Filosofía del cuidar

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Authors: Irene Comins Mingol

Tags: #Filosofía, Ensayo

 

Las prácticas del cuidar, tradicionalmente invisibles en los medios de comunicación y ninguneadas por la academia, son el centro de atención de este libro, tanto por la importancia que tienen para el sostenimiento de la vida cotidiana como aún más por los valores y capacidades que desarrolla en los sujetos que las desenvuelven. La práctica del cuidar lleva consigo el desarrollo de una serie de habilidades como son la empatía, el compromiso, la paciencia, la responsabilidad o la ternura. En la primera parte del libro, se analizan las aportaciones de la ética del cuidado al desarrollo humano y a la transformación pacífica de conflictos.

En la segunda parte se propone la incorporación de los valores y las prácticas del cuidar en el currículo escolar como parte de una coeducación para la paz. Un libro interdisciplinar que aúna reflexiones desde la filosofía, la investigación para la paz y los estudios de género, con el objetivo de proponer el cuidado como un valor humano, un valor universal que no puede seguir siendo relegado sólo a la mitad de la humanidad.

Irene Comins Mingol

Filosofía del cuidar

Una propuesta coeducativa para la paz

ePUB v1.1

MayenCM
06.07.12

FILOSOFÍA DEL CUIDAR

2009, Irene Comins Mingol

Diseño de la cubierta: Josep Bagà

Fotografía de la cubierta: Dez Pain

Es un curioso secreto de la sabiduría de todos
los tiempos, pero un secreto muy sencillo, que
cualquier entrega desinteresada, cualquier
participación, todo amor nos enriquece

HESSE, 1992a:126

A Encarnación, mi madre,

con todo mi cariño

AGRADECIMIENTOS

Quiero agradecer aquí a todas las personas que desde la Cátedra UNESCO de Filosofía para la Paz de la Universitat Jaume I de Castellón me han apoyado en la elaboración de este libro, especialmente a Vicent Martínez Guzmán, que además de mentor y maestro siempre ha sabido ser mi amigo y a Eloísa Nos Aldás por sus buenos consejos y ánimos constantes. También a los estudiantes del Máster Internacional en Estudios de Paz, Conflictos y Desarrollo de la misma Universidad, con quienes he podido debatir y profundizar en algunos de los contenidos que presento aquí.

A mis compañeros del Departamento de Filosofía y Sociología, mi espacio habitual de trabajo y convivencia cotidiana. Gracias por estar ahí.

Finalmente dedico este libro a mi familia, mi fuente de energía y vitalidad. Especialmente a mi hijo David con quien aprendo en la práctica y no sólo en la teoría los entresijos, desvelos y alegrías del cuidar.

INTRODUCCIÓN

El principal propósito a la hora de elaborar este libro ha sido aportar algo de luz, aunque sea de luciérnaga, sobre un aspecto poco explorado: el cuidado y la ternura como competencias humanas para una convivencia en paz. Diría con Peta Bowden que mi punto de partida es la intuición de que el cuidado es éticamente importante (Bowden, 1997: 1). Debemos recordar, reconstruir, aprender y recuperar todas nuestras habilidades para vivir en paz, y el cuidado de las personas es una vertebral, que sin embargo ha sido demasiado tiempo relegada al olvido y merece ser visibilizada.

Con sólo observar las noticias en la televisión o leer los periódicos nos podemos percatar del grado de violencia, estrés y angustia al que llega demasiadas veces nuestra cultura. Quizás debamos empezar por nosotros mismos, por nuestros familiares y vecinos a recuperar y practicar aquellas habilidades que nos hacen vivir de forma más feliz y pacífica. Ya lo dijo Gandhi, «no hay un camino hacia la paz, la paz es el camino». Quizás podamos aprender de la experiencia de aquellos que han estado tradicionalmente enmudecidos por nuestra sociedad: la naturaleza, las otras culturas y las mujeres. Esta es la principal razón por la que he elegido este tema de estudio.

Algunas preguntas que pueden ayudar a poner de relieve cuáles son los objetivos y contenidos de este libro son las siguientes: ¿es el cuidado una competencia humana que favorece la creación de una cultura para la paz?, ¿de qué forma?, ¿se puede educar en valores como la ternura y el cuidado?, desde los estudios para la paz ¿podemos aprender de la experiencia femenina?, ¿es la práctica del cuidado un rol de género o un valor humano?, ¿qué condiciones son necesarias para la práctica del cuidado y de la ternura?

Así pues el objetivo general de este trabajo es potenciar la importancia del cuidado, la ternura, la dulzura y el amor como prácticas sociales de transformación pacífica de conflictos. Este objetivo general, se traduce en dos objetivos específicos. En primer lugar, la reconstrucción normativa de nuestras habilidades para el cuidado, la ternura y la preocupación por los demás y sus aportaciones a una Cultura para la Paz. En segundo lugar, la justificación de la necesidad de incluir en el diseño curricular de una Educación para la Paz la coeducación en el cuidado. Ciertamente, éste es un trabajo casi exclusivamente justificativo del papel del cuidado como comportamiento social que colabora en la transformación pacífica de los conflictos, en la reproducción de valores morales y en el desarrollo de habilidades para la convivencia. Por todo ello propongo incluir la educación en el cuidado como contenido curricular de una educación para la paz.

El punto de partida de esta investigación es el concepto de
culturas para hacer las paces
. Concepto que desde la Cátedra UNESCO de Filosofía para la Paz de la Universitat Jaume I de Castellón utilizamos a partir de una modificación del concepto
Cultura de Paz
propuesto por la UNESCO y que se consolidó gracias a la proclamación del año 2000 como Año Internacional de la Cultura de Paz. Este concepto fue elaborado por la UNESCO a partir de los años 90 y está también relacionado con uno de los nuevos derechos humanos que forma ya parte de los llamados
Derechos Humanos de la Tercera Generación
que es el derecho a la paz. Uno de los referentes bibliográficos más importantes al respecto es el libro del propio exdirector general de la UNESCO, Federico Mayor Zaragozá,
La nueva página
. Se trata de profundizar en la dimensión teórica y su aplicación práctica en la educación, del mencionado concepto como alternativa a la cultura de la guerra predominante en nuestra civilización. Sigo la propuesta de la UNESCO de que la guerra ha aparecido en la mente de las personas y es en la mente de las personas donde debe aparecer la paz.

Del concepto
culturas para hacer las paces
vale la pena destacar tres elementos principales (Martínez Guzmán, 2003: 55-57). En primer lugar, entendemos cultura desde su sentido etimológico como cultivo, «la cultura como la manera peculiar que los seres humanos tienen de cultivar las relaciones entre ellos mismos y entre ellos y la naturaleza» (2003: 56). En segundo lugar, entendemos que no existe una única cultura, una sola forma de cultivar las relaciones entre los seres humanos y entre éstos y la naturaleza. Existen muchas culturas, muchas y diversas formas de cultivar nuestras relaciones. Así tampoco existe una única cultura de paz, sino que hay muchas y diferentes formas de cultivar la paz, tantas como culturas y como personas. En tercer lugar cabe reconocer que los seres humanos somos competentes no sólo para matarnos, excluirnos, marginarnos, como nos muestran a diario los distintos medios de comunicación, sino que también somos competentes para ayudarnos, solidarizarnos, para cuidar unos de otros,
para hacer las paces
. Así pues se trata de que cultivemos las distintas posibilidades y competencias que tenemos para hacer las paces, y estoy convencida de que una de esas competencias, una importante y radical al ser humano, es la capacidad para cuidar. Una capacidad que está en el fundamento de toda convivencia.

Al referirnos al concepto de
culturas para hacer las paces
hacemos referencia a aquellos aspectos culturales que facilitan una convivencia en paz. Una cultura para la paz es una cultura en la que cultivamos aquellos valores y actitudes que nos ayudan a vivir en paz. Pero no existe sólo
la
cultura. Existen
las
culturas: la pluralidad de maneras en que los seres humanos organizamos nuestras relaciones, con la naturaleza, persona a persona o de manera transpersonal (Martínez Guzmán, 1999a: 87; 2004: 210). En tanto que la cultura proviene de una socialización y de un aprendizaje puede modificarse y evolucionar. De hecho hay muchas culturas diferentes en el planeta. Por eso es importante hablar más bien de
culturas para hacer las paces
que de cultura para la paz, porque hay muchas formas de vivir en paz. Podemos aprender de otras culturas formas diferentes de transformar los conflictos, formas diferentes de cuidarnos y de hacer las paces. Además, el término
culturas para las paces
hace referencia a la indispensable diversidad e interculturalidad que necesita la paz. No hay nada más violento culturalmente hablando que la homogeneización y no hay nada más rico y más pacífico humanamente hablando que la diversidad cultural.

Las mujeres han tenido un papel fundamental a la hora de construir culturas para la paz, Elise Boulding, en su famoso libro
Cultures of Peace
señala el importante papel desarrollado por las mujeres en la creación de cultura para la paz y cómo las culturas para la paz se relacionan directa o indirectamente con las mujeres (Boulding, 2000; Morrison, 2006: 169-183).

Por ello desde la Filosofía para la Paz nos hemos propuesto la reconstrucción de aquellas competencias humanas para vivir en paz. Todos tenemos una
oscura metafísica moral
sobre cómo deberían ser las cosas. Sabemos que podemos actuar violentamente pero que también somos capaces de actuar pacíficamente. Ya es hora de que nos eduquemos en nuestras competencias para vivir en paz, que colaboremos en la construcción de
culturas para las paces
.

En la construcción de una Cultura para la Paz, la UNESCO ha considerado que juega un papel primordial la ética. Según Mayor Zaragoza (1994: 83) «el meollo de la cuestión sigue siendo cómo reforzar nuestra capacidad ética». El «retorno de la dimensión ética a la corriente dominante de la actividad humana ha sido durante mucho tiempo una preocupación de la UNESCO» (Mayor Zaragoza, 1999: 6). La Cultura para la Paz está por tanto estrechamente vinculada con valores éticos. La UNESCO ha señalado que estos valores no deben ser sólo de justicia, también debemos incluir el cuidado y el amor en la construcción de una Cultura para la Paz. Como señala Federico Mayor Zaragoza «tanto políticos y líderes espirituales como educadores, artistas, científicos y periodistas, tienen un papel crucial a la hora de revitalizar la ética del amor y el interés por los demás» (1994: 80).

He señalado la vinculación de la UNESCO con la cultura para la paz, con la ética, con la ética del cuidado y por último, no cabe olvidar, también con la educación. Los cambios culturales siempre son lentos, sólo a través de la educación formal y luego principalmente informal pueden llevarse a cabo. Por ello en la construcción de una cultura para la paz no podemos prescindir del ámbito educativo. Citando nuevamente a Mayor Zaragoza:

En esto consiste la «construcción de la paz», misión esencial de la UNESCO: esfuerzos en materia de educación, cultura y comunicación para promover una actitud cívica que permita prevenir los conflictos o facilite su resolución (Mayor Zaragoza, 1994: 170).

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