—En cinco minutos —respondió Hegazi—. Cinco tortuosos minutos y entonces sabremos qué delicias compartirá con nosotros nuestro querido Sajaki sobre nuestros nuevos amigos colonizadores. ¿Estás segura de que podrás soportar la agonía de la espera?
—¿Por qué no intentas adivinarlo,
svinoi
?
—No sería ningún reto, ¿no crees? —Hegazi estaba sonriendo o, al menos, esforzándose en hacer un gesto aproximado… algo que suponía una verdadera hazaña, dada la cantidad de accesorios quiméricos que se incrustaban en su rostro—. Es divertido. Si no te conociera mejor, diría que no te fascina nada de esto.
—Si no encuentra a Sylveste…
Hegazi levantó una mano cubierta por un guantelete.
—Sajaki no ha enviado ningún informe todavía. Preocuparse antes de tiempo no tiene ningún sentido…
—Entonces, ¿crees que lo ha encontrado?
—Bueno, no. No he dicho eso.
—Si hay algo que odio —dijo Volyova, mirando con frialdad al otro Triunviro—, es el optimismo absurdo.
—Oh, anímate. Hay cosas peores.
Sí, tenía que admitir que era cierto. Y, al parecer, habían decidido desarrollarse con una inquietante regularidad. Lo más insólito de su reciente retahíla de desgracias era que habían conseguido intensificarse con cada nuevo ataque de mala suerte, hasta el punto que Volyova había empezado a recordar con nostalgia las molestias ocasionadas por Nagorny, cuando el único problema era que éste intentaba matarla. Esto hizo que se preguntara (sin ningún entusiasmo) si pronto llegaría el día en que también recordaría con melancolía este periodo de su vida.
Ahora era obvio que Nagorny había sido el precursor de todos los demás problemas. En aquel entonces lo había considerado un accidente aislado, pero realmente había sido una señal de que el futuro le depararía algo peor, como el murmullo del corazón presagiando un ataque. Había matado a Nagorny pero, al hacerlo, no había alcanzado ninguna comprensión del problema que lo había convertido en un psicópata. Después había reclutado a Khouri y, aunque el problema no se había repetido, había reiterado un tema sublime, como el segundo movimiento de una siniestra sinfonía. Khouri todavía no había perdido la cordura, pero se había convertido en el catalizador de una locura peor, menos localizada. Volyova no había visto tormentas similares en la cabeza de nadie. Y después, el incidente con el arma-caché, que había estado a punto de matar a la Triunviro y podría haber matado al conjunto de la tripulación y a una enorme cantidad de habitantes de Resurgam.
—Ha llegado el momento de conocer algunas respuestas, Khouri —había dicho, antes de que los demás fueran reanimados.
—¿Respuestas sobre qué, Triunviro?
—Deja de fingir inocencia —espetó Volyova—. Estoy demasiado cansada para tonterías y te aseguro que tarde o temprano descubriré la verdad. Durante la crisis con el arma-caché revelaste demasiadas cosas. Si tenías la esperanza de que podría olvidar parte de lo que dijiste, te equivocabas.
—¿Qué tipo de cosas?
Se encontraban en una de las zonas infestadas de ratas de la sección inferior de la nave, tan a salvo de los dispositivos de escucha de Sajaki como en cualquier otro lugar, excepto la habitación-araña.
Empujó a Khouri contra una pared con tanta fuerza que la mujer se quedó sin aliento. Quería dejarle claro que no debía infravalorar su fuerza ni tantear los límites de su paciencia.
—Permíteme que te aclare algo, Khouri. Yo maté a Nagorny, tu predecesor, porque me falló. He podido ocultar la realidad de su muerte al resto de la tripulación. Y ten por seguro que haré lo mismo contigo, si me das motivos suficientes.
Khouri se apartó de la pared y su rostro recuperó algo de color.
—¿Qué es exactamente lo que quieres saber?
—Puedes empezar contándome quién eres. Asume que soy consciente de que eres una espía.
—¿Cómo podría ser una espía si tú me reclutaste?
—Cierto —respondió Volyova, que ya había meditado esta parte del asunto—. Pero eso era lo que querías que pareciera. ¿Fue un engaño, verdad? Quienquiera que esté detrás de ti se las arregló para manipular mi procedimiento de búsqueda, haciendo que pareciera que yo te había seleccionado… a pesar de que la elección nunca la hice yo. —Volyova sabía que no tenía pruebas directas que apoyaran esta teoría, pero era la más sencilla que encajaba con los hechos—. ¿Vas a negarlo?
—¿Y qué te hace pensar que soy una espía?
Volyova encendió un cigarrillo, uno que había comprado a los Stoners del carrusel en el que había reclutado o encontrado a Khouri.
—Porque pareces saber demasiado sobre la artillería y porque pareces saber algo de Ladrón de Sol… y eso me inquieta.
—Mencionaste a Ladrón de Sol poco después de traerme a bordo, ¿no lo recuerdas?
—Sí, pero es imposible que hayas recabado tanta información a partir de lo que yo te dije. De hecho, en ocasiones pareces saber más sobre toda esta situación que yo. —Hizo una pausa—. Y hay más cosas, como por ejemplo la actividad neuronal de tu cerebro durante el sueño frigorífico. Tendría que haber examinado los implantes que tenías en la cabeza con más detenimiento. Es obvio que no son lo que parecen. ¿Te importaría explicarme algo de eso?
—De acuerdo… —Ahora, Khouri utilizó un tono diferente. Era obvio que había renunciado a cualquier esperanza de escapar de esta conversación—. Pero escúchame con atención, Ilia: sé que también tú tienes secretos, que hay ciertas cosas que no deseas que Sajaki y los demás descubran. Ya me había hecho una idea de lo que le había ocurrido a Nagorny, pero también está el asunto del arma-caché. Sé que no quieres que se sepa; si no, no te tomarías tantas molestias en ocultar las pruebas.
Volyova asintió. Sabía que era inútil negarlo. Era posible que Khouri también tuviera alguna sospecha sobre la relación que mantenía con el Capitán.
—¿Qué estás diciendo?
—Estoy diciendo que, sea lo que sea lo que te cuente, será mejor que quede entre nosotras. ¿No te parece razonable?
—Acabo de decirte que puedo matarte, Khouri. No creo que te encuentres en posición de negociar.
—En efecto: puedes, matarme… o al menos, intentarlo. Sin embargo, dudo que en esta ocasión te resulte tan sencillo ocultar la verdad. Perder a un Oficial de Artillería es mala suerte; perder a dos es negligencia, ¿no crees?
Una rata huyó a toda velocidad, salpicándolas. Molesta, Volyova le lanzó la colilla del cigarrillo, pero el animal ya había desaparecido por un conducto de la pared.
—¿Estás diciendo que ni siquiera puedo contarles a los demás que eres una espía?
Khouri se encogió de hombros.
—Puedes hacer lo que quieras, ¿pero cómo crees que se lo tomaría Sajaki? ¿Quién tendría la culpa de que la espía estuviera a bordo de la nave?
Volyova se tomó su tiempo antes de responder.
—Lo tienes todo pensado, ¿verdad?
—Sabía que tarde o temprano querrías hacerme algunas preguntas, Triunviro.
—Entonces, empecemos por la más obvia. ¿Quién eres y para quién trabajas?
Khouri lanzó un suspiro y habló con resignación.
—Gran parte de lo que sabes es la verdad. Soy Ana Khouri y fui soldado en Borde del Firmamento… aunque unos veinte años antes de lo que creías. Y en cuanto a lo demás… —Se interrumpió—. ¿Sabes? Me vendría muy bien una taza de café.
—Pues no hay, así que ve acostumbrándote.
—De acuerdo. Estaba contratada por otra tripulación. No conozco sus nombres, pues nunca hubo ningún contacto directo. Pero sé que llevan cierto tiempo intentando acceder a tus armas-caché.
Volyova sacudió la cabeza.
—Es imposible. Nadie está al tanto de su existencia.
—Eso es lo que te gustaría creer. Sin embargo, has utilizado ciertas partes de la caché, ¿verdad? Puede que haya supervivientes, testigos… es imposible saberlo. Poco a poco se fueron extendiendo los rumores de que esta nave transportaba algo importante. Puede que nadie supiera con certeza de qué se trataba, pero sí lo suficiente para querer reclamar su parte.
Volyova guardó silencio. Lo que Khouri le estaba contando era terrible, como descubrir que todo el mundo conoce la más íntima de tus costumbres. De todos modos, era posible que fuera cierto, que realmente se hubiera producido alguna filtración. Al fin y al cabo, ciertos tripulantes habían abandonado la nave (no siempre voluntariamente), y aunque se suponía que aquellos que lo habían hecho no habían tenido acceso a información importante (sobre todo, la relacionada con la sala caché), siempre existía la posibilidad de que se hubiera cometido algún error. O quizá, como había dicho Khouri, alguien había visto que utilizaban un arma-caché y había sobrevivido para dar a conocer esa información.
—Aunque no conocieras los nombres de los tripulantes, ¿sabes al menos cómo se llamaba la nave?
—No. Si no querían que supiera cómo se llamaban, ¿no crees que habría sido una estupidez que me dijeran el nombre de la nave?
—Entonces, ¿qué sabías? ¿Cómo esperaban que nos robaras el caché?
—Ahí es dónde entra Ladrón de Sol. Ladrón de Sol era un virus militar que introdujeron furtivamente en esta nave la última vez que estuvisteis en el sistema de Yellowstone; un software de infiltración muy inteligente y adaptable. Estaba diseñado para abrirse paso por las instalaciones del enemigo y librar una guerra psicológica contra sus ocupantes, volviéndolos locos mediante la sugestión subliminal —Khouri hizo una pausa, para que Volyova pudiera digerir esta información—. Pero tus defensas eran demasiado buenas. Ladrón de Sol quedó debilitado y la estrategia no funcionó, de modo que tuvieron que seguir esperando. No tuvieron otra oportunidad hasta que regresasteis al sistema de Yellowstone, casi un siglo después. Yo era la siguiente vía de ataque: introducir un espía humano a bordo.
—¿Cómo se llevó a cabo el ataque vírico original?
—Lo introdujeron a través de Sylveste. Sabían que pensabais traerlo a bordo para curar al Capitán, así que introdujeron el software en su interior sin que él lo supiera y después dejaron que infectara vuestros sistemas mientras estaba conectado a la sala médica, curando al Capitán.
Volyova era consciente de que había algo profunda e inquietantemente plausible en todo aquello; que esto no era más que un ejemplo de otra tripulación tan depredadora como la suya. Habría sido extremadamente arrogante asumir que sólo el Triunvirato de Sajaki era capaz de tales subterfugios.
—¿Y cuál era tu función?
—Calcular el nivel de corrupción de los sistemas de artillería causado por Ladrón de Sol. Si era posible, asumir el control de la nave. Resurgam era un destino perfecto para ello, pues está lo bastante lejos para no pertenecer a la jurisdicción policial de ningún sistema. Si era posible una toma de poder, no habría nadie que lo presenciara excepto, quizá, algunos colonos —Khouri suspiró—. Pero créeme: ese plan se ha ido al traste. El programa de Ladrón de Sol era defectuoso, demasiado peligroso y adaptable. Llamó demasiado la atención cuando hizo enloquecer a Nagorny, pero sólo fue capaz de llegar hasta él. Después empezó a centrarse en el propio caché…
—El arma que se autoactivó.
—Sí. También a mí me asustó —Khouri se estremeció—. Sabía que, para entonces, Ladrón de Sol era demasiado poderoso. No pude hacer nada por controlarlo.
Durante los días siguientes Volyova formuló nuevas preguntas a Khouri para cotejar diferentes aspectos de su historia con lo que consideraba hechos probados. Era evidente que Ladrón de Sol podría haber sido algún tipo de software de infiltración, a pesar de que era más sutil e insidioso que cualquier otro del que hubiera oído hablar durante todos sus años de experiencia. ¿Pero acaso eso significaba que pudiera descartarlo? No, por supuesto que no. Al fin y al cabo, sabía que existía. De hecho, la historia de Khouri era la primera explicación que tenía cierto sentido. Ahora entendía por qué todos sus intentos por curar a Nagorny habían fracasado. Los implantes de la artillería no le habían hecho enloquecer. Se había vuelto loco, pura y simplemente, porque así lo había querido una entidad que había sido diseñada justo para ese propósito. Ya no le extrañaba que le hubiera resultado tan difícil encontrar una explicación a los problemas de Nagorny. Por supuesto, seguía sin saber la razón por la que su locura se había expresado de una forma tan enérgica, con aquellos febriles y horripilantes bocetos de pájaros y los dibujos de su ataúd. ¿Acaso Ladrón de Sol se había limitado a intensificar alguna psicosis preexistente, dejando que el subconsciente de Nagorny se obsesionara por lo que prefiriera?
Tampoco resultaba sencillo descartar la existencia de la misteriosa tripulación. Los registros de la nave revelaban que otra bordeadora lumínica, el
Galatea
, había estado presente en Yellowstone las dos últimas ocasiones que habían visitado el sistema. ¿Podían ser ellos quienes habían contratado a Khouri?
Por ahora, era una explicación tan buena como cualquier otra. Y había algo muy claro: Khouri no se había equivocado al decir que no debían informar de los hechos al resto del Triunvirato. Volyova sabía que Sajaki la culparía de este grave error en la seguridad. Por supuesto que castigaría a Khouri, pero también ella debería esperar algún tipo de retribución. De hecho, con lo tensas que estaban últimamente sus relaciones, era muy probable que Sajaki intentara matarla… y puede que lo consiguiera, porque era igual de fuerte que ella y no le importaría demasiado perder a la experta en armas y a la única persona que tenía algún conocimiento real del caché. Sin duda alguna, argumentaría que Volyova ya había demostrado su incompetencia en ese aspecto. Pero también había algo más, algo que no podía ignorar por completo. Independientemente de lo que hubiera ocurrido con el arma-caché, no podía negar que Khouri le había salvado la vida.
Por muy odioso que fuera aquel pensamiento, estaba en deuda con la espía.
Finalmente llegó a la conclusión de que lo único que podía hacer era actuar como si nada hubiera ocurrido. La misión de Khouri ya no era viable, de modo que no se produciría ningún intento por su parte de hacerse con el control; además, la razón por la que se encontraba en la nave no interfería en sus deseos de traer a bordo a Sylveste. Ahora que Volyova conocía la verdad y que Khouri había abandonado el propósito original de su misión, era muy probable que ésta hiciera todo lo que estuviera en sus manos por encajar en su posición preasignada. No importaba que los tratamientos de lealtad funcionaran o no: Khouri tendría que fingir que lo hacían y, con el tiempo, no habría ninguna diferencia entre la ficción y la verdad. Puede que ni siquiera deseara abandonar la nave cuando tuviera la oportunidad de hacerlo pues, al fin y al cabo, había lugares peores en los que estar. Tras meses o años de tiempo subjetivo, podría convertirse en un miembro de la tripulación y su duplicidad del pasado sería un secreto que sólo ellas compartirían. De hecho, era posible que Volyova lograra olvidarlo.