—Tengo que hablar con Lord Rodrik —le dijo a Tresdientes—. Que se ocupen de mi tripulación cuando terminen de descargar el
Viento Negro
. Van a traer a los prisioneros, y quiero que se les proporcionen camas abrigadas y comida caliente.
—En la cocina hay carne fría y un tarro de piedra con mostaza de Antigua. —La idea de la mostaza hizo sonreír a la anciana. Un solitario diente, largo y parduzco, le brotaba de las encías.
—No hay ni para empezar. Ha sido una travesía muy difícil. Quiero que se metan algo caliente en el estómago. —Asha apoyó un pulgar del cinturón tachonado que le rodeaba las caderas—. Que Lady Glover y los niños tengan leña en el fuego; no quiero que les falte calor. Alojadlos en alguna torre, no en las mazmorras. El bebé está enfermo.
—Los bebés suelen enfermar. Muchos mueren, y la gente lo lamenta. Le preguntaré a mi señor dónde debo encerrar a los amigos del lobo.
Asha agarró la nariz de la mujer entre el índice y el pulgar y se la retorció.
—Cumplirás mis órdenes sin rechistar, y si ese bebé muere, nadie lo lamentará tanto como tú.
Tresdientes chilló, y cuando prometió que obedecería, Asha la soltó para ir a ver a su tío.
Era grato volver a caminar por aquellas estancias. Siempre había tenido la sensación de que Diez Torres era su hogar, mucho más que Pyke.
«No es un castillo, sino diez juntos», había pensado la primera vez que lo visitó. Recordaba largas carreras sin aliento escaleras arriba, escaleras abajo, por los adarves y los puentes cubiertos, las salidas a pescar en el Muelle de Piedra, los días y las noches inmersa en el tesoro de libros de su tío. El abuelo de su abuelo había construido aquel castillo, el más reciente de las islas. Lord Theomore Harlaw había perdido a tres hijos varones, aún en la cuna, y culpaba de ello a los sótanos inundados, a las piedras húmedas y al salitre supurante del antiguo Torreón de Harlaw. Diez Torres estaba mejor ventilado, mejor habilitado, mejor situado... Pero Lord Theomore era voluble, como habría podido atestiguar cualquiera de sus esposas. Había tenido seis, tan distintas entre ellas como las diez torres.
La Torre de los Libros era la más ancha, de planta octogonal, edificada con grandes sillares. La escalera estaba empotrada en los gruesos muros. Asha ascendió con paso rápido hasta el quinto piso y entró en la habitación donde estaba leyendo su tío.
«No es que haya ninguna habitación en la que no lea.» Era raro ver a Lord Rodrik sin un libro en la mano, ya fuera en el retrete, en la cubierta de su
Canción Marina
o durante una audiencia. Asha lo había visto leer en su asiento de honor, bajo las guadañas de plata. Escuchaba los casos que se le presentaban, pronunciaba el veredicto... y leía un poquito mientras el capitán de la guardia hacía pasar al siguiente suplicante.
Se lo encontró inclinado sobre una mesa, junto a la ventana, rodeado de pergaminos que bien pudieran proceder de Valyria antes de la Maldición, y libros de gruesa encuadernación de cuero con cierres de hierro y bronce. A ambos lados del asiento, en ornamentados candelabros de hierro, había cirios de cera de abeja tan altos y gruesos como los brazos de un hombre fornido. Lord Rodrik Harlaw no era gordo ni delgado, no era alto ni bajo, no era feo ni atractivo. Tenía el cabello castaño, al igual que los ojos, aunque la barbita corta y arreglada que lucía se había tornado canosa. Era, en resumen, un hombre vulgar que sólo se distinguía por su amor hacia la palabra escrita, hábito que tantos hijos del hierro consideraban poco varonil y hasta perverso.
—Hola, tío. —Cerró la puerta a su paso—. ¿Qué lectura era tan urgente para que privaras a tus invitados de la presencia de su anfitrión?
—El
Libro de los libros perdidos
, del archimaestre Marwyn. —Alzó la vista de la página para mirarla—. Hotho me ha traído un ejemplar de Antigua. Tiene una hija y quiere que me case con ella. —Lord Rodrik dio unos golpecitos con la uña larga en el tomo—. Fíjate en esto. Marwyn asegura que ha encontrado tres páginas de
Señales y portentos
, unas visiones que dejó escritas la hija doncella de Aenar Targaryen antes de que la Maldición cayera sobre Valyria. ¿Ya sabe Lanny que estás aquí?
—Todavía no. —Lanny era el nombre cariñoso con que aludía a su madre; sólo el Lector la llamaba así—. Dejémosla descansar. —Asha apartó una pila de libros de un taburete y tomó asiento—. Tresdientes ha perdido dos dientes más. ¿Cómo la llamas ahora? ¿Undiente?
—Yo casi nunca me dirijo a ella. Esa mujer me da miedo. ¿Qué hora es? —Lord Rodrik echó un vistazo por la ventana para ver el mar iluminado por la luna—. ¿Tan temprano ha oscurecido? No me había dado cuenta. Te has retrasado mucho; te esperábamos hace días.
—Tuvimos el viento en contra, y me preocupaban los prisioneros: la esposa y los hijos de Robett Glover. La más pequeña todavía mama, y a Lady Glover se le secó la leche durante la travesía. No tuve más remedio que varar el
Viento Negro
junto a la Orilla Pedregosa y enviar a mis hombres a buscar un ama de cría, pero en su lugar me trajeron una cabra. La niña no medra; ¿hay en el pueblo alguna madre que esté dando de mamar? Bosquespeso es muy importante para mis planes.
—Tus planes van a tener que cambiar. Llegas demasiado tarde.
—Tarde y con hambre. —Estiró las largas piernas bajo la mesa y pasó las páginas del libro que tenía más cerca, el discurso de un septón sobre la guerra de Maegor
el Cruel
contra los Clérigos Humildes—. Y encima con sed. Me vendría bien un cuerno de cerveza, tío.
—Ya sabes que no permito que haya comida ni bebida en mi biblioteca —dijo Lord Rodrik, con cara de espanto—. Los libros...
—... se podrían dañar. —Asha se echó a reír.
—Te encanta provocarme —dijo su tío, frunciendo el ceño.
—Venga, no pongas esa cara de agravio. No hay hombre al que yo no provoque; a estas alturas ya deberías saberlo. Pero basta de hablar de mí. ¿Cómo estás?
—Bastante bien —dijo Lord Rodrik, encogiéndose de hombros—. Se me están debilitando los ojos. He pedido una lente de Myr para ayudarme a leer.
—¿Cómo está mi tía?
El hombre suspiró.
—Todavía tiene siete años más que yo y la convicción de que Diez Torres debería pertenecerle a ella. Gwynesse está perdiendo la memoria, pero de eso no se olvida. Sigue llorando a su difunto esposo tanto como el día en que murió, aunque no siempre se acuerda de su nombre.
—No estoy segura de que lo llegara a conocer. —Asha cerró de golpe el libro del septón—. ¿Mi padre fue asesinado?
—Eso cree tu madre.
«Hubo momentos en los que ella misma lo habría matado de buena gana», pensó.
—¿Y qué opina mi tío?
—Balon se precipitó al vacío cuando se rompió un puente de cuerdas, y murió. Rugía la tormenta, y el viento sacudía el puente. —Rodrik se encogió de hombros—. O eso es lo que nos han dicho. Tu madre recibió un pájaro del maestre Wendamyr.
Asha se sacó la daga de la funda y empezó a limpiarse las uñas.
—Ojo de Cuervo se pasa tres años fuera y regresa justo el día en que muere mi padre.
—Según tengo entendido, fue al día siguiente. El
Silencio
todavía estaba en alta mar cuando murió Balon; al menos, eso dicen. Aun así, reconozco que el regreso de Euron ha sido... oportuno.
—Yo no lo llamaría así. —Asha clavó la daga en la mesa—. ¿Dónde están mis barcos? He contado cuarenta barcoluengos amarrados abajo; no bastan para echar a Ojo de Cuervo del trono de mi padre.
—Envié las convocatorias. En tu nombre, y por el amor que os profeso a tu madre y a ti. La Casa Harlaw se ha reunido. También la de Stonetree y la de Volmark. Algunos Myre...
—Todos de Harlaw; una sola isla, y son siete. Abajo sólo he visto un estandarte de los Botley, de Pyke. ¿Dónde están los barcos de Acantilado de Sal, de Orkwood, de los Wyk...?
—Baelor Blacktyde vino de Marea Negra para conferenciar conmigo y enseguida zarpó de nuevo. —Lord Rodrik cerró
El Libro de los libros perdidos
—. Ya debe de estar en Viejo Wyk.
—¿En Viejo Wyk? —Asha había temido que le dijera que todos habían ido a Pyke, a rendirle homenaje a Ojo de Cuervo—. ¿Por qué a Viejo Wyk?
—Creía que ya te lo habían dicho. Aeron
Pelomojado
ha convocado una asamblea de sucesión.
Asha echó la cabeza hacia atrás y soltó una carcajada.
—El Dios Ahogado le ha debido de meter un pez espino por el culo al tío Aeron. ¿Una asamblea? ¿Está de broma?
—Pelomojado no ha vuelto a bromear desde el día en que se ahogó. Y los demás sacerdotes están con él. Beron Blacktyde
el Ciego
, Tarle
el Tres Veces Ahogado
... hasta el Viejo Gaviota Gris ha salido de la roca en la que vive y está predicando lo de la asamblea por todo Harlaw. Los capitanes ya se están reuniendo en Viejo Wyk.
Asha estaba atónita.
—¿Y Ojo de Cuervo ha accedido a asistir a esa farsa religiosa y someterse a su decisión?
—Ojo de Cuervo no confía en mí. Desde que me convocó a Pyke para que le rindiera pleitesía, no he vuelto a tener noticias suyas.
«Una asamblea para la elección del rey. Esto sí que es nuevo... o, mejor dicho, muy, muy viejo.»
—¿Y mi tío Victarion? ¿Qué le parece el plan de Pelomojado?
—Se le envió la noticia de la muerte de tu padre, y seguro que también está informado de lo de la asamblea. Aparte de eso, no sé nada más.
«Más vale una asamblea que una guerra.»
—Me dan ganas de besar los pies apestosos de Pelomojado y sacarle las algas de entre los dedos. —Asha arrancó la daga de la mesa y se la volvió a guardar en la funda—. ¡Una asamblea de sucesión! ¡Joder, qué idea!
—En Viejo Wyk —confirmó Lord Rodrik—. Y yo no estoy tan seguro de que sea buena idea. He estado consultando la
Historia de los hijos del hierro
, de Haereg. La última vez que los reyes de la sal y los reyes de la roca celebraron una asamblea, Urron de Monteorca envió a sus hombres armados con hachas, y las costillas de Nagga se cubrieron de sangre. Desde aquel día aciago, la Casa Greyiron reinó sin más elecciones durante mil años, hasta la llegada de los ándalos.
—Tienes que prestarme ese libro de Haereg, tío.
Le iba a hacer falta averiguar todo lo posible sobre las asambleas antes de llegar a Viejo Wyk.
—Lo puedes leer aquí. Es muy antiguo, muy frágil. —La miró con el ceño fruncido—. El archimaestre Rigney escribió que la historia es una rueda, que la naturaleza del hombre es inmutable en lo fundamental. Según él, lo que ya ha sucedido volverá a suceder, sin remedio. Siempre que pienso en Ojo de Cuervo me acuerdo de eso. El nombre de Euron Greyjoy se parece demasiado al del Urron Greyiron de aquellos tiempos. No voy a ir a Viejo Wyk. Y tú tampoco deberías.
Asha sonrió.
—¿Qué quieres? ¿Que me pierda la primera asamblea que se convoca en...? ¿En cuánto tiempo, tío?
—En cuatro mil años, si nos fiamos de lo que dice Haereg. O sólo dos mil, si aceptamos los argumentos que aduce el maestre Denestan en
Preguntas
. No servirá de nada que vayas a Viejo Wyk. Llevamos en la sangre delirios de grandeza. Así se lo hice saber a tu padre la primera vez que se levantó en armas, y hoy se rebela con mayor claridad que entonces. Necesitamos tierras, no coronas. Mientras Stannis Baratheon y Tywin Lannister se disputan el Trono de Hierro, disponemos de una ocasión inmejorable para salir beneficiados. Tomemos partido, sea a favor de quien sea; lo ayudaremos con nuestra flota a alzarse victorioso, y así tendremos a un rey agradecido a quien solicitar las tierras que necesitamos.
—Puede que me lo piense cuando ya esté sentada en el Trono de Piedramar —dijo Asha.
Su tío suspiró.
—Sé que no quieres que te diga esto, Asha, pero no te van a elegir a ti. Ninguna mujer ha reinado jamás sobre los hijos del hierro. Recuerda: Gwynesse tiene siete años más que yo, pero cuando murió nuestro padre, Diez Torres pasó a mis manos. A ti te sucederá lo mismo. Eres la hija de Balon, no su hijo. Y tienes tres tíos.
—Cuatro.
—Tres tíos krákens. Yo no cuento.
—Para mí, sí. Mientras tenga a mi tío de Diez Torres, tendré Harlaw.
Harlaw no era la mayor de las Islas del Hierro, pero sí la más próspera y poblada; no se podía menospreciar el poder de Lord Rodrik. En Harlaw, Harlaw no tenía rival. Los Volmark o los Stonetree podían contar con grandes fortalezas en la isla, y alardear de los capitanes famosos y los guerreros valientes a su servicio, pero hasta los más valerosos se inclinaban ante la guadaña. Los Kenning y los Myre, otrora enemigos mortales, habían sido derrotados y convertidos en vasallos mucho tiempo atrás.
—Mis primos me son leales; en tiempos de guerra estoy al mando de sus velas y sus espadas. En cambio, en una asamblea... —Lord Rodrik sacudió la cabeza—. Bajo los huesos de Nagga, todos los capitanes son iguales. Puede que algunos griten tu nombre, no lo dudo; pero no serán suficientes. Y cuando se grite el nombre de Victarion o el de Ojo de Cuervo, muchos de los que ahora beben en mis salones se unirán a los demás. Te lo vuelvo a decir: no navegues hacia esa tormenta. La batalla está perdida.
—Ninguna batalla está perdida hasta que se pelea. Tengo más derecho que nadie: soy la heredera de Balon.
—Sigues siendo una chiquilla testaruda. Piensa en tu pobre madre. Eres lo único que le queda a Lanny. Si hace falta, le prenderé fuego al
Viento Negro
para que te quedes aquí.
—¿Y me obligarás a ir a Viejo Wyk a nado?
—Mucho tramo en un agua tan fría por una corona que no podrás conservar. Tu padre tenía más valor que sentido común. Las Antiguas Costumbres funcionaron bien en las islas cuando no éramos más que uno de muchos reinos pequeños, pero eso se terminó con la Conquista de Aegon. Balon se negaba a ver la realidad. Las Antiguas Costumbres murieron con Harren
el Negro
y sus hijos.
—Lo sé. —Asha había querido mucho a su padre, pero no se engañaba. En ciertos sentidos, Balon parecía ciego. «Como hombre, un valiente, pero pésimo como señor»—. Entonces, ¿tenemos que vivir y morir como siervos del Trono de Hierro? Si hay rocas a estribor y una tormenta a babor, el capitán inteligente elige un tercer rumbo.
—Muéstrame ese tercer rumbo.
—Eso haré... en la asamblea que me elija reina sucesora. ¿Te planteas siquiera la posibilidad de no asistir, tío? Eso pasará a la historia...