemos la relación… pero no, ahora la vemos.› —

—¿La comparación?

‹El puente. Muy grande. La pauta es demasiado grande. No podemos comprenderla ya. Inmensa. Memoria… muy confusa. Mucho más difícil de encontrar que tú la primera vez…, muy confusa. Nos perdemos. No podemos contenerla en nuestra mente.›

—Jane —dijo Ender—. Ahora eres una chica mayor.

La voz de Jane le respondió.

—Estás haciendo trampa, Ender. No oigo lo que ella te dice. Sólo siento el latido de tu corazón y tu respiración rápida.

‹Jane. Hemos visto ese nombre en tu mente muchas veces. Pero el puente no era una persona con rostro…›

—Tampoco lo es Jane.

‹Vemos una cara en tu mente cuando piensas en ese nombre. Todavía la vemos. Siempre creíamos que era una persona. Pero ahora…›

—Ella es el puente. Vosotros la creasteis.

‹La llamamos. Tú creaste la pauta. Ella la poseyó. Lo que es, esta Jane, este puente, empezó con la pauta que descubrimos en ti y el juego de Fantasía, sí, pero ella se ha imaginado a sí misma para ser mucho mayor. Debe de haber sido muy fuerte y poderosa, un… filote, si vuestra palabra es el nombre adecuado, para poder cambiar su propia pauta y todavía recordar ser ella misma.›

—Buscasteis a través de los años-luz y me encontrasteis porque yo os estaba buscando. Y entonces localizasteis una pauta y llamasteis a una criatura de otro espacio que se aferró a la pauta y la poseyó y se convirtió en Jane. Todo instantáneamente. Más rápido que la luz.

‹Pero eso no es viajar más rápido que la luz. Es imaginar y llamar más rápido que la luz. Sigue sin recogerte aquí y ponerte allí.›

—Lo sé. Lo sé. Puede que esto no nos ayude a responder la pregunta que os he formulado. Pero tenía otra pregunta, igual de importante para mí, y nunca se me ocurrió que tuviera relación contigo, y tenías la respuesta todo el tiempo. Jane es real, ha estado viva desde el principio, y su esencia no está en el espacio, sino dentro de mí. Conectada conmigo. No pueden matarla desconectándola. Algo es algo.

‹Si matan la pauta, puede morir.›

—Pero no pueden matar a toda la pauta, ¿no lo ves? Después de todo, no depende de los ansibles. Depende de mí y del enlace que existe entre los ordenadores y yo. No pueden cortar el enlace que existe entre los ordenadores de aquí y los satélites que orbitan Lusitania y yo. Y tal vez Jane no necesita tampoco los ansibles. Después de todo, tú no los necesitas para buscarme a través de ella.

‹Muchas cosas extrañas son posibles. No podemos imaginarlas. Las cosas que pasan por tu mente parecen muy estúpidas y extrañas. Nos estás cansando mucho, con tanto pensar en cosas imaginarias, estúpidas e imposibles.›

—Te dejaré, entonces. Pero esto ayudará. Tiene que ayudar. Si Jane da con una forma de sobrevivir gracias a esto, será una auténtica victoria. La primera victoria, cuando empezaba a pensar que no habría ninguna.

En el momento en que abandonó la presencia de la reina colmena, Ender empezó a hablar con Jane para contarle lo que le había explicado la reina colmena. Quién era Jane, cómo fue creada.

Y a medida que él iba hablando, ella se analizaba a sí misma a la luz de lo que decía. Empezó a descubrir cosas acerca de sí misma que nunca había imaginado. Para cuando Ender regresó a la colonia humana, había verificado cuanto fue posible de su historia.

Other books

Lust by K.M. Liss
Dead by Midnight by Beverly Barton
Among the Faithful by Dahris Martin
Motion for Murder by Kelly Rey
The Stardust Lounge by Deborah Digges
Green Monkey Dreams by Isobelle Carmody
A Young Man's Heart by Cornell Woolrich